¡Viva los 103 años de la Revolución Rusa!

(POR Brasil – 1 de noviembre de 2020)

La revolución del 25 de octubre de 1917 se erigió como marco de las revoluciones del siglo XX. Y lo sigue siendo en el presente siglo. Al romper un eslabón en la cadena mundial del capitalismo y la opresión imperialista, se abrió la era de las revoluciones proletarias. Tiene la misma dimensión histórica que la de la Revolución Francesa de 1789, en relación con el viejo y agotado feudalismo. Cumplida la función de desarrollo de las fuerzas productivas, las relaciones de producción se descomponen y deben dar paso a una nueva sociedad. Así sucedió con el modo de producción feudal, así pasa con el modo de producción capitalista.

La revolución madura de acuerdo con las premisas objetivas y se vuelve inevitable con la existencia de una clase revolucionaria. La burguesía sepultó la sociedad de nobles y de siervos campesinos, abriendo el camino al capitalismo mundial. El proletariado enterrará a la sociedad de la burguesía y de la mayoría oprimida, avanzando en el sentido del comunismo mundial. La clase burguesa, que lideró la revolución de 1789 y que construyó el régimen de clases incomparablemente más avanzado que los anteriores, se convirtió en una clase contrarrevolucionaria. Hace tiempo que su función histórica se agotó, debiendo ceder el paso a la clase revolucionaria, que es el proletariado. La clase burguesa vigorosa, que derrotó la resistencia de la clase feudal en descomposición, alcanzó la cúspide del parasitismo y lo superfluo. La contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones capitalistas de producción ha alcanzado un nivel que no le permite encontrar soluciones progresivas a las recurrentes crisis mundiales.

El sistema colonial que estaba en el origen del capitalismo fue reemplazado por el sistema imperialista más amplio y poderoso. Las fuerzas productivas avanzaron extraordinariamente y las relaciones de producción tomaron la forma de monopolios y predominio del capital financiero. Un puñado de potencias concentró un poder de dominación que se convirtió en una potente traba a las fuerzas productivas, presas de la camisa de fuerza de los monopolios, el capital financiero parasitario y la dominación imperialista sobre la inmensa mayoría de naciones atrasadas, empobrecidas, rígidamente subordinadas y saqueada.

Las disputas, las guerras y la opresión colonial sirvieron a la burguesía para expandir las fuerzas productivas del mundo. Al contrario, ocurre con la fase imperialista, cuyas disputas, guerras y saqueos expresan la imposibilidad de desarrollar las fuerzas productivas, su extrema madurez y su descomposición. Es en estas condiciones que se han desarrollado y se desarrollan los antagonismos de clase, fundamentalmente, entre la burguesía decadente y el proletariado vigoroso.

Las premisas materiales e históricas de las revoluciones proletarias llegaron a principios del siglo XX, listas y acabadas. La Primera Guerra Mundial fue la expresión más amplia y profunda del enfrentamiento entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en la fase imperialista del capitalismo. Su función principal era destruir parte de las fuerzas productivas, de las cuales forma parte la fuerza de trabajo, e imponer una nueva división del mundo entre las potencias y nuevas condiciones de saqueo de las naciones oprimidas.

La revolución democrático-burguesa en Rusia se gestó antes de la conflagración de la guerra imperialista, pero fue la revolución proletaria la que encarnó las condiciones materiales e históricas de la transformación social, necesarias para liberar a las fuerzas productivas de la camisa de fuerza de la propiedad capitalista y de la dominación parasitaria de la burguesía. El socialismo científico de Marx y Engels anunció la revolución socialista en los países capitalistas avanzados de Europa, como el comienzo de la transición del capitalismo al comunismo. El hecho de que la primera revolución victoriosa tuviera lugar en la Rusia semi-feudal, que tenía que realizar la revolución democrático-burguesa, evidenció la maduración de las premisas mundiales del capitalismo imperialista para las revoluciones proletarias. La revolución democrática, iniciada en 1905, concluyó en febrero de 1917, abriendo camino inmediato para la revolución proletaria de octubre de ese mismo año.

El gobierno burgués provisional no tenía cómo cumplir con las tareas democráticas de la revolución, estaba subordinado a los intereses de los terratenientes y a las fuerzas imperialistas en guerra. La conclusión del movimiento de 1905, con el derrocamiento de la monarquía y la constitución del poder burgués, en febrero de 1917, por la acción de las masas obreras y campesinas, con amplia participación de soldados y marineros, puso en marcha la revolución proletaria y la contrarrevolución burguesa. La derrota del gobierno burgués solo fue posible porque el proletariado estaba bajo la dirección del partido bolchevique.

La revolución proletaria es una creación de las masas en lucha contra la burguesía, pero la clave de su triunfo está en el partido marxista. La historia de la Revolución Rusa lleva consigo la historia de la formación y consolidación del bolchevismo, que, a su vez, expresa la feroz lucha de Lenin contra las tendencias revisionistas y oportunistas del marxismo. Se estableció una guerra de posiciones programáticas, ideológicas, políticas y organizativas dentro del proletariado y sus organizaciones de masas. La revolución proletaria engendró la democracia de los explotados. La creación de los soviets (consejos), en la revolución de 1905, indicó a los marxistas rusos que serían la organización más alta de las masas en lucha. La reacción logró dispersar la organización soviética, pero no eliminarla. Su reaparición en la revolución de febrero alcanzó la forma más avanzada de doble poder. Los bolcheviques apartaron, en el combate programático, la traba de los mencheviques y socialistas revolucionarios, dentro de los soviets, lo que permitió unir a los explotados en torno a la estrategia de toma del poder, de la insurrección armada y de la guerra civil. Los soviets, por tanto, constituían la base organizativa y el pilar de la democracia de masas, sobre la que se asienta la dictadura del proletariado.

Se produjeron otras revoluciones. La que más se proyectó a nivel internacional fue la Revolución China, treinta y dos años después. Camaradas, todas las revoluciones traen lecciones invaluables, que sirven a otras revoluciones. La Revolución Rusa, sin embargo, se destaca, no solo por ser el prólogo de la revolución mundial, sino también por revelar más ampliamente las leyes de las revoluciones proletarias. El socialismo científico de Marx y Engels fue aplicado rigurosamente por los bolcheviques, bajo la guía teórica y programática de Lenin. Es justo reconocer el vínculo más estricto entre marxismo y leninismo. Esto es lo que Trotsky -uno de los discípulos más firmes de Marx y Engels, y uno de los revolucionarios más dedicados a la causa del proletariado- reconoció, afirmó y nos dejó como legado, en su lucha contra el revisionismo estalinista y a favor del internacionalismo.

Evidentemente el leninismo se forjó en el seno de la clase obrera y en la lucha política contra el oportunismo, el izquierdismo y el revisionismo, así como dentro de las conquistas generales del marxismo, a las que contribuyeron varios revolucionarios rusos y de otras latitudes. Es en este preciso sentido que Trotsky explica que, sin Lenin a la cabeza del partido, la revolución difícilmente triunfaría en ese momento.

La teoría y el programa de la revolución socialista en Rusia dieron un salto adelante, con la etapa imperialista de descomposición del capitalismo como condición histórica, y ganó materialidad en su aplicación en las condiciones particulares del desarrollo del país. La obra de expropiar a la burguesía, transformar la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social y romper la cadena de la opresión imperialista, llevada a cabo por el proletariado al frente de los campesinos pobres, alberga en sus entrañas la teoría, el programa y la táctica revolucionaria.

Camaradas, nuestro reconocimiento de la Revolución Rusa tiene implicaciones prácticas, en la elaboración del programa de la revolución en Brasil y, por tanto, en la construcción del POR, y en la construcción del Comité de Enlace para la Reconstrucción de la IV Internacional. El internacionalismo proletario es el pilar del marxismo y de cualquier revolución de nuestro tiempo.

No hubo otra revolución socialista, que tuviera el objetivo estratégico de la revolución mundial en el centro de su programa, con tanta claridad y precisión en sus formulaciones, como la de octubre de 1917. Ningún partido podía enfrentar el revisionismo socialchovinista como el bolchevique, bajo la dirección de Lenin. La quiebra de la II Internacional y el nacimiento de la III Internacional están estrechamente vinculados a la Revolución Rusa y al marxismo-leninismo. Incluso antes de que triunfara la revolución, Lenin comprendió y luchó por la fundación de una nueva Internacional, libre del oportunismo y de los traidores de la revolución mundial.

En marzo de 1919, en Moscú, nacía la más avanzada Internacional, basada en el triunfo de la revolución proletaria. Sus Primeros Cuatro Congresos, bajo la dirección de Lenin y Trotsky, formularon el programa de la revolución mundial, siguiendo rigurosamente el socialismo científico de Marx y Engels. Camaradas, en mayo de 1943, poco antes de la Conferencia de Teherán, que discutiría la repartija del mundo después de la Segunda Guerra Mundial, la camarilla de Stalin decidió disolver la Tercera Internacional. La victoria más importante de la alianza imperialista ganadora, bajo la hegemonía de los Estados Unidos, fue obtener, de la dictadura termidoriana, la rendición de la trinchera más avanzada del proletariado mundial a los enemigos más poderosos. Señalaba así que el Partido Comunista Ruso estalinizado iría hasta las últimas consecuencias en la política de colaboración de clases en todo el mundo, y presionaría por la restauración capitalista, bajo la máscara de la construcción del “socialismo en un solo país”.

Trotsky ocupa un lugar preponderante en defensa de la continuación del leninismo, en la lucha a muerte contra el estalinismo revisionista y restauracionista. Su inmenso lugar en la revolución surge con su oposición a la burocratización del estado obrero, a la completa deformación del bolchevismo y a la desfiguración de la Tercera Internacional. Como Lenin, entendió y luchó por la continuidad del internacionalismo, colocándose para la fundación de la IV Internacional, que nació en septiembre de 1938, por tanto, 5 años antes de la disolución de la III Internacional. La reñida lucha contra el nacionalismo estalinista y la elevación de las tesis del internacionalismo soldaron definitivamente a Trotsky a Lenin. Es justo y preciso el linaje histórico del marxismo-leninismo-trotskismo

Camaradas, no se puede reivindicar la Revolución Rusa sin asumir plenamente ese linaje. La restauración se impuso, destruyendo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En todas partes, las conquistas históricas del proletariado han retrocedido a favor del capitalismo en decadencia. Se produjo la crisis más profunda de la dirección revolucionaria, que inevitablemente condujo a la desintegración organizativa de la IV Internacional. No podría haber mayor retroceso del movimiento mundial del proletariado que la liquidación de la III Internacional y la imposibilidad de la IV Internacional de afirmarse.

Vemos claramente que el capitalismo ha sido salvado por el curso de la barbarie, que se expresa en la destrucción masiva de las fuerzas productivas. Desde la crisis de 2008, la economía mundial se ha desintegrado, el desempleo está creciendo y el hambre se está extendiendo, incluso en los países más avanzados. Los 103 años de la Revolución Rusa tienen lugar en un momento en que las masas se enfrentan a la fulminante pandemia, que nos recuerda la recomendación de Lenin sobre la erradicación de la fiebre tifoidea, que consistía en trabajar para levantar a los explotados contra el capitalismo, y marchar rumbo la revolución proletaria.

Camaradas, no tenemos ninguna duda de que este trágico momento sirve para evidenciar el sentido histórico más profundo de la crisis de dirección, que ha derivado en la desorientación de la clase obrera y demás explotados, quienes, en todo el mundo, se ven obligados a reaccionar ante el avance de la barbarie. No se puede dejar de reconocer que el capitalismo se hundió en la crisis más profunda después de la Segunda Guerra Mundial, como sucedió luego de la Primera Guerra. Sucede así, porque las fuerzas productivas fuerzan por liberarse de las relaciones capitalistas de producción. Mientras no sean liberadas, seguirán chocando objetivamente con la propiedad monopolística y las fronteras nacionales, lo que resultará en crisis cada vez más amplias y graves. Solo la revolución mundial, que comienza en un país determinado, puede resolver esta contradicción histórica. La Revolución Rusa inició este proceso. Su caída, bajo las fuerzas restauracionistas, ha ido retrasando los cambios necesarios. Pero es parte de los dolores de parto, como reconocen los marxistas.

Camaradas, saludamos, hoy, los 103 años de la Revolución Rusa, con el compromiso de instalar el partido marxista-trotskista en Brasil, como parte de la tarea de reconstituir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, destruido con la liquidación del III Internacional.

¡Viva la Revolución Rusa! ¡Viva el internacionalismo proletario! ¡Viva la III Internacional de los Cuatro Primeros Congresos! ¡Viva la IV Internacional! ¡Enterremos al capitalismo podrido con las revoluciones proletarias!

 

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