105 años de la Revolución Rusa (1917-2022)
Comenzamos desde ahora la conmemoración del 105º aniversario de la Revolución Rusa. El Partido Obrero Revolucionario (POR) reivindica plenamente el bolchevismo, el marxismo-leninismo-trotskismo, la dictadura del proletariado, la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social, la nacionalización intergal de los medios de producción, la economía planificada, el monopolio del comercio exterior, la construcción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el fin de la opresión nacional, los Cuatro Primeros Congresos de la Internacional Comunista, en definitiva, el internacionalismo revolucionario.
La Revolución Rusa de octubre de 1917 rompió uno de los eslabones más débiles de la cadena del capitalismo mundial e inició la transición del capitalismo al socialismo. Indicaba la necesidad de que la clase obrera rompiera otros eslabones de esta cadena y avanzara hacia la revolución mundial. También hay que añadir que el POR reivindica el enorme sacrificio del proletariado ruso y de las demás nacionalidades que llegaron a conformar la URSS. Este sacrificio se reflejó en la firme lucha contra la Primera Guerra de dominación imperialista y la guerra civil. Las masas obreras y campesinas se enfrentaron a la miseria, el hambre y las pandemias, en medio a las dos formas de guerra, para derrotar al zarismo y a la burguesía.
El Estado obrero, la economía estatizada, la planificación socialista y el monopolio del comercio exterior se construyeron sobre la base de una Rusia económicamente atrasada, con una mayoría campesina, apenas libre del feudalismo, rodeada por el avance de las potencias imperialistas y arruinada por las guerras. Este trabajo extraordinariamente difícil y complejo sólo fue posible gracias a la existencia del Partido Bolchevique.
Bajo la dirección de Lenin, el bolchevismo aplicó rigurosamente la teoría marxista y el programa contenido en el «Manifiesto del Partido Comunista» de Marx y Engels. Para ello, los revolucionarios tuvieron que asimilar y aprender de las luchas del proletariado, lo que permitió a Marx y Engels formular con precisión la doctrina de la lucha de clases.
No por casualidad, en la raíz histórica de la Revolución Rusa se encuentra la gloriosa Comuna de París de 1871. También se encuentra en la Primera Internacional, fundada en 1864 y disuelta en 1876.
Reivindicar la Revolución Rusa significa basar la construcción del Partido Obrero Revolucionario de nuestra época en todos los logros programáticos y prácticos de las revoluciones proletarias. La Revolución Rusa tiene una particularidad, que la distingue de las demás revoluciones proletarias, debido a que fue la primera revolución socialista triunfante, después de la experiencia de la Comuna de París. Pero este orden temporal no lo dice todo. Lo fundamental es que contó con en el Partido Bolchevique, que fue capaz de hacer coincidir el programa de expropiación de la burguesía y la estrategia de la dictadura del proletariado con los instintos revolucionarios de la clase obrera, y logró establecer la alianza obrera y campesina, sin la cual no hubiera sido posible la toma del poder y su conservación.
Con esa estrategia y táctica revolucionaria el bolchevismo comprendió a fondo el carácter de la democracia proletaria, que se materializó en forma de soviets. La construcción del Estado soviético, por tanto, basado en la democracia proletaria, en el poder de la mayoría oprimida sobre la minoría explotadora, era la condición para dar vida a una economía estatizada y planificada dotada del monopolio del comercio exterior.
Este conjunto de conquistas de la clase obrera rusa, aliada con los pobres del campo, es reivindicado por el POR, y aparece de forma general en su programa.
La experiencia de la Revolución Rusa, sin embargo, no se limita a este período de grandes conquistas, que se impusieron al imperialismo. El período posterior a la muerte de Lenin en 1924, y el ascenso de Stalin a la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), forma parte del proceso de construcción del socialismo. La escisión que se produciría con la formación de la Oposición de Izquierda, dirigida por Trotsky, dio las primeras señales de los peligros de una contrarrevolución restauracionista que liquidara la URSS e interrumpiera el proceso de transición del capitalismo al socialismo. Las posiciones programáticas desarrolladas por Trotsky demostraron estar en completo acuerdo con el bolchevismo, y con la continuidad del marxismo-leninismo.
El colapso de la URSS en diciembre de 1991 fue el punto culminante del proceso de restauración capitalista, encarnado por el PCUS estalinizado y la burocracia estatal parasitaria. La importancia histórica de este acontecimiento puede medirse observando y comprendiendo hasta dónde ha llegado la crisis mundial de dirección, en las condiciones de putrefacción del capitalismo y de potenciación de todas las contradicciones inherentes a su fase final, que es la del imperialismo.
Esta misma dirección de la crisis explica el significado histórico de la derrota de la Oposición de Izquierda, cuya consecuencia más significativa es que la revolución política, formulada por Trotsky, no pudo ser encarnada por el proletariado soviético y mundial. Stalin superó a la fracción revolucionaria haciendo uso de todo el aparato del Estado obrero, que degeneró en una dictadura burocrática. Como predijo Trotsky, sin la revolución política, que reformaría y regeneraría el Partido Bolchevique (PCUS), el régimen soviético y la Tercera Internacional, la restauración acabaría liquidando la URSS y completando la restauración capitalista.
No hay manera de reivindicar la Revolución Rusa en su integridad, sin entender el programa de la revolución política, y por qué el proletariado no tuvo la posibilidad de tomarla en sus manos, y así desalojar a la burocracia estalinista del poder, y continuar la construcción del socialismo, en línea con la lucha por la revolución mundial.
La Oposición de Izquierda y la Cuarta Internacional están visceralmente vinculadas a la Revolución de 1917, que sacudió al mundo y abrió el camino a la lucha internacional contra el capitalismo senil y por una sociedad sin clases, el comunismo. Así como la derrota de la Comuna de París sólo indicó un eslabón en los acontecimientos históricos que expresan las leyes de la transformación del capitalismo en comunismo, el colapso de la URSS también sólo indica que el imperialismo ha obtenido una victoria provisoria. Por supuesto, hay que tener en cuenta las diferencias, pero, en lo fundamental, hay que entender que la lucha de clases del proletariado para acabar con la esclavitud asalariada consiste en un largo proceso, que conduce inevitablemente al fin de la explotación del hombre por el hombre.
En este sentido, el POR conmemoró la fundación de la Cuarta Internacional el 3 de septiembre de 1938 y honró a Trotsky en la fecha de su asesinato, el 20 de agosto de 1940, a manos de uno de los agentes de la GPU por orden de Stalin.
Ante los más de siete meses de guerra en Ucrania, el POR ha participado en la campaña internacional del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (CERCI), defendiendo el fin de la conflagración desde el punto de vista del proletariado. Es importante reconocer las raíces de la guerra, el lugar del imperialismo encabezado por Estados Unidos y la Rusia restauracionista. Obligatoriamente, la crisis mundial, la guerra en Ucrania y la escalada militar de los Estados Unidos contra China exigen una comprensión lo más completa posible del significado histórico de la liquidación de la URSS. Las numerosas Declaraciones del CERCI plantean la defensa de la revolución y el internacionalismo proletario como la forma de unir a la clase obrera contra el cerco imperialista de Rusia y en defensa de la autodeterminación de Ucrania. El CERCI, en su V Congreso, trató todas estas cuestiones, y aprobó resoluciones que sirven de guía para la intervención de la vanguardia revolucionaria, y para trabajar por la superación de la crisis de dirección, lo que implica la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional. El POR forma parte de esta lucha, y por ello aprovecha cada oportunidad, como la del aniversario de la Revolución Rusa, para comprender mejor las leyes de la historia que conducen al fin del capitalismo.
En este número de Masas iniciamos la campaña en defensa de la Revolución Rusa. A continuación publicamos dos artículos de Trotsky: «¡15 años! » y «Mensaje por radio a los Estados Unidos».
(POR Brasil – Masas nº674)
¡Quince años! (Trotsky, 13 de octubre de 1932)
¡La Revolución de Octubre ya llega a su decimoquinto aniversario! Esta simple cifra demuestra ante el mundo entero la gigantesca fuerza del estado proletario. Nadie, ni el más optimista de nosotros, previó esa vitalidad. Y no es para sorprenderse: esa previsión hubiera señalado que éramos pesimistas respecto a la revolución internacional.
Los dirigentes y las masas veían en la Insurrección de Octubre sólo la primera etapa de la revolución mundial. En 1917 nadie defendía, ni apoyaba, ni formulaba, la idea de un desarrollo independiente del socialismo en una Rusia aislada. En los años siguientes, sin excepción, todo el partido consideraba que la construcción económica constituía la infraestructura de la base material de la dictadura del proletariado, la preservación de la alianza económica entre la ciudad y el campo y finalmente la creación de puntos de apoyo para la futura sociedad socialista, que sólo podría desarrollarse a escala internacional.
El camino que lleva a la revolución mundial demostró ser mucho más largo y tortuoso de lo que suponíamos y esperábamos hace quince anos. A las dificultades externas, la más importante de las cuales fue el rol histórico del reformismo, se agregaron las internas, sobre todo la política de los epígonos del bolchevismo, falsa hasta la médula y de consecuencias fatales. La burocracia del primer estado obrero -inconscientemente, aunque eso no es ninguna excusa- hace todo lo necesario para impedir el surgimiento de un segundo estado obrero. Hay que desatar o cortar los nudos atados por la burocracia para poder avanzar por el camino de la revolución.
Si bien el retraso en el desarrollo de la revolución limitó las perspectivas que nos habíamos trazado, analizamos con exactitud las fuerzas motrices fundamentales y sus leyes, también en lo que se refiere a los problemas del desarrollo económico de la Unión Soviética. No hay resolución ni exorcismo que puedan confinar las modernas fuerzas productivas dentro de los límites nacionales. La autarquía es el ideal de Hitler, no el de Marx ni el de Lenin; socialismo y los estados nacionales se excluyen mutuamente. Hoy, como hace quince años, el programa de una sociedad socialista en un solo país sigue siendo utópico y reaccionario.
Los éxitos económicos de la Unión Soviética son muy grandes pero, mientras celebramos su decimoquinto aniversario, las contradicciones y dificultades asumen proporciones amenazadoras. Las brechas, las interrupciones y las desproporciones atestiguan en primer lugar los errores de la dirección. Pero eso no es todo. Revelan que la construcción de una sociedad armoniosa sólo es posible a través de una ininterrumpida experiencia que se extienda durante décadas y sobre una base internacional. Los obstáculos técnicos y culturales -el abismo entre la ciudad y el campo, las dificultades en el comercio de importación y exportación- demuestran que la Revolución de Octubre necesita continuarse a escala mundial. El internacionalismo no es un rito convencional sino un problema de vida o muerte.
No faltarán artículos y discursos celebrando el aniversario. La mayoría serán escritos o pronunciados por los que en Octubre eran intransigentes adversarios de la insurrección proletaria. Estos señores dirán que nosotros, los bolcheviques leninistas, somos «contrarrevolucionarios». No es la primera vez que la historia se permite esas bromas y no tenemos nada que reprocharle al respecto. Pese a la confusión y las demoras, la historia cumple con su tarea.
¡Y nosotros también cumpliremos la nuestra!
(CEIP)
Mensaje por radio a Estados Unidos (Trotsky, 27 de noviembre de 1932)
Estimados oyentes: Mi intento de transmitir para el público norteamericano una breve exposición de mi conferencia sobre la Revolución Rusa es una empresa arriesgada en un doble sentido. El tiempo de que dispongo es muy limitado y mi inglés, mi pobre inglés, no guarda proporción alguna con mi admiración por la cultura anglo-sajona. Pido vuestra indulgencia, ya que esta es la primera vez que abordo a un público en inglés.
¿Qué interrogantes le plantea la Revolución Rusa una persona reflexiva? En primer lugar, ¿por qué y cómo se realizó esa revolución? En segundo lugar, ¿salió bien parada la Revolución Rusa de las pruebas a que la sometieron los acontecimientos? Sólo a primera vista resulta un misterio el hecho de que el proletariado haya tomado por primera vez el poder en un país tan atrasado como la Rusia zarista; en realidad, ese hecho se corresponde plenamente con la ley histórica. Se lo podía prever y se lo previó. Más aun; en base a ese pronóstico los revolucionarios elaboraron su estrategia mucho antes de los acontecimientos decisivos.
Permítanme citar un trabajo mío de 1905:
«En un país económicamente atrasado -escribí- el proletariado puede llegar al poder antes que en un país capitalista avanzado […] En Rusia la revolución crea condiciones que pueden (y en el caso de un triunfo deben) traspasar el poder al proletariado aún antes de que el liberalismo burgués tenga la oportunidad de demostrar su capacidad para gobernar.»
Cito este párrafo para demostrar que la teoría de la Revolución Rusa que yo defiendo precedió en mucho tiempo a la Revolución de Octubre.
Permítanme resumir brevemente este trabajo de 1905. Por sus objetivos inmediatos, la revolución rusa es una revolución burguesa. Pero la burguesía rusa es contrarrevolucionaria. Por lo tanto, la revolución sólo podrá triunfar si triunfa el proletariado. Pero el proletariado victorioso no se detendrá en el programa de la democracia burguesa; pasará al programa socialista.
Esta es la teoría de la revolución permanente, que yo formulé en 1905; desde entonces estuvo expuesta a las más severas críticas, rotulándosela de «trotskismo». Queda claro, por lo tanto, que los marxistas previeron no sólo las causas sino también la orientación general de la revolución varios años antes de que se hiciera.
La primera explicación, y la más general, es que aunque Rusia es un país atrasado forma parte de la economía mundial, no es más que un elemento del sistema capitalista mundial. En este sentido, Lenin resolvió el enigma de la Revolución Rusa con una formulación muy concisa: «La cadena se rompió por su eslabón más débil.»
La situación intolerable del campesinado bajo el sistema monárquico-feudal, agravada por la explotación capitalista, creó una fuerza tremendamente explosiva que encontró su dirección en el proletariado. Un factor fundamental fue la existencia de una gran reserva revolucionaria en las nacionalidades oprimidas de las fronteras del imperio, que constituyen el cincuenta y siete por ciento de la población total. A estos elementos hay que añadir la experiencia de la revolución de 1905, a la que Lenin consideró el «ensayo general» de la de 1917 y que fue testigo del primer surgimiento de los soviets; y la guerra imperialista, que agudizó todas las contradicciones, arrancó de su inmovilidad a las masas atrasadas y preparó así una catástrofe de dimensiones colosales.
Por último, un elemento que no fue precisamente el menos importante; existía un poderoso Partido Bolchevique, el partido más revolucionario que haya dado la historia de la humanidad. Era la condensación viva de la historia moderna de Rusia, de todo lo que había de dinámico en ella. Aprendió en la lucha, en los grandiosos acontecimientos que se sucedieron durante los doce años que mediaron entre 1905 y 1917, a conocer la mecánica de clase de la sociedad. Educó cuadros tan entrenados en la iniciativa como en la subordinación. La disciplina de su actividad revolucionaria se apoyaba en la unidad de su doctrina, en la tradición de la lucha en común y en la confianza en su experimentada dirección. Así era el partido en 1917.
Lenin, que estaba obligado a mantenerse en la clandestinidad, dio la señal en septiembre: «La crisis está madura, la hora de la insurrección se aproxima.» Tenía razón. La burguesía finalmente había perdido la cabeza. Las masas perdieron lo poco que les quedaba de confianza en los partidos democráticos, en los mencheviques y en los social-revolucionarios. El ejército, que había despertado, ya no quería pelear en beneficio del imperialismo extranjero. Desoyendo los consejos democráticos los campesinos echaban de sus tierras a los terratenientes. Las nacionalidades oprimidas de la periferia se levantaban contra la burocracia de Petrogrado. Los bolcheviques eran mayoría en los soviets de obreros y soldados más importantes. Los obreros y los soldados exigían acción. La úlcera estaba madura, exigía el tajo del bisturí.
Sólo con estas condiciones políticas y sociales era posible la insurrección. Y en consecuencia llegó a ser inevitable. El partido llevó a cabo la Insurrección de Octubre con la cabeza fría y con una decisión ardiente. Esta fue la razón de que triunfara casi sin víctimas. A través de los soviets triunfantes, los bolcheviques se pusieron a la cabeza de un país que abarca un sexto de la superficie del globo.
Surge un interrogante: ¿qué es lo que se consiguió pagando el alto precio de la revolución? Muchos críticos revelan su maligna alegría ante el hecho de que la tierra de los soviets se parece muy poco al reino del bienestar general. ¿Para qué entonces la revolución y para qué los sacrificios?
¡Estimados oyentes! Permítanme suponer que no les resultan menos conocidos que a mí los errores, dificultades y carencias del régimen soviético. Pero la perspectiva es tan necesaria para la crítica como para la actividad creadora. ¡Quince años! ¡Cuánto representa ese período en la vida de un hombre! Pero esos mismos quince años, ¡qué lapso insignificante son para la vida de un pueblo! ¡Apenas un minuto en el reloj de la historia!
En la Guerra Civil de Estados Unidos murieron cincuenta mil hombres.[2] ¿Se puede justificar ese sacrificio? Desde el punto de vista del esclavista norteamericano y de las clases dominantes que marchaban con él, ¡no! Desde el punto de vista de las fuerzas progresivas de la sociedad norteamericana, del negro o del trabajador británico… ¡sí, absolutamente! Y desde el punto de vista del desarrollo de toda la humanidad, ¡no cabe ninguna duda! De la Guerra Civil salió la actual Norteamérica, con su ilimitada iniciativa práctica, su tecnología racional, su empuje económico. Estas conquistas del norteamericanismo formarán parte de la base de la nueva sociedad.
El criterio de análisis del progreso social más profundo, objetivo e indispensable es el aumento en la productividad del trabajo de la sociedad. La experiencia ya nos permite evaluar la Revolución Rusa desde esta perspectiva. Por primera vez en la historia, el principio de la economía planificada demostró su capacidad de llevar la producción a resultados sin precedentes en un lapso muy breve.
No tengo intención de negar u ocultar los aspectos débiles de la economía soviética. En los resultados de la producción industrial influye el desarrollo desfavorable de la agricultura. Ese sector no se elevó todavía, en lo esencial, a los métodos socialistas, pero al mismo tiempo fue empujado por la vía de la colectivización con una preparación insuficiente, de manera burocrática, más que técnica y económica. Se puede corregir estos errores y se los corregirá. La primera lámpara de Edison tampoco fue perfecta. Pero éste es un gran problema que supera ampliamente los límites de mi charla.
Sin embargo, el significado más profundo de esa revolución consiste en que forma y templa el carácter del pueblo. Está muy difundida, y no por casualidad, la idea de que el pueblo ruso es lento, pasivo y místico-melancólico. Esa idea hunde sus raíces en el pasado. Pero en los países occidentales todavía no se tomó debidamente en cuenta que se produjeron grandes cambios en el carácter del pueblo. La revolución es una dura escuela. Nosotros no la elegimos. Un martillo pesado destroza el vidrio pero forja el acero. El martillo de la revolución forja el acero del carácter del pueblo.
Muchos observadores extranjeros, siguiendo un hábito muy arraigado, no encuentran otra explicación para la extraordinaria persistencia que han demostrado las masas populares de la Unión Soviética, en los años que transcurrieron desde la revolución, que la «pasividad» del carácter ruso. Las masas rusas de hoy soportan las privaciones pacientemente, pero no pasivamente. Están creando un futuro mejor con sus propias manos, y quieren crearlo a toda costa. ¡Pero que trate el enemigo de imponer desde afuera su voluntad sobre estas masas pacientes, y verá si son o no pasivas!
Estoy seguro de que el gran pueblo norteamericano tiene el mayor interés, tanto moral como material, en seguir con simpatía los esfuerzos del gran pueblo ruso por reorganizar su vida social a un nivel social superior. Si mi breve charla ayuda a que unos cuantos miles o incluso unos cuantos centenares de norteamericanos comprendan la inevitabilidad interna y el desarrollo de la Revolución Rusa, sentiré que mis esfuerzos han sido debidamente recompensados.
(CEIP)