Solo la clase obrera puede poner en pie un plan de emergencia para responder a la catástrofe económica y sanitaria

(Editorial de MASAS nº 374)

Como advertíamos en los últimos años, estábamos frente a una crisis de características extraordinarias a nivel mundial. La crisis del 2008 se extendía a todo el mundo y no lograba cerrarse. La agresiva guerra comercial que involucró a EE.UU., China y Europa, agravó más la situación, exacerbando el proteccionismo, avanzando en la conquista de recursos en los países semicoloniales, descargando sobre ellos la crisis de sobreproducción. Con niveles de endeudamiento de los países, las empresas y las personas que había hecho sonar todas las campanas de alarma. Ajuste tras ajuste fueron demoliendo los presupuestos para salud y educación, se aplicaron reformas laborales, tributarias, jubilatorias que hicieron retroceder las condiciones de vida y de trabajo de las masas en todos los países. El capitalismo se sobrevivía destruyendo condiciones conquistadas por la sociedad en las últimas décadas, creciendo la desocupación a niveles insoportables con más de 200 millones en el mundo. Decenas de millones de hambrientos y desesperados migraban desde las semicolonias hacia los países desarrollados buscando trabajo, escapando de las guerras. El comercio mundial y la producción se desaceleraban, mostrando indicadores de estancamiento. Este era el escenario que teníamos a principios de año, por mostrar algunos de los aspectos destacados.

No lo olvidemos. La pandemia vino a explotar simultáneamente todas estas cuestiones, en todo el mundo. En 4 meses la situación que era dramática se transformó en catástrofe. Cientos de miles de empresas en todo el mundo cierran o suspenden sus actividades, y estiman las instituciones mundiales que la cantidad de nuevos desocupados puede superar los 400 millones, con actividades que llevará mucho tiempo recuperar después de superada esta pandemia. En esta situación gobiernos y empresas siguen descargando la crisis sobre los más pobres, sobre los más miserables y desesperados, las ayudas de los gobiernos llegan en cuentagotas. Un sistema que acumula riqueza y ganancias extraordinarias durante siglos y no puede sostener la vida de sus esclavos durante tres meses, no debe seguir existiendo.

También se sucedían las movilizaciones, las huelgas, la resistencia en muchos países contra los planes de ajuste, en algunos casos rebeliones formidables de las masas como en Chile. Este proceso de lucha fue apenas interrumpido por la aparición del virus y las campañas de los gobiernos de aislamiento, distanciamiento, y de terror informativo y la actitud de las direcciones sindicales de dejar en manos de la burguesía la respuesta a la crisis sanitaria. Las masas retoman el camino de lucha y resistencia porque la situación social no se soporta.

La burguesía no tiene ninguna salida para ofrecer, ni en las grandes potencias ni en nuestros países, que no sea destruir masivamente fuerzas productivas agravando drásticamente nuestras condiciones de vida y de trabajo. La pandemia deja al desnudo todas las miserias, toda la podredumbre, la corrupción, del capitalismo en desintegración.

EE.UU. la mayor potencia, la que ha acumulado más riqueza y poderío en la historia, está en el centro de la crisis. El caos económico, político y social aparece por doquier. La orden de intervención militar de su presidente fue duramente cuestionada y abandonada. Sus políticas represivas, racistas, discriminatorias, están siendo rechazadas activamente.

Tiene record de contagiados y de muertos por la pandemia. Una parte muy importante de la población no tiene cobertura médica, para otros es extremadamente caro acceder al sistema de salud, otros no quieren recurrir al sistema de salud para no ser denunciados. Son los latinos y los negros los que más se mueren, son los más pobres los que más se mueren, tal como ocurre en las semicolonias. El gigante capitalista tiene los pies de barro y se mueve como un borracho en el ring, disparando trompadas al aire, está herido y enceguecido, aunque no por eso deja de ser peligroso, para los estadounidenses y para toda la humanidad. Todo el mundo pudo ver que no puede garantizar ni la salud para sus habitantes, que destruye en 3 meses 40 millones de puestos de trabajo. Que apenas si fabrica un 10% de los insumos médicos que necesita, depende de la importación de equipos y hasta máscaras desde otras latitudes. Pagan con su propia moneda el desastre de sus políticas. EE.UU. en estas condiciones queda muy debilitado y golpeado en su papel de timón del capital financiero internacional.

En este cuadro el gobierno argentino es apurado por Wall Street, por el FMI, y los grandes capitalistas locales a que reconozca toda la deuda externa y que pague lo que no valen los bonos emitidos para tomar deuda para fugarla, para saquear la economía. Mentira que hay una “quita” en la negociación, el país tendrá más deuda el mes que viene que la que teníamos hace tres meses. Que no nos engañen. El gobierno está de rodillas frente al capital fi nanciero aceptando pagar lo que todos sabemos que fue Masas n°374 .3 un robo. Este acuerdo es una traición, avalado por las dirigencias sindicales, los movimientos sociales y la mayoría de los partidos políticos. ¿Para qué sirven los estudios que se hicieron que demuestran quién se la llevó, quiénes especularon, quiénes se benefi ciaron? Si termina agachando la cabeza y haciéndonos pagar a todos durante 20 años la plata que se llevaron unos pocos que tienen nombre y apellido.

El gobierno es consciente de la gravedad de la situación, que las empresas despidieron masivamente pese a las prohibiciones, que siguen cerrando decenas de miles de empresas, que hay millones de trabajadores que no tienen condiciones para subsistir y menos en los marcos de la pandemia. Lo que ofrece son migajas, una burla, ante las necesidades urgentes y perentorias.

Es necesario un plan de emergencia obrero y de los oprimidos para enfrentar la crisis,

* que empiece por desconocer toda la deuda externa, que estatice la banca y el comercio exterior,

* que estructure un sistema único de salud, gratuito, universal, nacional, para todos. Terminar con los privilegios de salud para los que tienen dinero para pagarla. Sobre la base de expropiar las clínicas, prepagas, las clínicas, laboratorios, ¡basta de negocios con la salud!,

* solución urgente del drama de la desocupación repartiendo todo el trabajo disponible entre todos los trabajadores y la implementación de un plan nacional de obras públicas serio, no la fantochada infame que están presentando. ¡Basta de trabajo precarizado!

* Ajuste inmediato de salarios y jubilaciones que tengan como piso lo que cuesta la canasta familiar, no lo que recomiendan las cuentas del FMI.

* Estatizar todos los sectores vitales de la economía, empezando por los hidrocarburos y la gran propiedad agraria. El desarrollo de las fuerzas productivas está bloqueado porque los medios de producción están en manos de un puñado de empresas que concentran todos los recursos. Es necesario centralizar todos esos recursos para planificar la economía en beneficio de la enorme mayoría de la población, empobrecida y saqueada durante décadas.

Para imponer este plan de emergencia la clase obrera debe ponerse de pie, política y organizativamente. Sabiendo que ningún gobierno patronal, de cualquier tipo, es capaz de tocar los grandes intereses que dominan el país. La clase obrera debe independizarse políticamente, luchando por su propia estrategia de poder, un gobierno de la mayoría oprimida, un gobierno obrero-campesino (la dictadura del proletariado). Este plan de emergencia sólo puede ser impuesto por una rebelión popular, por la acción de las masas, nunca por una ley del Congreso, que sirve a los intereses del capital financiero.

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