Renuncia de Guzmán, pero el acuerdo colonial con el FMI permanece

Guzmán llegó al Ministerio de Economía con el objetivo político más importante del nuevo gobierno: reconocer toda la deuda externa y renegociar cómo pagarla. Ese fue el eje de la política económica que se diseñó, mostrando al capital financiero desde el principio que se adoptarían todas las medidas para llegar a un acuerdo y pagar.

Ese era el mandato de los sectores más concentrados del capital, desde la oligarquía terrateniente hasta los industriales, las empresas de servicios, los bancos. Había que reconocer la deuda y pagarla aunque su origen era claramente fraudulento. En este sentido, los grandes capitalistas, los que saquearon y fugaron las divisas, y los acreedores, estaban satisfechos con su Ministro y el gobierno de Fernández ya que lograron que el nuevo gobierno legitimara la deuda y empezara a pagarla, aun contando con escasas reservas.

Sólo se quejaban de que el FMI no hubiera impuesto condiciones más drásticas de ajuste. Y esos sectores poderosos mantienen una agitación permanente para imponer completamente su programa: fuerte devaluación de la moneda y un dólar único; reducir salarios, jubilaciones y presupuestos para que el Estado “gaste menos”; reforma laboral; no elevar ni incorporar impuestos; impedir cualquier estatización de empresas; vía libre para la minería multinacional; libertad de precios; etc. Presionando para que se elimine el déficit fiscal, y que haya plena libertad para importar.

¿Por qué renuncia?? Por su incapacidad para avanzar con las reformas que exige el gran capital y el programa del FMI. El ajuste de la cotización del dólar marchaba por detrás de la inflación, no logró bajar los subsidios para reducir el déficit, no logró acumular reservas, las deudas en pesos crecen como una bola de nieve. Y no logró ni siquiera la inflación que había presupuestado, muy elevada, primero 33%, luego 38%, resultando ya casi en el doble. El capital financiero preveía que no cumpliría con el acuerdo con el FMI, cayó fuertemente la cotización de los bonos de deuda argentinos y creció el llamado “riesgo país”, que anticipa un default inevitable de la deuda. En su renuncia reproduce sus quejas del último tiempo, diciendo que necesita más poder, concentrar en sus manos otros sectores de la economía y responsabiliza al sector kirchnerista de obstaculizar y criticar su gestión.

En este sentido, objetivamente, formó parte de las operaciones de las últimas semanas que buscaron imponer a Fernández un giro más “ortodoxo” y que abandonara a sus socios críticos.

Las relaciones con el kirchnerismo, que lo había sostenido, se tensaron en el 2021 cuando advirtieron que las políticas de ajuste les harían perder las elecciones, como sucedió. En medio de la pandemia se retacearon los IFE a millones de trabajadores desocupados y subocupados, se redujeron las partidas para asistencia social, se subejecutaron los presupuestos para mostrar que se podía reducir el déficit fiscal, etc. A partir de la negociación del acuerdo con el FMI aumentaron las críticas por las condiciones de ajuste contra las masas.

Y también por no haber logrado eliminar la sobretasa de interés que cobra el FMI, una doble estafa ya que el “préstamo” excesivo tuvo como objetivo evitar el default de Argentina, rescatar las posibilidades electorales de Macri y dotar de fondos para la fuga de los inversionistas que habían quedado entrampados en la bicicleta de los pesos y los eternos fugadores locales. Por un acuerdo de tipo monetarista que insiste en eliminar el déficit bajando el gasto, eliminar la emisión de moneda, aumentar las tasas de interés, devaluar más rápido, como programa de gobierno. Y también la forma de refinanciación con auditorias trimestrales y refinanciación en cada cuota que se pague para mantener la soga ajustada al cuello todo el tiempo. El programa del FMI se ha revelado como altamente inflacionario, mientras, hipócritamente advierten sobre el riesgo de que la alta inflación pueda “alimentar el descontento social”.

Debemos recordar que Cristina Kirchner impulsó a Guzmán al Ministerio y estuvo de acuerdo con reconocer y pagar las deudas fraudulentas. Sus críticas posteriores buscaron preservar sus relaciones con un sector de las masas que están desilusionadas y en ruptura con el gobierno.

La salida de Guzmán es el producto de su fracaso, del fracaso de la política del gobierno. Por un lado no satisface a los sectores más concentrados del capital que quieren ir más a fondo con su programa.

Y por otro no puede satisfacer a los oprimidos. La inflación es insoportable, se devora los ingresos. No se crean los puestos de trabajo que se necesitan y los pocos que se crean son precarizados. Ni siquiera se recupera el retroceso salarial provocado en los últimos 5 años.  Avanzó el sometimiento colonial del país. Se primariza la economía para aumentar las exportaciones para generar dólares para pagar la deuda externa. No se combate la evasión y la fuga. Se mantienen las premisas neoliberales que el imperialismo impuso en los últimos 40 años defendiendo el régimen de la gran propiedad de los medios de producción.

Y los oprimidos están pasando de la desilusión a la acción, ganando las calles con sus reclamos, pese a la parálisis de sus direcciones sindicales, cómplices del gobierno y las patronales.

¿El fracaso es responsabilidad de Guzmán? No, él solo fue un enviado del capital financiero para dirigir la economía, nombrado Ministro por el Gobierno. La responsabilidad es del Gobierno, que fue elegido con la ilusión de que resolvería los problemas más urgentes de las masas y representa en realidad los intereses de los sectores más poderosos a los que no se atreve ni aumentarles los impuestos, ni a cobrarles los que existen, ni controlar sus costos, sus precios y sus ganancias, ni impedir el saqueo y la evasión, ni impedir despidos en medio de la pandemia…

El peronismo, el Frente de Todos, no puede ir más lejos que la clase que representa, la burguesía, que es una clase antinacional, entreguista, saqueadora, evasora, corrupta. No hay forma de reformar el capitalismo en decadencia y pudrición. Ni en Argentina, ni en ningún otro lugar del mundo. Las instituciones y los partidos políticos patronales expresan esa realidad.

Cuando Batakis dice que “será necesario liberar las fuerzas productivas de nuestro país que nos permitan crecer” está creyendo que por el camino de conciliación con ese poder y reconociendo el programa del FMI se puede avanzar. En pocas semanas o días, podrá verificar cómo se estrellan sus ilusiones con la realidad.

La crisis política que se ha potenciado con la salida de Guzmán no se resuelve con un cambio de nombres si lo esencial de la política del gobierno no se modifica. Y el gobierno ha vuelto a ratificar que su rumbo es el mismo: sometimiento a los acuerdos con el FMI.

Sólo expropiando los grandes medios de producción tranformándolos en propiedad social, se puede ordenar y planificar la economía para ponerla al servicio de la mayoría, estatizando la banca y el comercio exterior, recuperando los ríos, los lagos, los mares, la minería, el petróleo. Sólo por esta vía se podrán desarrollar las fuerzas productivas. Tareas que sólo pueden ser llevadas adelante por la clase obrera en el poder acaudillando a todos los oprimidos.

 

(Nota de MASAS nº418)

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