Un primer acercamiento al 3º Encuentro León Trotsky
En el marco del 3º Encuentro León Trotsky realizado a fines de octubre tuvieron lugar una serie de polémicas en las que es preciso detenerse. Difícilmente podríamos precisar qué es lo que se proponen los organizadores del mentado Encuentro al momento de realizar un evento de estas características: ¿Es acaso el intento de una nueva internacional? ¿Simplemente un debate político? ¿Dar los primeros pasos en la “unificación de los trotskistas”? Cualquiera sea, no ha podido avanzar en ningún sentido.
El Encuentro trasudó un carácter confusionista del cual seguiremos explayándonos en futuros artículos y sobre el cual ya nos hemos explayado en ocasión al 2º Encuentro. Sin embargo, podemos elaborar una primera aproximación en torno a la posición de alguno de sus paneles sobre la historia de nuestro Partido, curiosamente la experiencia más importante de un partido trotskista. Desconocer, deformar o tergiversar esta historia indudablemente constituye un peligroso antecedente para quienes busquen estructurarse como organizaciones revolucionarias.
De esta forma, la revolución boliviana de 1952 y la Asamblea Popular de 1971 estuvieron presentes en los debates sobre el trotskismo en América Latina. Desafortunadamente en la mesa destinada al primero de estos procesos, el expositor no asistió, pero sí estuvo el segundo. La exposición del militante de Política Obrera -Joaquín Antúnez- pretendió estudiar los “debates e intervención, no solo trotskistas” de la Asamblea Popular, pero justamente lo que puede interesar aquí es cómo actúan los revolucionarios y qué tipo de cuestionamientos o reivindicaciones es preciso realizar sobre este proceso. El expositor prácticamente no menciona la actividad del Partido Obrero Revolucionario al que se refiere solo accesoriamente junto a Guillermo Lora.
El “historiador” Antúnez comienza su exposición adhiriendo a los planteos de otra de las expositoras (de la que hablaremos a renglón seguido) al reducir abstractamente el problema de la Revolución de 1952 a una sentencia por demasiado vulgar: existió una adaptación de los “partidos de izquierda y obreros y populares al gobierno del Movimiento Nacionalista Revolucionario”, sin especificar qué vertientes y cuál fue el derrotero de estas mismas. Así el “historiador” es tributario de endilgarle, como hacen las tiendas políticas centristas, dicha adaptación al POR de Guillermo Lora.
Su intervención en el panel estuvo caracterizada por el culto a la espontaneidad, pretendiendo que las masas o la clase obrera, interviniendo aisladamente de su partido y vanguardia, mediante su propia actividad, resulta suficiente para que se eleven en su comprensión y saltos políticos en su consciencia. Es curiosa su mención a la Tesis de Pulacayo, quien según las palabras del “historiador”, tenían un “pequeño defecto” por ser una “traslación casi mecánica del Programa de Transición”. O el “historiador” no entiende la Tesis de Pulacayo, o no las ha leído… dos caras de igual gravedad para alguien que se precie de poder hablar sobre la historia del movimiento obrero boliviano y clarificar lo que allí sucedió.
Continúa señalando que las modificaciones y “correcciones” a la Tesis de Pulacayo (por ejemplo, la Tesis de Colquiri o la Tesis Política de la COB), las realizarían instintivamente las masas, ajenas a cualquier tipo de intervención del Partido Revolucionario. Así la historia correría por arte de magia y llegaría a la Asamblea Popular por generación espontánea, que era el objetivo principal de su charla. El expositor se ocupa de marcar que la Asamblea Popular se desarrolló con características soviéticas y con un programa claramente cuartainternacionalista, pero no analiza el por qué, no analiza el cómo, es decir renuncia a colocar el papel del trotskismo en los acontecimientos bolivianos. Esto es admitido sobre el final cuando apunta que interesa saber “cuál fue el rol de los trabajadores” en general, es decir enfoca mal el problema para alguien que además de “historiador”, se autoproclamaría “trotskista”.
Queriéndolo o no, el expositor abona y reproduce la tesis morenista de la prescindencia del Partido de tipo bolchevique en el proceso revolucionario y, en cierta forma, a las excepcionalidades históricas de la situación boliviana. Esto nos remite directamente a una exposición que lo antecedió, dada por Mercedes de Mendieta de Izquierda Socialista, que a pesar que su tema era “Trotsky y los ejes del programa de los revolucionarios” se detuvo muy especialmente en el proceso boliviano.
Los herederos de Moreno “llevan la carga y no la sienten”
Izquierda Socialista es quien con más firmeza defiende la línea histórica de Nahuel Moreno, pero téngase presente que esto no es nada bueno ni se traduce en una línea política coherente… todo lo contrario. La ponencia de la ex legisladora porteña Mercedes de Mendieta esbozó un esquema para exponer sus posiciones en las que el trotskismo se dividiría en dos desviaciones: el revisionismo oportunista y el sectarismo autoproclamatorio, contra los cuales Nahuel Moreno se habría encargado de batallar. Esto por ser obstáculos para la unidad de los revolucionarios y superar así la crisis de dirección.
En el primer grupo ubica a Mandel y Pablo, quienes renunciaron a la construcción de partidos trotskistas y apoyaron distintos gobiernos de conciliación de clases. En el segundo grupo ubica a Guillermo Lora junto a Lambert y Healy. Es intrascendente la mención de la ex parlamentaria morenista a Lambert y Healy, su crítica se centra en el revolucionario boliviano, retomando las viejas estupideces de Nahuel Moreno. Asombrosamente la ex legisladora afirma que estos “sectarios autoproclamatorios”, circunscriptos a la década del 50 y 60, negaron a la revolución cubana y al Estado Obrero cubano. Y finaliza su cantinela de calumnias infundadas sosteniendo que este segundo grupo renunciaría a la construcción internacional, centrando su actividad en lo que denomina “nacional-trotskismo”.
De Mendieta nos explica que un Moreno muy joven tuvo que batallar contra Mandel y Pablo por imprimirle otra orientación a la Revolución boliviana del 52 sin nombrar cuál fue la posición del POR -única sección trotskista allí; prosigue diciendo que batallaron contra el guerrillerismo y el castrismo; luego reivindica la estructuración del PST en el contexto del retorno de Perón; y para finalizar rechaza las calumnias y falsificaciones sobre la historia del morenismo y el apoyo de “otras corrientes” a los “gobiernos progresistas”. ¿¡Por dónde empezar a contestar tantas tonterías!?
Existe un inocente juego de los más pequeños en los que se suelen cantar “El burrito de San Vicente lleva la carga y no la siente”. El que lleva esa “carga” suele pensar que no la tiene y continúa como si nada estuviese pasando. Exactamente eso le sucede a estos morenistas, en la figura de la expositora, en la que cada una de las cosas que sostiene, Nahuel Moreno lo ha hecho más trágicamente. El morenismo renunció tempranamente a la estructuración de partidos de tipo bolchevique, sin ir más lejos recordamos uno de los tantos ejemplos cuando se disolvió en el viejo Partido Socialista de la Revolución Nacional. Esta fue la forma que adoptó su entrismo en el peronismo durante la década del 50 y 60 “bajo la disciplina del General Perón” según ellos mismos colocaban en su periódico “Palabra Obrera”.
Prosiguiendo con su razonamiento, causa risa la crítica a la negación de los procesos revolucionarios, fundamentalmente el cubano. Mientras Nahuel Moreno comparaba la Revolución Cubana con la “Revolución Libertadora” de 1955, asimilando la figura de Batista con la de Perón, y la de Fidel Castro con la de Aramburu, el “sectario autoproclamatorio” de Guillermo Lora precisaba el carácter de la revolución en su famoso texto “Lección cubana” y el carácter obrero del nuevo Estado. Los “sectarios” -siempre según la difamadora- a diferencia de Nahuel Moreno habríamos renunciado a la construcción Internacional. Contrariamente, a lo que los “sectarios” renunciamos es a la unidad sin principios, a la suma de partidos por el propio número sin clarificar la política, como Moreno ha hecho a lo largo de su historia: conformó internacionales tanto con los “revisionistas oportunistas” como con los “sectarios autoproclamatorios”, con excepción de Guillermo Lora quien siempre se negó a estas tonterías de la unidad sin programa. Nahuel Moreno re-orientó su actividad en los 60 en un claro giro foquista conformando el PRT con Mario Roberto Santucho para terminar en un democratismo rampante en la década del 70 con el PST, que resultó luego de la unidad con el PSA de Coral que reivindicaba el “socialismo” de Juan B. Justo de fines de siglo XIX.
Y para terminar este rápido y superficial recorrido, nos detendremos en esta imputación de Mercedes de Mendieta sobre el apoyo a los gobiernos progresistas. Es necesario comprobar nuestra cordura cuando escuchamos estas palabras saliendo de la boca de un militante de Izquierda Socialista quien hace menos de 1 año llamó a votar por Massa, pero más atrás por Boric, por Castillo, por Evo, por Lula, por Haddad, etc., etc., etc.
No nos equivocamos en nuestra declaración inaugural lanzando no solo una caracterización sino una descripción sobre las contorsiones políticas de estas organizaciones. Esto no significa que renunciemos a ganar para las ideas revolucionarias a sus valiosos, sinceros y abnegados militantes. Pero para esto es imprescindible realizar un meditado balance sobre los innumerables errores y obstáculos que sus organizaciones de origen han aportado a la construcción del Partido Obrero Revolucionario. Y al mismo tiempo, asimilar críticamente la historia del trotskismo internacional y fundamentalmente de su sección boliviana a lo largo de su riquísima historia.
(nota de MASAS n°468)