Se agrava la crisis en Alemania, se adelantan las elecciones
El pasado 6 de noviembre se rompió el gobierno de coalición formado por los socialdemócratas de Olaf Scholz (SPD), los Verdes y los liberales del FDP (Freie Demokratische Partei). Gobernaban desde finales de 2021 y sus diferencias eran públicas.
Las rupturas de las coaliciones de gobierno no son habituales en Alemania, ocurrieron en 1972, 1983 y 2005 y esta última dio inicio a los 16 años de Angela Merkel. Scholz quería mantenerse hasta las próximas legislativas del 28 de septiembre de 2025.
Los socialdemócratas y los verdes insistían por mayor intervención del Estado, con una política social y climática expansiva, el FDP priorizaba el libre mercado y una postura fiscalmente conservadora, favoreciendo una menor intervención estatal.
Es el peor momento para Alemania, inmersa en una grave crisis industrial y preocupada por las consecuencias que tendrá el regreso de Trump en su comercio y su seguridad, sin que se vislumbre el final de la recesión. En Masas anteriores hemos mostrado la situación de Volkswagen amenazando cerrar plantas.
Alemania, la mayor economía de Europa, enfrenta un estancamiento económico, y pronostican una posible contracción este año. Hay una gran presión para que se adopten medidas políticas que impulsen el crecimiento.
Su gobierno se derrumbó tras meses de disputas entre los partidos de la coalición, acentuadas durante la preparación del presupuesto de 2025 que debe cerrarse en noviembre ya que debe cubrir el agujero de miles de millones de euros. Durante estos meses Scholz carecerá de mayoría en el Parlamento para aprobar nuevas normas ya se anticipa un periodo de bloqueo legislativo.
Las promesas que habían hecho a los votantes antes de las elecciones de 2021 fracasaron y los resultados también son miserables: el proyecto de prestaciones por el costo de vida para los desocupados (Bürgergeld) es insuficiente, la infraestructura se desmorona y se han pospuesto los planes de prestaciones por hijos a cargo.
Los neoliberales Demócratas Libres exigían recortes de gastos a una escala que los otros partidos no aceptaban porque entendían que agravaría la crisis económica. La principal disputa giró en torno a si era necesario declarar un estado excepcional para eludir el freno de deuda, que limita el endeudamiento al 0,35 % del PIB, como proponía Scholz, o si debía mantenerse su aplicación estricta, como insistía el ministro de Finanzas, en medio del proceso de aprobación del presupuesto de 2025, que ya presenta un déficit superior a los 12.000 millones de euros.
En ese debate Scholz decidió despedir al ministro de Finanzas, Christian Lindner, del Partido Democrático Libre, poniendo fin a su papel en la coalición debido a profundos desacuerdos sobre la política económica burguesa a aplicar, lo que causó la retirada de la mayoría de ministros del FDP.
También había diferencias sobre la inmigración ya que Scholz, ante el ascenso electoral de la ultraderecha, tomó decisiones como imponer controles a lo largo de todas sus fronteras, agilizar la expulsión de migrantes irregulares y endurecer el discurso contra los refugiados.
Alemania celebrará elecciones anticipadas el 23 de febrero, casi tres meses después de la ruptura de la coalición del gobierno. Esta fecha deberá ser confirmada por el presidente Frank-Walter Steinmeier quien deberá disolver el Parlamento tras la esperada moción de confianza a Olaf Scholz, que perdería. Los partidos de la oposición querían la votación en enero, ya que advierten que Alemania corre el riesgo de quedarse sin timón.
Para realizar nuevas elecciones, Scholz debe convocar y perder una “moción de confianza” en el Parlamento. Ese pedido tendría lugar el 16 de diciembre. Es muy probable que no supere la votación sobre su continuidad en la Bundestag.
La oposición conservadora ganaría con más del 30% de votos y su líder, el demócrata cristiano CDU Merz, sería el favorito para asumir el gobierno. Con dificultades para formar una mayoría en el Bundestag. Los democratacristianos afirman que no harán un acuerdo con la extrema derecha. La extrema derecha de Alternativa para Alemania podría ocupar la segunda bancada con un 18% de apoyo. Los liberales, cuyos desacuerdos con el Gobierno de Scholz contribuyeron a la ruptura de la coalición, pueden quedar fuera del Parlamento con solo un 4% de intención de voto.
Con la economía maltrecha que suma meses en recesión técnica y un potente tejido productivo que se asfixia, el regreso de los conservadores se traduciría en una mayor austeridad y un recorte de gasto social, que seguiría atentando contra las posibilidades de reactivación de la economía.
La caída en picada de la socialdemocracia en Alemania y el crecimiento de las fuerzas de derecha es una prueba más de una tendencia que lleva tiempo consolidándose.
Muestra una sociedad cada vez más desencantada con la democracia burguesa y las corrientes socialdemócratas o las llamadas progresistas por su debilidad e incapacidad para enfrentar la crisis. La izquierda populista de Sahra Wagenknecht también ha tenido un fuerte ascenso en las recientes elecciones.
Alemania ha sido humillada nuevamente por la imposición de EE.UU. y la OTAN de la guerra contra Rusia, utilizando Ucrania como carne de cañón. Por el sabotaje al gasoducto Nordstream para cortar el suministro de gas desde Rusia y también las sanciones comerciales contra Rusia para forzar a la importación de gas desde EE.UU. encareciendo enormemente la energía y golpeando la industria. No pueden explicar cómo siguen asistiendo a Ucrania habiéndose comprobado el acto de guerra contra Alemania, lo que muestra un régimen político en bancarrota. Los Verdes que apoyan a Scholz pidieron más apoyo financiero para Ucrania en respuesta a la elección de Trump.
La política revolucionaria en Alemania debe partir de comprender la irreversible descomposición capitalista, y la política capitalista de atacar los derechos y conquistas de las últimas décadas, una política que potencia la guerra comercial y las guerras bélicas. Ante quienes platean un “frente popular de izquierda” como en Francia, advertimos que no hay cómo frenar a la ultraderecha sin atacar a la gran propiedad, sin expulsar a la burguesía del poder, en Alemania, en la UE y en EE.UU. Expulsando las bases militares norteamericanas y rompiendo con la OTAN. No es con discursos, no es con leyes o con chicanas que se puede enfrentar el curso derechista de la burguesía, sólo la lucha de clases puede derrotar esa tendencia. Con esta estrategia de revolución y dictadura proletarias se debe poner en pie el partido revolucionario parte de la IV Internacional reconstruida.
(Nota de MASAS n°469)