Discurso de clausura del Congreso (Lenin, 18 de enero de 1918)

Motivados por la guerra en Ucrania y todo el significado histórico del colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, publicamos el discurso de Lenin en la clausura del Tercer Congreso de los Soviets. Se puede observar, al calor de la revolución, la concepción leninista del estado soviético y la importancia de la revolución alemana para el desarrollo del socialismo. El problema de la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas, planteado concretamente en el caso de Finlandia y Ucrania, expone la rigurosa posición programática del marxismo. Existe un vínculo indisoluble entre la expropiación de la burguesía, la socialización de la tierra, la democracia soviética, la constitución del Estado obrero y la construcción de la república soviética como federación de repúblicas libres de diferentes nacionalidades. Ahí están las bases de las transformaciones revolucionarias de octubre de 1917, que fueron golpeadas por el proceso de restauración capitalista, dirigido por la burocracia termidoriana y el Partido Comunista estalinista. Para entender la guerra en Ucrania, es necesario volver a ese momento y a las formulaciones de Lenin. (POR Brasil – Masas nº668)


Discurso de clausura del Congreso (Lenin, 18 de enero de 1918)

Camaradas: Al clausurar el III Congreso de los Soviets procede señalar con toda imparcialidad el papel histórico que ha desempeñado este Congreso en la historia de la revolución internacional, en la historia de la humanidad. Puede afirmarse con pleno fundamento que el III Congreso de los Soviets ha iniciado una nueva época de la historia universal y que hoy, en las condiciones de la revolución mundial, empieza a comprenderse más y más la importancia del presente Congreso. Este Congreso, que ha afianzado la organización del nuevo poder del Estado, fruto de la Revolución de Octubre, ha indicado los jalones de la futura edificación del socialismo para todo el mundo, para los trabajadores de todos los países.

En el ámbito de la política interior, en nuestro país, en Rusia, se ha reconocido ahora definitivamente el nuevo régimen estatal de la República Socialista Soviética como federación de repúblicas libres de las diversas naciones que pueblan Rusia. Y hoy, todo el mundo ve, incluso nuestros enemigos -estoy seguro de ello-, que el nuevo régimen, el Poder de los Soviets, no es un infundio, un procedimiento empleado por nuestro Partido, sino un resultado del desarrollo de la propia vida, un resultado de la revolución mundial que está cristalizando de manera espontánea. Recuerden que todas las grandes revoluciones han tratado siempre de barrer hasta los cimientos el viejo régimen capitalista; han tratado no sólo de conquistar los derechos políticos, sino también de arrancar la propia gobernación del Estado de manos de las clases dominantes, de manos de todos los explotadores y opresores de los trabajadores, con el propósito de poner fin, de una vez para siempre, a toda explotación y a toda opresión. Las grandes revoluciones trataron precisamente de romper esa vieja máquina estatal explotadora, pero hasta ahora no se había logrado culminar esta tarea. Y bien, en virtud de las peculiaridades de su situación económica y política, Rusia es la primera.

Veamos ahora qué ha dado el nuevo principio socialista de administración del Estado en el ámbito de nuestra política interior. Ustedes recordarán, camaradas, que la prensa burguesa gritaba sin cesar, hace poco todavía, que estamos destruyendo el Estado ruso, que no sabemos gobernar, por lo cual se apartan de nosotros todas las naciones : Finlandia, Ucrania, etc. La prensa burguesa informaba casi cada día, con maligno regocijo, de esas «separaciones». Nosotros, camaradas, comprendíamos mejor que ellos las causas principales de ese fenómeno, que radican en la falta de confianza de las masas trabajadoras en el gobierno conciliador e imperialista de los señores Kerenski y Cía. Nosotros callamos firmemente seguros de que nuestros justos principios y nuestra propia gobernación demostrarían a todos los trabajadores mejor que las palabras, nuestros verdaderos fines y aspiraciones’.

Y estabamos en lo cierto. Ahora vemos que nuestras ideas han triunfado en Finlandia y en Ucrania y están triunfando en el Don, despiertan -la conciencia de clase de los trabajadores y los organizan en una estrecha unión. Hemos actuado sin diplomáticos y sin los viejos métodos que usan los imperialistas, pero el majestuoso resultado está a la vista: la victoria de la revolución y la unión de los vencedores con nosotros en una poderosa federación revolucionaria. Nosotros gobernamos no dividiendo, según la ley brutal de la antigua Roma, sino uniendo a todos los trabajadores con los lazos irrompibles de los intereses vivos, de la conciencia de clase. Y nuestra unión, nuestro nuevo Estado, es más sólido que el poder opresor, el cual une por medio de los grilletes y la mentira en entidades estatales artificiales, necesarias para los imperialistas. Bastó, por ejemplo, con que los obreros y los campesinos de Finlandia tomasen el poder para que se dirigiesen inmediatamente a nosotros, a fin de expresarnos su fidelidad a la revolución proletaria mundial y enviamos palabras de saludo, que testimonian su firme decisión de marchar junto con nosotros por el camino de la Internacional. Esa es la base de nuestra federación, y estoy profundamente convencido de que alrededor de la Rusia revolucionaria se agruparán más y más federaciones diversas de naciones libres. Esta federación, que crecerá sobre la base de la plena voluntariedad, sin mentiras ni grilletes, será invencible. La mejor garantía de su invencibilidad son las leyes y el régimen estatal que estamos creando en nuestro país. Ustedes acaban de escuchar la Ley de socialización de la tierra. ¿Acaso esta ley no constituye una garantía de que hoy es irrompible la unión de los obreros y de los campesinos, de que con esa unión estaremos en condiciones de vencer todos los obstáculos que se alcen en el camino del socialismo?

Y estos obstáculos, no lo oculto, son enormes. La burguesía recurrirá a todos los medios, se jugará el todo por el todo para romper nuestra unión. Aparecerán embusteros, provocadores y traidores, aparecerán, quizá, personas inconscientes; mas de aquí en adelante no temeremos nada, pues hemos creado un poder nuevo, nuestro poder estatal, porque tenemos en nuestras manos la autoadministración del Estado. Caeremos con todo el peso de nuestra fuerza sobre cualquier tentativa contrarrevolucionaria. Pero la base principal de la solidez del nuevo régimen serán las medidas de organización que llevaremos a la práctica en aras del socialismo. En este terreno nos espera una ingente labor. Tengan presente, camaradas, que los bandidos imperialistas mundiales, que arrastraron a las naciones a la guerra, han desorganizado a fondo toda la vida económica del mundo. A nosotros nos han dejado una dura herencia: el trabajo de reconstruir lo destruido por ellos.

En efecto, los trabajadores no tenían experiencia de gobernación. Pero eso no nos asusta. Ante el proletariado victorioso se ha abierto la tierra, que es hoy patrimonio de todo el pueblo, y sabrá organizar la nueva producción y el consumo tomando como base los principios socialistas. Antes, toda la inteligencia de la humanidad, todo su genio, creaba sólo para dar a unos todos los bienes de la técnica y de la cultura y privar a otros de lo más imprescindible: la instrucción y el desarrollo. Ahora, en cambio, todos los milagros de la técnica y todas las conquistas de la cultura serán patrimonio del pueblo entero; y desde hoy, la inteligencia y el genio humanos jamás serán convertidos en un medio de violencia, en un medio de explotación. Nosotros sabemos esto, ¿y es que no merece la pena trabajar, entregar todas las energías en aras de esta grandiosa tarea histórica? Y los trabajadores realizarán esta titánica labor histórica, pues en ellos dormitan las grandes fuerzas de la revolución, del renacimiento y la renovación.

Ya no estamos solos. En los últimos días se han registrado notables acontecimientos no sólo en Ucran ia y el Don, no sólo en el reino de nuestros Kaledin y nuestros Kerenski, sino también en Europa Occidental. Ustedes conocen ya los telegramas referentes al estado en que se encuentra la revolución en Alemania. Las lenguas de fuego del elemento revolucionario se inflaman con fuerza creciente sobre todo el viejo y podrido régimen mundial. El hecho de que, al crear el Poder soviético, hayamos originado intentos semejantes en otros países no ha sido una teoría abstraída de la vida, no ha sido una fantasía de hombres de gabinete. Porque, repito, los trabajadores no tenían otra salida de esta sangrienta matanza. Hoy se hacen ya realidad los intentos de este tipo en las firmes conquistas de la revolución internacional.

Y nosotros clausuramos un histórico Congreso de los Soviets bajo el signo de la creciente revolución mundial. No está lejano el día en lejano el día en que los trabajadores de los distintos países se fundirán en un solo Estado de toda la humanidad para, con los esfuerzos mutuos, construir el nuevo edificio socialista. El camino de esta obra pasa por los Soviets, como una de las formas de la incipiente revolución mundial. (Clamorosos aplausos.)

Al saludarles, les llamo a levantar este nuevo edificio. Regresarán a sus lugares y dedicarán todas las fuerzas a organizar y afianzar nuestra grandi0sa victoria. (L o s delegados se ponen en pie y saludan con clamorosos aplausos al camarada Lenin.)

(Extraído das Obras Completas, Lênin, tomo XVIII, Progreso)

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