Masiva destrucción de fuerzas productivas

La Organización Internacional del Trabajo informa que 114 millones de empleos se destruyeron en 2020 en el mundo. Sus reportes nos permiten tener una dimensión mundial del desastre que significa el capitalismo para la humanidad.

Sus estudios muestran que la cantidad de horas de trabajo destruidas en un año equivalen a la pérdida de 255 millones de empleos a tiempo completo. Esta cifra es 4 veces mayor a la que se registró tras la crisis económica de 2009.

Los trabajadores han dejado de percibir en el año 3,7 billones de dólares como retribución por su trabajo. Decenas de miles de talleres, fábricas, comercios, han sido cerrados, muchos definitivamente.

La pandemia no hizo sino agravar la ya grave situación de desocupación en todo el mundo.

Ya en 2018 informaba que “la mayoría de los 3300 millones de personas empleadas en el mundo” habían retrocedido en sus condiciones de trabajo y de vida. Muchos trabajadores se ven en la situación de tener que aceptar puestos de trabajo “en general informales y mal remunerados, y tienen escaso o nulo acceso a la protección social y a los derechos laborales”.

En 2018, 360 millones de personas fueron trabajadores familiares auxiliares, y 1100 millones trabajaron por cuenta propia, en actividades de subsistencia realizadas debido a la falta de puestos de trabajo en el sector formal. Estiman que un total de “2000 millones de trabajadores estaban en el empleo informal en 2016, el 61 por ciento de la población activa mundial”.

En las semicolonias crece la pobreza entre los trabajadores. En 2018 informaban 172 millones de trabajadores desocupados en el mundo. En su informe destacan que habiendo pasado 9 años desde la crisis de 2009 recién se recuperaba el nivel de ocupación anterior, con menores salarios, con más precarización, con menos horas de trabajo.

En EE.UU. los trabajadores llevan décadas de estancamiento en sus ingresos, y crece la precarización laboral. Desde antes de la crisis de 2009 caían los ingresos y la cantidad de horas trabajadas.

Podemos proyectar cuánto impactará en el futuro la enorme cantidad de puestos de trabajo destruidos en este último año.

La burguesía utiliza la presión que ejerce semejante masa de desocupados crónicos para tratar de arrancar a los trabajadores formales sus derechos, felxibilizando-precarizando aun más las condiciones de trabajo, superexplotándolos.

La respuesta de la clase obrera frente al flagelo de la desocupación es la lucha de conjunto de todos los trabajadores, formales e informales, ocupados y desocupados, para reducir la jornada de trabajo y distribuir el trabajo disponible entre todos los trabajadores. En esta tarea la mayor responsabilidad es de los sindicatos, del sector organizado y concentrado del movimiento obrero que debe encabezar esta lucha.

Las burocracias sindicales de todo pelaje eluden esta responsabilidad y peor, aceptan las imposiciones de las patronales, los gobiernos, y los organismos financieros internacionales para colaborar en la entrega de derechos conquistados en décadas de lucha.

Sólo la acción directa de masas, los métodos de lucha de la clase obrera, pueden imponer a la burguesía en descomposición ¡trabajo para todos ya! La burguesía es plenamente consciente de su bancarrota. No merece seguir existiendo porque su sobrevivencia es sinónimo de barbarie.

Los trabajadores tenemos que tener consciencia de que no es posible reformar el capitalismo, que las condiciones laborales que teníamos hace 30 años ya no volverán bajo el capitalismo. Es hora de avanzar en el trabajo de construir la dirección revolucionaria en cada país como parte de la reconstrucción de la Internacional, la IV Internacional como dirección centralizada de la clase obrera.

 

(nota de MASAS nº387)

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