El retorno a la presencialidad y el revisionismo anti-marxista

La cuestión de la vuelta a clases ha suscitado un importante debate alrededor de la presencialidad. A pesar del rechazo al inicio de las clases y de las medidas de fuerza levantadas por la mayoría de las listas anti-burocráticas de izquierda, a lo largo y ancho del país, en mayor o menor medida, se ha iniciado el ciclo lectivo presencial en este 2021. Solo en algunas provincias, como Neuquén, el paro ha tenido un fuerte acatamiento y extensión, quedando en la mayoría de las ciudades del país como expresiones minoritarias y efímeras. Una abrumadora mayoría de los aproximadamente 1.200.000 trabajadores de establecimientos educativos ha retornado a clases (entre los cuales alrededor del 30% se desempeña en establecimientos privados).

El decreto del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) obligó a cerrar las puertas de la totalidad de establecimientos educativos en el país a partir de marzo de 2020. Es decir que transcurrió prácticamente un año completo de escuelas cerradas. El pedido de reapertura de los mismos comenzó a los pocos meses del ASPO. Las escuelas privadas hicieron sentir el reclamo ante la intermitencia en el pago de las cuotas por parte de las familias. En muchas provincias esto generó que distintos gobiernos salieran a subsidiar fuertemente a las mismas, como Kicillof girando 340 millones de pesos del fondo provincial los primeros días de julio. No solo eso, las escuelas privadas fueron unas de las grandes beneficiadas de los planes de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP) por parte del Estado Nacional.

En el año transcurrido sin clases presenciales, las escuelas tuvieron una nula inversión por parte de los distintos gobiernos. Ningún plan de reformas, ninguna ampliación de aulas, sin mejoras en la ventilación de los espacios… ni que hablar de los históricos problemas en los baños, en las instalaciones de gas, en los materiales básicos que hacen falta para el proceso educativo. El Gobierno ha renunciado a realizar cualquier tipo de inversión.

 

La educación bajo el capitalismo

Para adentrarnos en el debate sobre la virtualidad es necesario repasar algunos conceptos básicos sobre la educación, prácticamente ignorados y desconocidos en cualquier análisis. La crisis educativa no es nueva, sino anterior a la pandemia y lo que hizo el Coronavirus es exponerla aún más y con mayor crudeza. La educación no tiene cómo escapar a la estructura económica del país y refleja a su modo la crisis de un régimen (el capitalismo) y una clase social (la burguesía) en decadencia. La educación actual, es decir burguesa, parte de la división entre trabajo manual e intelectual, entre teoría y práctica como dos elementos disociados. Así se presenta como una educación desligada de la realidad social y del conocimiento de esa realidad (fenómeno esencialmente colectivo), y ajena a la producción de nuevo conocimiento. Una educación memorística y repetitiva, funcionando como parte del aparato ideológico de dominación. La privatización educativa, los bajos salarios docentes o la escasa inversión educativa, entre otros, no son más que aspectos que se desprenden de este problema central.

Los Gobiernos siempre han intentado responsabilizar a los docentes por la propia crisis de la educación. Detrás de todas y cada una de las acusaciones se esconde el intento de avanzar en la Reforma Educativa, fomentada por los organismos financieros internacionales (Banco Mundial) y cada uno de sus satélites en educación (UNESCO). La Reforma no es otra cosa que los planes de destrucción de la educación pública; imponiéndole a los gobiernos el desvío de fondos de la educación para el pago a los organismos internacionales. De esta forma el coronavirus le permitió a la clase dominante retomar su viejo anhelo de virtualidad, presentándolo como la panacea ante la suspensión de las clases presenciales. La mayoría de las organizaciones de izquierda fueron y son tributarias -consciente o inconscientemente- de la política burguesa en educación.

La virtualidad, modalidad elegida para el ciclo lectivo 2020, fue un rotundo fracaso. No solo porque los gobiernos se han desentendido de la provisión mínima de conectividad y de equipos para alumnos y educadores (herramientas básicas para la misma) y por haber dejado enorme cantidad de horas y cargos sin cubrir. La virtualidad ha fracasado por ser ajena a la realidad social en la que se desenvuelve el proceso educativo a distancia: 6 de cada 10 niños son pobres. En la Argentina más de 4 millones de personas viven en barrios privados de derechos, con condiciones terribles de insalubridad, poca ventilación y hacinamiento, con faltas nutricionales graves diariamente, con la imposibilidad de tener espacios mínimos para poder entender lo que está leyendo o lo que le están explicando. Los organismos internacionales son perfectamente conscientes de esta diferenciación en el acceso a los medios virtuales en educación, es decir refuerza el concepto de una educación para ricos y otra para pobres. A las claras, estaba condenada al fracaso de antemano. Y así fue, por ejemplo, que la deserción escolar trepó por encima del 40%.

No hay cómo reemplazar por herramientas virtuales el encuentro y trabajo colectivo de los estudiantes, y el rol del docente dentro del aula, incluso en los términos burgueses actuales. En ese sentido la virtualidad debe verse también como un ataque al estatuto docente, precarizándolo aún más. Los docentes hacemos malabares por dar las lecciones, contestar mails, atender las dudas del alumno y del grupo familiar a cualquier hora por diversos medios, preparar las nuevas clases, y conciliar los horarios de distintos módulos o escuelas en las que trabajamos, sumado a los problemas que conlleva la exposición prolongada a las pantallas tanto para docentes como para alumnos. Las docentes hacemos todo esto mientras cuidamos a nuestros hijos, es decir, el peso de las tareas domésticas cae con redoblada fuerza.

Pero la virtualidad entraña un peligro aún mayor al profundizar el divorcio entre sujeto y objeto de conocimiento, al ampliar la brecha entre trabajo manual e intelectual, ya presente en la educación burguesa actual. Agrava los métodos cavernarios de enseñanza ya aplicados, cubriéndolos de la falacia del avance tecnológico. Termina por consolidar la completa separación entre teoría y práctica, desligada de la producción social. La educación a distancia y la virtualidad no son otra cosa que el caballo de troya de la Reforma Educativa.

 

El anti-marxismo de la tendencia del Partido Obrero

El Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad (FIT-U) ha sido tributario de la política burguesa de aislamiento social por la pandemia. El Partido Obrero (Tendencia) ha ido incluso más lejos al reivindicar la “coerción estatal de una cuarentena” (eufemismo utilizado por el Gobierno para justificar la militarización de los barrios por las fuerzas represivas) sosteniendo que el objetivo fue la “preservación de la salud” (03/04/2020) por ese mismo Estado. El PO (T) terminó por extrapolar sus sentimientos a favor de la coerción, al sentimiento de las masas, contradiciendo los cientos de reclamos contra las fuerzas represivas: “la coerción estatal es admitida y hasta cierto punto reclamada, y la violación de la cuarentena es rechazada (¡!)”. Todo esto en abril, antes que numerosísimos casos lo refutaran totalmente: Luis Espinoza, Ariel Valerian, Facundo Castro, Lucas Verón, entre muchísimos otros.

Relacionado con lo anterior, la suspensión de clases presenciales, el cierre de las escuelas y la educación virtual a distancia ha contado con el aval de estas organizaciones, exigiéndolas desde un primer momento. Pero ha sido el PO (T) quien ha llevado esta defensa al paroxismo. Centraremos esta sección en esta organización, y pondremos la fecha de la publicación de las citas entre paréntesis.

En un contexto -según PO (T)- de “crisis de características revolucionarias (¡!)” (11/05/2020), era necesario “desarrollar un plan educativo ajustado al contexto actual” (22/05/2020), argumento prácticamente calcado de todos y cada uno de los documentos del Banco Mundial acerca de educación a distancia. Ese plan para el PO (T) no era otra cosa que dispositivos, WiFi, nombramientos docentes y salarios… pero para permitir “un verdadero aprendizaje (¡!)”. Resulta curiosa esta concepción de “verdadero aprendizaje”, pero veamos si fue un desliz ocasional o una posición diametralmente opuesta al marxismo.

El PO (T) defiende que los límites del aprendizaje a distancia pueden y deben ser combatidos con “la entrega gratuita de esos medios digitales a quienes no los tienen” (28/09/2020) e “instalar wifi en las villas y barrios de emergencia de la Ciudad” (03/07/2020).  A la presencialidad le opone entonces “el reclamo de computadoras e internet para todos y todas estudiantes (sic)” (16/10/2020). Porque para el PO (T) para no tener “una generación perdida (…) deberían haber garantizado, desde el inicio de la pandemia, conectividad y equipos tecnológicos” (20/11/2020). Entonces las condiciones materiales en donde se reproduce la existencia y se desarrolla el proceso educativo están totalmente relegadas en el mejor de los casos, o desestimadas en la mayoría.

En sus numerosos artículos no ha podido rebasar el programa político reformista en el marco burgués. Hasta se ha convertido en vocero de una infectóloga oficialista como Piovano (“Gabriela Piovano: ‘mandar a los chicos a la escuela es poner en riesgo a todo el mundo’” del 20/02/2021), o de un sociólogo a favor de la política burguesa de aislamiento social como Daniel Feierstein en el artículo del 04/02/2021 (¡un sociólogo hablando de virus aéreos!). Al mismo tiempo desecha los documentos que no les conviene, como el de la Sociedad Argentina de Pediatría (“La Sociedad Argentina de Pediatría y un documento hostil a la educación” 27/01/2020). Método extraño al marxismo lo de utilizar como cita lo que le conviene y desechar lo que contradice su posición. A fin de cuentas todos sus artículos giran alrededor de este punto: el fracaso virtual es únicamente por la no entrega de recursos. Adolece totalmente de posiciones programáticas marxistas en educación.

De ahí que frente a un análisis sesgado, limitado y anti marxista, necesariamente devengan conclusiones políticas también reaccionarias y hasta contradictorias, tachando con el codo lo que escribieron con la mano algunos meses antes. Por ejemplo el 24/05/2020 escribían correctamente que “no existen condiciones sanitarias de ningún tipo en las escuelas” y luego (el 09/06/2020) que “no puede haber ‘retorno a clases’ hasta que no estén garantizadas las condiciones de seguridad e higiene, la infraestructura escolar adecuada y garantizando todas las medidas para evitar la propagación y el contagio del virus”. Correcto señalarlo para comenzar una batalla política del conjunto de docentes, no docentes y comunidad para lograr los históricos reclamos del sector: reducir la cantidad de alumnos por curso, mejorar las condiciones edilicias, asegurar ventilación en las aulas, instalaciones de gas, agua corriente en los baños con instalaciones acordes, insumos básicos para todos los que asistan a las escuelas (barbijos, alcohol en gel, etc.), y sumándole los reclamos salariales, nombramientos, para evitar que los docentes deban estar corriendo de una escuela a otra para intentar llegar a fin de mes (muy lejos de cubrir la canasta familiar).

Para el PO (T) estos planteos (y sus iniciales también) requerirían una “inversión sin precedentes” (09/06/2020 y 08/10/21020) o “extraordinaria” (13/08/2020) que los gobiernos “no están dispuestos a hacer”… entonces “virtualidad”. Esto es una renuncia a la lucha política. Incluso ha ido más lejos. Ha dejado deslizar que la conformación de “comités de seguridad e higiene ‘para garantizar las condiciones’ de la apertura de las escuelas” no era “responsabilidad de estos organismos, sino del propio Estado”.

Por eso su planteo actual es el “boicot al presencialismo” (03/02/2021). Aunque suene muy “revolucionaria” el boicot es una posición oportunista y escicionista en este contexto. Cualquiera que se plantee la táctica de boicot debe tener bien en claro si en las masas (en este caso las bases docentes y resto de los trabajadores) existe una disposición a llevarlo a cabo, y por cuánto tiempo darán las fuerzas (prepararnos para una lucha de una semana no es lo mismo que prepararse para una lucha a dos meses). Y si esas bases docentes pueden arrastrar no solo a los sectores estatales, sino también a las privadas (que habíamos referido que son el 30% de los trabajadores de instituciones educativas). Es una irresponsabilidad política enunciarlo tan livianamente. Pero no… para el PO (T), haciendo gala de “foquismo” sindical, se conforma con que las bases multicolor lo lleven a cabo para “preservar la vida”… ¿y el resto? Este boicot se convierte también en “corporativista” cuando no ha sido planteado para ningún otro sector trabajador del resto del país. Oportunista, aislacionista y corporativista, es decir ANTI-MARXISTA.

Y más aún, la ignorancia se hace bochornosa cuando se sostiene que “el programa de la IV… habla de una educación enteramente pública, bajo la gestión (¡!) de los docentes” (28/09/2020). ¿De qué programa de la IV hablará? ¿Hará referencia al de la IV Internacional? Está claro que debe haber otro al redactado por León Trotsky. Para el PO (T) la propiedad privada tiene un carácter inmaculado y no puede (NI DEBE) ser tocada salvo para “las escuelas privadas que despidan o suspendan”. Ahí vale la estatización, pero nuevamente “bajo gestión de sus trabajadores” (08/06/2020). En este anti-marxismo no es arbitraria la referencia a Pierre Bourdieu (26/05/2020), teórico tan afecto a la revisión del marxismo por teorías posmodernistas. Estuvo totalmente ausente el planteo de incorporar toda la red de escuelas privadas a un sistema único nacional de educación, expropiando sin pago estos establecimientos, para ganar mayor cantidad de aulas y espacios para el desarrollo de las clases. No, la política centrista fue la de acomodarse a lo que teníamos al alcance, es decir al posibilismo.

 

La respuesta proletaria

En este pequeño esbozo, que obligatoriamente ha dejado en el camino una abundante cantidad de material para criticar (no solo de la tendencia sino de las distintas organizaciones que se reclaman del trotskismo), ha quedado claro que la nula comprensión del problema educativo desde una posición marxista, lleva a equívocos de gran trascendencia. Hacemos notar que la presencialidad ya se impuso, que tarde o temprano como alertábamos en nuestro periódico, los trabajadores volverían a sus lugares de trabajo, aunque no estuviesen dadas las condiciones de bioseguridad. Por eso la tarea del momento era convocar asambleas presenciales para discutir cómo enfrentamos la política del gobierno.

Esto no anula que para los docentes que integran los grupos de riesgo debamos luchar para que tengan sus licencias garantizadas, y deben ser prioridad a la hora de la vacunación, como cualquier otro trabajador que integre esos grupos de riesgo. Pero esto no puede llevarnos a reivindicar la virtualidad, o a adaptarnos a la política de desmovilización fomentada por los gobiernos y apoyada por la burocracia sindical. “No volver en pandemia” es una consigna impotente: no se puede luchar por Zoom; no se puede lograr una victoria con “Parazos virtuales”; no hay perspectiva en los “apagones de PC”. Al no encontrarse en las escuelas, la virtualidad desarmó políticamente al sector, le infringió un gran retroceso. Esta política nos condena como trabajadores a la parálisis y a las derrotas.

El apoyo al “Quedate En Casa” fue tributario de la cuarentena como privilegio de clase, desconociendo que  el 40% de los trabajadores está en negro en el país, que no tenían asegurado su plato de comida diario. De ahí la importancia del “No hay cuarentena sin salario”. El aislamiento social obedeció, en los términos en que fue impulsado, a intereses de clase concretos, y tuvo como resultado desorganizar al movimiento obrero que terminó como furgón de cola de la política oficial. La política burguesa de aislamiento social fortaleció las respuestas individualistas, se apoyó en la familia como unidad económica y descargó particularmente sobre los hombros de la mujer las responsabilidades del hogar y educativas. Como marxistas le oponemos, hoy más que nunca, la socialización de las tareas domésticas, la colectivización de la crianza y educación de los niños.

El dilema entre cuarentena con virtualidad o volver a clases presenciales es extemporáneo. El problema concreto que se nos presenta es cómo organizarnos colectivamente para combatir la política burguesa en todos los terrenos, incluido el educativo. Este planteo debe recorrer cada escuela, cada universidad, cada institución señalando los resultados desastrosos de la política del Gobierno.

Y también señalar que no serán las vacunas las que acaben con los males que expuso el coronavirus: el déficit habitacional, las malas condiciones laborales, los severos problemas nutricionales de la población, la deplorable respuesta sanitaria de obras sociales y medicina prepaga. Debe quedar claro que la exigencia de la vacunación lo más rápido posible, no desconoce que la única respuesta a la pandemia del coronavirus es con la movilización y organización de las masas, bajo el comando político de la clase obrera. Única clase capaz de acabar completamente con el régimen social que nos condena a una existencia miserable, a contagios masivos, y a la muerte. Y así organizar el socialismo, la dictadura del proletariado, es decir, la sociedad sin explotados ni explotadores.