Brasil – 24 de julio – Que las manifestaciones aprueben una Carta de Reivindicaciones, dirigida los patrones, al presidente Bolsonaro y a los gobernadores

MANIFIESTO DEL PARTIDO OBRERO REVOLUCIONARIO DE BRASIL

Que aprueben la convocatoria de una Día Nacional de Lucha, en defensa de la Carta de Reivindicaciones, con paros y bloqueos

 Que aprueben la obligatoriedad de los sindicatos de convocar asambleas para organizar la lucha por el programa de reivindicaciones de la Carta

 Que los movimientos realicen asambleas populares en los barrios y favelas, para organizar la campaña por la Carta de Reivindicaciones

 Que formen comités de base para unir a los ocupados y desocupados, a los trabajadores formales e informales, obreros de fábricas y trabajadores de los servicios, comercio, salud y educación

 ¡Que la Jornada Nacional de Lucha contra el desempleo, la miseria y el hambre sea un primer paso hacia la movilización nacional por la Carta de reivindicaciones de los pobres y miserables!

Trabajadores y jóvenes oprimidos, hemos visto que la dirección sindical y política de nuestra cuarta manifestación, que realizamos este 24 de julio, añadió un llamamiento, junto al Impeachment, «contra el desempleo y el hambre», y «contra la reforma administrativa y las privatizaciones». Hasta ahora, se limitaba a exigir una ayuda de 600 reales, que no es nada, y vacunación ya. Ocurre que la dirección de los Actos sigue subordinando las reivindicaciones económico-sociales de los explotados al objetivo estratégico del impeachment. Esto significa que primero hay que librar al país de Bolsonaro, cambiar un gobierno burgués por otro, para suplir «la falta de una política efectiva contra el hambre, la pobreza y el desempleo», como dice la nota de la CUT.

Es inaceptable utilizar el flagelo de la mayoría oprimida, agravado por la Pandemia, para hacer una promesa para el futuro, ni siquiera sabemos qué gobierno reemplazará a Bolsonaro y si, de hecho, cumplirá con el deseo de las direcciones de nuestro movimiento, de aplicar una «política efectiva contra el hambre, la miseria y el desempleo». Está claro que hay una manipulación de los explotados, al movilizarlos para que crean que, con la salida de Bolsonaro, cambiarán las condiciones económicas y sociales del capitalismo, que está en una profunda crisis mundial. Aunque se prometa que la lucha continuará bajo el nuevo gobierno, no será más que una promesa. Ya hemos pasado por la experiencia del gobierno del PT, de Lula y Dilma, y las bases estructurales de la brutal explotación de la fuerza de trabajo, la dominación de los terratenientes, la protección de los banqueros, los parásitos de la deuda pública y el saqueo imperialista no han cambiado.

La situación endémica de miseria y hambre en Brasil no cambiará con una pequeña fracción del presupuesto destinada a programas asistenciales, con algunos recursos adicionales destinados a los pequeños agricultores, con fondos adicionales para la «reparación histórica» y con un minúsculo aumento del miserable salario mínimo. No será con promesas de una «política de crecimiento, generación de ingresos y empleo» como se terminará el ejército crónico de millones de desempleados y el gigantesco batallón de subempleados. Desde que el erudito y reformista Josué de Castro indicó este camino, se ha hecho aún más evidente que, en el marco del capitalismo atrasado y semicolonial, no hay solución para la miseria y el hambre. Y que, si es posible un breve período de desaceleración del avance del flagelo de las masas, la burguesía no hace más que acumular más capital, y preparar un nuevo colapso económico, que impulsa nuevamente la marcha de la miseria y el hambre.

Estamos absolutamente seguros de que ningún gobierno burgués que suceda al malogrado Bolsonaro tiene los medios para cambiar las leyes económicas que llevaron al capitalismo mundial, con sus reflejos nacionales, a desarrollar las fuerzas productivas a gran escala, a estancarlas y desintegrarlas. No fue simplemente la pandemia, la causa de la destrucción de parte de las fuerzas productivas, los despidos masivos y el aumento de las «desigualdades» sociales. Se manifestó, ciertamente, como una fuerza destructiva de la vida humana, que exigía respuestas de la burguesía y de los gobernantes, en el sentido de proteger, sobre todo, su capital, aunque fuera a costa del cierre masivo de empresas, de la destrucción a gran escala de puestos de trabajo y del agravamiento del ejército de parados. El capital financiero siguió operando su parasitismo, desangrando las arcas públicas de los países semicoloniales -siguiendo el ejemplo de Brasil, que soporta una deuda pública que dificulta su desarrollo económico y social-, las potencias emitieron billones de dólares para proteger a los monopolios, y la guerra comercial se intensificó en torno a la vacuna.

Por lo tanto, es obligatorio distinguir y separar el creciente odio de la población y la lucha de las masas contra Bolsonaro, de la política opositora burguesa, que se alinea detrás de la bandera de «Fora Bolsonaro e Impeachment». La distinción parte de la defensa del programa propio de los explotados y del objetivo de imponer a la burguesía y a sus gobiernos, a través de la lucha de clases, el fin de los despidos, la devolución de los puestos de trabajo perdidos, la recuperación de las pérdidas salariales, la adopción de un salario mínimo vital, la derogación de las contrarreformas, el fin de las privatizaciones, las reestatizaciones y las medidas inmediatas de lucha contra el hambre, como las ayudas de emergencia acordes con las necesidades reales de la familia trabajadora, un plan integral de vivienda popular, la apertura de obras públicas, etc. Este es el punto de partida para unificar a la clase obrera y a la mayoría oprimida.

El POR tiene como programa la revolución proletaria y la estrategia de la dictadura del proletariado, que se materializará con el derrocamiento de la burguesía y la constitución de un gobierno obrero y campesino. La lucha para acabar con la pobreza, la miseria y el hambre, para ser consecuente, debe dirigirse contra la burguesía, y no sólo contra uno de sus gobiernos. Debe tener como directriz general la expropiación del gran capital y la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social. Este programa transformador no impide que las fuerzas que luchan de hecho contra la pobreza y el hambre se organicen en un solo frente, en defensa del programa de reivindicaciones y de las medidas de urgencia. Lo fundamental es romper con la estrategia burguesa, que promete el fin de la miseria y el hambre, simplemente cambiando un gobierno burgués por otro. Las tres manifestaciones -especialmente la del 3 de julio- dejaron en claro la incompatibilidad de la estrategia burguesa de «Fuera Bolsonaro e Impeachment» con la defensa del programa de reivindicaciones de la mayoría oprimida.

La vanguardia clasista y revolucionaria tiene el deber de intensificar la campaña por el empleo, los salarios, los derechos laborales y la vacunación inmediata. Debe concentrar sus esfuerzos para que en las manifestaciones el programa de reivindicaciones, el método de lucha y la democracia obrera se escuchen alto y claro. Para que la defensa de la convocatoria de una Día Nacional de Lucha, con paros y bloqueos, gane fuerza entre las masas. Para que el movimiento asuma una carta de reivindicaciones, exigiendo a la burguesía, a Bolsonaro y a los gobernantes, su inmediato cumplimiento.

 

CARTA DE REIVINDICACIONES CONTRA LA POBREZA, LA MISERIA Y EL HAMBRE

Apertura inmediata de puestos de trabajo, reduciendo la jornada laboral sin reducir los salarios. Y estabilidad laboral;

Reincorporación de todos los despedidos durante la pandemia;

Estatización de las fábricas cerradas, reincorporación de todos los despedidos y control obrero de la producción;

Recuperación de las pérdidas y aumento real de los salarios, con una escala móvil de reajuste;

Salario mínimo vital;

Fin de todas las medidas de emergencia del gobierno y del Congreso Nacional, que han reducido los salarios, suspendido los contratos y eliminado los derechos laborales;

Ayuda de emergencia de acuerdo con el salario mínimo calculado por el Dieese, para una familia de 4 personas;

Fin de los desalojos y por la construcción inmediata de viviendas populares;

Aceleración de la vacunación en los barrios pobres, favelas y barriadas.

 

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