Impuesto a la grandes fortunas ¿Cómo aborda este problema la izquierda electoralista?

Mientras el Frente de Todos muestra su indecisión a la hora de presentar concretamente el “impuesto a las grandes fortunas”, el Frente de Izquierda y los Trabajadores – Unidad (FIT-U) ha salido a anunciar con sonido estrafalario su “verdadero impuesto que grave a las grandes fortunas y empresas que beneficie realmente a los trabajadores y los sectores populares (…) y para resolver los problemas de los trabajadores y los sectores populares” (Izquierda Socialista, 03/06/2020). A simple vista suena a mucho… ¿Es acaso posible?

 

El proyecto en cuestión

 

Dividido en 13 artículos, el proyecto parlamentario del FIT-U plantea 5 tipos de impuestos: 1) a los grandes patrimonios; 2) a las ganancias bancarias; 3) a las altas rentas; 4) a la gran propiedad de la tierra; y 5) a las viviendas ociosas. Planteados por única vez el objetivo es “mitigar las consecuencias de la pandemia COVID-19”, es decir poco menos que un parche. Dicho parche abarcaría un “salario de cuarentena de $30.000” (cuando la canasta familiar está en los $70.000), “elaboración e importación de material sanitario y contratación de personal de salud” y un “plan de construcción de viviendas populares”. Los optimistas cálculos del FIT-U nos señalan que el impuesto recaudaría los 15.000 a 20.000 millones de dólares necesarios para todo esto.

 

Los fundamentos nos hablan de la necesidad de “implementar medidas extraordinarias (como la propuesta de este proyecto)”, o sea un impuesto a las grandes fortunas. A decir del documento de adhesión circulado por el frente electoralista “Ante una situación extraordinaria es necesario tomar medidas extraordinarias”. Los fundamentos aclaran a qué se refieren con esas medidas extraordinarias “es momento de exigirle a los capitalistas, los multimillonarios, a los evasores, a la banca privada y a las empresas que obtuvieron enormes ganancias en los últimos años, mientras franjas enteras de población se sumergían en la pobreza, que hagan un aporte de esta emergencia. Ahora es evidente cuál es el contenido de la consigna esgrimida por el FIT-U “que la crisis la paguen los capitalistas”… no es otra cosa que un “que los capitalistas hagan un aporte en esta emergencia”.

 

El FIT-U (los partidos que lo integran) redobla la apuesta y nos aportan evidencia irrefutable de su concepción reformista cuando sostiene que este monto – de 15 mil a 20 mil millones de dólares – “sería suficiente para realizar un conjunto de medidas para dar respuesta inmediata a las necesidades sanitarias y sociales, agravada en el transcurso de la pandemia”. No hay necesidad de acabar con el Estado burgués que nos condena a la barbarie, desocupación y al hambre, no es necesario organizar el Estado de la clase obrera, ni debemos luchar por la insurrección capaz de materializarla. En síntesis, solo restaría “exigirle” a los capitalistas “que hagan un aporte”, con eso “sería suficiente” para dar respuesta a la crisis. A confesión de partes, relevo de pruebas.

 

Con el proyecto, a fin de cuentas, “buscan por un lado atender verdaderamente la emergencia del pueblo trabajador más vulnerable y, en simultáneo, abrir una discusión más amplia, inscripta en el gobierno de los trabajadores mismos”. En no pocas ocasiones desnudamos el carácter algebraico de esta fórmula de gobierno, pero ahora se retrocede aún más. El impuesto atendería verdaderamente la emergencia, y nos permitiría “abrir una discusión más amplia”. ¿Qué quiere decir con esto el FIT-U? Sin dudas oscurece la comprensión del asunto.

 

Para finalizar y aportando más confusión que claridad, en medio de muchas otras cuestiones a destacar en su fundamentación, el FIT-U sostiene que su proyecto se inscribe en un planteo de conjunto junto al no pago de la deuda. De esta forma se garantizaría “un reordenamiento económico en función de la mayoría laboriosa de la población y con el protagonismo de los trabajadores”. Los temerosos de hablar de revolución socialista y señalar los límites insalvables del régimen social, no pierden el miedo ni siquiera “en una situación extraordinaria”. Preguntamos nosotros: ¿Entonces cuándo? ¿Cuándo sería el momento adecuado para proclamar lo que nuestros maestros revolucionarios no se cansaban de señalar en toda situación política? No deja de asombrar la renuncia indeclinable al programa socialista, de revolución y dictadura proletarias, de los autoproclamados “revolucionarios”.

 

EL IMPUESTO EN LOS CLÁSICOS, UNA DESMITIFICACIÓN

 

Pero el centrismo electoralista tiene un as en la manga. Desempolvan los viejos libros para refutar lo irrefutable y gritan inflando el pecho “los clásicos han hablado del impuesto a la riqueza como parte del programa revolucionario”. A pesar del dogmatismo con el que se manejan, demostrando su renuncia al método dialéctico y su apoyo al método idealista, tenemos que contestar – aunque lacónicamente – lo que los clásicos decían de él.

 

Vladimir Lenin ha dedicado alguno de sus escritos en pleno 1917 sobre el impuesto a la riqueza elaborado por los países capitalistas y por el propio Gobierno Provisional en Rusia, de la mano del menchevique Skóbelev. En sus artículos su principal preocupación estaba en desnudar la cobardía de la burguesía y del Gobierno Provisional y las limitaciones del propio proyecto, pero señalando que en todos ellos estaba ausente la esencia del problema. Los impuestos en sí no podrían tener ningún tipo de beneficio si estaban disociados de una estrategia más general, que partía de la abolición del secreto comercial y bancario (única garantía de control obrero), pero que tenía su eje estructurador en la presencia concreta de los organismos de doble poder: los soviets.

 

Lenin tenía presente que la dualidad de poderes que transitaba Rusia no podía mantenerse indefinidamente. En este sentido su persistente lucha por “educar pacientemente” a las masas partía de la necesidad de demostrar que la dirección de los Sóviets se encontraba en manos de los conciliadores, de los que entregarían el poder mismo a la burguesía. Al desenmascarar la impotencia del impuesto a las grandes fortunas, su lucha era por “todo el poder a los sóviets”, por materializar la Dictadura Proletaria, y no en ponerle parches a la situación, haciéndose de algún dinerito extra para “mitigar” las consecuencias de la Primera Guerra Mundial.

 

Algunos podrán señalarnos, y con justa razón, que incluso en el Manifiesto Comunista se encuentra la consigna de “Fuerte impuesto progresivo”. Es una maniobra centrista bien conocida: disociar las reivindicaciones programáticas de la estrategia revolucionaria. Se ha convertido en un denominador común de toda política electoralista tomar cuestiones centrales, levantadas por ejemplo por la Comuna de París o por la Revolución Rusa, y limarle todo contorno aguzado que pueda vincularlas efectivamente a la lucha política por el poder, por la revolución socialista.

 

Pero Marx y Engels nos previnieron de estos males. Antes de señalar el conjunto de consignas señalan tajantemente: “El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas”. Es decir, la conquista del poder político por la clase obrera precede la realización de los fuertes impuestos progresivos  Como vemos, no hay ningún lugar a libres interpretaciones en las palabras de los fundadores del socialismo científico.

 

LA POLÍTICA PROLETARIA Y LAS ILUSIONES PEQUEÑO-BURGUESAS

 

No son más que ensoñaciones profundas las que apuestan a resolver problemas estructurales con cambios impositivos. 15 o 20 mil millones de dólares no solo no “sería suficiente” frente a la crisis, o para “mitigar”, “resolver” o “afrontar” las consecuencias de la pandemia, sino que de ninguna manera entra en contradicción o socava las bases del capitalismo en descomposición. La experiencia histórica nos muestra lo contrario, lleva a apuntalar los pilares del régimen capitalista.

Como vemos la política del FIT-U está bien circunscripta dentro de los límites insalvables de la gran propiedad privada. La izquierda electoralista, más allá de sus intenciones reales, actúa como furgón de cola del inútil salvataje capitalista. Con su política impositiva (o fiscal) se ha visto arrastrada a competir por ver qué proyecto es capaz de recaudar algunas migajas más, sin tocar las bases materiales que dan origen a la agudización de la crisis en curso. Y más aún, se ha visto obligada a embanderarse en el reclamo por la apertura del Congreso (Nicolás del Caño) para que su proyecto sea inmediatamente tratado y aprobado, en una clara política democratizante y embellecimiento de las instituciones de la dictadura del capital.

 

Este tipo de respuestas parciales, por lo tanto impotentes, (“reivindicaciones demagógicas” en palabras de Andrés Nin) suelen despertar alguna simpatía sobre todo dentro de franjas de la pequeña burguesía. La clase obrera, en su proceso de concientización política, no se conforma con esto, no deposita ningún tipo de ilusión en el “reparto democrático” de las ganancias capitalistas, reconoce la fuente de los males del capitalismo en el antagonismo irresoluble entre capital y trabajo. Para salvar la sociedad lo que es indispensable y urgente es terminar con la gran propiedad sobre los medios de producción de sus actuales parásitos, transformándola en propiedad colectiva, esto es organizar la sociedad de acuerdo a un plan racional. Únicamente posible a través de una revolución socialista.

 

Justamente el trabajo de los revolucionarios consiste en desechar todas esas falsas ilusiones, mostrando su contenido material (superar las concepciones semi-místicas) y señalar que inevitablemente solo la lucha contra la gran propiedad privada, a través de los métodos históricos de la clase obrera, es decir de acción directa de masas, pueden darle una salida progresiva a las contradicciones inherentes del capitalismo putrefacto. ¡No podemos actuar como un obstáculo en esta comprensión!

 

La incapacidad del Gobierno de Alberto Fernández no es sino reflejo de la incapacidad de la clase dominante. En similar sentido la incapacidad del FIT-U para plantear una salida estratégica, a su modo, no hace más que revelar la ausencia de política proletaria en sus planteos.

 

(nota de MASAS nº 373)