Tendencias políticas en América Latina

Durante el mes de noviembre se celebrarán elecciones en cinco países latinoamericanos. La particularidad de los procesos electorales radica en que la pandemia se está enfriando -aunque a ritmos diferentes en cada país- exponiendo, a la luz del día, los daños económicos y sociales causados por la crisis sanitaria. Más de un millón de muertos, decenas de millones más de desocupados y la mitad de la población continental sumida en el subempleo y la informalidad, son testigos de la impotencia de la burguesía y los gobiernos para proteger a las masas.

Es sobre esta base de descomposición económica y desintegración social que vemos el debilitamiento general de las democracias, el avance de los métodos dictatoriales de gobierno, la creciente militarización de las relaciones sociales, los cambios en la legislación represiva – cada vez más violenta y restrictiva contra las masas, así como la proyección de candidatos y gobiernos ultraderechistas, apoyados por las clases medias acomodadas y facciones de la burguesía semicolonial, temerosas de que las masas en lucha rompan los grilletes de la conciliación de clases, amenazando sus ganancias y propiedades.

En Argentina, Javier Gerardo Milei, ultraderechista, obtuvo en las primarias gran parte del apoyo de la clase media rica y de la burguesía. En Chile, la crisis del gobierno de Sebastián Piñeira y el aumento de las luchas obreras y populares han llevado a parlamentarios y funcionarios del decadente gobierno de derecha a declarar su apoyo al pinochetista José Kast, que promete proteger a los monopolios con manos de hierro, preservando el Estado oligárquico y ahogando las revueltas de las masas. En El Salvador, el presidente Bukele ha regimentado las instituciones y ha avanzado en la militarización del país.

Son las tendencias al estancamiento y la recesión económica, el desempleo masivo y la proyección de la barbarie social las que definen la revuelta de las masas y el curso de la crisis política. Esto se refleja invariablemente en las elecciones burguesas. Según un informe de IDEA, la polarización política es la característica de los procesos electorales en la coyuntura actual. Esto acaba manifestándose en el curso de los conflictos sociales, una vez pasadas las elecciones, llevando a los gobiernos elegidos a chocar con las tendencias de la lucha de clases

En Perú, poco después de asumir la presidencia, el impostor izquierdista Castillo abandonó sus pretensiones reformistas y nacionalistas. Rodeado por la derecha que controla el parlamento, decidió garantizar su gobernabilidad, asumiendo el plan de gobierno de la burguesía, que es el del respeto a la gran propiedad privada, y la defensa del estado oligárquico. Hace quince días, el gobierno publicó un decreto ley que autoriza la intervención de las Fuerzas Armadas, para «asegurar el control y el mantenimiento del orden interno», y combatir el «crecimiento de la delincuencia».

En Nicaragua, las elecciones del pasado domingo (7 de noviembre) dieron como resultado la reelección de Daniel Ortega, mientras que su esposa fue formalizada como «copresidenta». La consolidación de una verdadera autocracia familiar refleja el curso de la descomposición de la Revolución Sandinista y la derechización del gobierno de Ortega tras las masivas revueltas populares de 2018. En Venezuela, las elecciones legislativas tendrán lugar el domingo 21 de noviembre. En la convocatoria, las elecciones, precedidas de una negociación con la oposición y el imperialismo, debían dar una señal de la «normalización» de la vida política tras el fracaso de las intentonas golpistas. Pero las elecciones se celebrarán bajo una situación política convulsa, después de que el gobierno español detuviera y extraditara a un funcionario chavista a Estados Unidos, la ONU acusara al chavismo de crímenes humanitarios y el gobierno colombiano de Iván Duque decidiera romper relaciones con Venezuela. En Chile, las elecciones generales tendrán lugar el 21 de noviembre. Según las encuestas, un candidato abiertamente pinochetista, José Antonio Kast, está ganando terreno. El 28 de noviembre se celebrarán elecciones en Honduras. Tras el golpe de Estado de 2009 contra el nacional-reformista Manuel Zelaya, el país se sumió en el autoritarismo y la regimentación política de la democracia formal. Desde entonces, las elecciones sólo han servido para garantizar la continuidad de los gobiernos oligárquicos y fisiológicos.

El punto esencial de lo anterior radica en comprender que la derechización de los gobiernos nacional-reformistas resulta de la imposibilidad de reformar el capitalismo en decadencia, de sostener la caricatura de la democracia burguesa y de elevar las condiciones de vida de las masas. Como respetan la gran propiedad privada monopolista, sucumben a la opresión nacional y, por tanto, al saqueo del imperialismo. El fracaso de los gobiernos de centro-izquierda y centro-derecha allana el camino para el ascenso de fuerzas sociales y políticas fascistizantes, aficionadas al ciclo de las dictaduras militares en América Latina. La burguesía semicolonial se ve obligada a recurrir a formas dictatoriales de centralización para disciplinar la división entre la burguesía y contener el avance de la lucha de las masas. El nacional-reformismo, que representa a los gobiernos de centro-izquierda, se soporta mientras su política de conciliación de clases sirva para contener la lucha de clases.

El cambio de un gobierno burgués de centro-izquierda por uno de centro-derecha o de derecha es característico de la política burguesa, de la dominación de clase y de la preservación del capitalismo. Es muy importante evaluar las tendencias coyunturales de las masas. Lo fundamental es luchar por la independencia del proletariado y de los demás trabajadores, frente a cualquiera de las variantes de la política y el gobierno burgueses. La defensa del programa de los explotados, a través de la acción directa y la organización colectiva, es lo que permite a la vanguardia con conciencia de clase ponerse al frente de las luchas y desarrollar una estrategia revolucionaria.

Los levantamientos obreros y populares de finales de 2019 demostraron que las masas no permanecerán pasivas ante la brutal ofensiva burguesa contra sus vidas y las naciones oprimidas. La reanudación de las luchas en Colombia, Perú, Ecuador, Chile, Brasil, Argentina, entre 2020 y 2021, con diferentes ritmos y radicalización política, indican que se abren nuevas condiciones para que la lucha de clases avance y choque con los nuevos gobiernos burgueses, independientemente de su orientación política. Las condiciones son favorables para que el proletariado y los demás oprimidos recuperen sus organizaciones sindicales degeneradas por la burocratización, erijan sus organizaciones de base e impulsen la construcción de partidos revolucionarios. Este es el camino para que la clase obrera se enfrente a las tendencias dictatoriales de la burguesía y rechace la política de conciliación de clases del nacional-reformismo.

(POR Brasil – MASSAS nº651)

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