Brasil: ¡Viva las Conferencias Regionales del POR!

Manifiesto

El Partido Obrero Revolucionario realizó sus tres Conferencias regionales, del Noreste, de São Paulo y del Norte. Las Conferencias reivindicaron la Tercera Internacional, desde sus Cuatro Primeros Congresos, bajo la máxima dirección de Lenin, que cumplió 102 años de su fundación. El I Congreso de la III Internacional tuvo lugar entre el 2 y el 6 de marzo de 1919 en Moscú. Expresó una nueva época de internacionalismo proletario, basada en las experiencias de la Revolución Rusa de 1917.

La pandemia no impidió que fuesen realizadas presencialmente, cuando todas las corrientes se encontraban refugiadas en el mundo virtual. Durante tres meses se prepararon y debatieron las resoluciones. Cada Conferencia elaboró sus resoluciones regionales. Y todas estuvieron regidas por la resolución nacional. En el transcurso de la construcción del POR, se constató que las Conferencias regionales comenzaron a impulsar el estudio y la comprensión de las particularidades, que históricamente se han manifestado en el desarrollo desigual y combinado del Brasil semicolonial. Este camino se ha venido dando en el marco del programa POR, aprobado en su III Congreso, en 1993, y revisado en el XII Congreso, en enero de 2014. Ya en julio de 1991, el II Congreso había establecido sus bases programáticas, las cuales se fueron perfeccionando, hasta la consolidación alcanzada en el XII Congreso.

Las Conferencias regionales, de inicio primarias, se proyectaron más y más, en la medida en que la aplicación del programa en la lucha de clases confirmaba los fundamentos de la revolución proletaria, la estrategia de la dictadura proletaria y los métodos de acción directa. No se buscan respuestas regionales a problemas nacionales e internacionales. Se observa que, en la construcción del día a día del partido dentro de la clase obrera y los otros explotados, los problemas particulares de cada región y cada estado levantan los fundamentos de la revolución proletaria en Brasil, que implica la combinación de tareas democráticas y socialistas. Las resoluciones elaboradas para las tres Conferencias son un paso más en la aplicación del programa, en la elaboración colectiva y en la formación de cuadros marxistas. El objetivo central de la construcción del partido como vanguardia del proletariado es lo que orienta los Congresos y Conferencias regionales. Vemos avances en esta dirección, aunque las condiciones embrionarias todavía caracterizan la evolución del POR. La fuerza programática se refleja en las Conferencias.

La línea política y los lineamientos estratégicos con los que el POR enfrentó la extraordinaria crisis alimentada por la pandemia lo colocó en una posición distinta a todas las corrientes reformistas, estalinistas y centristas. Esta distinción no le dio ningún destaque práctico en la lucha de clases, precisamente por su etapa de desarrollo embrionario. Pero le dio le dio el protagonismo de las posiciones ideológicas y programáticas, genuinamente marxista-leninista-trotskistas. La definición de que los gobernantes, independientemente de sus diferencias políticas, no podían proteger a la mayoría oprimida y que la política burguesa de aislamiento social fracasaría, permitió inevitablemente al POR destacarse como la vanguardia del proletariado. Se vio obligado a luchar contra la corriente del movimiento burgués y pequeño burgués, regimentado bajo la bandera del aislamiento social, cuya principal consecuencia fue disolver al proletariado como clase organizada y someter a las masas a los dictados del Estado burgués.

Se formó un frente amplio detrás de la política burguesa de aislamiento social, como si fuera el único camino y sostén de los explotados, los pobres y hambrientos. La caracterización y ataque a la política burguesa de aislamiento social fue condenada como herejía, ante las fuerzas políticas que, supuestamente, estaban en defensa de la vida. Es como si, de hecho, la pandemia disolviera la lucha de clases; como si la burguesía dejara de oprimir en tales circunstancias; y como si los gobernadores que se perfilaron bajo la bandera de la Organización Mundial de la Salud (OMS) pudieran proteger por igual al conjunto de la sociedad.

Las direcciones sindicales y las corrientes políticas vinculadas a ellas se aferraron a las maniobras parlamentarias, en torno a las medidas de emergencia negociadas entre el gobierno federal y el Congreso Nacional. Hicieron propaganda de la ayuda de emergencia, ocultando la MP 936. Colaboraron con acuerdos de reducción salarial y cerraron los ojos a los despidos masivos. Esta conducta política llevó a dirigentes sindicales y corrientes políticas a rechazar el método de acción directa y organización colectiva de los explotados, reemplazándolos por las asambleas virtuales, de las que surgieron los acuerdos antiobreros. El corporativismo sindical emergió por completo, como un obstáculo para la agitación y la propaganda en los lugares de trabajo, convocando asambleas y organizando luchas colectivas. La ayuda de emergencia pasó de R$ 600 a R$ 300 y se extinguió. Y ahora, el Congreso Nacional, en manos del gobierno, negocia una forma de engañar a las masas dando continuidad a las migajas. Existe el peligro de que Bolsonaro consiga desvincular recursos de la educación y la salud, lo que resultaría en un duro golpe para los servicios públicos. Esto sucede en la situación donde la política de aislamiento social ha fracasado, la vacunación se hace por cuentagotas, el desempleo y el subempleo llegan a millones, el costo de vida sube y la pandemia sigue avanzando sobre la mayoría oprimida.

Las disputas políticas entorno al aislamiento social se disiparon y en su lugar fue colocada la vacunación, que a su vez está condicionada por los monopolios y las potencias que promueven la guerra comercial. Nada ha cambiado a favor de los oprimidos, los pobres y los miserables. Los gobernantes y las instituciones burguesas pisotean los hombros de las masas, que, desorganizadas y pasivas, esperan alguna solución a la agonía diaria, agravada por la larga pandemia.

El gobierno de Bolsonaro, que salta de crisis en crisis, logró someter al Congreso Nacional y desmoralizar a la oposición parlamentaria. En este mismo momento, la Corte Superior de Justicia acaba de librar a Flávio Bolsonaro de las investigaciones por corrupción. Los vínculos entre Flávio, ahora senador, con las milicias de Río de Janeiro son evidentes. Al someter al Ministerio de Justicia, la Policía Federal, el Ministerio Público Federal y la Agencia Brasileña de Información (Abin) a la protección del hijo del Presidente de la República, hay absoluta claridad en la descomposición de la política burguesa. La militarización del gobierno es uno de los síntomas de esta descomposición.

La comprobación definitiva de que el Lava Jato tramó un complot contra el PT y Lula no tiene la menor trascendencia, ya que los reformistas están profundamente integrados al Estado burgués. El ala más a la izquierda de la oposición burguesa, que es el PT, ya no puede apoyarse en la clase obrera y los sectores más pobres de la población. De la ruptura de sus lazos originales con las masas oprimidas, transita su impotencia ante el gobierno militarista, fascistizante y corrupto de Bolsonaro. Las corrientes de izquierda, que parasitan a la sombra del PT y la burocracia sindical, siguen este mismo camino.

En pleno ataque al empleo y al salario, en las condiciones de la fulminante pandemia, estas fuerzas opositoras, que se reclaman de los trabajadores, levantaron la bandera de impeachment a Bolsonaro, sabiendo que no tenía futuro, y desviando a las organizaciones sindicales de los objetivos y tareas clasistas. Ni siquiera pudieron diferenciarse del ala opositora, liderada por el gobernador de São Paulo, Doria (PSDB), en su conflicto con Bolsonaro, por la política burguesa de aislamiento social. Este frente de oposición se constituyó, aunque informalmente, sobre la base de mantener cerrados los sindicatos, los trabajadores pasivos y la aceptación tácita de la MP 936.

El cierre masivo de fábricas y comercios, sin que hubiese el mínimo intento de organizar la lucha, atestigua cuánto se inclinaron los reformistas y oportunistas de izquierda ante el gobierno de Bolsonaro y el oligárquico Congreso Nacional. El aislamiento de la huelga por parte de los metalúrgicos de Renault, que se vieron obligados a recurrir a asambleas presenciales, resultó en una derrota, que debe atribuirse a la política de conciliación de clases, adaptada a las condiciones de la crisis sanitaria y económica. La huelga de Renault abrió camino para poner en pie un movimiento en defensa del empleo y los salarios. Lo mismo sucedió con la huelga de trabajadores del correo. Mercedes cerró la planta de Iracemápolis y luego Ford anunció el fin de sus actividades en Brasil. Estas contundentes decisiones han sacado a la luz la información de que, en los últimos cinco años, han cerrado 36.600 fábricas. Se recordó la extinción de la planta de Ford en São Bernardo en 2019. Estas cifras son resultado del bloqueo y quiebre de las fuerzas productivas. El desempleo está aumentando en condiciones en las que más de la mitad de la población activa está desempleada o subempleada.

La ausencia de una respuesta clasista por parte de la dirección sindical hizo imposible que el instinto del proletariado se rebelara contra la propiedad privada de los medios de producción y la explotación capitalista para impulsar la lucha de clases y la organización independiente de los trabajadores. Así, el proletariado fue tomado por sorpresa por la pandemia y no pudo tener una respuesta propia a las consecuencias sanitarias y económicas. La nueva situación adversa a la mayoría oprimida revela el significado más profundo de décadas de predominio de la política de conciliación de clases y de estatización de las organizaciones sindicales. El retroceso de los movimientos obreros y populares es claramente visible.

Se impuso el divisionismo, el burocratismo y el corporativismo para eliminar la independencia de los sindicatos del estado burgués y estrechar la democracia obrera de las asambleas. Las innumerables centrales sindicales destrozaron el movimiento obrero e hicieron del sindicalismo un apéndice de la política parlamentaria. Esto explica la ausencia de una respuesta clasista conjunta al cierre de Ford, que es motivo más que suficiente para ganar las calles contra el cierre de fábricas, despidos, paro y subempleo. Ha ocurrido lo contrario. Se perdió la posibilidad de ocupar las fábricas, establecer el control obrero de la producción e izar la bandera de la estatización sin compensación. Se perdió el momento precioso para convocar las asambleas generales y lanzar un movimiento nacional contra la ofensiva de la burguesía y el gobierno de Bolsonaro, encaminado a imponer medidas que agraven el desempleo, avancen en la destrucción de derechos e impulsen las privatizaciones.

Está muy claro que la política de conciliación de clases y la subordinación del sindicalismo al parlamento burgués son en gran parte responsables de la permanencia de Bolsonaro en el poder. La bandera del impeachment no puede disfrazar la vergonzosa capitulación de los reformistas, dada la política burguesa de aislamiento social, y las medidas antinacionales y antipopulares del gobierno entreguista de Bolsonaro.

Las previsiones son que el año que adentra será de prolongación y profundización de la crisis mundial. Los países semicoloniales soportarán una carga aún mayor. La guerra comercial se está intensificando, como lo demuestra la disputa monopolista sobre las vacunas y las polarizaciones imperialistas. La intensificación del parasitismo recae en la forma de saqueos de las naciones oprimidas. Brasil se arrastra bajo la montaña de la deuda pública. Ni la burguesía interna ni el Estado nacional pueden desbloquear e impulsar las fuerzas productivas. Las contrarreformas adoptadas por los gobiernos de Temer y Bolsonaro dificultan aún más la rehabilitación de la economía y el empleo. Está colocada la necesidad de que la clase obrera rompa con la pasividad y choque con los obstáculos de la política de conciliación de clases. Es sobre esta necesidad objetiva que la vanguardia con conciencia de clase debe trabajar por la independencia política de los explotados y por la recuperación de la democracia obrera. La construcción del Partido Obrero Revolucionario y su fortalecimiento en el movimiento de masas son parte de este trabajo sistemático e tenaz, guiado por el programa de la revolución social y la dictadura del proletariado.

 

(POR Brasil – MASSAS nº 630)

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