La muerte del Papa Francisco
Todo el mundo apareció condolido por la muerte del Papa Francisco, hasta sus más fervientes opositores conservadores aparecen resaltando sus virtudes y ocultando sus críticas. Los diarios del mundo, la televisión, las noticias, dieron varios días de cobertura durante muchas horas. Pasa con muchos personajes a los que la muerte los abuena y se les perdona sus pecados. Sólo los más extremos de derecha recalcitrante lo siguen acusando de comunista, de amigo de los Maduro, Castro y cuanto enemigo tengan en el mundo.
Los marxistas estamos comprometidos con la verdad, con la historia. No una parte de la verdad, toda la verdad, aunque nuestros amigos se disgusten. No participamos de ningún homenaje al Papa y rechazamos que la CGT y los sindicatos lo glorifiquen.
¿Por qué la Iglesia debió romper su tradición y elegir un Papa no europeo? ¿Es otra Iglesia?
Era necesaria la reconstrucción de una Iglesia que no dejaba de perder fieles ante los escándalos de abusos sexuales, pedofilia, corrupción, la relación con los regímenes más brutales, la riqueza en que viven sus jerarquías, un alejamiento permanente de su pueblo.
Necesitaban con urgencia cambiar la imagen para restablecer el papel de una Iglesia que estaba siendo abandonada y reemplazada por otras. Bergoglio jugó ese papel para denunciar los abusos y pedir perdón a las víctimas, pero sin entregar toda la información sobre los responsables y promover su investigación, denunció el hambre y las guerras, se solidarizó con el pueblo palestino, renunció al lujo y los privilegios de su cargo y desplegó un discurso ausente en las cúpulas eclesiásticas, un discurso que lógicamente llamó la atención de multitudes y generó cierta incomodidad en algunos centros de poder.
Begoglio aparecía como independiente, no vinculado a los círculos del poder y que podría cambiar el rumbo de la Iglesia.
No podemos escindir el papado de Francisco de la historia de la Iglesia y su responsabilidad. No perder la Memoria sobre su rol hoy en la preservación del sistema capitalista de dominación, conservando un poder que venía de mucho antes. Francisco no fue ajeno a ese papel esencial.
El papel de la Iglesia es fundamental en la historia para utilizar su autoridad para domesticar a las masas, subordinarlas al orden como si fuera natural, depositando sus expectativas en el otro mundo.
Recién a fines del siglo XIX la Iglesia debió abandonar sus posiciones más retrógradas y adaptarse al desarrollo capitalista e introduciendo en su doctrina recomendaciones sobre las relaciones entre el capital y el trabajo, postulando una “justa retribución”, desde los valores cristianos. Sobre ese tema profundizarán las Encíclicas Quadragesimo Anno, (1931) de “llamado a la cooperación entre el capital y el trabajo”; Mater et Magistra, (1961), “sobre la justicia social y la intervención del Estado”; Populorum Progressio, (1967), sobre la necesidad de “promover el desarrollo de los pueblos que luchan por superar el hambre y la miseria”; Laborem exercens, (1981), que proclamó la “prioridad del trabajo sobre el capital, la participación de los obreros en las ganancias y la democratización de los lugares de trabajo”. Es en estos antecedentes que se apoyó el papado de Francisco.
En Argentina y en todo Latinoamérica la Iglesia católica había acompañado con su palabra la espada del invasor para someter a los pueblos originarios que no eran considerados humanos. Y acompañó las campañas de exterminio para esclavizarlos y apoderarse de sus territorios hasta fines del siglo XIX.
Hasta no hace mucho tiempo tuvo bajo su control ideológico la educación y también la formación de la oficialidad de las fuerzas armadas. Rechazaba el reclamo de igualdad civil para las mujeres. Rechazaba los derechos civiles para sectores discriminados de la sociedad. Pero el mayor crimen es que la Iglesia Católica Argentina fue parte del terrorismo de Estado.
Es posible que Bergoglio haya ayudado a algunas personas de la persecución de la dictadura, no ponemos en duda los testimonios que lo acreditan.
Pero no consta que Jorge Bergoglio haya levantado la voz bajo la dictadura y posteriormente para reclamar por los curas perseguidos y asesinados, por los niños apropiados y que siguen sin recuperar su identidad, a quienes organizaron las maternidades clandestinas y la entrega de los niños recién nacidos, ni para acusar a la jerarquía que bendijo a los genocidas, que les aconsejó qué debían hacer con los detenidos; a los que visitaban los centros de tortura, y los lugares de la Curia ofrecidos para detener y torturar; para que se abran todos los archivos de la Iglesia… Nos referimos a acciones concretas, terrenales, para enjuiciar a los responsables del genocidio y sus cómplices para que tengan debido castigo, para conocer toda la verdad.
No olvidamos su responsabilidad sobre los curas que revistaban en su orden (Bergoglio era jefe provincial de los jesuitas entre 1973 y 1979), Franz Jálics y Orlando Yorio, secuestrados en mayo de 1976 en el Bajo Flores, fueron detenidos en la ESMA y estuvieron varios meses cautivos. Orlando Yorio responsabilizó a Begoglio por su secuestro: “No tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”.
En Europa sacerdotes de su misma orden indagaron a Bergoglio por los secuestros de la Iglesia de la Santa Cruz por parte de un grupo de Tareas de la ESMA. Querían saber concretamente qué gestiones o denuncias realizó la Iglesia católica sobre el caso sin obtener respuesta.
Emilio Mignone denunció en su libro “Iglesia y Dictadura. El papel de la iglesia a la luz de las relaciones con el régimen militar”, que en muchos casos la luz verde para los secuestros la daban los obispos. Y se refiere al caso de Yorio. Una semana antes de los secuestros “el arzobispo Aramburu le había retirado la licencia ministerial, sin motivo ni explicación”. Bergoglio les había dado a elegir entre dejar el barrio en el que militaban o renunciar a la Compañía. Por expresiones que Yorio escuchó en su cautiverio, “resulta claro que la Armada interpretó tal decisión y, posiblemente, algunas manifestaciones críticas de su provincial Jorge Bergoglio, como una autorización para proceder contra él”. Meses después de los secuestros la Universidad jesuita de El Salvador designó profesor honoris causa al dictador almirante Massera.
Desde los años ´70 Bergoglio fue muy cercano al grupo Guardia de Hierro que combatía la “infiltración marxista” en el peronismo y también en la Iglesia bajo la Teología de la Liberación. Como parte del Plan Cóndor EEUU se orientó a terminar con todos los sectores vinculados a la Teología de la liberación en Latinoamérica en combinación con las más altas autoridades de la Iglesia.
Hubo sacerdotes y obispos que estuvieron a la altura de sus convicciones y denunciaron lo que estaba ocurriendo, otros se sumaban a las luchas obreras y de las villas y muchos de ellos lo pagaron con su vida. En homenaje a su compromiso no podemos callar esta historia del Papa Francisco. Y en homenaje a los 30.000 detenidos desaparecidos, a las decenas de miles de perseguidos, encarcelados, torturados, desterrados, amenazados, a los cientos que aún no han recuperado su identidad.
(Nota de MASAS n°479)