Internacionalismo nº1

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Presentación (Redacción Internacionalismo)

Informe Sobre Nicaragua (Política Obrera)

Los trotskistas frente a la invasión a Afganistán (TCI – Tendencia Cuartainternacionalista)

Inviabilidad de la democracia burguesa (Guillermo Lora)

Propuesta de Programa para el Partido de los Trabajadores (Organización Cuarta Internacional – Brasil)

Uruguay: La situación política (Socialismo Revolucionario – Uruguay)

Estatutos de la Tendencia Cuartainternacionalista (TCI – Tendencia Cuartainternacionalista)

Declaración de fundación de la Tendencia Cuartainternacionalista (TCI – Tendencia Cuartainternacionalista)

Resolución Política del XXVI Congreso del Partido Obrero Revolucionario (POR) – Bolivia (POR Bolivia)


Presentación

Redacción Internacionalismo

 

En el momento en que Marx y Engels tienen que definir, en el “Manifiesto Comunista”, qué es lo que diferencia a los comunistas de los proletarios en general, indican des criterios distintivos: que “destacan y hacen valer los intereses comunes a todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad” y que “en las diferentes fases de desarrollo por que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía, representan siempre los intereses del movimiento en su conjunto.” Éstas ideas han sido sintetizadas en las banderas del internacionalismo y de la lucha por el programa revolucionario; constituyen en realidad dos caras de una misma moneda, en tanto el programa revolucionario del proletariado parte del, y toma forma en él, punto de vista del internacionalismo, es decir de la unidad de la clase obrera y los explotados del mundo contra sus enemigos comunes.

Asistimos en la actualidad a un conjunto de explosiones revolucionarias: caída del Sha de Irán, triunfo del sandinismo en Nicaragua, v a una serie de enfrentamientos agudos entre las fuerzas de la revolución y de la contrarrevolución. Al mismo tiempo, nunca ha sido más válida la afirmación central del Programa de Transición de que “la crisis de la humanidad se reduce a la crisis de la dirección revolucionaria del proletariado Esto es así no sólo en relación al carácter abiertamente contrarrevolucionario de los aparatos del stalinismo v la socialdemocracia y a la conciliación con el imperialismo de diversas direcciones pequeño burguesas del movimiento de masas, sino fundamentalmente en cuanto a la crisis de la IV Internacional, a la ausencia del partido mundial de la revolución socialista, al trabajo destructor de las diversas corrientes que fraudulentamente levantan el nombre del trotskismo, en particular el Secretariado Unificado y el Comité Paritario.

El internacionalismo proletario es un resultado del carácter mundial de la explotación capitalista. El internacionalismo proletario es, de otra parte, la tendencia de todo movimiento de lucha del proletariado, en un cuadro nacional, apenas se manifiesta de un modo independiente. Pero este internacionalismo cobra un carácter genuino, consciente, cuando se transforma en partido, es decir, en partido mundial de la revolución. La unidad mundial de la lucha de clases de los explotados sólo existe realmente cuando está estructurada en una estrategia y organización internacionales. Fuera de esta expresión consciente la unidad mundial de la lucha de clases se expresa unilateralmente, en la unidad política de los explotadores. En ausencia de un partido mundial, la lucha revolucionaria del proletariado se estrangula a sí misma en los marcos locales. Es por esto que en un periodo que se caracteriza por una internacionalización sin precedentes de las fuerzas productivas pueden reaparecer a la cabeza de las masas direcciones políticas que expresan el localismo, por lo tanto, el pasado -como el islamismo, el foquismo, y direcciones pequeño burguesas con base en masas precapitalistas.

En ausencia de una dirección revolucionaria las fuerzas internacionales de la reacción consiguen desviar a las masas por medio de esas direcciones que se caracterizan por el antiinternacionalismo visceral. Las formidables explosiones de los explotados que caracterizan a la presente etapa, de un polo al otro del planeta, abarcando a naciones que tienen un grado de desarrollo histórico diferente, nos muestran el dominio de la tendencia particularista sobre la internacional, esto debido a la ausencia del partido mundial. Hablar, en estas condiciones, de la creciente unidad mundial de la lucha de clases es simplemente echar agua al molino de la dispersión. No, la tendencia internacional de la lucha de clases se revierte en su contrario cuando no asume un carácter consciente, “para sí“, es decir, un partido mundial. En este sentido, la situación actual es por supuesto bien inferior a la de 1919 y 1924, cuando la IV° Internacional era efectivamente dirección de los explotados, del proletariado de los países imperialistas y de las masas de los países coloniales y semicoloniales. Lo es también en relación a 1938, cuando los reducidos y aislados núcleos y organizaciones trotskistas conforman la IV Internacional, en base a claras ideas programáticas, sintetizadas en el Programa de Transición.

La crisis de la IV Internacional tomó forma de una brutal debacle teórica, que terminó por arrojar por la borda el Programa de Transición para adoptar puntos de vista de clase hostiles a la revolución proletaria. En efecto, si la pérdida de rumbo en materia teórica puede explicarse en términos de las presiones de las clases enemigas sobre los núcleos aislados de trotskistas, aislado sobretodo en el terreno internacional, que emergieron luego de la II° Guerra Mundial, lo decisivo es que acabaron por asimilarse a la gama de direcciones contrarrevolucionarias y conciliadoras del proletariado y las masas, en particular cuando equívocamente re fulgían con el brillo revoluciona-rio. Lo hicieron con el stalinismo, con el nacionalismo pequeño burgués, con el foquismo. Estas corrientes, el pablismo y sus diversas variantes y socios, ya no se caracterizan por tal o cual desviación teórica, sino por su estructuración política en el campo de clase enemigo del proletariado, bajo la forma de la adaptación a esas direcciones.

El carácter de nuestra época histórica es el de “guerras y revoluciones”, el de un enfrentamiento mortal entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, el de las oscilaciones bruscas de la lucha de clases; es un período de declinación histórica irreversible del capitalismo en el cual las masas pugnan por destruir el viejo orden existente que las condena a la barbarie.

La progresión de la revolución proletaria no es en ningún caso rectilínea, precisamente porque sus problemas se concentran en la cuestión de su dirección. En 1917, triunfó la revolución proletaria en Rusia gracias a la existencia del partido Bolchevique; en 1919 se funda la III° Internacional como partido mundial de la revolución.

La degeneración y destrucción de esta Internacional a manos del stalinismo y la crisis de la IV Internacional marcan nuestra época histórica en este sentido preciso: el proletariado carece de una dirección revolucionaria y los diversos retrocesos que sufre el imperialismo luego de la IP Guerra Mundial no dan lugar a que el proletariado y las masas se eleven a una actividad revolucionaria a escala internacional. Las direcciones circunstanciales de las movilizaciones de las masas utilizan las posiciones conquistadas para tratar de estructurar una política de colaboración con el imperialismo. Claro está que en el caso de los Estados Obreros ello no puede anular su naturaleza social, que choca con las necesidades de reproducción del capital; este choque tiene que refractarse, a pesar de la voluntad de la burocracia, en enfrentamientos circunstanciales con el imperialismo.

Es la inexistencia de la dirección revolucionaria lo que ha permitido que el imperialismo y las direcciones contrarrevolucionarias maniobren a fin de contener el movimiento de masas, para ahogarlo y hacerlo retroceder. La huelga general de 1968 en Francia, la lucha antiburocrática de las masas checoeslovacas, el combate heroico y encarnizado de los obreros y campesinos vietnamitas, indicaron, sin duda, una tendencia a la generalización v unificación de la lucha contra el imperialismo y la burocracia, pero este movimiento no podía resolver los problemas que planteaba como cuestiones inmediatas de la lucha de clases precisamente por la crisis de la IV Internacional. Los regímenes burgueses y burocráticos no han alcanzado ningún grado de estabilidad histórica como resultado de este proceso; el proletariado no ha alcanzado sus fines históricos, conoce un transitorio periodo de reflujo (Portugal, España, Francia), pero no ha sufrido ninguna derrota decisiva, aunque algunas muy importantes (Chile, Argentina). Es esta resultante contradictoria la que explica la situación actual.

La tarea de los trotskistas, de los revolucionarios, no consiste en hacer la apología de las condiciones existentes para deducir que, pese a todo, la revolución marcha para adelante. Es esto lo que hacen los profetas que anuncian el triunfo para mañana y que descubren la revolución proletaria en cualquier movilización de masas, sin considerar su dirección, sus objetivos, su carácter de clase. La maduración de las condiciones de la revolución proletaria se sintetizan en la construcción de su dirección revolucionaria, nacional e internacional, que se desarrolla en base a la actividad de las masas y que se expresa en tanto su vanguardia se organiza en base a claras ideas programáticas, a la independencia de la burguesía y de las variantes de la pequeña burguesía, para su intervención en el combate cotidiano de los explotados.

La TCI se ha estructurado con este propósito. Proclama la necesidad de reconstruir la IV Internacional en base a su programa y se ha dado un método político que corresponde a estos fines. Su función no puede ser la de medrar del pablismo y otras corrientes que falsamente levantan el nombre del trotskismo bajo el pretexto de una discusión con las mismas y de las consiguientes maniobras de unificación. Por el contrario, se trata del combate político más decidido contra estos agrupamientos.

La TCI se ha constituido y ha dado pasos efectivos de progresión porque está vertebrada por claras ideas políticas y por una intervención revolucionaria de sus secciones en la lucha de clases. Es así como hemos formulado nuestras posiciones programáticas sobre la revolución nicaragüense, sobre Irán, sobre invasión de las tropas rusas a Afganistán. En esta revista se encuentran los materiales elaborados al respecto por nuestra III Conferencia, así como diversos documentos y posiciones de sus secciones.

En tanto la TCI se Propone la reconstrucción de la IV Internacional, sólo puede funcionar ajo los principios del centralismo democrático. Claro está que esto supone tensiones, porque excluye el podrido principio del federalismo y las relaciones diplomáticas, que caracterizan por su propia naturaleza política al SU y al Comité Paritario La TCI se ha dado Estatutos que reglan su funcionamiento y que reproducimos en la revista v ello ha sido posible en tanto eliminó desde el comienzo los rasgos del federalismo. Las posiciones y actividades de cada una de las secciones son sistemáticamente objeto de discusión y resolución por parte de los organismos de la tendencia.

Estamos indicando así un eje de desarrollo para todas las organizaciones y militantes que se propongan la reconstrucción de la IV° Internacional, del partido mundial de la revolución socialista. Sin duda que las dificultades son grandes; lo que importa es asegurar este desarrollo a través de un trabajo sistemático. Para los revolucionarios, con su programa y su organización, las alternativas de la lucha de clases constituyen, en definitiva, el pan de cada día.


Informe Sobre Nicaragua

Política Obrera

 

El FSLN capturó la dirección política de las masas, ya en pleno período de movilización revolucionaria contra el régimen de Somoza, por medio de una estrategia de alianza con la burguesía nacional de Nicaragua. En un primer momento justificó esta postura en la necesidad de “aislar” a Somoza, luego la presentó como un curso ineludible para resolver la “reconstrucción nacional” del país, desbastado por la dictadura y su sangrienta guerra contra las masas. En cualquiera de los casos, ese planteamiento importaba lo siguiente: frenar la ejecución de las medidas democráticas y nacionales, impedir que el proletariado y las masas se irguiesen en sus propias organizaciones de poder, de modo de asegurar la colaboración con la burguesía. En las condiciones precisas de la revolución, es decir, luego del fracaso de todas las tentativas por reemplazar a Somoza por un gobierno burgués con la exclusión del sandinismo, el FSLN integró a sus planteos pequeño burgueses radicales los específicos de las fracciones burguesas opositoras, lo que concluyó en un planteamiento de “democracia pluralista” y unidad nacional” —vigas maestras de una reconstrucción del Estado burgués.

Todo esto permite ver que lo que ocurrió exactamente en Nicaragua fue esto: los explotadores nativos, en completa bancarrota por la intransigencia de Somoza, lograron forzar su camino hacia la dirección de la revolución, imponiendo sus planteamientos por medio de una alianza con el FSLN. Por inestable que fuese la perspectiva de una combinación política como ésta, es indudable que abrió al gran capital una alternativa dentro del campo revolucionario, lo que es un instrumento precioso para la contrarrevolución tomada en su conjunto.

Ni que decir que un éxito de esta estrategia democratizante importaría el retorno de Nicaragua a un status de semicolonia del imperialismo, en el mejor de los casos con un barniz democratizante.

Pero la burguesía de Nicaragua hace mucho que ha caducado como una clase capaz de resolver los problemas del desarrollo nacional. Fue históricamente incapaz de superar la balcanización de Centroamérica, que siguió en poco al hundimiento del colonialismo español. Su fracción más auténticamente capitalista, que se desarrolla junto a la transformación de la producción de café como rama del comercio mundial, se estructura sobre la base de la más brutal expropiación del pequeño campesino, abriendo un abismo con la mayoría nacional. De otro lado, todos sus intereses económicos la atan al imperialismo mundial, para quien, además, Nicaragua tenía un valor estratégico militar fundamental. Es por estos factores que fracasaron las tentativas nacionalistas de fines del siglo pasado, y que la “guerra constitucional” emprendida por esta fracción de los terratenientes burgueses culminará con el apoyo a la intervención de los “marines”.

El movimiento dirigido por Sandino (1928-33) nace del riñón de los terratenientes liberales y se diferencia de ellos por plantear una lucha intransigente por la retirada incondicional de los “marines”. Sandino es el primero en cometer el error de separar la lucha nacional de la revolución social, así como de identificar la independencia política con la emancipación nacional. Es esta estrategia la que explica su derrota.

Cuarenta años más tarde, los que se reclaman sus discípulos se orientan en la misma dirección. Pero las condiciones no son las mismas, ya que, entretanto, ha hecho irrupción-y esto a nivel de toda América Central- junto al semi-proletariado agrícola, la clase obrera industrial, que tiene la oportunidad de madurar en el curso de un mismo período político, y en las condiciones creadas por la revolución, de modo de transformarse en el caudillo de la revolución.

La burguesía que ha impuesto su presencia a las masas por medio del FSLN, ha estado históricamente vinculada a la opresión de la mayoría nacional, y esto en la forma extrema de la dictadura somocista. Esto significa, precisamente, que carece de toda autonomía, sea frente al imperialismo, sea para autogobernar con métodos democráticos. Este carácter fantasmal de los oligarcas de este país se ha acentuado con la revolución, que al abatir la vieja estructura del Estado ha dejado al desnudo su espantoso raquitismo social, así como que su representación y función políticas no son un resultado de su propio peso en la sociedad sino de sus lazos con el gran capital internacional. Por eso, si se despoja al proceso político nicaragüense de su retórica y de sus ficciones nacionales, no existe dificultad en ver que la estrategia frentista-burguesa no es otra cosa que un frente de colaboración con el imperialismo yanqui. ¡Cómo que todo el ajetreo con un miserable crédito de 75 millones de dólares se resolvió al instante con la solución de recambio burgués dada a la última crisis de la Junta!

Es así que con una situación revolucionaria que va envolviendo a toda América Central, lejos de formular un planteamiento de unidad revolucionaria centroamericana, llamando a los trabajadores de EEUU a repetir y superar su movilización por Vietnam, el FSLN se entrampa en sus criterios “nacionales” y se produce en El Salvador el mismo intento burgués-frentista, donde una fracción de la oligarquía busca imponerse en la dirección del proceso revolucionario a través del visto bueno de los tres bloques de la izquierda combativa. Es el imperialismo el que aprovecha este proceso, reconstruyendo sus posiciones en la Junta salvadoreña y en el GRN de Nicaragua, así como antes maniobró, mediante el tratado del canal de Panamá, en aislar otros focos de convulsión revolucionaria.

No hay un detalle de esta estrategia política que no haya sido discutido y acordado en La Habana, cuyo gobierno está empeñado a rajatablas en abrir una fase de “detente” con el imperialismo norteamericano. El castrismo cree firmemente que se le puede imponer a los yanquis el reconocimiento de regímenes políticos dirigidos por fuerzas afines a la suya, toda vez que estos no se empeñen en superar el marco democrático. El castrismo aparece así como el garante político del orden burgués, llegando a un extremo de oportunismo sin comparación con el pasado (apoyo a Allende, Velasco Alvarado, Torrijos, Campora, etc.). Todo el tratamiento dado a la provocación imperialista relativa a la cuestión de los que quieren emigrar de la isla revela esa orientación a una actitud de total desprecio ante la opinión odrera mundial, tratando a la masa que quiere emigrar de antisocial, sin hacer la menor autocrítica real al enorme burocratismo que ha contribuido a esta situación; b) la utilización de esta crisis para reclamar al imperialismo y una negociación global de sus relaciones -lo que pone en el tapete la negociación de la revolución en América Central.

“Las revoluciones proletarias -decía Marx- se critican continuamente a sí mismas, interrumpen su curso sin cesar, vuelven a lo que parecía ya realizado para recomenzar todo de nuevo…” Esta es la actitud que corresponde a los marxistas, hoy más que nunca, rechazando la complacencia burocrática de los que se acercan a la lucha revolucionaria sólo para medrar con ella.

La reconstrucción empantanada

A ocho meses del triunfo sandinista la revolución nicaragüense sigue empantanada en relación a la resolución de los gravísimos problemas heredados del pasado, tanto el lejano como el inmediato. En los últimos meses se han sucedido una serie de huelgas obreras en resistencia a la política pro-capitalista del sandinismo, al tiempo que los capitalistas nativos y extranjeros acrecentaban el sabotaje productivo y las presiones de todo orden sobre el gobierno.

Indudablemente el rumbo que está pegando la revolución está determinado por la estrategia política de su dirección, el FSLN. Este ha delineado un plan político y económico que consiste en la colaboración con la burguesía nativa, y por su intermedio con el capital mundial, como supuesta vía para la reconstrucción económica del país, saqueado por el somocismo y destruido por la guerra civil.

Haciendo un balance de estos ocho meses, puede verse el fracaso de los planes de la Junta de Gobierno y el FSLN en lograr el aporte de crédito del exterior para reactivar la producción y la colaboración del capital privado para poner en marcha las fábricas y empresas que en gran parte continúan en su poder, esto al mismo tiempo que se negaban aumentos salariales imprescindibles y se negaba el pago del aguinaldo.

“En general, la ayuda internacional ha sido pobre”, señaló el “Latin American Economic Report” (19/10/79). La CEPAL (Comisión Económica para América Latina), estimó en 1.000 millones de dólares el déficit de la balanza de pagos para 1980 y en 500 millones las necesidades financieras de este año para reparar los daños de la guerra civil. Frente a esto, puede contabilizarse en menos de 350 millones los créditos recibidos del exterior y en términos nada favorables. Así, el Fondo de Inversiones de Venezuela aportó dos créditos de 20 millones “por seis meses y al 10,5 por ciento de interés, términos descriptos por algunas fuentes como ‘semiduro’” (ídem). El senado norteamericano anuló días atrás un crédito de 75 millones de dólares que ya había aprobado, por pocos votos, la Cámara de Representantes.

En general, la actitud del gran capital ha sido de largar algún dinero a “cuenta gotas”, en términos cortos y a un alto precio político. Venezuela que otorgó 40 millones por ejemplo, lo “condicionó a la selección de ciertos políticos ‘moderados’  como miembros del gabinete nicaragüense” (ídem).

Los sandinistas no vacilaron en entrevistar al Papa y al Consejo de las Américas, en EEUU (que reúne’ a los más grandes monopolios yanquis con Rockefeller a su cabeza), en demanda de ayuda. El Papa previno a los sandinistas de que las prerrogativas de la Iglesia deben ser mantenidas; la banca imperialista alertó al FSLN de que no siguiera el ‘‘modelo cubano”. El ministro Whelock expuso los planes de moderación del sandinismo y aunque “el Consejo de las Américas le prodigó un aplauso sostenido e intenso al comandante guerrillero como hace tiempo no se recordaba en un auditorio tan completo y tan claro en sus ideas” (“El Diario” Caracas 12/12/79), la banca imperialista no aflojó un dólar.

Tampoco en la colaboración privada interna las cosa;? han ido mejor. La Junta de Gobierno y el sandinismo aprobaron un Plan de Reactivación Económica cuyo eje es el acrecentamiento del papel del capital privado en la economía del país. El plan de 1980 prevé una participación privada en la producción superior a la estatal. Así, “en el sector agropecuario el 19 por ciento corresponde al Estado y el 81 por ciento al sector del capital privado; en el manufacturero, básicamente en el agroindustrial e industrial, el 25 y 75; en la construcción, 70 y 30 por ciento; en la minería, el 100 por ciento estatal; en los servicios, incluyendo la banca, 55 y 45 por ciento. El índice promedio nos da que el Producto Bruto interno el 41 por ciento corresponde al Estado y el 59 por ciento al sector privado” (Alfonso Robelo miembro de la Junta en “Clarín”, 19.1.80). Otra cuestión decisiva que aclaró Robelo es que “a pesar de que tenemos efectivamente nacionalizada la comercialización de los principales productos de exportación a través de las distintas reparticiones del Ministerio de Comercio Exterior, no tenemos el control del aparato de producción. Comercio Exterior debe cumplir una función de control para lograr mejores precios y manejar menor la moneda dura extranjera. Pero en ningún momento debe servir para captar excedentes económicos, que sólo deben recaudarse por la vía de los impuestos Por eso creamos los impuestos de exportación Por otro lado, el comercio interior no está monopolizado, sirve para un control paralelo para poder competir con los canales tradicionales de producción”

A pesar de estas enormes concesión la situación de parálisis de la economía (fábricas sin funcionar, falta de dinero en la Tesorería del Estado etc.) no se ha revertido pues el capital se siente más seguro afuera que adentro, y, condiciona sus inversiones a concesiones políticas de fondo. El COSEP (Consejo Superior de la Iniciativa Privada), central empresaria, exigió en un pronunciamiento “que se fijen lineamientos a corto plazo (de cero a dos años) para establecer los procedimientos en la producción, importaciones, financiamientos y habilitaciones y pide reglamentar las relaciones laborales para impedir que los conflictos entre patrones y obreros sigan siendo impulsados al extremo de parar la producción” (“Clarín”, 9.12.79).

La burguesía nativa exige la implementación de un plan político que acreciente su participación y control de los resortes del Estado y desmantele las conquistas obreras y campesinas, presionando para ello por medio de la “parálisis de la producción”, la evasión de capitales y el chantaje imperialista.

La dirección sandinista ha realizado concesiones importantísimas en el sentido de la exigencia empresaria. Así un reciente decreto “suspendió por tiempo indeterminado las confiscaciones de bienes muebles e inmuebles y centenares de cuentas bancadas que estaban siendo investigadas fueron desbloqueadas (LAR, 23/11/79). Al mismo tiempo un porcentaje del aguinaldo fue pagado en una especie de impuesto forzoso a obreros y empleados en beneficio del tesoro estatal. Y Alfonso Robelo y Tomás Borge “prometieron a unos mil ganaderos reunidos en Chontales, al oriente del país, que continuarán recibiendo apoyo del Estado para seguir trabajando en forma privada” (“Clarín’’, 13/2/80). Estos créditos sumarán 30 millones de dólares y’ Borge a su vez sostuvo que el gobierno “les proveerá armas para defender sus instalaciones” amenazadas por “bandas de maleantes”.

Como el sabotaje capitalista no se detiene, contradictoriamente con estas medidas, el FSLN se vio obligado a decretar recientemente la prisión de quienes evaden divisas. De este modo, por la vía principal de las concesiones y la supletoria de la coerción, el FSLN intenta encauzar a la burguesía nativa por la senda de la “colaboración” con la revolución.

Pero el resultado no puede ser más claro. La inflación ya trepa al 60 por ciento, el desempleo afecta a un tercio de la fuerza de trabajo, la productividad ha caído verticalmente. Según un semanario como “The Economist” la inversión privada es casi nula, y la estatal (270 millones de dólares) absolutamente insuficiente. La revista confirma también la gran evasión de divisas y capitales, efectuada en abril último, esto en pleno régimen revolucionario.

No existe ninguna posibilidad de poner en marcha el país en tales condiciones. Las 3/5 partes de la economía siguen en manos privadas, entre ellas el estratégico sector algodonero. El capital privado no emprende ninguna iniciativa. Este hecho, solamente, ya prueba la superioridad que tendría una nacionalización masiva bajo control obrero.

La disyuntiva es simple: o capitular ante el sabotaje económico de la burguesía y la presión del capital financiero mundial, o emprender la expropiación de la burguesía, llamar a las masas a un sacrificio en función de sus intereses históricos (y no como ocurre en la actualidad al servicio del capital) y lanzar una campaña de solidaridad material y política con la revolución. Es necesario dejar claro que la aceptación de la primera alternativa será la más penosa y dolorosa para las masas, pues la reconstrucción capitalista se hará sobre la máxima explotación, opresión y sufrimiento de la población laboriosa. Si el FSLN está pensando en ser el guardián contra los “excesos” de una reconstrucción capitalista está simplemente esperando en el limbo. La teoría del Estado antiimperialista que corregirá las deformaciones del capital extranjero no tuvo ni tendrá lugar en la historia.

Los “campeones” de los pueblos oprimidos como las burocracias stalinistas contrarrevolucionarias, no se han presentado para ayudar a la reconstrucción de Nicaragua, Dejan el terreno libre para la acción imperialista. Un planteo de ruptura con la burguesía, de formación de un gobierno obrero y campesino, de llamamiento a la solidaridad internacional y al impulso de la revolución centroamericana, debería ir acompañado del reclamo a las direcciones contrarrevolucionarias de los Estados Obreros en favor de una ayuda inmediata y masiva a Nicaragua.

Política pequeño burguesa y régimen político

“El carácter de clase de una revolución está dado por el carácter del régimen político que ella instaura (León Trotski, “La revolución española”). El hecho de que el sandinismo estructure una Junta de tipo democratizante encierra a la revolución en el terreno de la revolución burguesa. La constitución del Gobierno de Reconstrucción Nacional significa que el poder político ha quedado en manos de la burguesía, tanto por la presencia burguesa en él, como porque esta revela la orientación fundamental de la dirección política sandinista: no sacar a Nicaragua del sistema de los Estados burgueses. La formación del GRN coincidió con el punto más alto en la movilización revolucionaria de las masas y el primer objetivo de su formación fue evitar que estas estructurasen su propio poder cuando el empuje revolucionario concluyó destruyendo a la Guardia Nacional.

La constitución del gobierno burgués de la Junta, por un lado y la destrucción del ejército burgués somocista, por otro, determinan la conformación de un régimen especial de dualidad de poderes, donde se enfrentan el poder formal de la burguesía representado por el GRN, y las organizaciones de masas dirigidas por la pequeño burguesía. El sandinismo mediatiza estas organizaciones con su participación en el GRN.

La dualidad de poderes en Nicaragua se encuentra oscurecida por la falte de independencia del proletariado. En uno y otro polo de esta dualidad domina la burguesía. Sin la existencia de un partido revolucionario la dualidad de poderes sólo puede existir larvada, fantasmal, nunca puede erguirse al nivel del enfrentamiento cabal entre las clases antagónicas. Pero para el imperialismo esta dualidad debe ser suprimida, pues lo contrario significa una vigencia apenas restringida del derecho de propiedad. El imperialismo exige del FSLN la reconstrucción del Estado, y no le importa que este camino se emprenda con slogans democratizantes. La función del democratismo en la revolución, es estrangularla.

Entre los compromisos asumidos por el FSLN con el embajador Brosder, con el pacto andino y con la oposición burguesa nicaragüense, figuraba la creación de un Consejo de Estado, que tendría mayoría de representantes burgueses. Pero la inactualidad de este consejo con el ascenso de la revolución, su contradicción demasiado evidente con la radicalización de las masas, obligó al sandinismo a postergar su constitución, y esto se transformó en un factor de roce con la burguesía y el imperialismo. Si el sandinismo, sin embargo, postergó la creación del consejo, no fue para desechar este organismo de conciliación con la burguesía sino para salvar este planteo del naufragio irremediable que hubiera sobrevenido a un violentamiento tan abierto del proceso revolucionario. Si no se podía imponer tal institución al menos había que salvar su perspectiva.

Por su programa de respeto a la propiedad privada, el sandinismo y el GRN son incapaces de llevar adelante las tareas democráticas. La constitución del GRN y el proceso de reorganización del Estado burgués representa la preparación de la contrarrevolución democrática que, de desarrollarse, retrogradaría a Nicaragua a su status semicolonial. Como decía Trotsky en Lecciones de Octubre: “Considerada en sí misma la revolución de febrero era una revolución burguesa. Pero como revolución burguesa había llegado demasiado tarde y no contenía en si misma ningún elemento de estabilidad. Desgarrada por contradicciones que se manifestaron inmediatamente por medio de la dualidad de poder, ella debía transformarse o bien en introducción directa a la revolución proletaria – que fue lo que ocurrió -, o bien, bajo un régimen de oligarquía burguesa arrojaría a Rusia a un estado semicolonial”.

No hay posibilidad de desarrollo de la revolución si no hay un recurso hacia el estado obrero, La existencia de un régimen de dualidad de poder implica una doblo alternativa, o se derroca al poder de la burguesía corporizado en los funcionarios burgueses del gobierno de R.N., o se avanza en la reestructuración del estado burgués destruyendo todos los vestigios de doble poder.

Con toda la importancia que tiene la profundidad de la movilización de las masas nicaragüenses, la resolución positiva de la fase de dualidad de poderes, plantea como necesidad perentoria él logre de la independencia política del proletariado con la construcción de su partido revolucionario. La política pequeño burguesa del sandinismo de reconstrucción del estado burgués, se ha demostrado como un instrumento de bloqueo y estrangulamiento de la revolución.

Entran en crisis los acuerdos de noviembre 

De julio a noviembre del 79 se lleva adelante el plan de reconstrucción inicialmente concebido. El sandinismo reprime las iniciativas de ocupación de tierras no previstas en las confiscaciones de las propiedades de Somoza, las ocupaciones de fábrica y el boicot al pago de los elevadísimos alquileres. Pero ante el auge de este movimiento se ve obligado a ceder; nombra interventores en los nuevos fundos ocupados, rebaja los alquileres, tolera una forma retaceada de control obrero. Esto pone en crisis los acuerdos con la burguesía que se resuelve en noviembre mediante un decreto que suspende por tiempo indeterminado las confiscaciones de bienes muebles e inmuebles y que desbloquea centenares de cuentas bancarias que estaban siendo investigadas (aquí tenemos el “misterio de la evasión de divisas”).

El conjunto de esta orientación encuentra la oposición creciente de obreros, campesinos y milicianos. Un indicio de esto se reflejó en Masaya cuando el comandante Tomás Borge, después de la vana tentativa de otros tres altos jefes, se dirigió a un cuartel donde 500 milicianos estaban dispuestos a abrir fuego” (“Le Monde”, 27/10/79). Estos milicianos se negaban a entregar las armas y Borge tuvo que dar seguridades a los amotinados de que los “fusiles
revolucionarios no apuntarán a los revolucionarios”.

Al descontento generalizado pro la incautación de una parte del aguinaldo se sucedieron en enero y febrero una serie de huelgas que obligaron a la dirección sandinista a dar marcha atrás en sus planes originales. Una huelga ocurrió en la construcción de Managua, que cuenta con 4.000 obreros. El gobierno intento deducir una parte del sueldo en favor de la “reconstrucción del país”. Los obreros salieron a la huelga exigiendo el jornal entero, la instalación de un comedor, una proveeduría con bajos precios y el pago de los días de huelga. Al tercer día de huelga, el gobierno tuvo que conceder las demandas. En el ingenio San Antonio, el más importante del país, el comandante Ruiz trato de convencer a los obreros en asamblea para que levantaran la huelga por la difícil situación económica. Fue obligado a abandonar la asamblea y solamente cuando se concedieron las reivindicaciones pudo nuevamente dirigir la palabra.

En el gremio de la construcción, la dirección sandinista intento reconocer únicamente a la Central Sandinista de Trabajadores (CS) cuando la mayoría del gremio estaba afiliado a la CGT-i de la dirección stalinista. Varias manifestaciones y una huelga obligaron al sandinismo a rever su actitud.

A fines de febrero pasado se produce una oleada de huelgas en el sector fabril, que presenta el punto más alto de movilización desde la victoria revolucionaria de julio. Se producen huelgas por aumentos de salarios que son acompañadas por huelgas de solidaridad, que abarcan a varias decenas de fábricas. Por otro lado, otro conjunto de empresas son ocupadas por los obreros en respuesta a maniobras de sabotaje de la patronal.

Es en este contexto que el sandinismo lanzó un virulento ataque contra una serie de grupos, como Frente Obrero, CAUS -central sindical en manos de una rama del stalinismo, el diario El Pueblo, etc., quienes apoyaban el movimiento huelguístico. Evidentemente, concedidas las reivindicaciones, el sandinismo apuntó a desmantelar las direcciones sindicales no-sandinistas opositoras en un intento por subordinar a todo el movimiento obrero a sus planes económicos y políticos.

Es a la luz de esta situación que debe ubicarse el parcial cambio de gabinete de fines de año, en el que varias figuras burguesas fueron reemplazadas por comandantes sandinistas en los ministerios de Defensa, Agricultura, Industria y Planeamiento, mientras Economía y Banco Central siguieron en manos de notorios capitalistas. Ante el impasse económico productivo, el sabotaje capitalista y el descontento en sectores de las masas, el sandinismo se vio obligado a tomar directamente en sus manos sectores vitales del aparato del Estado, en un intento por ejercer su autoridad para disciplinar a los capitalistas y a la oposición obrera en torno al Plan de Reactivación Económica.

Se trataba de una formidable presión de masas. El sandinismo vuelve a ceder y, en marzo, anula de hecho los decretos de noviembre, lo que le permite confiscar firmas luego de cumplidos treinta días de investigación pública para determinar si ha existido evasión de capitales o sabotaje económico. Pero esta ley es una compuerta que se abre a las ocupaciones de tierras y fábricas. The Economist caracteriza así esta fase del ascenso: “El trote de la evolución hacia el estilo cubano de socialismo se ha transformado en galope mes pasado cuando los obreros comenzaron a ocupar Moneas y tierras ilegalmente” (10/5/80). El 17 de febrero, la Asociación de Trabajadores del Campo había realizado una concentración de treinta mil personas en Managua, exigiendo que ni una pulgada de tierra fuese restituida a sus propietarios”, en referencia a los fundos intervenidos por el IMRA. Frente a este ascenso, el sandinismo debe dar marcha atrás en lo acordado en noviembre y lanza un primer decreto el 2 de marzo por el que se expropia toda la agricultura privada intervenida por el IMRA, lo que representa la primera expropiación oficial de tierras no somocistas. El segundo decreto faculta al gobierno para atender las demandas obreras de intervención e investigación de empresas sospechosas de descapitalización.

El desarrollo de la movilización ha echado por tierra los acuerdos de noviembre y ha abierto un nuevo curso de choques con la burguesía.

Ruptura de la Junta

En respuesta a estos decretos, el COSEP declaró el 5/3 que con ellos, el gobierno “perjudicaba seriamente su propia credibilidad” y estimulaba la “atmósfera de anarquía y desorden social evidenciadas por las tomas de fábrica y de haciendas, y las agresiones gratuitas…” Los criadores de ganado, plantadores de algodón y de café comenzaron a hacer un gran número de reuniones denunciando la “inseguridad” en que vivían los propietarios.

Lo más espectacular de la ofensiva burguesa fue llevado adelante por el ministro Robelo, miembro de la junta, quien convocó el 16 de marzo a un acto de 5.000 personas para relanzar el Movimiento Democrático Nicaragüense. En este y otros actos realizados en la semana previa se agitó todo un programa de ahogo de la revolución: “elecciones libres tiempo más corto posible”, el “respeto al Programa de Gobierno adoptado por la Junta en julio pasado”, el ejército y la policía deben estar “al servicio de la nación y no al de una Ideología o partido en particular”, la “propiedad Individual” y la “propiedad privada en los medios de producción debe ser respetada”.

Que toda esta campaña está directamente manejada por el imperialismo lo reveló el hecho que días antes de lanzarse Robelo realizó una “visita privada” al secretario del Departamento de Estado Warren Christopher. Con lo que se demuestra una vez más que la Junta de gobierno representa una alianza con los representantes directos del imperialismo.

Un aspecto esencial de la contraofensiva burguesa-imperialista lo ha constituido la movilización
contrarrevolucionaria de la pequeña burguesía. No sólo Robelo convocó abiertamente a un acto público, sino que se hicieron presentes otras formas de esta movilización. El 9 de marzo, los pequeños comerciantes de Managua salieron a la calle para protestar contra el control de precios. Esto nos está revelando los diferentes frentes con que se intensifica la contraofensiva burguesa contra el ascenso de las masas, tejo la mirada tolerante del FSLN. La función de esta tolerancia es usar la presión contrarrevolucionaria “democrática” para domesticar a las masas con el argumento de la “unidad nacional”.

En la respuesta que dio el sandinismo a esta campaña se evidenció su voluntad de mantener a cualquier precio la política de conciliación. La Dirección Nacional del FSLN expresó “optimismo” sobre las declaraciones de Robelo “en el sentido de que se propone trabajar consistentemente dentro de la revolución”, aunque “para revitalizar el movimiento que lidera lamentablemente desarrolló ataques a varias acciones del gobierno del cual él forma parte al más alto nivel”. Agregando: “El FSLN se propone a través de este comunicado un llamado a la reflexión en favor del fortalecimiento de la unidad nacional para la revolución” (Intercontinental Press, 31/3/80).

¡Cómo contrasta esto con la represión desencadenada contra la oposición de carácter izquierdista! ¡Cuánta tolerancia con los medios políticos y periodísticos de la burguesía (La Prensa), mientras se amordaza la libre expresión de los sectores que se reclaman de las masas! Todo esto revela la tendencia política fundamental del FSLN.

Pero fue con el anuncio de la alteración de la composición del Consejo de Estado que la burguesía profundizó su contraofensiva. Se estableció en el nuevo Consejo una mayor presencia numérica de representantes de organizaciones de masas controladas por el FSLN. Pero si bien se mira, ésta era la única forma viable de salvaguardar la constitución de este organismo de conciliación de clases, en condiciones de ascenso de la presión de masas. Así lo dijo Sergio Ramírez, miembro de la Junta, quien justificó los cambios introducidos debido a las “diferentes fuerzas sociales que han emergido” con la revolución. Pero es un hecho que hoy estas fuerzas son las mismas que en julio del 79, lo que ocurre es que no se las pudo domesticar. Lo esencial, entonces, de la medida sandinista es el intento de salvaguardar al Consejo de Estado como organismo estatal burgués de conciliación de clases.

Una política revolucionaria consistiría en el impulso de la movilización para barrer definitivamente a la burguesía e implantar un verdadero poder revolucionario asentado en la representación de las organizaciones de masas en lucha. El sandinismo ha optado, por el contrario, por el reflotamiento del Consejo de Estado, cuya puesta en funcionamiento venía reclamando largamente la burguesía y el imperialismo.

Los que hacen alharaca con la “mejoría” de la composición deberían reflexionar que la efectivización del Consejo es una medida que reduce la importancia de las organizaciones de base de las masas que se desarrollaron durante la guerra civil y refuerza políticamente a la Junta de gobierno, que tiene mayoría burguesa (Nota: Sergio Ramírez es un elemento de la burguesía, su sandinismo tiene enteramente un carácter burgués. En julio del 79 declaraba: “nadie piense en Nicaragua que en el futuro el país no necesitará de capitalización interna, que no necesitará de inversiones externas, que no necesitará de una transferencia tecnológica ordenada. Nicaragua no va a aislarse de su contexto geopolítico, no va a renunciar a sus fronteras. Sólo aspiramos a la dignidad y a la integridad, al respeto internacional” -Sergio Ramírez, 23/4/79 en Costa Rica, Revista “Nueva Sociedad”, Nro. 43, julio-agosto 79).

Las renuncias de Chamorro y Rebelo a la Junta de Gobierno fueron un acto de presión de las fuerzas del capital para forzar al sandinsimo a defender sus posiciones contra el ascenso obrero. En medio de la crisis, con Robelo, el FSLN reclamó del empresariado una declaración de confianza. Según The Economist (10/5) “Willian Baez, uno de los principales líderes empresarios, fueron suministradas nueve condiciones a los sandinistas por parte de los empresarios a cambio de una declaración de apoyo al gobierno. Las demandas son ampliamente políticas e incluyen la garantía de un calendario electoral. Los patrones también están pidiendo que cualquier acuerdo entre ellos y los sandinistas sea suscripto por otros países democráticos de América Latina tales como los cinco miembros del pacto andino. Las discusiones han hecho el suficiente progreso esta semana como para que los empresarios acuerden participar en el Consejo de Estado -aunque pueden retirarse si las discusiones se empantanan. Las recriminaciones entre Robelo y los sandinistas han ido demasiado lejos como para que se le pida que vuelva a la Junta. Pero se ha pedido a otros dos hombres de negocios que entren en ella”.

El alcance de la maniobra política referida al Consejo de Estado, en el sentido de atar a las masas a una política de reconstrucción del Estado burgués, pudo verse en el mitin del 1° de mayo organizado por el sandinismo, donde centenares de miles de manifestantes coreaban la consigna ”el pueblo está organizado en el Consejo de Estado”. Está claro que se trata de modelar la conciencia de las masas en apoyo a un planteamiento burgués, utilizando la presión de la burguesía como una palanca contra el movimiento independiente instintivo de los trabajadores.

La crisis iniciada con la renuncia de Chamorro y Robelo, lejos de conducir a un planteo de ruptura con la burguesía, fue un intento de reconstruir el acuerdo con ella, esto en un cuadro de mayor sabotaje y presión del gran capital.
El reciente nombramiento de dos conspicuos representantes del capital en reemplazo de los renunciantes, para integrar la Junta de gobierno, indican que la crisis se ha cerrado sólo por el momento, con el beneplácito de la burguesía y el imperialismo (que al mismo tiempo aprobó el crédito de 75 millones de dólares antes rechazado). Finalmente el 12 de mayo, Tomas Borge anuncia la adopción, por parte del Sandinismo, del programa presentado por los empresarios al anunciar elecciones municipales para el año próximo y elecciones nacionales en 1982 y 1983. Para preparar estas elecciones “se pedirá colaboración ^Tribunal Supremo de elecciones de Costa Rica”, agregando el Comandante sandinista que “nos gustaría que algunos países como Costa Rica, Venezuela y Méjico vengan aquí a observarnos y tal vez algunos organismos internacionales también”’ (Clarín, 12/5/80).

El desenlace de la crisis representa un claro triunfo de la burguesía. El anunciado calendario electoral significa un paso más en la reconstitución del estado burgués, Mientras se respeta a propiedad privada, la total garantía de propaganda y agitación para el gran capital y el imperialismo (eso significan las elecciones libres) le posibilitan a éste movilizar todo su poderío económico para reconstituir sus bases de apoyo político. La salida electoral le permitirá al gran capital seguir saboteando al economía mientras se les hace pagar a los sandinistas todo el costo político del estancado proceso de reconstrucción.

Ahora bien, para otro sector de la burguesía mundial, la agudización de la lucha de clases en Centroamérica estaría determinando un agotamiento de las maniobras democratizantes, por lo tanto, la necesidad de pasar a un intervencionismo armado. Una parte del Congreso norteamericano pareció reflejar esta caracterización, cuando se postergó e crédito de los 75 millones. Las maniobras militares yanquis en el Caribe también se inscriben en esa dirección. Finalmente, la diplomacia argentino-brasileña, activamente alentada por los yanquis, busca armar un reaseguro general, no sólo en el cono sur (Bolivia) sino también en Centroamérica Este curso está efectivamente en marcha y se habla de la formación de ejércitos enteros en el lado de enfrente de las fronteras. Con todo, la primera línea de la diplomacia del imperialismo sigue siendo la que ha sido empeñada hasta ahora: utilizar al máximo las maniobras seudo democráticas. “El congreso (de EEUU) puede estar desesperándose demasiado pronto”, dice The Economist, quien agrega que la renuncia de Robelo ha sembrado la confusión en las filas de la dirección sandinista. Y el semanario británico concluye: “En tanto los sandinistas continúen ponderando los peligros (de una ruptura con la burguesía), la revolución no habrá pasado el punto de no retorno” (dicho antes del nombramiento de los dos nuevos representantes en la Junta).

El conjunto de la política sandinista (por encima de vacilaciones, maniobras y concesiones —inevitables en una revolución) lleva a su total capitulación ante el imperialismo. Esto vuelve a poner en evidencia una tesis fundamental del trotskismo; la pequeño burguesía, por sus limitaciones de clase (propiedad privada, estrechez nacional) es incapaz de llevar a su término la revolución permanente. Que la política del FSLN está impulsada a fondo por el castrismo, nos indica el carácter absoluto de esta ley de la revolución. Por lejos que llegue en su ruptura con la burguesía, si una dirección pequeño burguesa no concluye asimilada por el partido obrero, su radicalismo deberá
finalmente revertirse contra la revolución mundial.

Programa y tareas

En la declaración de diciembre pasado la TCI afirmaba que “la caída de Somoza significa el fin de la revolución burguesa. Esto porque la burguesía está en el poder y demuestra su condición de clase caduca, empeñándose en la liquidación de la revolución. El fin de la revolución burguesa significa que sobre la base de un régimen burgués representativo sólo puede ponerse en marcha la contrarrevolución, porque la burguesía está ferozmente en contra de la revolución agraria y nacional. Sólo un programa de dictadura proletaria es compatible con la ejecución de las tareas democráticas.”

Con la caída de Somoza, los intereses profundamente antagónicos que se disimulaban tras la bandera democrática general contra la dictadura han salido a relucir. Con la instauración del gobierno de reconstrucción nacional se ha puesto de manifiesto que la participación de la burguesía en el campo de la revolución democrática se realizó para abortar la revolución. La burguesía no aportó ninguna fuerza social al combate de las masas. Todo el objetivo que se trazó con su participación en el campo revolucionario fue la defensa de sus intereses de clase, la defensa de la propiedad privada, la defensa del orden burgués. Hizo esfuerzos desesperados para contener el movimiento de las masas tras su limitado objetivo de operar un desplazamiento ordenado de Somoza y rescatar el andamiaje estatal somocista, en disgregación, y reconstruirlo bajo la pantalla democratizante.

Con el desmantelamiento del Estado somocista por la acción directa, revolucionaria de las masas (contra el operativo de recambio diseñado por la burguesía nicaragüense, el  imperialismo y las burguesías latinoamericanas), la burguesía se propuso como primer objetivo evitar la instauración de un poder revolucionario apoyado y responsable directamente ante las organizaciones de las masas en lucha. Este objetivo so logra con la instauración del GRN. La burguesía, que tras la caída de Somoza carecía de toda base de poder propio (de aparato armado), logra esto por la total y exclusiva responsabilidad de la política de la dirección sandinista, que basa su estrategia en llevar adelante las tareas democráticas y nacionales con la colaboración de la burguesía y el imperialismo. Logrado este primer objetivo contrarrevolucionario (de ahogo y freno de la revolución) la burguesía y el imperialismo utilizan los puestos en el nuevo aparato gubernamental, cedidos gratuitamente por la dirección sandinista, para organizar la contrarrevolución bajo el manto democrático. Las banderas que levanta para ello son las de pluralismo político y la de elecciones, para ir conformando todos los estamentos del nuevo aparato gubernamental.

Con el cronograma electoral, la burguesía y el imperialismo buscan hacer cargar al sandinismo con todo el costo político de la crisis y operar una diferenciación política en su seno de un ala abiertamente burguesa. La perspectiva electoral es una conquista fundamental de la burguesía porque a partir de ahora se lanzará a atacar toda movilización de las masas que cuestione sus intereses como contraria a un acuerdo para llegar a las elecciones, como contrario al pluralismo. El triunfo completo de los objetivos burgueses sólo puede significar el aplastamiento de los elementos de doble poder que han surgido de la movilización revolucionaria. La perspectiva electoral consagra la supremacía del derecho y del Estado burgués sobre la acción directa y la movilización de las masas.

La acción contrarrevolucionaria de la burguesía democratizante en estrecha alianza y bajo la dirección del imperialismo (la reacción en toda la línea) la tipifican como una clase profundamente antinacional, contrapuesta radicalmente a las tareas democráticas, agrarias y nacionales de la revolución nicaragüense. Una vez más se demuestra que estas sólo pueden ser llevadas adelante por la clase obrera en el poder acaudillando al conjunto de las masas explotadas.

No hay camino intermedio; o la revolución democrática es una introducción de la revolución proletaria o se trastoca en su contrario, en la contrarrevolución sostenida por el imperialismo. El empantanamiento de la revolución nicaragüense es la consecuencia exclusiva del carácter pequeño burgués de la dirección que se ha puesto a su cabeza, así como de la influencia que sobre ella ejercen el stalinismo y el castrismo. Para que la revolución se desarrolle es imprescindible la construcción del partido revolucionario de la clase obrera. Esta tarea sólo puede encararse a partir de delimitar la estrategia proletaria de la política pequeño burguesa del sandinismo, de conciliación de clases. Se trata de hacer madurar al partido revolucionario a partir de la confrontación de la experiencia de las masas con la política vacilante de su dirección. Para ello hay que levantar todas aquellas consignas transitorias que impulsen la movilización, fortalezcan la confianza de las masas en sus propias fuerzas, y las aparten de todos los intentos de regimentación y de subordinación al cuadro burgués democratizante.

Parece existir un proceso de división dentro del FSLN entre: a) un ala radical (Wheelock, Bayardo Arce); b) un ala castrista (Borge, Ortega); c) un ala socialdemócrata (Edén Pastora). El imperialismo está tratando de meter una cuña en esta división. Surge claro, sin embargo, que no existe en la superficie un ala que pugne por una estrategia proletaria.

La TCI debe orientar las distintas expresiones radicales que reflejen la evolución de las masas en el sentido de la estrategia de la dictadura proletaria.

Contra el plan económico de reconstrucción capitalista (que apaña el sabotaje del gran capital a la reconstrucción económica) hay que impulsar la expropiación de la oligarquía agraria y el control obrero de la producción generalizada, como base de la planificación.

Contra los planteos de intervención militar del imperialismo y de las burguesías limítrofes hay que postular el armamento general de las masas y la constitución de milicias obreras y territoriales.

Esta es la perspectiva que deben darse las ocupaciones de tierras y las tomas de empresa.

Contra la regimentación, por la independencia de los sindicatos y de las organizaciones de las masas del gobierno.
Fuera los ministros y funcionarios burgueses, fuera la burguesía del gobierno. Por un gobierno independiente de la burguesía y responsable ante los sindicatos, los comités de base, las milicias y las organizaciones de las masas en lucha.

El Salvador y América Central

El golpe que propiciaron los yanquis en El Salvador en octubre pasado representó un ajuste de mira del imperialismo para derrotar el movimiento revolucionario en desarrollo alentado por la revolución nicaragüense.

El reemplazo del dictador Romero por una Junta militar consiguió la unificación del conjunto de la burguesía salvadoreña detrás de un proyecto democratizante con la participación de la Democracia Cristiana y la Iglesia. La participación de este sector debía servir como puente para lograr una tegua y un acuerdo por parte de la izquierda para enchalecar a través de esta al movimiento revolucionario de las masas. El stalinismo – importante en el movimiento obrero – entró de cabeza a este esquema.

Para impulsar este plan el gobierno de la Junta lanzó una reforma agraria que perseguía como objetivo central la ocupación militar de las zonas rurales y aplastar a las guerrillas campesinas; subsidiariamente, buscaba producir una diferenciación burguesa de una capa del campesinado para utilizarla como base política de apoyo.

El imperialismo tuvo un cierto éxito inicial en darle aire al proyecto de la Junta, logrando el apoyo del PC y de algunas organizaciones guerrilleras. Pero el auge de la insurgencia de las masas, que se profundizó a partir del golpe, aniquiló las posibilidades del operativo imperialista. El camino de la guerra civil quedó abierto.

Por un lado, la Junta se ha visto obligada a desatar verdaderas masacres para intentar contener la acción revolucionaria, lo que terminó rápidamente con cualquier ilusión reformista en su demagogia inicial. Por otro lado, la oligarquía que mantiene el control del grueso del aparato militar y paramilitar empleado en la represión, ha desatado todo un movimiento golpista tendiente a recuperar el gobierno, lo que determina un enfrentamiento con la Democracia Cristiana. El gobierno de la Junta tiende a disgregarse con el enfrentamiento entre los militares y la DC, las dos bases políticas del golpe de octubre.

El mayor peligro que afronta el movimiento revolucionario en El Salvador es la política de sus direcciones que se han orientado claramente hacia una estrategia de recambio burgués y de alianza con la burguesía democratizante. El primer paso consistente en este sentido fue dado el 23 de febrero pasado con la firma de una plataforma común gubernamental entre las tres más importantes organizaciones guerrilleras y la Unión Democrática Nacionalista, un frente del PC con personalidades burguesas. La plataforma brega por la instauración de un gobierno democrático con “la participación de todas las capas sociales… pequeños y medianos empresarios industriales, comerciales, artesanales, agropecuarios (pequeños y medianos cafetaleros y de los otros renglones de la agricultura y ganadería). Comprenderá asimismo a los profesionales honestos, al clero progresista, a partidos democráticos como el MNR, los sectores avanzados de la Democracia Cristiana, a los oficiales dignos y honestos del Ejército…” (Marka, 17/4).

Con esta orientación la izquierda salvadoreña que está a la cabeza de la movilización, está ayudando, conscientemente, a los sectores democratizantes de la burguesía a liderar todo el proceso de recambio político. Como en el caso del FSLN la voluntad de aliarse a la burguesía va a condicionar las tareas nacionales y democráticas a las exigencias que imponga la burguesía para la integración de un gobierno burgués de coalición.

El 19/4 se da un paso concreto en la conformación de la coalición burguesa prevista en febrero, con la constitución del Frente Democrático Revolucionario, en el cual confluyen (aparte de las organizaciones que suscribieron el acuerdo mencionado) el Movimiento Social Cristiano, la Federación de pequeños empresarios, y sectores conservadores liderados por el latifundista Enrique Álvarez Córdoba (elegido secretario general del FDR), que representa “a algunos terratenientes conservadores que pertenecen a las famosas ‘14 familias’ que tradicionalmente ‘gobernaron’ este país.” (Clarín, 20/4).

En relación a la situación de Nicaragua, con anterioridad a la caída de Somoza, el frente gubernamental tiene una base social más amplia y su estructura represiva está en parte organizada sobre elementos de la pequeño burguesía.

Asimismo, en el campo revolucionario, las organizaciones de Izquierda no tienen aún un lrresistible carácter de masas – éstas, al menos, no se encuentran aún en la fase desencadenante de la insurrección. El gran peligro del frente burgués es que sirva para paralizar a las direcciones de izquierda en impulsar la tendencia de las masas al alzamiento nacional -configurando las condiciones de una masacre que echa atrás al movimiento de masas por todo un período. El proletariado salvadoreño, más fuerte y experimentado que el de Nicaragua, no se ha convertido en caudillo nacional, esto porque carece de su partido. Pero existen indicios de que comenzará a entrar con sus poderosos contingentes a la lucha, en una serie de paros generales contra la represión.

Nicaragua, El Salvador, levantamientos indígenas en Guatemala, huelgas en la “pacífica” Costa Rica. La concentración de esta enorme presión revolucionaria, única en la historia de América Central, que amenaza alterar el viejo equilibrio en México, a las puertas de la metrópoli, depende de la calidad de la estrategia política de la dirección de las masas. El proceso abierto no ha de culminar en un solo acto; contra esto conspira la inestabilidad política general del imperialismo. Las masas han de madurar entretanto.

Pero la formulación de una estrategia de revolución proletaria debe ser aún formulada, y esta es la irreemplazable tarea del momento.

La debacle del SU y el CP 

Con el triunfo sandinista en julio del año pasado, el SU pasó a darle un apoyo incondicional al FSLN y a la Junta de Reconstrucción. Caracterizó que se trataba de un poder revolucionario que marchaba hacia el socialismo. En octubre, en una resolución especial, el SU planteó su oposición al alejamiento de los miembros y ministros burgueses del Gobierno, con el argumento de que era prematuro y de que no correspondía a la conciencia y organización de las masas.

En la resolución de su último congreso, dicen: “Centrar la propaganda política en la consigna ‘fuera los ministros burgueses’ sería caer en un esquema sectario. Esta orientación no tiene en cuenta la gran solución de continuidad que se ha producido en términos de poder militar, del centro del verdadero control del poder… Lo que busca esta consigna es el enfrentamiento directo, a nivel nacional e internacional, fundado únicamente en la afirmación justa de que en el gobierno actual existen fuerzas antagónicas.” De esta manera, el SU ha pregonado abiertamente la conciliación de las “fuerzas antagónicas”, y esto tratándose de los explotados y el imperialismo, de la revolución y la contrarrevolución. El SU, por esto, no puede invocar a su favor ninguna “renuncia” o expulsión de ministros burgueses, porque va contra su estrategia declarada. El SU está a la derecha del FSLN, y se coloca más a la derecha aún respecto a su posición de “apoyo crítico” al gobierno del MNR en Bolivia, durante la revolución del 52.

El SWP expresó más abiertamente esta orientación, calificando al gobierno de “gobierno obrero-campesino”, de ruptura con el imperialismo y la burguesía. Con esta orientación pasaron a justificar todas las concesiones del FSLN a la burguesía, presentándolas como medidas radicales y también avalaron la represión del FSLN contra organizaciones de izquierda no sandinistas (cierre de El Pueblo, detención de miembros de Frente Obrero). Con la renuncia de Chamorro y Robelo, los mandelistas, que en octubre se opusieron a calificar a la Junta de Gobierno de obrero-campesina como reclamaba el SWP, saludaron fervorosamente que “ahora, podemos, hablar de un gobierno obrero-campesino”, o sea, de “un gobierno donde la burguesía fue eliminada del poder político” (en “Tempo”). De este modo, la crisis en la Junta, provocada para arrancar mayores compromisos al FSLN, fue presentada por el SU cómo su contrario. Tenemos aquí esbozada una estrategia de disolución en una política pequeño burguesa, que actúa a cuenta de la burguesía democratizante, lo que significa el pasaje abierto al campo de la burguesía.

El semanario Rouge (16/5/80) vuelve a tratar sobre la crisis abierta en el Consejo de Estado y la atribuye a la incapacidad do la burguesía para bloquear el ascenso de masas promovido por el FSLN. Pasa por alto, así, toda la acción del FSLN contra este ascenso, así como los repetidos acuerdos que firmó con la burguesía. Esconde el hecho de que la crisis fue montada para forzar al FSLN a un compromiso más claro con el capital. Rouge defiende abiertamente al GRN, al decir que éste no ha servido a la burguesía para imponer su política, lo que equivale a querer camuflar el carácter y la función burguesa de ese gobierno. El semanario mandelista se opone también a la consigna de “no al antidemocrático Consejo de Estado”; esto porque sería lo que igualmente sostienen Robelo y Cía.

El SU se traga así toda la maniobrada imposición del nuevo Consejo de colaboración de clases y se coloca en el punto de vista de Robelo, de que el Consejo sería “totalitario”, “comunista”, etc. El SU, igualmente, se opone a la consigna de “destrucción del GRN”, esto porque el retiro de Robelo y la Chamorro “representa un paso adelante hacia el poder de los obreros y campesinos”. Pero el SU estaba en centra de esta consigna antes de esas renuncias, y seguramente tendrá que seguir en contra después que los puestos vacantes han sido cubiertos por dos notorios representantes de la burguesía. Considerada en su aspecto inmediato, la posición del SU refleja el intento de medrar propagandísticamente con la revolución y muñirse del aval del FSLN ante la opinión pública pequeño burguesa, en especial en los países imperialistas. De conjunto, indica el pasaje del SU hacia el campo burgués, ya señalado por la TCI.

Para el SU, la orientación del FSLN es equivalente a la del castrismo en la revolución cubana, y esto determinaría que se debe seguir una política similar de apoyo incondicional. Aquí el SU está diciendo más de lo que aparenta. De un lado, confiesa su total indiferenciación del castrismo, como si el hecho de que una dirección pequeño burguesa pueda llegar a una ruptura con la burguesía en el curso de la revolución la tipifica como trotskista, y asegura que no se ha de volver contra los objetivos revolucionarios en lo interior y en lo exterior. Por otro lado, la orientación del FSLN es la opuesta a la de Castro en el período 1956-62. Mientras que el castrismo nace de los partidos burgueses y va rompiendo progresivamente con el capital hasta su expropiación, el FSLN se conforma como una corriente foquista identificada con el programa de la revolución cubana. Pero esta divergencia de tendencia entre ambas direcciones en los períodos equivalentes de ambas revoluciones, no debe ocultar su convergencia actual en una política de colaboración con el imperialismo. Se diluyen con esto varias cosas. Primero, el factor internacional de la presión del castrismo y la burocracia, y su política de aislar a la revolución nicaragüense en la medida en que ésta pueda cobrar un carácter proletario. Segundo, que la tendencia del FSLN es hacia lo que fue la política clásica de la pequeño burguesía en la revolución, de terminar capitulando ante el imperialismo. Esta tendencia es también la actual del castrismo, lo que revela que una dirección radical que no concluye asimilada por el partido proletario, termina revirtiendo sus tendencias más revolucionarias y volcándose hacia la colaboración con el imperialismo.
La posibilidad (aunque disminuida) de que un conjunto excepcional de circunstancias (guerra civil en América Central, agravamiento del enfrentamiento EEUU-URSS) lleve al FSLN por el camino inicial del castrismo no puede excluirse en términos absolutos. Pero lo que importa es su tendencia presente, y ésta lleva a entregarse al imperialismo.

El Comité Paritario ha tenido una política contradictoria en el curso de la revolución, lo que no ha impedido a sus tres componentes unirse sin reparos… tomando como base sus políticas en Nicaragua. La Fracción Bolchevique se metió al FSLN constituyendo una Brigada sometida políticamente al «andinismo. En noviembre de 1977 llegaron a decir lo siguiente (Revista de América Nro. 6);

“Por la presencia en él de notorios personajes reaccionarios, por su ligazón con los planteos de la Cata Blanca, el frente opositor tiende a constituirse en una especie de ‘Frente Democrático’ que, al tiempo que intenta terminar con la dictadura somocista, trata de impedir desde el comienzo cualquier acción independiente de las masas nicaragüenses que ponga en peligro al capitalismo en el país.

“Sin embargo, esta definición no debe ocultar a los marxistas revolucionarios de Nicaragua que se trata de un fenómeno contradictorio. Regresivo en tanto forme parte de la estrategia mundial del imperialismo yanqui, pero enormemente progresivo en tanto puede llevar al fin de la dictadura somocista y a detonar -antes o después- un pujante movimiento de masas en el país.”

En suma, el viejo cambalache morenista, con caracterizaciones que disparan en direcciones opuestas, pero en la que no puede sino prevalecer el planteamiento oportunista.

Se trata de una postura clásica de sometimiento a la burguesía. Ahora en El Salvador vuelven con lo mismo, y así califican de “hecho político importante y progresivo” la declaración y constitución de la Coordinadora Nacional (Convergencia Socialista, San Pablo, Nro. 8).
La OCI, por su lado, llegó a ver tres veces el nacimiento de la revolución proletaria: con los acontecimientos que siguieron al asesinato de Chamorro, con la insurrección de setiembre y con la revolución de julio. Confundía el papel decisivo de las masas en la revolución con la exigencia de una presencia independiente y dirigente del proletariado, para caracterizar a una revolución como obrera. Esta posición es el resultado de su peculiar teoría que deriva el carácter proletario de cualquier acontecimiento del carácter de la época actual, como de declinación histórica del capitalismo. Es un caso clásico de sustitución de lo concreto por lo abstracto, de análisis de las fuerzas en presencia en la revolución desde el limbo de los principios generales. La crisis en la Junta llenó de temores convulsivos al CP, porque vio en la salida de Robelo y la Chamorro la posibilidad de una victoria “teórica” de sus rivales-hermanos del SU. Así, veló totalmente la maniobra del nuevo Consejo de Estado y presentó los acontecimientos como “una indiscutible victoria de los obreros y los campesinos de Nicaragua” (Declaración del CP, Informations Ouvrieres, 3/5/80). Más aún, llegó a ver al FSLN como “incluso tomando la iniciativa de movilizaciones limitadas y controladas de los trabajadores” (ídem), es decir, un principio de reversión en la política pro-burguesa del FSLN —en definitiva, la posibilidad de que su ruptura con la burguesía ya esté inscripta en la crisis presente. Como se ve, la revolución proletaria es una madre generosa, y así como en Irán se prendía de las mezquitas y del islamismo para imponerse, aquí ya se estaría valiendo del FSLN, cuando en realidad se estaba preparando un fraude político contra las masas. Entonces, la generalidad de la revolución proletaria revela aquí como se transforma en un principio de ilusión en el radicalismo pequeño burgués. Por un plan práctico de tareasLa reunión de la TCI aprobó un plan práctico de actividades para acercar nuestros planteamientos políticos a la revolución en Centroamérica. Las características de esta intervención deberán ser resueltas en conformidad con otros aspectos prácticos y organizativos.
21/5/80 Texto presentado por Política Obrera y aprobado por la C.I.

 


Los trotskistas frente a la invasión a Afganistán

TCI – Tendencia Cuartainternacionalista

 

La invasión soviética de Afganistán constituye uno de los puntos más álgidos de crisis en la evolución de la actual situación política mundial. A su vez ha concentrado la atención del movimiento obrero y de las masas oprimidas a escala internacional. Los aparatos traidores del stalinismo y la socialdemocracia han tomado una serie de posiciones divergentes -por el apoyo a la burocracia soviética o por la denuncia de la invasión- que constituyen un elemento de confusión y desmoralización para la actividad del proletariado y las masas por sus objetivos históricos, contra su intervención independiente. La formulación de una posición revolucionaria frente a los acontecimientos de Afganistán constituye en estos momentos una necesidad de clarificación política y programática.

En Afganistán se produce un enfrentamiento circunstancial entre los intereses de la burocracia soviética y del imperialismo mundial. La poderosa ola revolucionaria que sacude la región del Golfo Pérsico y el Medio Oriente, y más en general el ascenso revolucionario mundial, en América Central y en otras regiones, sacude los cimientos de la política de “coexistencia pacífica” que el imperialismo y la burocracia se trazaron para aplastar el ascenso de las masas. En este contexto, la guerra civil en Afganistán y la intervención de las tropas soviéticas constituyen una manifestación de la lucha de clases internacional y del conflicto entre la reacción capitalista y los Estados obreros y las conquistas de las masas. Los trotskistas no somos neutrales ante esta batalla y nos colocamos en el campo de la defensa incondicional de la URSS frente al imperialismo y de las masas afganas frente a la reacción. Esta posición no significa en ningún caso apoyar o justificar la sangrienta política de la burocracia en Afganistán y su total desprecio por los sentimientos nacionales de las masas; el objetivo de la burocracia es negociar con el imperialismo y la reacción en el cuadro de la coexistencia pacífica” y de la entrega de las conquistas de las masas. Tampoco significa ningún tipo de apoyo político al gobierno del PPDA; este gobierno, que contó con el apoyo de la URSS, es responsable de las facilidades que encontró la reacción feudal. La burocracia, al intervenir al margen de la voluntad de las masas afganas y de su organización independiente, es la principal causa de la amplitud que pueda adquirir la resistencia reaccionaria contra la invasión militar soviética. Levantando una posición independiente, los trotskistas defendemos el Estado obrero y las masas afganas contra la reacción y denunciamos vigorosamente la campaña imperialista, de la socialdemocracia, del maoísmo y de algunos partidos stalinistas, que condenan la invasión.

Los motivos de la invasión soviética

El régimen político del PPDA se encontraba en una situación muy difícil y prácticamente al borde de su disgregación cuando se produce la invasión militar soviética, cuya función inmediata es sostener un régimen complaciente con sus intereses y su política. Sin duda que el carácter fronterizo del país con la URSS catalizó las reacciones de la burocracia, pero este es un aspecto subordinado que sólo se manifiesta y toma su importancia si consideramos la profunda sacudida revolucionaria que vive toda la región del Medio Oriente y el Golfo Pérsico -caída del Sha, nuevo impulso de la lucha de las nacionalidades oprimidas, debilidad del conjunto de los regímenes burgueses de la zona.

Finalmente, la burocracia ha sostenido a regímenes complacientes con ella en Afganistán desde hace décadas, pasando por la monarquía, el régimen de Daoud y las diversas variantes del PPDA. Era una norma que los oficiales del ejército real recibieran su entrenamiento y formación en las escuelas militares de la URSS. Hay que rechazar toda idea de que la burocracia interviene para apoyar la lucha revolucionaria de las masas. Por el contrario, el régimen de Karmal sostenido por las tropas soviéticas ha proclamado reiteradamente su voluntad de conciliación con la reacción local y con el imperialismo, en una negociación que asegure en cambio la neutralidad del país, contra los intereses nacionales y democráticos de las masas.

La guerra civil en Afganistán protagonizada por la acción de los guerrilleros dirigidos por los terratenientes feudales tenía y tiene como propósito revertir el ascenso de las masas y liquidar sus conquistas y organizaciones. Pero, además, la guerra en Afganistán es la expresión local de un conflicto entre la burocracia y el imperialismo por el control de una región estratégicamente decisiva. Implicaba una amenaza contra el Estado Obrero. Ghulam Sayaf, uno de los principales dirigentes de la rebelión lo indica expresamente. «Los países del mundo libre deberían asumir sus responsabilidades y unir sus fuerzas a las nuestras. Deberían aplicar medidas efectivas y vigorosas contra la URSS. La guerra santa no es únicamente un problema interior del Afganistán: concierne al conjunto del mundo. Es el combate del islam contra los otros».

Si desde el siglo parado el imperialismo inglés trató de afianzar su presencia en la zona del Golfo Pérsico, más categórica e imperiosa es la necesidad de los yanquis de predominar en una región vital para su abastecimiento petrolero y para su control mundial; esta zona es limítrofe de la URSS y es ahora vecina al Irán revolucionario. El dominio de la región por parte del imperialismo es un elemento vital de su política contrarrevolucionaria y desde la perspectiva de su ofensiva contra las conquistas sociales del proletariado, bajo la forma que han tomado en los Estados Obreros dominados por la burocracia.

La política de la «coexistencia pacífica” no significa de ninguna manera que el imperialismo haya renunciado a la liquidación de las conquistas sociales de los Estados Obreros y a imponerles el control del capital. La política complaciente de la burocracia con el capital financiero y los negocios que éste realiza con los Estados Obreros a través de préstamos s inversiones puede satisfacer en forma momentánea sus necesidades de lucro -al tiempo que constituyen un elemento de disgregación del carácter social de los Estados Obreros y un ataque a las masas, empleo, condiciones de vida, etc.- pero es completamente insuficiente en cuanto a las necesidades de expansión del capital y sus relaciones de explotación. La «coexistencia pacífica», por otra parte, puede ser una camisa de fuerza para la movilización de las masas, gracias al control contrarrevolucionario de las organizaciones obreras por parte de las burocracias stalinista y socialdemócrata .Las explosiones revolucionarias de los oprimidos ponen en jaque los acuerdos contrarrevolucionarios y se refractan bajo la forma de fisuras y enfrentamientos circunstanciales, mientras se trata de restablecer su vigencia.

La burocracia rusa no decidió la invasión de Afganistán en defensa del Estado Obrero y sus conquistas sino en la medida exacta, y con una política consiente, de preservación de sus intereses de casta y de defensa de sus privilegios. De ahí los métodos de su intervención, que pisotean los sentimientos democráticos más elementales de las masas, que van dirigidos a aplastar todo movimiento independiente de los explotados; es una intervención que tiene el fin expreso de evitar un contagio revolucionario entre las masas de la región y de recomponer la colaboración con el imperialismo y la reacción local. Este enfrentamiento entre la burocracia y el imperialismo pone de relieve que la política de la «coexistencia pacífica” no puede anular, a pesar de la voluntad de la burocracia, la contradicción entre la naturaleza social de los Estados Obreros y el imperialismo. Por eso, los trotskistas y las masas fijan su posición ante la invasión desde el punto de vista de la defensa incondicional de los Estados Obreros. Los trotskistas no condenamos la invasión de las tropas rusas en Afganistán, lo cual sería una posición pro-imperialista, pero sí denunciamos y nos oponemos a sus métodos y a la política de la burocracia, porque representan un daño importante al combate por la defensa de los Estados Obreros y sus conquistas y a los intereses de las masas afganas.
El resultado de la política de la burocracia es provocar la desmoralización del proletariado y las masas del Golfo Pérsico y de la clase obrera mundial, bloquear el proceso de independencia de los trabajadores respecto al islamismo y reforzar el dominio reaccionario de los mullahs sobre las masas campesinas. Es también un elemento de desmoralización de las propias masas soviéticas. En definitiva, una acción concebida en defensa de la URSS deviene, por sus métodos y su política, en un factor de aislamiento del Estado Obrero con respecto al proletariado y las masas del mundo. Agrava de esta manera su vulnerabilidad frente a la ofensiva imperialista. Este es el carácter y el resultado de la política de la burocracia. El único método real de defensa de los Estados Obreros, precisamente por eso, es la revolución internacional y el combate por la revolución política contra la casta parasitaria y contrarrevolucionaria de la burocracia.

La casta dirigente de la URSS ha inventado una patraña jurídica para justificar su intervención, en lugar de apoyarse en la naturaleza revolucionaria de la lucha de las masas de la región y de la defensa del Estado Obrero contra el imperialismo. Se burla del proletariado mundial para ahogar cualquier manifestación de internacionalismo. La invasión soviética significa desconocer el principio de autodeterminación de los pueblos. Pero no es esta cuestión en si la que está en juego; lo que importa es su relación con la lucha de clases mundial. La vigencia del principio abstracto de la autodeterminación nacional es hoy en Afganistán ia victoria del imperialismo y, a partir de aquí, de la opresión nacional más brutal. La derrota del imperialismo, por el contrario, extenderá el área de la revolución mundial y, en esa medida, contribuirá a la lucha por la verdadera libertad de los pueblos oprimidos.

Trotsky al analizar la invasión soviética de Georgia en 1921 indicaba que “Desde el punto de vista de la ampliación de la arena de la revolución socialista, la intervención militar en un país campesino representa una empresa más que dudosa. Pero desde el punto de vista de la autodefensa de un Estado Obrero rodeado de enemigos, la sovietización forzada estaba justificada: la salud de la revolución socialista se encuentra por encima de los principios formales de la democracia” (“En defensa del marxismo»). Para la burocracia no se trata, por supuesto, de la ampliación de la arena de la revolución, sino de la preservación de sus privilegios.

Lo que sucede es que se ve obligada a refractar la defensa de las bases sociales del Estado Obrero. Los revolucionarios fijamos nuestra posición a partir de la defensa incondicional de estas conquistas y por eso no condenamos la invasión, a pesar de que ataca el principio de la autodeterminación.

Lo que sucede es que según la fórmula de Trotsky “El Estado Obrero degenerado trata de alcanzar estos fines (la defensa del Estado Obrero) a través de medios burocráticos que, a cada paso, entran en contradicción con los intereses del proletariado mundial” (“En defensa del marxismo”). Por eso condenamos los métodos y la política de la burocracia.

La evolución de la lucha da clases en Afganistán

La situación de guerra civil en Afganistán es un resultado de la reacción feudal contra la movilización de las masas y sus conquistas y de la política del PPDA que, al tiempo que tomó medidas que liquidaban ancestrales privilegios feudales, condenaba a las masas a la impotencia y las reprimía y ahogaba el curso revolucionario.

Bajo la dominación imperialista y reaccionaria, el Afganistán estaba condenado a la explotación más brutal y a un status de colonia. En 1972, el hambre posterior a la sequía provocó más de medio millón de muertos; mientras las familias feudales especulaban con las reservas de alimentos y Estados Unidos anulaba unilateralmente su “ayuda” por motivos de “economía presupuestaria”. El retraso económico y social del país tenía características aberrantes para las masas: 50 por ciento de mortalidad infantil; esperanza de vida para los supervivientes de 40 años; 80 por ciento de campesinos, que forman la inmensa mayoría de la población, sin tierra o con parcelas minúsculas; 90 a 95 por ciento de analfabetismo; imposibilidad para las mujeres de trabajar y educarse y obligatoriedad del velo y práctica generalizada de la dote. La única rama económica floreciente era el comercio del opio. La monarquía suponía la opresión nacional de las minorías baloutche, ouzbek y otras. Todas estas características se mantuvieron luego de la caída de la casa real en 1973 y de 1a toma del poder por el príncipe Daoud.

Estos regímenes reaccionarios contaron con el apoyo conjunto del imperialismo y la burocracia, en tanto garantizaban que Afganistán era una zona “neutral”. El proceso revolucionario que comienza en 1978 constituye una reacción nacional y democrática contra los rasgos más aberrantes del atraso y la dominación imperialista.
Sin embargo, el régimen de Daoud no cae por un proceso revolucionario sino por un golpe militar. Este es ejecutado por una fracción del ejército y el PPDA, partido stalinista.

Con sus divisiones, era el único partido político existente en el país, si dejamos de lado los clanes dirigidos por los feudales y la familia real. En una situación de vacío político, el PPDA se encarama en el poder con un programa de reformas limitadas. El nuevo gobierno depura muy limitadamente el viejo aparato de Estado, configurándose como un gobierno pequeño-burgués.

El PPDA extrae su fuerza fundamentalmente de los núcleos urbanos de la pequeña burguesía, en un país con una clase obrera muy débil numéricamente y sometida a la política del stalinismo. Gracias a su política, el movimiento campesino no alcanzó el estadio de guerra civil por la posesión de tierras. El PPDA no tenía ninguna intención de realizar una revolución, como lo indica su propia historia. Una de sus tendencias, Parcham (La bandera), dirigida por Babrak Karmal, sostuvo el régimen del príncipe Mohamed Daoud, a cambio de algunas carteras ministeriales.

El gobierno del PPDA adoptó una serie de iniciativas progresivas que apuntaban a lograr una transformación de la estructura feudal del agro. Se cancelaron las deudas de les campesinos pobres, especialmente gravosas luego de la sequía de 1971/72, se limitó la tenencia de la tierra entre 6 y 60 hectáreas según el nivel de irrigación, se legisló la confiscación sin pago del sobrante y su distribución, se prohibió la venta y alquiler de tierras y se tomaron medidas contra la discriminación de la mujer (aboliéndose el velo y reduciéndose el precio de la dote). Se postuló la nacionalización de ciertas industrias y el control estatal de otras y del comercio exterior.

La política del PPDA fue de oposición a la movilización de las masas y de esta manera trató de asegurar su poder fundamentalmente a través del Ejército. Se formaron sindicatos, pero se prohibió el derecho de huelga. El régimen se aisló crecientemente de las masas. Se provocó el espanto de la reacción, sin organizar a los explotados. Los campesinos no responden a las iniciativas del gobierno nacionalista, porque dudan de su capacidad para imponerlas.

El régimen del PPDA dicta desde arriba medidas que afectan el poderío de los terratenientes y las relaciones de servidumbre semifeudal que imperan en el campo, pero son incapaces de quebrar la influencia religiosa y el paternalismo de los terratenientes sobre los campesinos. Su política fue siempre de colaboración con la burguesía y ello conduce inevitablemente a un empantanamiento del proceso revolucionario. En un país desértico, con apenas un 5 por ciento de tierras irrigadas, se niega a dictaminar la nacionalización del agua y las semillas, acaparadas por los jefes tribales, y del crédito, fuente de las fortunas burguesas y la miseria campesina. Sin estas medidas, la distribución de tierras significa muy poco y mantiene la dependencia del campesino pobre en relación al propietario feudal y el especulador.

Ante el callejón sin salida, el gobierno comienza a apoyarse cada vez más en la represión y el terror interno, con las consiguientes campañas de depuración. Los señores feudales encuentran el terreno favorable para organizar sus guerrillas reaccionarias. En setiembre de 1979, Taraki prepara, con la aprobación del Kremlin, una iniciativa de compromiso con los dirigentes feudales. Haffizullah Amin, jefe del gobierno y ministro de relaciones exteriores, se opone, ejecuta un golpe de palacio y trata de afirmar el régimen del PPDA con una ofensiva militar contra los rebeldes, al tiempo que acentúa la represión interior. Esta iniciativa coloca al régimen al borde de la catástrofe y es en este momento que intervienen las tropas soviéticas, destituyendo y asesinando a Amin e imponiendo a Karmal.

La política de la burocracia

El sostenimiento del régimen de Karmal se hace a través de las medidas militares más brutales, que llevan de hecho a una ocupación del país por parte del Ejército Rojo, al tiempo que se acentúan todas las medidas represivas. La burocracia no tiene otra política simplemente porque se opone a la intervención y la movilización de las masas.

Al mismo tiempo, el régimen de Karmal ofrece un plan de conciliación a escala nacional e internacional. Sobre la base de su reconocimiento, y de la neutralidad del país, quiere negociar con los terratenientes y la burguesía el desmantelamiento de las medidas tomadas desde 1978 en adelante. Gromiko, por su parte, viaja a la India y negocia una vía de compromiso con Indira Gandhi, apoyándose en el enfrentamiento entre la burguesía hindú y el Pakistán. La política de la burocracia es de asegurar sus privilegios y la tranquilidad aparente de las fronteras a costa de las masas y sus intereses.

La ocupación militar del Afganistán por el ejército soviético es la ocupación de las Fuerzas Armadas de un Estado Obrero de un país campesino, en el cual coexisten las más variadas formas del atraso. La política de la burocracia es la de la “coexistencia pacífica”. Esto significa que está dispuesta a ceder todo lo que haya que ceder ante la presión del imperialismo y de la “opinión pública” mundial, en el terreno social y político. Lo único que reclama es una “garantía” de preservación de sus privilegios, por más inestable o ilusoria que sea todo compromiso del imperialismo de no atacar al Estado Obrero. Si el imperialismo no está dispuesto por ahora a este tipo de compromiso, es porque prefiere por el momento utilizar la invasión para una política dirigida a alinear a las masas detrás de sus posiciones.

Pero la esencia de la reacción yanqui es preparar un clima chauvinista dentro de los Estados Unidos, mientras militariza el Océano Indico y establece rápidamente bases militares en Kenia, Omán y Somalia. Se trata de preparar y organizar una ofensiva contrarrevolucionaria de gran envergadura contra la insurrección revolucionaria de las masas de la región y de acentuar la presión sobre los Estados Obreros, también en el terreno militar. De allí la instalación de los misiles Pershing en Europa.

Un pronóstico sobre la evolución de la ocupación militar soviética en Afganistán es condicional. La dominación permanente de Afganistán por parte del Ejército Rojo significará la transformación de sus bases sociales, porque el control de un país por parte de la URSS significa su asimilación a las formas sociales del Estado Obrero. Esta no es por ahora la orientación de la burocracia, que trata por el contrario de restablecer las condiciones de negociación con el imperialismo y promete el respeto de la propiedad privada. La modificación del carácter social de Afganistán depende del curso de los acontecimientos, pero esta hipótesis no nos lleva a modificar nuestra apreciación sobre la política de la burocracia. Analizando una situación similar en Europa del Este. Trotsky afirmaba: “El criterio político esencial para nosotros no es la transformación de las relaciones de las relaciones de propiedad en esta región o en alguna otra, por más importante que puedan ser por sí mismas, sino el cambio a desarrollar en la conciencia y la organización del proletariado mundial, el crecimiento de su capacidad de defender las conquistas anteriores y de realizar nuevas. Desde este solo punto de vista decisivo, la política de Moscú, considerada globalmente, conserva por entero su carácter reaccionario y sigue siendo el principal obstáculo en la vía de la revolución internacional.

Nuestra apreciación general de Kremlin y de la Internacional Comunista no modifica, no obstante, el hecho particular de que la estatización de las formas de propiedad en los territorios ocupados constituye en sí una medida progresista. Hay que reconocerlo abiertamente”.

Frente a la política de la burocracia, la política de los trotskistas es completamente clara e independiente; por la defensa incondicional del Estado Obrero!¡Por la organización independiente del movimiento de masas en comités obreros y campesinos! !Lucha incondicional contra la reacción feudal! ¡Por la confraternización revolucionaria con las tropas del Ejército Rojo! ¡Total independencia con respecto a la política del PPDA y de la burocracia! ¡Por el gobierno obrero y campesino! ¡Por la expropiación de los feudales y la burguesía! ¡Por la nacionalización del comercio exterior!

Un aspecto esencial de la política de la burocracia es reprimir el poderoso factor revolucionario que significa en la zona las luchas de las nacionalidades oprimidas por su autodeterminación. Es así como apoyan al gobierno de Bani Sadr en su sangrienta represión del pueblo kurdo. En Afganistán se trata de las luchas nacionales de los Baluchis y los Push tun, que cubren una importante porción de la región por estar distribuidos en Afganistán, Irak y Pakistán. En 1973, los gobernantes de los 2 últimos países desataron un guerra contra los Baluchis, que se habían alzado por su autodeterminación nacional, que costó más de 15.000 muertos. Ahora el imperialismo y la burocracia están tramando la ubicación de tropas en la frontera afgana, cuyo propósito real es ahogar la lucha de 15 millones de almas por la autodeterminación -lucha que terminaría con el régimen paquistano y abriría el camino a una federación libre de pueblos de todo el Golfo Pérsico.

El respeto al principio de la autodeterminación sería una poderosa arma contra las maniobras imperialistas en Irán y Afganistán. La burocracia está en contra porque le daría un poderoso impulso a la movilización revolucionaria de las masas .Los trotskistas nos pronunciamos por la defensa de la autodeterminación nacional del pueblo kurdo, del pueblo baluchi y de todas las nacionalidades oprimidas de la región.

Las actitudes de la burguesía mundial y del stalinismo

La invasión rusa a Afganistán ha provocado distintos rea-lineamientos de la burguesía mundial. Cárter ha tratado de conformar un bloque contrarrevolucionario único de presión y represalia contra la URSS, en un momento en que la negociación sobre los rehenes en el Irán está en un punto muerto. Pero el frente único por el boicot no se ha forma do, porque las burguesías europeas desean conservar sus propios negocios con la URSS y con el aparato stalinista y específicamente porque desconfían de la posibilidad de desarrollar una política contrarrevolucionaria abierta a escala mundial que excluya la colaboración de dicho aparato.

La invasión a Afganistán ha actuado como un elemento de clarificación política en relación al “eurocomunismo”. Los partidos stalinistas que acuñaron este sello lo hicieron en nombre de la supuesta preservación de las conquistas sociales y democráticas del movimiento obrero, en particular del europeo, lo cual requeriría una política “equidistante” entre los bloques. Por supuesto que el equilibrio era más que relativo, porque en nombre de la “detente” estos partidos apoyan la permanencia de sus países en la OTAN. Estos partidos se han dividido en función de sus propios intereses inmediatos de aparato, lo cual indica la completa ausencia de una doctrina o programa “eurocomunista”. El PC francés apoya a la burocracia y los PP.CC. de España e Italia toman el partido del imperialismo, iodos en contra de las masas. Ante un episodio decisivo de la lucha de clases, han actuado según sus necesidades contrarrevolucionarias inmediatas. En Italia, donde el PC continúa buscando el “compromiso histórico” y la aprobación del imperialismo para su ingreso al gobierno, el stalinismo se ha pronunciado contra la intervención, pero sin hacerse carao de las exigencias de Cárter. En Francia, donde la política de colaboración de clases del stalinismo, pasa por una orientación divisionista frente al PS, el PC ha alujado la invasión y con todo cinismo la presenta como un acto de internacionalismo proletario”. El eurocomunismo ha demostrado su verdadero carácter y sus divergencias constituyen una indicación de la crisis al interior de la burocracia ante la presión imperialista y la movilización de las masas.

El movimiento de los “no alineados» se ha paralizado por completo ante la invasión de Afganistán. Para preservarse, esta alianza tiene que colocarse supuestamente por encima de los conflictos entre los Estados Obreros y el imperialismo, para guardar una “equidistancia” entre capitalismo y socialismo. ¡Cómo si esto fuera posible! Como no lo es, la mayoría de estos países ha apoyado la condena de la URSS por parte del imperialismo. Esto demuestra que la “neutralidad” que este movimiento pretende asumir es netamente contrarrevolucionaria. En su momento, los palistas, bajo la batuta del SWP, felicitaron a Castro por el rumbo que le imprimía al movimiento. En realidad, no se trataba más que de un juego diplomático en el cuadro de la “coexistencia pacífica” en base a las migajas que estos regímenes podían recoger de la burocracia soviética. Ahora, los pablistas se ven obligados a señalar que la invasión incidió “negativamente” sobre este movimiento. Pero, si la URSS hubiera actuado revolucionariamente en Afganistán ¿se habría modificado la actitud proimperialista del agrupa- miento? No. Se habría exacerbado. La invasión de las tropas soviéticas pone de relieve que el movimiento de los “no alineados” no puede tener ningún rol independiente y que es completamente inviable; su función es contrarrevolucionaria.

El Comité Paritario con las posiciones del imperialismo

Si las posiciones del SWP de apoyo a la política de la burocracia en Afganistán nada tienen que ver con el trotskismo, la actitud que tomó el CP es a su vez un verdadero escándalo, aunque aparentemente de signo opuesto. Apenas dos meses después de su constitución, el agrupamiento entre el lambertismo y el morenismo logró presentarse claramente con su faceta antitrotskista -y ello en relación a la invasión soviética. A partir de su crítica a las posiciones del SU en Nicaragua, el CP pretendió colocarse a la izquierda de Mandel y el SWP. Su política demuestra claramente que se trata de un agrupamiento de signo derechista. En la breve vida del CP, sus tomas de posición revelaban la capitulación del CORCI ante el morenismo (en Brasil, los lambertistas se pasaron al PT; en Perú, el POMR junto al PST rompieron la Alianza Revolucionaria de Izquierda; en Argentina, la OCI avala por completo, más aún la presenta como un ejemplo, la política pasada y presente del morenismo, de capitulación sin atenuantes ante la burocracia sindical y las maniobras “democratizantes” de la burguesía y del régimen de Videla). En la cuestión de Afganistán, primaron las posiciones de la OCI y el morenismo le reconoció así su zona de influencia en los grandes temas internacionales. Este método, que reúne el oportunismo y la capitulación, es el camino más seguro a una crisis sin perspectiva.

Como lo dicen claramente en su declaración, la tesis del CP es que la existencia de una estrategia contrarrevolucionaria común entre el imperialismo y el Kremlin, la “crisis conjunta” que los afecta, cierra la posibilidad de que la burocracia pueda chocar con el imperialismo. Las contradicciones entre ambos tienden a abolirse ante el alza de la revolución mundial. Se trata, como se puede ver, de un principio de revisión acerca del carácter social de la URSS.

La posición del CP es que la URSS interviene en Afganistán a cuenta directa del imperialismo, tomando su relevo y con una función idéntica. Es así que llega al disparate de identificar al movimiento de las masas iraníes que, con dirección y consignas religiosas, luchaban con métodos revolucionarios contra el régimen imperialista del Sha, y las guerrillas dirigidas y manipuladas por los feudales y el imperialismo que tratan de ahogar en sangre el régimen del PPDA por sus medidas progresivas. Se trataría de un movimiento contra un Estado “que continúa siendo un Estado burgués semicolonial” Otra vez se presenta contra el CORCI la polémica sobre el choque entre Banzer y Torres en B Olivia en 1971. Ambos eran candidatos a dirigir un Estado oprimido, sólo que el primero con métodos contrarrevolucionarios y el segundo con posiciones democratizantes. El ataque de los “rebeldes” contra el gobierno del PPDA no es por la naturaleza burguesa del Estado afgano, sino por las medidas que tomó contra los privilegios feudales. El CP llega al extremo de colocarse en el terreno de la defensa de la fuerza reaccionaria que con el apoyo del imperialismo quiere liquidar a la organización y las conquistas de las masas.

El CP trata de probar que la intervención soviética no es revolucionaria, lo cual es una tarea inútil y diversionista. Ni la propia burocracia la presenta desde este ángulo y el propósito del CP es en realidad de mantenerse por encima del conflicto entre el imperialismo y un Estado obrero. De hecho, los trazos fundamentales de la posición del CP se identifican con las posiciones de la socialdemocracia europea, en especial de la francesa, que es el objeto actual de las aspiraciones de la OCI.

No es casual, entonces, que el CP no se refiera al boicot imperialista de la URSS, al rearme yanqui en el Golfo Pérsico y en el Caribe, ni a los euromisiles. El imperialismo no les merece siquiera dos líneas. Al CP ni se le ocurre que está planteada la defensa de la URSS, porque borra simplemente al imperialismo.

El CP reprocha a la URSS no armar a las masas afganas, pero de acuerdo a su razonamiento las armas del Ejército Rojo deberían ir… a las bandas contrarrevolucionarias y ello para su ataque contra la URSS. A este extremo contrarrevolucionario llega la posición del CP que quiere negar la evidencia de un enfrentamiento con el imperialismo y la reacción feudal.

Sin embargo, su propia estrategia no tiene ni pies ni cabeza. Caracterizan la intervención de la URSS como “contrarrevolucionaria en sus métodos y en su contenido” pero sin ninguna vergüenza no levantan la consigna del retiro de las tropas soviéticas, como lo hicimos los trotskistas en Checoeslovaquia en 1968. En una declaración del mes de febrero, el CP trata de “corregir” esta inconsistencia y afirma que no plantea esta consigna porque “la invasión crea una nueva situación en el mundo y en esta región en particular. La política criminal de la burocracia abre inmensas ocasiones para que el imperialismo cree una base de apoyo, especialmente militar, en esta región vital para la defensa de la URSS.” Pero es precisamente la invasión, esta “nueva” situación, la que tiene que analizarse desde el punto de vista de la ofensiva imperialista y no a la inversa. El CP escamotea este hecho porque deja de lado la defensa del Estado obrero.

Después de todo este conjunto de afirmaciones antojadizas y contrarrevolucionarias, el CP afirma sin el menor escrúpulo que una ocupación duradera de Afganistán plantearía “inevitablemente” su colectivización. Pero ¿por qué sería necesaria una ocupación prolongada que tendría estas consecuencias si se trata simplemente de defender el Estado burgués semicolonial? Con la posición del CP, la única alternativa es el acuerdo con el imperialismo y aquí no cabe ninguna transformación social. La posibilidad de una ocupación prolongada y de una estatización sólo se entiende si la invasión soviética tiene un carácter de defensa de la URSS, con los métodos contrarrevolucionarios de la burocracia, con los cuales no tenemos ninguna responsabilidad. El CP quiere tener los pies en todas partes -mantener el Estado burgués, estructurar un Estado obrero- y ello sólo descubre el carácter de sus posiciones. En nombre del trotskismo se ataca a la revolución proletaria y sus conquistas.

Aprobado por la 3° Conferencia de la TCI


Inviabilidad de la democracia burguesa

Guillermo Lora

 

I. La lección del pasado.

1 .Bajo el largo predominio de las ramificaciones del liberalismo, prácticamente de 1900 hasta después de la guerra chaqueña, no pudo lograr se la estructuración de la democracia formal, como acariciaban los paladines del nuevo orden y temían los conservadores. Merece ser analizada esta colosal frustración del proyecto inseparable de uno de los movimientos políticos más importantes de nuestra historia. La lección debe ser debidamente aprovechada.

El liberalismo naufragó v se agotó políticamente al no poder construir una generosa democracia burguesa, pese a ser en ese momento la expresión política de los sectores más avanzados. Tampoco pudo materializar el desarrollo integral e independiente del capitalismo, basamento material imprescindible para la puesta en pie del gran Estado nacional soberano, meta de todos los movimientos nacionalistas de contenido burgués. La fragilidad de los análisis políticos hechos hasta ahora arranca de que no se ha visto la inter-relación existente entre ambos procesos.

El liberalismo contó en su favor y excepcionalmente, con condiciones sumamente auspiciosas para el logro de sus planes democratizantes: llegó al poder a la cabeza de la mayoría nacional, como el partido más popular y más nacional hasta e- se momento ¡favorables condiciones económicas le permitieron emprender la aventura de la transformación del país. En el futuro la clase obrera pugnará tercamente por convertirse en caudillo nacional, lo que hará peligrar el respaldo multitudinario al nacionalismo. ¿Si en esas condiciones tan sorprendentes no pudo desarrollarse la democracia, cómo podrá esperarse que fructifique ahora, cuando el desarrollo de las fuerzas productivas en el marco capitalista es ya inconcebible? El capitalismo mundial ha ingresado a un período de franco descenso (el choque entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción es por demás evidente), el imperialismo está en desintegración y el proletariado, instintivamente, socialista, domina el escenario político.

Si aplicamos los esquemas que socialistas mecanicistas han ideado, se concluiría que la clase obrera estaba llamada a desarrollado numéricamente, hasta ser la mayoría do la población, y a educarse políticamente bajo el ala protectora del liberalismo, destinado a jugar el papel de demiurgo creador de la sociedad capitalista boliviana plenamente desarrollada. Todavía no estaban en el escenario los «teóricos” de la revolución por etapas y la clase obrera apoyaba entusiastamente a los llamados a impulsar la industrialización y el funcionamiento de una amplia democracia. El proletariado ha conocido largos períodos en los que se ha limitado a ser soporte de la política burguesa.

Confirmando lo que enseña el marxismo, la clase obrera para afirmarse como tal no pudo menos que convertirse en antiliberal y antiburguesa, pese a su poco número, a su incultura y a la falta de tradiciones de lucha democrática en el país.

El aspecto más vulnerable de la supuesta «democracia liberal” era su carácter cerradamente elitista, como si se hubiese retornado a las épocas de Grecia, reducida a los gamonales y a sus seguidores tradicionales, al margen de la mayoría nacional campesina, que por iletrada se la consideraba incapaz de discernir entre diferentes opciones políticas. Se intentó vanamente estructurar la democracia de la minoría opresora, pretenciosamente blancoide, de espaldas a las grandes nacionalidades aymará y quechua que venían luchando por su liberación desde tiempos lejanos, lucha en la que ocupó un primerísimo lugar la reconquista de la tierra y no así el derecho al voto u otras reivindicaciones del mismo tipo. Para la mentalidad europeizante de los liberales, los siervos de la gleba no podían ser considerados ciudadanos con plenitud de derechos; de esta manera traicionaron a su propia izquierda, que en su momento puso tanto empeño por efectivizar el voto universal.

El Estado estructurado por los liberales estuvo muy lejos del clásico gran Estado soberano soñado por la burguesía y fue rápidamente puesto al servicio de la invasión del capital financiero, se convirtió en la herramienta que estranguló el global y armónico desarrollo de la economía nacional, a fin de favorecer a los intereses de la metrópoli saqueadora. No pudo elevarse hasta el nivel de expresión de los intereses generales de la clase dominante, pues acabó como instrumento del patiñismo que, convertido en* un verdadero superestado, lo utilizó para concentraron sus manos la propiedad y capitales mineros, actuando como engranaje del capital financiero. Se perfiló como un aparato destinado a estrangular toda resistencia a los planos imperialistas, toda crítica o reserva que buscasen mejorar las regalías que debía percibir el Estado. No se buscó que una amplia democracia se convirtiese en el escenario adecuado para el desarrollo capitalista, sino que la dictadura de clase fue puesta al servicio incondicional de los inconfesables propósitos del opresor foráneo. El liberalismo doctrinario se planteó como meta mantenerse en el poder no importando por qué medios y a qué precio, todo para servir mejor al capital financiero. Este propósito hegemónico se materializó principalmente mediante el manipuleo del voto. La democracia formal resultó inadecuada para los fines antinacionales y antipopulares del liberalismo en el poder. La dictadura de la feudal burguesía, que eso fue el liberalismo como expresión social del capitalismo bajo su modalidad de economía combinada, no pudo presentarse ostentando francamente el ropaje de respeto a la voluntad popular, supuesta fuente primigenia de la soberanía, sino utilizando métodos brutales e inconfundiblemente antidemocráticos.

Ante el punzante problema de la efectivización de la pureza del sufragio, convertido en punto capital del programa liberal, se fueron pulverizando sucesivamente los diversos grupos y sectas democratizantes. Cuando el cohecho y los fraudes aplastaron, bajo su peso brutal, a todas las teorías acerca de la genuidad de la representación de la voluntad popular, se derrumbó la demagogia acerca de la vigencia de la democracia. En Bolivia nunca hubo voto libre ni lo habrá en el porvenir. Las elecciones son ganadas por la cabalgadura del corregidor, importando poco el mayor o menor grado de popularidad de los dueños del poder. La excesiva pobreza de la clase media, agravada porque junto a las libras esterlinas y a las máquinas se importaban especialistas, técnicos medios, etc. convirtió al voto en mercancía qué se pignoraba a vil precio, en fácil recurso para que determinada capa de la feudal burguesía se perpetuase en el gobernó, cerrando así el paso a las expresiones políticas de la misma clase. La alterabilidad, uno de los fundamentos de la democracia, no pudo materializarse con ayuda de la papeleta electoral, se vio obligada a recurrir al sable de los generales. El manipuleo de las elecciones contribuyó a acentuar, aún más, la chatura del parlamento.

No estaban dadas las condiciones materiales para probar las bondades de la democracia representativa. Seguramente las teorías liberales fueron bien copiadas, aunque mal traducidas por cerebros autóctonos que hablaban castellano como símbolo de su superioridad social, pero no pudieron ser aplicadas, fracasaron, ruidosamente el enfrentarse con las particularidades nacionales, siendo las más remarcables su tremendo atraso y pobreza. Se puede decir que el parlamento boliviano conoció durante el período liberal un relativo brillo. Con todo, no fue más que una tribuna donde se lucían los parlanchines altoperuanos, carecía del suficiente poder para definir las grandes orientaciones a las que debía ceñirse la política nacional. El voto amañado permitía estructurar mayorías domesticadas, siempre dispuestas a aplaudir todo lo que hiciese el todopoderoso Ejecutivo, esto a cambio de la dieta que resultaba remuneración jugosa en medio del hambre generalizada y por sólo levantar la mano y decir amén toda vez que así lo ordenase el amo. Las minorías no tenían más derecho que el del pataleo y lo usaban a fondo buscando justificar el próximo cuartelazo. En las democracias clásicas el voto servía y sirve para perpetuar la dictadura de clase, pero dentro del juego equilibrado de sus diferentes tendencias, de manera que las mayorías parlamentarias tienen, de tarde en tarde, la satisfacción de convertirse en gobierno, de esta manera la espada de los generales no está al servicio exclusivo de una camarilla cualquiera o actuando como árbitro supremo de la política, sino de los intereses generales de la clase dominante, convertida en sostén y salvaguarda del régimen. Esta es una de las bondades de la democracia, más Para consuelo de los burgueses que de las mayorías explotadas.

2. Bolivia copió de los EE.UU. el régimen presidencialista, remedó una forma gubernamental, pero no Pudo trasladar el basamento capitalista altamente desarrollado, que se alimenta con la cacería de negros, con el saqueo de casi todo el mundo y cuyo gran desarrollo se debe a que ha logrado encadenar debidamente a los trabajadores, con ayuda de la aristocracia y burocracia sindicales.

Ha sido imposible aplicar sin distorsiones la forma norteamericana a un capitalismo que se da como economía combinada, es decir, con fuerte dosis de precapitalismo, que se traduce en la miseria de la mayoría nacional y sobre todo de su pequeña burguesía.

Nos hemos quedado como presidencialistas únicamente. El Ejecutivo se ha hipertrofiado en perjuicio de los otros poderes. El ordenamiento jurídico consagra ilimitados privilegios en favor del Ejecutivo o bien éste se los toma simplemente porque concentra la capacidad compulsiva, lo que se traduce en métodos de gobierno marcadamente dictatoriales. Aún en las etapas de mayor estabilidad legal y social, Bolivia estuvo siempre más cerca de la dictadura que de la democracia. En la “democracia” norteamericana el parlamento es un verdadero poder y puede controlar y hasta mantener en jaque al Ejecutivo. Esta característica se acentúa en los regímenes parlamentarios. Es este segundo aspecto el que no ha podido desarrollarse entre nosotros y ni siquiera el fuero parlamentario ha podido efectivizarse, los opositores más osados, inclusive los que no cuestionan la legitimidad de la propiedad privada, invariablemente se convierten en víctimas de la represión oficial. El recurso de la interpelación, ideado como una forma que puede hacer posible la rectificación de la política del Ejecutivo, ha quedado como un simple enunciado, como señuelo para distraer a los tontos, como demuestra toda la historia. Dentro de un régimen presidencial brutal no ha podido desarrollarse el parlamento, que se ha perdido en medio de la inocuidad. Ya sabemos que sin un fuerte y eficaz parlamento no puede hablarse de democracia representativa. La única vez que los bolivianos conocieron fugazmente la democracia fue al organizarse en cabildos para tomar decisiones y ejecutarlas o cuando por necesidad han sacado de sus entrañas órganos de poder (soviets), como la Asamblea Popular, la COB de los primeros momentos o los sindicatos campesinos del pasado, por ejemplo.

De una manera general, dentro de la dictadura de clase, que es la democracia formal, los intereses de los poseedores de la propiedad privada se encuentran expresados en el ordenamiento jurídico; el Estado al imponerlo, siempre en defensa de la burguesía, de su porvenir como clase, puede entrar en contradicción con los empresarios particulares tan obsesionados en lograr descomunales ganancias en el menor tiempo posible, aún a costa de la destrucción física de la fuerza de trabajo. En el caso boliviano, donde apenas si ha habido una caricatura de democracia, esa primerísima función estatal fue a parar a manos de las empresas que conformaban la gran minería y el gobierno central no tuvo más remedio que limitarse a ejecutar los planes capitalistas particulares en detrimento del conjunto de la burguesía, lo que determinó la acentuación de su carácter reaccionario y servil, en ningún momento pudo señalar una política de gran vuelo, inclusive desde el punto de vista de la burguesía voluntariamente sometida al imperialismo. De esta manera el Estado tuvo que sobrevivirse sometido a la despótica autoridad de la metrópoli opresora y actuando como gendarme a órdenes de la gran minería. Nunca se le ocurrió a la feudal burguesía convertir el aparato estatal en palanca poderosa del desarrollo económico.

Una de las grandes tareas democráticas, la creación del Estado nacional soberano, quedó frustrada para siempre, como consecuencia de la inviabilidad del desarrollo capitalista pleno y libre, de la imposibilidad de la estructuración de la democracia formal y del sometimiento de la burguesía nacional al imperialismo. Este rasgo del atraso del país es común a toda Latinoamérica; la preservación de la soberanía sólo puede darse en escala continental. Si se descarta la posibilidad del desarrollo de las fuerzas productivas dentro del capitalismo, ya no puede esperarse la estructuración de ese gran Estado. La liberación nacional será materializada bajo la dictadura del proletariado, camino que conducirá a los EE.UU. Socialistas de Latinoamérica.

El pleito teórico alrededor de la pureza del sufragio, que los liberales pretendieron vanamente convertir en fórmulas prácticas, acabó fracturando definitivamente al liberalismo en el poder, que es la peor de las fracturas, que paulatinamente dejó de ser poderoso partido popular y fue acusando sus aristas conservadoras y antinacionales. La indiscutible capacidad para resistir tan profundas crisis y permanecer como gran directriz política en la historia, se debió a que el liberalismo fue programáticamente un serio intento de respuesta coherente a los grandes problemas que plantea el no cumplimiento de importantes tareas democráticas y también al hecho de que fue vigorosa su penetración en las masas. Sólo mucho más tarde el MNR lo reemplazará al formular osadas respuestas, más autoritarias que democráticas, a la necesidad de lograr el desarrollo capitalista de Bolivia.

3. La reiterada frustración del proyecto de construir una gran democracia representativa motivó la aparición de las ramas republicanas e inclusive del efímero Partido Radical. Las ramas liberales, cada una a su turno v de manera plebeya o cerradamente gamonal, intentaron dar vigencia a gobiernos democráticos, como fruto del sufragio libre, exceptuando de él a la masa campesina. Los nuevos fracasos no se dejaron esperar; los liberales estaban apostando a una carta falsa: al desarrollo de la democracia en un país empobrecido y atrasado. Después de esta rica y amarga experiencia se insiste en resolver los problemas nacionales y sociales con ayuda de la fórmula milagrosa del verificativo de elecciones generales limpias, que, se supone, permitirían la existencia de un vigoroso parlamento. Hasta cierto punto es comprensible esta ilógica postura: la burguesía sólo puede ofrecer la salida democratizante o bien la fascista; la demagogia gusta presentar a esta última con ropaje populachero.

Los teóricos de la clase dominante no han demostrado la aparición de nuevas condiciones materiales que pudiesen permitir la materialización de los sueños democratizantes. Esas condiciones serían las referidas a un poderoso desarrollo del capitalismo capaz de sacar a Bolivia de la pobreza, que se traduce en extrema virulencia de la lucha de clases.

II. La situación actual.

4. A diferencia de los nacionalistas y de la “izquierda” proburguesa, los marxistas han desentrañado las causas de la inviabilidad de la democracia en Bolivia, país atrasado clásico. Ha sido necesario luchar contra la influencia negativa de tendencias “marxistas” y hasta “trotskistas” del exterior, empeñadas en aplicar mecánicamente algunos clisés. Uno de esos dice que ahora toca luchar únicamente por la democracia, lo que alienta la ilusión de que ésta pueda aún estructurarse.

La democracia burguesa es una creación de la clase dominante como la mejor forma de expresión del Estado capitalista, como consecuencia del gran crecimiento de las fuerzas productivas. El auge de la democracia ha correspondido al desarrollo del reformismo y del colaboracionismo clasista; no en vano parte de la ficción de la igualdad de los hombres ante la ley y la papeleta electoral. Se toma en serio la patraña de que el gerente y el peón sólo depositan un sobre en las ánforas (un ciudadano = un voto). El patrón fabricante de la opinión pública, con su gran poder puede hacer votar a miles de peones en su favor. El parlamentarismo ha dado lugar a que se alimente la idea de que el capitalismo puede trocarse en socialismo mediante reformas graduales. La lucha revolucionaria y la insurrección, con sus dolores y dificultades, estarían de más.

El capitalismo monopolista en plena desintegración y por el retardo de la revolución proletaria mundial, que no ha logrado echarle la palada de tierra al cadáver putrefacto de la vieja sociedad, se ha visto obligado a sustituir la democracia por el fascismo, por su antípoda, lo que importa el reemplazo de la libertad de empresa y de comercio por la disciplina de cuartel en las fábricas, a fin de lograr un mayor volumen de plusvalía a costa de los obreros famélicos. El fascismo es la carta brava que juega el imperialismo contra las masas subvertidas. Democracia y fascismo no hacen más que defender, con diferentes métodos, el régimen de la propiedad privada y de explotación de los obreros.

Democracia y fascismo son dos formas de gobierno del Estado burgués, administrador de los intereses generales del capitalismo; aparecen en etapas diferentes del desarrollo de la sociedad burguesa. Cuando el choque de las fuerzas productivas con la propiedad privada ha llegado a su exacerbación y sin embargo, aún no ha podido consumarse la revolución por la extrema debilidad, corrupción o inexistencia del partido obrero, la sociedad capitalista comienza a desintegrarse y una de sus emanaciones maléficas es el fascismo.

5. Algunos “marxistas” sostienen que el fascismo es un fenómeno exclusivo de las metrópolis y que no se da en los países atrasados. Se trata de una complementación de esa teoría que clasifica a los diversos países en maduros y no para la revolución proletaria. Se ignora que a economía combinada (coexistencia de varios modos de producción; está integrada en la economía mundial, lo que determina que las leyes generales de ésta también actúen en la periferia semicolonial. La experiencia enseña que el Estado burgués de los países atrasados también toma indistintamente las formas democráticas o fascistas. De la misma manera que nos han hecho madurar desde fuera para la revolución proletaria, también nos han impuesto el fascismo.

El totalitarismo fascista y la democracia corresponden a la superestructura política y gubernamental, y son fenómenos mundiales que a la semicolonia se las importa desde la metrópoli, que en determinadas condiciones se ve obligada a recurrir a la violencia estatal contra las masas. El opresor foráneo utiliza indistintamente, conforme a las variaciones políticas, determinadas por las modificaciones en la conciencia de las masas, la democracia o el fascismo. En la semicolonia así como en la gran metrópoli, fascismo y democracia son simples expresiones de la dictadura de la burguesía.

Los «izquierdistas” democratizantes no se refieren para nada a todo esto, sólo hablan de las diferencias existentes entre democracia y fascismo. Así idealizan, en servicio de la burguesía, a la democracia. El error más grave de todo radica en que se niegan a reconocer el carácter clasista de la democracia, a fin de presentarla como naturalmente inclinada a favorecer a los explotados y capaz de asegurarles su ingreso a la nueva sociedad.

6. La democracia no puede existir y desarrollarse colgada de las nubes, tiene que corresponder a una estructura económica, que se refleja en la conducta de las clases, en sus objetivos. Si no fuera así, la democracia y el fascismo podrían ponerse y quitarse a voluntad de los políticos, no importando en qué condiciones. El desarrollo social objetivo impone a los líderes a asumir determinadas actitudes incluso contra su voluntad. Los golpistas del  1ro de noviembre de 1979 se disfrazaron de demócratas a fin de acomodarse a las condiciones en las que actuaron.
La ambición de los politiqueros puede prosperar si corresponde a las condiciones objetivas de determinada realidad; pero no puede suplantar al pre-requisito de que el advenimiento de la democracia precisa cierto desarrollo capitalista como imprescindible basamento material.

Las ricas metrópolis, además de controlar al movimiento obrero, dan nacimiento a una clase media económicamente poderosa, privilegiada e interesada en preservar el orden existente, fuente de su bienestar. En la Inglaterra del siglo XVIII, reformas electorales y la estabilidad gubernamental basada en la actividad parlamentaria, fueron posibles gracias a la irrupción de la clase media en la política y no sólo al talento del segundo W. Piet.

Es la clase media la que cumple la función de amortiguadora de las contradicciones clasistas, lo que alienta al reformismo y al colaboracionismo. Se convierte en pivote vigoroso del parlamentarismo, no sólo por permitir el funcionamiento de la democracia o por ser el semillero de las ideas del legalismo burgués, sino porque proporciona a este sistema los argumentos que lo justifican y porque en sus filas recluta a sus efectivos. La clase media, que puede pasar por progresista y hasta por socializante, siempre que no comprometa su bolsa (caso del PS-1, por ejemplo), sigue naturalmente el camino de las pequeñas reformas, del legalismo, a condición de que se mantenga la propiedad privada. Acertadamente dice Trotsky que la democracia es un lujo caro que solamente pueden darse los países ricos.
La estructura económico-social boliviana se caracteriza por su excesiva pobreza, por las agudas contradicciones clasistas, por la ausencia de una clase media rica. Todo esto como consecuencia de su doble tragedia: la que emerge de su tardía incorporación a la economía mundial, que se ha limitado a dar una particular expresión a su atraso y no a liquidarlo, y del poco desarrollo del capitalismo. Una clase media poderosa es hija del enriquecimiento del país. En Bolivia no ha podido aflorar hasta ahora y tampoco lo hará en el futuro, porque no existen condiciones para el desarrollo pleno del capitalismo.

Nuestra clase media vive en peores condiciones que el proletariado y, por esto mismo, se mueve naturalmente detrás de éste. El radicalismo estudiantil es una de sus consecuencias. El artesanado andrajoso y la masa campesina pauperizada son cargas explosivas que tornan virulenta la marcha del proletariado. Estas circunstancias, propias de un pueblo empobrecido por el saqueo imperialista y por la herencia pre- capitalista, han impedido la permanencia y florecimiento del reformismo y hasta del centrismo, han determinado que el nacionalismo cumpla su ciclo en un plazo relativamente breve. Si a estas circunstancias se añade la gran politización de las masas, será fácil comprender por qué la conducta proburguesa de parte de la «izquierda” queda descamada casi inmediatamente después de que se hace pública.

La lección de nuestra historia: el parlamento ha saltado, una y otra vez, hecho astillas y víctima de la lucha de clases. Se trata de una criatura deforme e incapaz de definir la suerte del gobierno y de la política. El propio régimen jurídico convierte al Legislativo en caja de resonancia del hipertrofiado Ejecutivo y la práctica se ha encargado de demostrar que no es imprescindible para el funcionamiento del Estado. La oposición clasista revolucionaria no puede desenvolverse libremente, como demuestra la expulsión del Bloque Minero en 1949, porque tuvo el coraje de convertir la curul en tribuna revolucionaria, como enseñó Lenín. En 1979-80, la oposición, indispensable para dar la apariencia de liberaloide a un régimen burgués de derecha, se esmeró en comportarse como democrática a gusto y medida de la clase dominante; sin embargo, se vio obligada a mostrarse servil ante el sable desenvainado, ante cuya presencia no se atrevió a hablar en voz alta o a exigir el cumplimiento de la Ley.

7. El parlamento sólo puede existir en la medida que subalternice su rol y no cuestione la legitimidad de los actos del Ejecutivo, en que se torne del todo inoperante, entonces aparece como un adorno democratizante de la dictadura de clase. No hay que olvidar que el régimen democrático-burgués consiste en que el parlamento permite el funcionamiento de los otros poderes y fisonomiza al gobierno. En Bolivia esta no es ninguna necesidad y los regímenes brutales han dado pruebas de que saben prescindir de algo considerado como un estorbo.

La democracia consiste en la constitución de los poderes del Estado, considerados iguales, independientes entre sí y moviéndose armónicamente, por el voto universal libremente ejercitado. Se parte del falso supuesto de que los ciudadanos, pertenecientes a diferentes clases, al votar adoptan definitivamente una posición política. En realidad, no se cansan de modificar constantemente sus opiniones y de esta manera se abre un abismo entre sus nuevas inclinaciones políticas y la conducta de sus «representantes”. Lo único democrático sería imponer el derecho de revocatoria de los mandatos toda vez que los votantes cambien de posición, lo que no se da en la democracia más perfecta. En cierto momento existe una completa contradicción entre lo que dicen y hacen los legisladores y la voluntad de la ciudadanía. Si realmente hubiese una efectiva unidad entre legisladores y masa votante, el parlamento sería invulnerable y contra él nada podría la espada de los generales. Después de las elecciones de 1979, los trabajadores que dieron su voto en favor de algunos parlamentarios, rápidamente repudiaron al Legislativo por ir contra sus intereses, a pesar de esto no estaba en sus composición de las cámaras.

La crisis del 1ro de noviembre puso al desnudo la extrema debilidad del parlamento. Los políticos se consolaron con el argumento de que era el único poder constitucional y constituido, pero así y todo su existencia precisó del visto bueno de las FFAA y de la COB, que demostraron poseer mayor capacidad de decisión que el Legislativo en su conjunto. La argucia leguleyezca fue llevada por el viento: no es suficiente acumular sufragios, es preciso tener la capacidad de sobrevivir y convertir en realidad las decisiones adoptadas. El parlamento no fue capaz de eliminar del escenario a los golpistas, tuvo que negociar con ellos, merecer su tolerancia para existir. La “voluntad popular», que se la suponía debidamente expresada por los legisladores, tuvo que agachar la cabeza ante la despótica voluntad de los gorilas y las resoluciones de la COB.

El parlamento funcionando como efectivo poder estatal, no sólo como centro en el que se pronuncian discursos, sino como uno de los factores determinantes de la política gubernamental, forma parte de los rasgos diferenciales del régimen democrático. La democracia no puede circunscribirse a la pura lucha por la vigencia de las garantías constitucionales, es toda una forma de gobierno. Los que confunden las garantías constitucionales con el funcionamiento del aparato estatal lo hacen buscando meter gato por liebre.

8. Nuestro planteamiento se resume así: el democratismo burgués y el generoso florecimiento del parlamentarismo resultan inviables por la extrema pobreza del país, resultado de la imposibilidad de que todavía pueda darse un pleno e independiente desarrollo del capitalismo. Pueden pronunciarse discursos en favor del “proceso democrático» e inclusive practicarse elecciones periódicas, pero no será posible llenar la ausencia del basamento material para la democracia con declaraciones vacuas acerca de sus bondades.

Aquellos que abrigan la esperanza de pasar por un largo periodo democrático, dentro del cual podría educarse a la clase obrera, a fin de hacer posible, en un futuro lejano, una revolución puramente socialista, parten implícitamente de la convicción de que todavía es posible el pleno desarrollo capitalista, punto de arranque de la “revolución por etapas» y de la total realización de la revolución burguesa. Estas proposiciones son comunes al stalinismo y al nacionalismo: un vigoroso desarrollo económico tornaría factible el establecimiento de la democracia.

De la misma manera que no conoceremos ya un total florecimiento del capitalismo y el necesario desarrollo de las fuerzas productivas se dará a través de los métodos socialistas (estatización de los medios de producción, economía planificada), tampoco pasaremos por la escuela política de la democracia formal, sino que los beneficios de las libertades democráticas serán conocidas por las masas bajo la dictadura del proletariado.

9. La “izquierda marxista” e inclusive la trotskysante, se han sumado a las proposiciones de la burguesía liberal acerca de las virtudes milagrosas de la supuesta libre expresión de la ‘voluntad popular’. Cree que si hay elecciones puras y la “izquierda” logra el control del parlamento, se solucionarán como por encanto los problemas nacionales y sociales. La revolución v el método insurreccional serían anacrónicos, se trataría de modificar, con el auxilio de la papeleta electoral, el Estado burgués desde dentro, de tornarlo socialista. Esta “izquierda” ha concluido atrapada en las redes del legalismo y del reformismo, ha abandonado toda su palabrería radical del pasado y se ha subordinado a la política burguesa, en fin, ha cambiado de campo social de lucha. Cree que estaría plenamente consumada la democracia si opresores y oprimidos se sometiesen por igual a la Constitución. La política reducida a un pacto de caballeros, para que los vencidos no recurran al cuartelazo, como si se tratara de componendas y maniobras y no del efecto de determinada estructura económica.

No. La democracia debe importar la superación de los problemas nacionales por los canales parlamentarios. Esto sólo puede ser posible gracias a un cierto desarrollo del capitalismo. Los discursos adquieren significación si interpretan la madurez material de la sociedad para determinadas soluciones económicas, jurídicas o políticas. Los montones de palabras carecen de importancia.

La caducidad de la burguesía ya no permite esperar que se produzca la revolución democrática; aquella ya no se encuentra entre las fuerzas motrices del proceso de transformación, ahora concentradas en obreros y campesinos. La clase obrera al tomar en sus manos las tareas democráticas, las utiliza para convertirse en caudillo nacional y para efectivizar sus objetivos históricos; la lucha democrática le sirve de palanca para impulsar a las masas hacia la liberación nacional y social. La consumación del proceso democrático (limpieza de las formaciones económico-sociales precapitalistas) ya no puede ser obra de la burguesía y no puede ser pasado por alto, tiene que ser cumplido y lo será por el proletariado desde el poder y de un modo socialista.

Los “izquierdistas”, al subordinarse a la política burguesa, se esmeran en cerrar las puertas del poder a la clase obrera; punto de partida del choque entre los obreros radicalizados y su dirección tradicional. Si la burguesía es miserable e incapaz de desarrollar posiciones opuestas a las del imperialismo, la pequeñaburguesía lo es en mayor medida, obligada como está a arrastrarse a los pies de una clase que vive de las migajas que le arroja el opresor foráneo. Todo esto se traduce en política en chatura, inmoralidad, entreguismo y carencia de ideas de gran vuelo. Tal el retrato de la “izquierda” pequeñoburguesa.

10. La exigencia de encajar los planteamientos nacionales y clasistas en el marco del “proceso de democratización”, por parte de la burguesía democratizante y de la “izquierda”, es punto principal del programa destinado a estrangular políticamente a los explotados. La “democratización” es el bozal que la clase dominante, contando con los servicios de la “izquierda”, coloca a las masas para impedirles liberarse y satisfacer sus necesidades inmediatas. La “izquierda” proburguesa empuja al proletariado hacia el campo del enemigo de ciase; el juego surte sus efectos hasta tanto aquel no se sacuda de la influencia de su ocasional dirección. Los frentes democrátizantes, organizados alrededor de enunciados abstractos o imprecisos de defensa del “proceso democrático”, acaban, casi mecánicamente, bajo la dirección de la burguesía y actuando contra los intereses de las masas. A la burguesía en el poder el slogan de la defensa de la democracia le sirve para obligar a las masas a abandonar sus reivindicaciones, añade que la débil criatura no podría soportar arremetidas muy violentas. Acertadamente el hombre de la calle ha dado a la caricatura constitucional el nombre de “democracia hambreadora”. Si la democracia sólo puede existir a condición de que los obreros no pidan aumentos salariales y las masas se dejen de criticar y de utilizar sus propios métodos de lucha, el ensayo no merece ser realizado. Las libertades sirven si los explotados pueden utilizarlas en su beneficio: para organizarse y marchar libremente tras sus objetivos.

La clase obrera, si realmente quiere ser caudillo nacional, consumar su revolución, no puede limitarse a la lucha por la vigencia de las garantías democráticas; partiendo de la inevitabilidad de esta lucha, tiene que convertirla en palanca impulsora de las masas hacia la conquista del poder.

Hay diferencias entre fascismo y democracia y, en cierto momento, hay que contraponer esta última a la dictadura; pero, si no se quiere zozobrar en el mezquino reformismo, hay que subrayar que la contradicción fundamental se da entre fascismo y socialismo, que debe informar la estrategia, porque sólo este último acabará con el totalitarismo.
La frustración del nacionalismo burgués habla de la imposibilidad del capitalismo pleno y también de la democracia y del parlamentarismo.

¿Por qué la “izquierda” se ha tornado democratizante? Porque ha capitulado ante la burguesía nacional, ha sustituido revolución por reformismo. Cree que si las fuerzas productivas han madurado sólo para la revolución burguesa es obligatorio estructurar democráticamente al Estado. La democracia burguesa suena mal, por eso los demagogos hablan de un parlamentarismo de nuevo tipo, capaz de satisfacer las inquietudes populares y creación de las masas, etc.

La supuesta «nueva democracia-’, “social” o “popular” no es nada nuevo, la socialdemocracia llamó al colaboracionismo de clases «democracia económica”. El milagro se produjo cuando la «voluntad popular” tuvo la ocurrencia de favorecer a los “socialistas”, los más integrantes de frentes burgueses, para que ingresasen al Legislativo, antro de las violaciones a la Constitución, y procediesen a transformarlo desde dentro, para facilitar la llegada de la nueva sociedad. No hay razones para que el Estado no conozca iguales mutaciones, al margen de revoluciones.

Está consagrado el reformismo socializante: el parlamentarismo, gracias a la participación de sindicalistas y de líderes de “izquierda”, conducirá gradual y pacíficamente al socialismo, como cuadra a los jesucristianos que repudian la violencia en general. El PS-1, abandonando su palabrería sobre el «salario justo”, la «sociedad justa” y esta la “estupidez justa” dio su confianza parlamentaria a la Presidenta de un gobierno burgués, como ya lo hizo anteriormente con Ovando y luego con el pacto timoneado por Paz, Guevara, etc. Marx llamó a todo esto cretinismo parlamentario, dolencia grave y sin cura de nuestros “socialistas”.

11. El pleno desarrollo democrático conlleva la suposición del total desarrollo capitalista. La revolución por etapas cree que, dentro de las fronteras nacionales, las fuerzas productivas están maduras sólo para la transformación burguesa. La formulación es anticientífica: dentro de la economía mundial las fuerzas productivas son dimensiones internacionales y así están demasiado maduras para la revolución proletaria, lo que desahucia el desarrollo democrático previo. La revolución boliviana será combinada: el proletariado desde el poder cumplirá tanto tareas socialistas como democráticas y estas últimas radicalmente para trocarlas en socialistas.
Si se diese una floreciente democracia, el proletariado no tendría ninguna posibilidad de plantearse la lucha por el poder y esto dice el lechinismo.

12. El remedo democrático se desnuda cuando se enfrenta con ese poder real que es el ejército. Las formas estatales emanan de la voluntad despótica de los generales y no de la “voluntad popular”. El parlamento es débil porque sus decisiones no adquieren preeminencia frente a los otros poderes y están lejos de imponerse venciendo la resistencia de las FFAA y del Ejecutivo. Según la Ley, que todos dicen respetar, el ejército y el Legislativo no pueden ir más allá o contra sus determinaciones. En Bolivia, la fábrica de leyes se doblega ante la espada amenazadora. No hay democracia.

Las FFAA son la entidad política más poderosa, mucho más que el parlamento, desde luego, lo que no es excepcional en los países atrasados, como consecuencia de la caducidad del nacionalismo, que se expresa en la inanidad de sus partidos, y de la inexistencia de poderosas clases que hagan funcionar la democracia. El ejército concluye como una alternativa eficaz en manos del imperialismo y de los explotadores nativos.

Que las FFAA se muevan por encima de los partidos, no quiere decir que sigan una línea apolítica. En cierto momento son las únicas capaces de imponer la política burguesa El ejército está en ventaja sobre los partidos para efectivizar sus planes: su capacidad ejecutiva que viene de su estructura vertical y la severa disciplina que anula a su ancha base social (soldados, clases, suboficiales).

No es posible anular al ejército tornándolo apolítico y encerrándolo en sus cuarteles. Las FFAA no abandonarán la política y, desde el punto de vista revolucionario, es preferible un ejército que delibera, que toma posturas políticas, lo que puede permitir la participación en las decisiones de la tropa. El derecho de organizarse y deliberar debe alcanzar a soldados y clases. No se trata de apolitizar al ejército, sino de ganarlo, al menos a un?, parte de él, para la política revolucionaria.

El apoliticismo es careta de la política burguesa.

La democracia supone la subordinación de las FFAA a la Ley y a las decisiones parlamentarias, lo que ahora resulta
utópico. El objetivo revolucionario es lograr que en el ejército se manifieste abiertamente la lucha de clases, lo que potenciaría a la tropa y a los jóvenes oficiales frente a la jerarquía castrense. Así será escindido y perderá su capacidad represiva y de fuego. El hundimiento de este pilar de sustentación del Estado burgués se convierte en requisito para la victoria revolucionaria. Las FFAA, al jugar un rol político preeminente, reproducen las limitaciones orgánicas de la burguesía nacional, lo que les impide desarrollar una línea revolucionaria o extraña a las clases polares.

13. La inviabilidad de la democracia no significa que la clase obrera y su partido se nieguen a participar, en todas las condiciones y por principio, en las elecciones, lo que significaría caer en el anarquismo. El POR no formula este planteamiento.

Durante los retrocesos, cuando el ascenso recorre los primeros peldaños y se encuentra lejos de la insurrección, conviene la participación en los procesos electorales, la utilización del método parlamentario que es propio de la burguesía. Se justifica porque puede permitir a la vanguardia difundir ampliamente su programa, organizar y educar a los explotados. El objetivo es aprovechar la coyuntura creada por las elecciones para entregar a los explotados una perspectiva revolucionaria. Esta participación no significa la obligatoriedad de presentar candidatos, que puede o no darse según las circunstancias y las modalidades de la ley, pero debe importar la inexcusable difusión del programa partidista. La actividad parlamentaria debe subordinarse a la acción directa, esto es convertirla en tribuna revolucionaria.

Las siguientes son las condiciones mínimas para la participación en las elecciones:

a) Preservar la independencia de clase, requisito imprescindible para la marcha hacia adelante del movimiento revolucionario. Exigencia a la que deben subordinarse los frentes electorales. La subordinación obrera a la burguesía es una traición. La independencia de clase quiere decir colocar en primer plano la estrategia proletaria. Por esto hay que constituir el FRA.

b) No despertar en las masas ninguna ilusión acerca de las bondades del parlamento, de la democracia o de las posibilidades de transformación interna del Estado burgués en socialista. Hay que demostrar que la democracia más perfecta no es más que encubierta dictadura de la burguesía, que la clase obrera lucha por materializar la revolución y dictadura proletarias. No al cretinismo parlamentario.

c) La participación en las elecciones debe permitir arremeter contra la democracia burguesa, la lucha de clases pasa por este camino. Consolidar la democracia importa consolidar la explotación obrera y el rol imperialista. Para acabar con estas calamidades hay que acabar con la propiedad privada, lo que importa acabar también con la democracia formal.

d) La lucha electoral y por las garantías democráticas, deben subordinarse a la estrategia proletaria, en caso contrario los “revolucionarios concluyen como colaboracionistas y reformistas.

III. Unidad nacional al servicio de la burguesía

14. La democracia, que no tiene posibilidades de materializarse en una forma gubernamental concreta, es una difusa ansiedad de la clase dominante, que busca utilizar el sufragio libre para potenciar sus intereses. Su prematura frustración a convertido en sueños sus naturales aspiraciones.

La “izquierda” hace suya la ansiedad de los explotadores. Está en medio de la lucha de clases y es actora de ella, pero se ha colocado en la trinchera de los enemigos de las mayorías; abandonando su programa se ha derechizado. Los teóricos” pequeñoburgueses, impedidos de desarrollar una política propia, se esfuerzan por imponer los intereses de la burguesía, plantean el olvido de la lucha de clases, su relegamiento a segundo plano amparados en el argumento de que este “sacrificio’’ lo impone el imperialismo, “Marxistas” y nacionalistas se niegan a hablar de la lucha de clases en este momento considerado como un “proceso de democratización”, que tan dificultosamente camina bajo la vigilancia de los gorilas armados hasta los dientes. Sería la hora del colaboracionismo clasista para hacer posible la democracia. ¿De qué democracia se habla? Es el Caribdis v Escila de la “izquierda”, cuyos torpes navegantes no pueden burlar la tormenta ni los obstáculos generados por ellos mismos; se trata de un suicidio. De “revolucionarios” se convierten en servidores del enemigo de clase. El olvido de la lucha de clases obedece a la urgencia de no asustar al capitalismo, que de aliado se convierte en amo. Toda vez que los “izquierdistas” buscaron justificar su traición a los obreros con el argumento de que convenían con la burguesía un acuerdo circunstancial y destinado a preparar la victoria del socialismo mañana, acabaron como contrarrevolucionarios. Los pactos electorales y para reconstituir ministerios son políticos y de largo alcance.

Olvidar la lucha de clases (colaboracionismo) importa dar las espaldas definitivamente a la estrategia proletaria, relegarla a un futuro indeterminado, por eso argumentan que no es la oportunidad de referirse a ésta, sino de consumar libremente maniobras tácticas; cuando éstas se ejecutan sin referirlas a un determinado fin, se convierten en objetivos estratégicos. Si el norte de la actividad cotidiana (su materialización emerge de la lucha diaria según el Programa de Transición) va no es la revolución y ésta queda sustituida por la reforma del capitalismo, por su embellecimiento, se está apuntalando al orden burgués contra los obreros.

La actitud de la burocracia cobista, controlada por la burguesa UDP, descubre qué es lo que busca la “izquierda” que se ha olvidado del socialismo. Actuando contra las metas históricas del proletariado, toma en sus manos los intereses de la clase dominante. El capitalismo v Bolivia atraviesan una aguda crisis estructural y los “izquierdistas” se afanan por superarla a costa de la mayor explotación de los obreros. La burguesía está condenada a abandonar el poder porque va no puede alimentar a sus esclavos y las fábricas pueden marchar mejor sin su presencia. La “izquierda”, esta vez su derechización no tiene paralelo, se lanza a salvar al capitalismo, busca que las empresas se tornen rentables v obligando a los obreros a morigerar sus demandas, a someterse a la regla grata a los empresarios de «primero producir más para luego pedir mejores salarios”. Esta “izquierda” está empeñada en salvar al capitalismo en lugar de sepultarlo. La socialdemocracia propugnó la cooperación obrero-patronal en las fábricas. La burocracia habla de mejorar el sistema impositivo y aparece como interesado en cooperar en la administración empresarial, sólo después ofrece algunas esperanzas de mejoramiento de las condiciones de vida del obrero.

La “izquierda” se identifica íntegramente con la burguesía al convertirse en paladín del gobierno democrático (no del proceso democrático en su más amplia acepción), al extremo de considerarlo el más perfecto para los trabajadores, pues supone que permitirá su gradual liberación. El parlamentarismo es presentado como el método adecuado para que el sindicalismo logre el bienestar de la mayoría nacional. La burguesía busca legítimamente la materialización de la democracia y entonces la “izquierda» arria sus banderas y coopera con el enemigo de clase para el logro de objetivos que son propios de éste. Los intereses de la burguesía y del proletariado son antagónicos y excluyentes, lo que descarta que dicha cooperación pueda significar que los explotados conserven su ideología y sus objetivos pese a la subordinación a sus explotadores, como tampoco puede traducirse en una política que sea el término medio entre lo que buscan los polos extremos de la sociedad. Los burgueses utilizan todo su poderío económico, de donde arranca su preeminencia cultural y política, para imponer a sus “aliados” sus ambiciones excluyentes. La clase dominante, a diferencia de la sumisa “izquierda”, tiene objetivos claros: mejores salarios (para que la fuerza de trabajo sea explotada normalmente) a cambio de más productividad; defensa de la democracia y de la “libertad” a condición de que se respete la propiedad privada y sus inevitables emergencias. Los patrones colocan las cadenas a los obreros, objetivo central de su existencia, y los “izquierdistas” toman a su cargo la sucia tarea de remacharlas. Se trata de una cooperación al servicio de la burguesía exclusivamente.

15. Los «revolucionarios” argumentarán que forzada y momentáneamente se disfrazan de inofensivos corderillos para empujar imperceptiblemente a la actual sociedad hacia el socialismo. Es el desarrollo del capitalismo, un hecho objetivo, que crea las premisas materiales de la sociedad comunista (economía mundial, trabajo y producto social, etc.); los “izquierdistas” no son los autores de este desarrollo, sino que se agotan en el esfuerzo por mantener en pie al caduco régimen imperante, a la apropiación individual del producto social, conspiran contra la evolución de la conciencia de clase y se esmeran en despolitizar y desmovilizar a las masas, en resumen, actúan contrarrevolucionariamente.

La “izquierda” destruye la independencia de clase al someter a los explotados a la política burguesa. La independencia política quiere decir no sólo fisonomía y organización propias, sino una ideología revolucionaria que necesariamente tiene que ser opuesta a la burguesa y a las ideas oficiales de la época. La “izquierda” y la burocracia sindical se han levantado contra la tradición programática del movimiento obrero, buscando quitarle sus ideas revolucionarias, a fin de que más fácilmente se someta a la clase dominante. La subordinación a la burguesía quiere decir que los obreros se alinean detrás de ideas que les son extrañas y que justifican su explotación; de esta manera concluyen defendiendo un programa que conspira contra sus objetivos.

Aparentemente la tan pregonada «unidad nacional” sería la fusión de todos los sectores sociales del país, de las mayorías explotadas con las minorías explotadoras, para beneficio de todos por igual, sin que ninguno de sus componentes pueda sacar ventaja parcial. Se vuelve a pretextar el consabido “enemigo común”. Antes se habló del imperialismo, ahora se invoca el peligro fascista. Ambos son amenazas permanentes, pero desaparecerán sólo con la destrucción del capitalismo, vientre común de ambos.

La «unidad nacional” abarca a la derecha y a la izquierda y nace bajo el pretexto de rechazar la amenaza golpista o la política desarrollada por el fascismo, el terrorismo, etc. Su contenido es esencialmente político, desde el momento que subordina a la nación a la voluntad de la burguesía y busca defender o modificar al gobierno. Siendo una alianza de clases, hay que preguntarse quién la dirige y con qué fines. Todos los planteamientos que hace la “unidad nacional”, desde las peticiones al gobierno hasta las proposiciones de su reforma, se circunscriben al mantenimiento del orden social existente, y esto es pura política. El programa más osado de esta a- lianza clasista sólo puede propugnar una revolución política: la sustitución en el poder de una capa de la clase dominante por otra que ocasionalmente se encuentra en la oposición y que se esfuerza por colocarse a la cabeza de la nación. Es fundamental preguntarse si busca la destrucción del capitalismo o simplemente su reforma. En el último caso sigue una política conservadora y burguesa. Cuando el proletariado se integra a la “unidad nacional” concluye disolviéndose en su seno, adoptando como suya la política propia de la burguesía.

El proletariado plantea también la alianza de clases; en los países atrasados la protagonista de la revolución será la nación oprimida. Hasta esta altura pueden confundirse los planteamientos de burguesía y clase obrera; las discrepancias surgen no bien se trata de señalar las metas y la dirección política de la alianza. Se trata de algo importante. La lucha por la hegemonía sobre la nación oprimida entre las clases extremas de la sociedad es irreconciliable, como lo son sus intereses; quién dirige a la nación oprimida define las metas de ésta.

El frente antiimperialista (alianza de clases) adquiere carácter revolucionario al subordinarse a la estrategia proletaria, puede convertirse en instrumento de la revolución obrera. La burguesía, utilizando al stalinismo, puede timonear al frente antiimperialista y entonces éste cumplirá el mismo papel que la «unidad nacional». El frente anti-imperialista revolucionario y la «unidad nacional”, pese a ser ambos alianzas de clases, son de naturaleza diferente, por seguir orientaciones clasistas contrapuestas. Pueden servir a la revolución o a la contrarrevolución, esto dependa da que sea o no el proletariado el que se convierta en su dirección.

16. La «izquierda”, violentando su pasado, aparece como abanderada de la sociedad democrática o burguesa. Si su objetivo es lograr el desarrollo económico sin tocar la propiedad privada, garantizar mayores beneficios a los empresarios y algunas migajas a los trabajadores, es lógico que se empleen a fondo en el proyecto de construcción de la democracia. Cuando las masas se movilizan pueden siempre salir de los canales democráticos y dar al traste con la dirección y los esquemas de la “izquierda” derechizada, lo que explica por qué ésta tiene tanto miedo a la actuación independiente de los explotados, naturalmente inclinados a la acción directa. Los “revolucionarios” al servicio de los burgueses dan las espaldas a los métodos de la revolución proletaria, que son propios de la clase obrera, para asirse desesperadamente del parlamentarismo.

La “izquierda”, para satisfacer las exigencias de la clase dominante aparece como democrática. Coloca parches a la envejecida estructure del Estado burgués y se empeña en hacer funcionar la democracia; se despoja de todo rasgo obrerista o salarialista, a fin de tornarse «razonable” frente a las dificultades que tiene que afrontar la burguesía.
La clase dominante y sus sectores golpistas y gorilas, se benefician enarbolando la bandera democrática frente a las masas, de donde para ella provienen las mayores amenazas. El señuelo de un parlamento capaz de solucionar los problemas de las mayorías nacionales, le sirve a la burguesía para obligar a los explotados a someterse al ordenamiento jurídico. Cuando la mayoría nacional limita sus objetivos a los puramente democráticos se fortalece la burguesía y se debilita el movimiento revolucionario.

La burguesía está vivamente interesada en consolidar la «unidad nacional” dentro del marco democrático, pues así verá consolidada su propia dictadura; la acción do los sectores mayoritarios se tornará inofensiva para la clase dominante. Es la «izquierda” la que ayuda a domesticar a los explotados.

El actual gobierno burgués derechista aparece patrocinando el entendimiento entre explotados y explotadores, que sólo puede imponerse a costa del mayor empobrecimiento y postración de los obreros.

El 27 de marzo de 1980 tuvo lugar el III Seminario sobre Temas Económicos auspiciado por la Cámara de Comercio Americana y a la que asistió el embajador de los EEUU Waissman. Se evidenció la total unidad de criterio entre la empresa privada boliviana y los yanquis. Sólo la minería pequeña, económica y socialmente insignificante, ha mostrado su discrepancia con el imperialismo. Al encuentro de los todopoderosos capitalistas también asistió el “asesor económico de la COB», el cepalista y burgués Flavio Machicado, ocasión en que dijo que la COB se apartaba por principio de la política “salarialista», para coadyuvar en el desarrollo industrial y en la implantación de un régimen de “censura social». Para este curioso “teórico”, el problema de la explotación de la clase obrera es reemplazado por la creciente inmoralidad funcionaría, etc. No es sorprendente que el «asesor” hubiese descubierto que la economía boliviana no permite el aumento de salarios y esto por mucho tiempo. La consecuencia: por voluntad de la burocracia y para asegurar la prosperidad de los empresarios, los obreros deben conformarse con seguir produciendo sin pedir nada.

G. Sánchez de Lozada, poderoso minero y militante del pazestenssorismo (MNRH), norteamericanizado en su mentalidad y conducta, fundamentó teóricamente el carácter democrático de los empresarios. Informó Presencia: “una empresa es esencialmente democrática, ‘tal vez mucho más democrática que cualquier otro sector’ y que, por este motivo, debe tener una mayor participación en la vida política. Esa participación -advirtió- debe ser indirecta y  fundamentalmente canalizada a  través del apoyo a la formación de corrientes políticas y a la postulación de candidatos.

“Planteado el paralelismo (organización empresarial y sistema democrático), dijo que la democracia es un ´sistema de competencia por el poder; una competencia libre por el voto libre, para determinar quién es el que va a dirigir la sociedad, de la misma manera que en una empresa se elige a la máxima autoridad’. Sostuvo que la democracia es la única forma civilizada de convivencia, en la quo debo gobernar la opinión do la mayoría, sin quo olio signifique la destrucción do la opinión minoritaria. ‘Como en las empresas, la sociedad do- be utilizar el sistema democrático para designar a las personas con capacidad dirigente, en un juego en el que los perdedores sepan reconocer su derrota’, agregó, al opinar que las actuales dificultades políticas de Bolivia se deben a que ‘no hay una mayoría coherente que imponga su criterio”. Citó como modelo de partidos que comprenden “las características del juego democrático” al PDC y a ADN, acotando que todos los demás serían revolucionarios “porque quieren imponer sus principios y lograr transformaciones del orden vigente”. Lo dicho por Sánchez de Lozada (burgués más que aristócrata, pese al de) puede resumirse en la tesis de que corresponde a los empresarios modelar la democracia mediante la estructuración de grandes corrientes políticas, que dicho gobierno debe estar al servicio de los capitalistas. La paz social impuesta en ese marco sería ideal para el establecimiento de las relaciones obrero-patronales subordinadas a los intereses de los empresarios. La esencia de la democracia: una vez que los empresarios dominen a las tendencias mayoritarias, las minorías deben tener derecho a la crítica dentro de la ley, sin que se les reconozca como legítimo el empeño de transformar el orden existente. Como se ve, la democracia es una dictadura de la burguesía impuesta a la mayoría nacional.

El portavoz gubernamental Garret, vinculado a las actividades empresariales, recapituló lo dicho por el “teórico” de la empresa privada: el Estado tiene la misión de asegurar la participación de los empresarios en el funcionamiento de la democracia. No se ocultó que los capitalistas y la burocracia sindical se mueven según la voluntad del imperialismo. Todos estaban seguros que la democracia debe servir para que este estado de cosas pueda desarrollarse sin las interferencias de las masas encabritadas.

17. Un modelo de lo que es la “unidad nacional” al servicio exclusivo de la burguesía, tanto vale decir del imperialismo, se tiene en el pacto suscrito, el 25 de marzo de 1980, entre la COB, las entidades religiosas y de caridad, junto con los partidos de derecha, de centro y de «izquierda», excepción hecha del POR, lo que le permitió poner a salvo su presente y su futuro como dirección revolucionaria.

Este pacto, sellado con el pretexto do oponerse al golpismo gorila, busca encadenar a las masas a los objetivos democráticos, a la utilización exclusiva de los métodos democráticos, a abandonar sus propias ideas heréticas y radicales para enarbolar la bandera de la burguesía.

En el primer punto se fijan los objetivos: “Reiterar su irrenunciable decisión de luchar en defensa del proceso democrático abierto por el esfuerzo y sacrificio del pueblo boliviano, contra la conjura de una minoría antinacional y antipopular… y contra toda forma de adulteración de la soberanía popular”. Esta es una declaración principista impuesta por la burguesía. Los “demócratas” no están interesados en una transformación democrática, que puede considerarse parte del contenido de la revolución, sino sólo en el verificativo de elecciones y en la vigencia de algunas garantías. Esta meta burguesa es coreada por democratizantes e “izquierda”. Se parte de la “soberanía popular” como fuente de los poderes del Estado, una teoría liberal.

A los “izquierdistas” a veces se les ocurría, por demagogia más que por convicción, añadir a su profesión de fe democrática la promesa de luchar por el socialismo. Como ahora los que impusieron la línea fueron Paz, Guevara, Siles, el PDC, los monseñores de la Iglesia, etc., no hubo lugar para declaraciones líricas sobre el lejano consuelo igualitario.

Sobre el pretexto del pacto se puntualiza que la escala terrorista obliga a exigir al gobierno que señale a los culpables y los castigue drásticamente. Sabíamos que sólo las masas armadas podían acabar con el terror fascista. Más que ingenuidad hay toda una concepción política extraña a la orientación y métodos obreros. El débil gobierno Gueiler sobrevive porque los militares no encuentran aún la oportunidad de enviarlo al tacho de los objetos inservibles y gracias a que la Presidenta adula y hace concesiones a los generales. El POR ha denunciado que desde la Presidencia se paga a los agentes del servicio de inteligencia de las FFAA, a los autores de la ola de terrorismo. En la afirmación se encuentra implícita la tesis de que el terrorismo, como el fascismo en sí, pueden ser arrancadas de raíz por el gobierno burgués Esto es peligroso porque puede despertar ilusiones acerca del carácter de clase del régimen y de sus posibilidades para aplastar a la reacción burguesa. ¿Es falso decir que el fascismo sólo será aplastado definitivamente si se aplasta al capitalismo? Esto no desea la burguesía, pues ya sabrá encontrarse bien dentro del totalitarismo gorila, como enseña la historia.

La defensa del proceso electoral, de las libertades, etc., se promete hacerla exclusivamente con métodos democráticos (pacíficos), con reclamos al Ejecutivo, con la papeleta electoral, para evitar la movilización y acción directa de las masas, consideradas como el mismo caos. Enemigos de la violencia, se esmeran en evitar que ésta se apodere de los explotados y que bien podría convertirse en amenaza contra la propiedad privada. Era el momento de decir: a la violencia fascista, la violencia revolucionaria y la “izquierda” calló.

El pacto ha redundado en beneficio de la burguesía y del imperialismo y ha perjudicado a las masas, les ha hecho perder su independencia política y las ha sometido a la voluntad burguesa.
Los pactantes no se acordaron del imperialismo. Han dado pruebas inequívocas de que se apoyan en lo que dicen y hacen los yanquis. Cuando el embajador de los EEUU metió las manos en la política interna, los demócratas e “izquierdistas” sé esmeraron en aplaudir al amo y ninguno tuvo el coraje de repudiar la actitud intervencionista de la metrópoli.

Sería absurdo reducir el problema a saber si entre los firmantes está Paz, que resume la evolución del nacionalismo, desde la histeria antiyanqui hasta el progorilismo. Hay que preguntarse por qué estos elementos se encuentran a sus anchas en ese bloque político. La respuesta: el compromiso ha sido elaborado y sellado en beneficio de la burguesía y en ese marco se busca estrangular a las masas. Los que juegan con formalidades están buscando encubrir su propio sometimiento político a las ideas y planes de la burguesía.

18. La inviabilidad de la democracia abre, ni duda cabe, el camino del golpismo, que por la preponderancia política de las FFAA debe tener como eje a caudillos castrenses. El aferrarse a la falsa carta de la democracia no hace más que ayudar, en definitiva, al golpismo. Llegará el momento, cuando las masas se tornen amenazantes, en el que los EEUU volverán a alentar las ambiciones de los gorilas.

La actitud revolucionaria no consiste en jugar con una ilusión, sino en movilizar a los explotados para que sepulten al capitalismo y al fascismo y abran la perspectiva democrática para la mayoría nacional bajo la dictadura del proletariado. Lejos de estrangular “democráticamente” a las masas, hay que utilizar la lucha por las garantías constitucionales como palanca impulsora del movimiento revolucionario; en el camino habrá que aplastar al reformismo, al oportunismo socializante y al nacionalismo obsoleto.

Que la “izquierda” (PPCC, PS-1, otros grupúsculos que son desperdicios del proceso social) forme fila detrás de connotados sirvientes del imperialismo y de masacradores de obreros, buscando salvar a la inexistente democracia, lo que la convierte en ilusionista que saca palomitas de la manga de la chaqueta, demuestra que es políticamente menchevique. La afirmación acaso diga poco a los lectores. El menchevismo no es más que la subordinación a la burguesía y el propósito de poner en pie a la democracia. La lucha de clases configura el proceso político y marca a fuego a sus protagonistas. En la izquierda seguimos en medio de la secular lucha entre menchevismo y bolchevismo. Trotsky, en 1919, presentó el siguiente resumen de tal lucha:

“El punto de vista menchevique partía del principio de que nuestra revolución es burguesa, es decir que su consecuencia natural sería el paso del poder a la burguesía y la creación de las condiciones de un parlamento burgués. El punto de los bolcheviques… aun reconociendo la inevitabilidad del carácter burgués de la revolución, planteaba la creación de una república democrática bajo la dictadura del proletariado y del campesinado… Las advertencias de que las circunstancias del desarrollo del capitalismo habían provocado grandes contrastes entre sus dos polos y habían condenado a la insignificancia a la democracia, no impedían a los mencheviques… buscar incansablemente una democracia ‘auténtica’, ‘verdadera’, que tendría que ponerse a la cabeza de la nación e introducir condiciones parlamentarias, a ser posibles democráticas, cara a un desarrollo capitalista. Intentaron siempre descubrir indicios de democracia burguesa y al no encontrarlos se los imaginaron…”

 


Propuesta de Programa para el Partido de los Trabajadores

Organización Cuarta Internacional – Brasil

 

1. El Partido de los Trabajadores nace para organizar a los trabajadores del campo y de la ciudad en un agrupamiento político independiente de la burguesía, de los partidos burgueses y del Estado capitalista. El PT llama a todos los explotados a engrosar sus filas y proclama su objetivo de defender los intereses y las reivindicaciones de los más diversos sectores de la mayoría nacional oprimida y de impulsar su combate.

Sin embargo, el PT no se caracteriza como un frente amplio e indiferenciado de todos los estratos populares: se define como un partido obrero, porque inscribe en su programa que la satisfacción de las aspiraciones más elementales del conjunto de la población trabajadora es imposible en los marcos de la sociedad capitalista y del Estado burgués, o sea, proclama la abolición de la propiedad privada capitalista. A estos objetivos históricos, que son los objetivos del proletariado, el PT trata de incorporar las reivindicaciones parciales y transitorias, que, dentro del Estado burgués, contraponen el pequeño propietario al gran monopolio, el trabajador autónomo a las grandes corporaciones industriales y comerciales. Omitir -en nombre de la necesidad de defender los intereses comunes de las diversas clases explotadas- que la plena satisfacción de estos intereses sólo es posible con la expropiación del capital, significa colocar al PT a remolque de la burguesía, de una propuesta que no sobrepasa los límites del Estado capitalista y que siembra la ilusión de que es posible satisfacer las aspiraciones de la mayoría oprimida con una mudanza en la forma del Estado. El PT debe rechazar esta concepción y llamar a todos los explotados a asumir el programa y la estrategia de la clase obrera, por la transformación socialista de la sociedad. En sus filas no caben los patrones ni los elementos vinculados a la política patronal. Lo contrario sería subvertir el carácter del partido: sólo entre trabajadores y explotados el PT puede discutir las características y los principios de su programa y de su actividad.

2. El nacionalismo burgués ya demostró su impotencia para arrancar al país del atraso y miseria en que vive. No fue capaz de realizar la revolución agraria y promover la unidad y la independencia nacional. La burguesía nacional es una clase históricamente caduca, definitivamente incapaz de llevar a cabo las tareas democráticas de la nación oprimida: esto es el balance de la Revolución del 30 y del varguismo. Sólo la clase obrera -como dirigente de la mayoría explotada de la nación- puede cumplir las tareas democráticas pendientes en este país semicolonial. Por eso el PT debe combatir las concepciones de conciliación de clases y denunciar implacablemente toda tentativa de subordinar al proletariado y las masas al nacionalismo burgués o pequeño burgués.

Una de las formas con las que se ha intentado combatir la independencia obrera es integrando el PT en un frente burgués de oposición, junto a otros partidos opositores, en una reedición del viejo MDB. Participar en un frente de este tipo significa renunciar a los objetivos estratégicos de la lucha proletaria, significa subordinar el PT a las propuestas de la burguesía, que busca remodelar el Estado capitalista de forma de preservarlo frente al embate del movimiento de masas. Con los partidos burgueses que se reclaman de la oposición y de la democracia, el PT debe firmar meros acuerdos prácticos para la movilización efectiva y no les debe prestar ninguna solidaridad política. Al contrario, debe denunciar su cobardía congénita en la lucha por las libertades democráticas y declarar que el objetivo del PT no es la democracia burguesa sino el socialismo. Frente a la huelga de San Bernardo, los partidos burgueses declararon que la solución para las huelgas era una reformulación de la Justicia del Trabajo, mientras trataban de armar un esquema de cooperación con el gobierno para evitar que la huelga provocase una explosión social generalizada contra la dictadura. Ese es el horizonte de la burguesía democratizante: recauchutar los métodos de dominación del Estado burgués. El PT debe combatir esta perspectiva. ¡No al frente democrático burgués!¡Por un Frente Único Antiimperialista que rompa el sometimiento de las masas explotadas a la burguesía nativa, por la expropiación del gran capital agrario, imperialista y nacional! La táctica del frente único antiimperialista se contrapone al frente democrático burgués: coloca en primer plano la independencia política de los trabajadores. La propuesta de un frente democrático burgués -o frente amplio de oposiciones- es bastante antigua, y los trabajadores brasileños ya tuvieron oportunidad de experimentarlo. Fue levantado y defendido históricamente por el PCB, habiendo culminado con el golpe militar de 1964, que encontró el movimiento de masas atado de pies y manos para enfrentar la reacción. El sometimiento de los trabajadores a la dirección de la burguesía nacional y “democrática” -base de la propuesta de “frente amplio»- sólo puede llevar a la derrota, pues la burguesía nacional, en los momentos decisivos, considera la reacción y el imperialismo como un mal menor frente a la proyección revolucionaria de la movilización de las masas. Por el frente único antiimperialista, alianza de clases interesadas en la liquidación de la opresión imperialista, bajo la hegemonía del proletariado: esta es la táctica que el PT debe defender e incorporar a su programa.

3. El PT no sólo no debe confundir la lucha democrática de los trabajadores con la defensa estratégica de la democracia burguesa, sino que debe combatirla abiertamente. El programa del PT debe combinar la lucha democrática y socialista en un único movimiento; la estrategia del PT es el socialismo y no la democracia burguesa.
La lucha democrática del PT es un medio para oponer el movimiento de los trabajadores a la burguesía y para elevar la conciencia de clase de las masas, en la perspectiva de la destrucción del Estado burgués. Es en función de esto que el PT combate por las libertades democráticas, por el derecho irrestricto de organización y manifestación para toda la población.

Está comprobado históricamente que la democracia burguesa en los países atrasados es una utopía. Los regímenes políticos en los países atrasados pueden llegar a adoptar una fachada parlamentaria pero no llegaron ni llegarán nunca a instituir un régimen de democracia burguesa. La base de ésta es el pleno cumplimiento de las tareas nacionales que la débil burguesía nacional es incapaz de desarrollar y que resueltas por el proletariado -como vanguardia de la nación oprimida- conduce no a la democracia burguesa, sino al gobierno obrero y campesino y al Estado obrero basado en la expropiación de la burguesía.

4. El método de lucha propio de los trabajadores es el de la acción directa, el de las huelgas, el de las movilizaciones de masas. Sobre esta base, la intervención parlamentaria del PT debe caracterizarse por lo siguiente: a) utilización de la tribuna parlamentaria para denunciar el arbitrio de la dictadura actual y denunciar la hipocresía de la democracia burguesa; b) coordinación de la acción directa de las masas y subordinación a ésta como estrategia de lucha de los explotados. En ningún caso el PT debe considerar el parlamentarismo como forma política que resolverá los problemas de los explotados. Por lo tanto en ninguna circunstancia la lucha parlamentaria podrá sustituir los métodos de acción propios de la clase obrera.

La cuestión agraria y la alianza obrero-campesina

El campesinado y los trabajadores del campo representan la mayor parte de las masas explotadas del Brasil. Son los principales aliados de la clase obrera en la lucha por terminar con el régimen de explotación. En las últimas décadas se profundizó el proceso de expulsión de los campesinos de sus tierras y la penetración de gran capital nacional y extranjero en el campo. Bajo el régimen de concentración de la propiedad, se perpetúan las más arcaicas relaciones de producción precapitalistas, que someten a millones de trabajadores al hambre y al desempleo, a la inestabilidad en el trabajo, al atraso cultural y a las terribles represiones de los terratenientes, capataces y fuerzas policiales.
Frente a esta situación el PT debe luchar por la nacionalización de las tierras y por el trabajo colectivo en la agricultura.

La expropiación de las tierras de los latifundarios y de las empresas capitalistas no se extiende, sin embargo, a los pequeños propietarios. En este sentido el PT levanta la consigna de Tierra para quien la trabaja. Bajo el gobierno obrero y campesino, la pequeña burguesía rural y urbana tendrá condiciones más favorables de crédito, de compra y venta, condiciones que no pueden existir bajo el dominio de los monopolios.

La lucha antiimperialista

La lucha antiimperialista del PT tiene como objetivo conquistar de hecho la independencia nacional y el socialismo. La lucha por el socialismo es inseparable de la lucha por la expulsión del imperialismo y por la solución de las tareas nacionales y democráticas pendientes. No habrá in* dependencia nacional y revolución agraria mientras no sean rotos todos los vínculos de dependencia político-económica con el capital internacional.

Para acabar con la opresión nacional de las metrópolis imperialistas, para acabar con el atraso semicolonial y para poner los medios de producción en las manos de las masas oprimidas, el PT debe levantar el siguiente programa antiimperialista y anticapitalista:

-ruptura de los acuerdos secretos y de todos los pactos con el imperialismo;

-desconocimiento de la deuda externa;

-expropiación de las empresas imperialistas y del gran capital nacional;

-nacionalización del comercio exterior;

-abolición del secreto comercial en las empresas nacionales y extranjeras;

-expropiación y nacionalización de los bancos y de los seguros y creación de un banco estatal único;

-control obrero de la producción.

Asamblea Constituyente democrática y soberana

El PT debe levantar la reivindicación de una Asamblea Constituyente democrática y soberana para centralizar el movimiento de las masas cuya aspiración es acabar con la dictadura militar. La burguesía, por su lado, trata de atraer a las masas para el parlamentarismo dentro de ciertos límites, límites que pueden servir para desviarlas de su lucha revolucionaria. Por esto la burguesía concibe a la Asamblea Constituyente de un punto de vista formal: enmendar la constitución actual dentro de un cuadro de compromiso con la dictadura. En oposición a esto, la consigna de Constituyente debe ser levantada en contraposición al régimen actual: libertar irrestricta de organización para todos los partidos políticos y organizaciones populares, libertad de manifestación y movilización para los sindicatos sin ningún tipo de injerencia estatal, con el fin de toda la legislación represiva, con el voto para los analfabetos, soldados y marineros. Levantando consecuentemente las banderas democráticas, el proletariado y las masas enfrentarán a los explotadores en su conjunto y construirán sus propias organizaciones, abriendo el camino para imponer su propio poder, para imponer el gobierno obrero y campesino. Es con esta perspectiva y subordinada a su acción directa, que los trabajadores deben luchar por las reivindicaciones de democracia política y Asamblea Constituyente.

Por la independencia de los sindicatos del Estado

El PT lucha contra la integración de los sindicatos al Estado y contra la colaboración de clases practicada por las direcciones sindicales “pelegas» (burocráticas). En el actual período, los sindicatos subordinados al Estado y burocratizados están en flagrante contradicción con el ascenso de las masas, que tratan de recuperarlos para la lucha de clases. La independencia sindical y la democracia sindical son dos banderas centrales para el PT. Entendemos la independencia sindical no como una reforma de la CLT concedida por el gobierno o por el parlamento, sino como la soberanía de las decisiones colectas de los trabajadores, contrapuesta a la intervención estatal. Las consignas son; ñera la subordinación obligatoria a las decisiones del Tribunal del Trabajo, fuera la intervención a los sindicatos, que éstos funcionen al margen del ministerio de trapío, aboyándose exclusivamente en la organización de los trabajadores y en sus asambleas soberanas.

El PT lucha por un sindicalismo independiente y de masas, organizado a partir de los lugares de trabajo. Es preciso superar la contradicción entre las grandes concentraciones obreras en los centros fabriles Y la ausencia casi completa de organizaciones masivas y unitarias de las masas trabajadoras. Los movimientos huelguísticos iniciados en 1978 se expandieron nacionalmente en 1979 y en este momento tuvimos un combativo movimiento de 40 días de huelga en el gran San Pablo, intentado casi todo el tiempo por asambleas masivas. Para derrotar al gobierno Centralizado, impedir las represalias y garantizar cualquier acuerdo colectivo, es necesario estructurar las comisiones de fábrica y los cuerpos de delegados sindicales, por sección, centralizados en los sindicatos y bajo soberanía de las Asambleas ferales. Es en esta batalla que el PT lucha por la creación de una Central Obrera independiente, organizada a partir de Confesos de delegados de fábrica, elegidos sus locales de trabajo y con mandato sus asambleas. Resta todavía afirmar que el PT trabajará por la preparación y organización de los movimientos huelguísticos, defendiendo la formación de los comités de huelga, comités de defensa contra la represión y por piquetes.

Mejores condiciones de vida y de trabajo

El eje que centró las recientes luchas obreras fue: fin del control del gobierno sobre los salarios y mejores condiciones de trabajo, quebrar uno de los pila.es del «milagro brasileño”, -la miseria salarial. El PT inscribe en su programa este objetivo de la lucha de los trabajadores: recuperar la pérdida del poder adquisitivo de los asalariados y combatir el conjunto de medidas antiobreras, dirigidas a mantener la superexplotación. Como los salarios no tuvieron un significativo aumento, como el costo de vida ha crecido violentamente como el paquete antiobrero de Delfim descarga la crisis económica sobre los asalariados, como está intacta la ley antihuelga que impide cualquier negociación colectiva con los empresarios, el PT levanta las siguientes banderas: o abajo el plan antiobrero de Delfim; o aumento salarial de emergencia y escala móvil de salario; o salario mínimo de Cr. 12.000 (actualizado en cada momento); o escala móvil de horas de trabajo; o estabilidad en el empleo; o contratos colectivos de trabajo negociados, sin restricciones, entre sindicatos y patrones.

La reivindicación de aumento salarial de emergencia y escala móvil de salario es la respuesta de los trabajadores frente a la brutal carestía, que se aproxima a la tasa del 100 por ciento anual de aumento de precios. La escala móvil de salarios debe asegurar el aumento automático de salarios junto al aumento de los precios de los artículos de primera necesidad. Al mismo tiempo, es necesario defender, contra el desempleo, la escala móvil de horas de trabajo, es decir, que el trabajo disponible sea repartido entre todos los trabajadores existentes y que así se determine la duración de la semana de trabajo, sin perjuicio salarial.

La reivindicación de contratos colectivos de trabajo busca romper la división y el aislamiento de la lucha por fábrica, volcando todo el peso de los trabajadores para la negociación colectiva de la categoría. La discusión de los contratos colectivos trata no sólo de salario, sino también del conjunto de las condiciones de trabajo: estabilidad en el empleo, mínimo salarial, mínimo profesional, ritmo de producción, accidentes de trabajo, etc. Plantea una serie de defensas de clase estructuradas contra la dictadura patronal. Por esta misma razón, los trabajadores no pueden discutir una vez por año el contrato de trabajo, sino que deben fiscalizar cotidianamente su cumplimiento en cada fábrica, a través de sus propias organizaciones.

La lucha por un PT de clase es la lucha por imponer la dirección de la clase obrera del movimiento de los explotados, a través de la propia experiencia de las masas. Para esto, es necesario enfrentar a la burguesía en todos los terrenos, y combatir la dominación que la burguesía pretende imponer sobre las diversas capas de la población trabajadora. Asentar sólidas organizaciones de masas, que arranquen a los explotados de la influencia burguesa, es un elemento imprescindible para el desarrollo de un partido de clase que se pretende erigir como dirigente de la movilización de la mayoría nacional explotada.

Por una juventud de masas del PT

La juventud estudiantil y trabajadora ocupa el primer puesto en el combate antidictatorial y antiimperialista. Romper la manipulación de la juventud por la burguesía, organizar los secundarios, los universitarios, la juventud trabajadora en una gran organización de masas: junto a la clase obrera, por el socialismo. Esta es la propuesta que el PT debe plantear a la juventud. El PT debe combatir la política me pretende convertir la juventud en masa de maniobra de la burguesía democratizante, la que busca el compromiso con el gobierno militar y no la movilización revolucionaria para acabar con la dictadura. No a las juventudes burguesas. ¡No a la juventud del PMDB! Por una juventud e masas del PT, que formule un programa de combate y de clase para la juventud. El PT debe convocar a todas las organizaciones’ estudiantiles y juveniles que apoyan el PT a realizar una Conferencia
Nacional para discutir las bases y el programa de esta organización de la juventud: contra la discriminación salarial de los jóvenes, contra la rotatividad en el empleo, por el derecho de la juventud a la educación y por el libre ingreso a la universidad por la autonomía universitaria y por la escuela única, laica, estatal y gratuita, por el pago integral del salario durante el servicio militar, etc.

Por una organización de mujeres del PT

Acompañando el ascenso obrero, la mujer trabajadora salió a la lucha, se incorporó al combate de las masas y levanta sus propias reivindicaciones frente a la superexplotación que sufre bajo el capitalismo. La burguesía trata de desviar a la mujer trabajadora de la lucha común con los trabajadores, presentándoles los problemas de su explotación como un mero problema de sexo, exaltando el feminismo, que no cuestiona las bases de la sociedad capitalista. Romper esta falsa perspectiva, convocar a las mujeres a organizarse en el partido de los trabajadores para acabar con la explotación capitalista. El PT debe impulsar la construcción de una organización masiva de mujeres del PT y discutir las reivindicaciones específicas que conciernen a su combate: por la equiparación salarial con los hombres, por el derecho a la maternidad y al amparo legal de la madre soltera, por guarderías obligatorias en los lugares de trabajo, por la garantía en el empleo para las mujeres gestantes, etc.

Formar las fracciones sindicales del PT

Es en el movimiento sindical donde el PT debe enraizarse. Un PT obrero, de masas, es inconcebible separado del desarrollo de un movimiento sindical independiente. El movimiento sindical, a partir del ascenso, choca con la regimentación y la subordinación al Estado de los sindicatos, contra los ‘‘pelegos” agentes de la dictadura. Es contra los »pelegos’1 y los patrones que comenzaron a surgir las oposiciones sindicales y el propio movimiento del PT. El PT sólo puede crecer extendiendo este movimiento y centralizándola formando poderosas fracciones sindicales, destinadas a barrer el «peleguismo”, por un sindicalismo de masas, apoyado en las comisiones de fábrica y en los cuerpos de delegados, por sindicatos independientes de la burguesía y del Estado, por una Central Obrera Independiente. Es necesario convocar a todas las Corrientes y militantes sindicales que están en el PT a organizar Conferencias en los Sindicatos para discutir este programa, centrado en barrer el «peleguismo”, destinado a combatir toda la política de sustentación a los Joaquines y Cía. (pelegos), y que debe incorporar las reivindicaciones específicas de cada sindicato. ¡Fuera los “pelegos”! ¡Abajo el control estatal sobre los sindicatos! ¡Por la libertad y la democracia sindical! ¡Por una nueva dirección para el movimiento obrero!

Convocar un Congreso obrero de delegados de fábrica

La huelga de los metalúrgicos no fue derrotada por la represión, sino por el cansancio, aislamiento y por el hambre. Los trabajadores recularon, pero el recule es transitorio: la tendencia del ascenso obrero no fue quebrada y el plan de hambre del gobierno llevará a las masas rápida-mente a nuevos combates. La lección de San Bernardo es clara: la dictadura no retrocederá a no ser ante la extensión y generalización del movimiento de masas. No se trata de entrar en compás de espera. Es hora de organizar a la clase para los inevitables combates que vendrán: el PT debe convocar un Congreso obrero, un congreso de delegados de fábrica que rompa con la actual estrechez organizativa de los sindicatos y estructure una red organizada de la clase para imponer, mediante su acción directa, las reivindicaciones fundamentales de todos los trabajadores: por el aumento salarial, por el salario mínimo de Cr l 2.000, por la estabilidad en el empleo, por la Central Obrera Independiente. Que se exija un pronunciamiento de todos los sindicatos que se declararon solidarios con San Bernardo, que el PT tome la iniciativa y pase a organizar el Congreso de delegados de fábrica.

Los partidos burgueses tratan de esterilizar la lucha de los obreros proponiendo que esperen sentados una reformulación de la legislación del trabajo, una nueva forma más flexible de control. El PT debe responder organizando la clase obrera e imponiendo esa organización contra la dictadura: las comisiones de fábrica, los cuerpos de delegados, los comandos de huelga, las asambleas soberanas. No existe otro camino. La emancipación de loa trabajadores será obra de los trabajadores mismos.

15/5/80

 


Uruguay: La situación política

Socialismo Revolucionario – Uruguay

 

El reguero de paros parciales y totales que se desarrollaron el 1ro de mayo y que abarcaron a importantes gremios, fábricas, bancos, oficinas y facultades, representa la primera resistencia generalizada a la dictadura militar. Esto revela que están en desarrollo los primeros pasos de un proceso de recuperación del movimiento obrero y de las masas, luego de la derrota de junio del 73.

Los paros del 1° de mayo, con todas las características de desarticulación que aún evidenciaron, tienen la enorme importancia de haber echado por tierra los objetivos del gobierno de borrar esta fecha clasista. Contra los propósitos del gobierno, el 1° de mayo no pasó desapercibido en el país, hubo lucha, hubo paros, y donde no se alcanzó a organizados hubo repudio silencioso y masivo a siete años de gobierno antiobrero.

Y esto a pesar de las amenazas previas lanzada por los militares y la represión tanto durante el 1° de mayo como en los días previos, que dejaron el saldo de numerosos compañeros y activistas detenidos.

Es que el régimen militar ha concitado el odio de toda la población trabajadora a través de siete años negros de hambre, miseria, desocupación y represión, como nunca se había visto en este país. El régimen, atrás de su fortaleza aparente, es débil, porque no ha logrado granjearse el a- poyo de ningún sector de las masas.

Esta es la principal razón de la impasse de la dictadura, que está empantanada en la búsqueda de un nuevo esquema institucional continuista, mientras crecen los desacuerdos interburgueses en torno al plan económico entreguista en vigencia.

Pasados ya los momentos más difíciles de miedo y desmoralización, los trabajadores y el pueblo han iniciado el camino que debe conducir al derrocamiento de la dictadura.

El incipiente movimiento de las masas ha puesto a la orden del día la tarea central de poner en pie a sus organizaciones para motorizar esta perspectiva. Llamamos a todas las fuerzas políticas que se reclaman de la clase obrera y el pueblo, a todas las corrientes sindicales y activistas independientes al frente único, a la unidad de acción POR LA RECONSTRUCCION DE LA CNT Y DE LOS SINDICATOS, por la reconstrucción de la FEUU y de los gremios estudiantiles, en contraposición a todos los designios dictatoriales.

Para acometer esta tarea el movimiento obrero necesita dotarse de una clara estrategia política de independencia de clase.

Por una Asamblea Constituyente democrática y soberana

La dictadura militar con su cronograma político busca preservar las conquistas contrarrevolucionarias implantadas desde 1973. Con la reforma constitucional, con la ley sindical, con el estatuto de partidos políticos, el gobierno quiere institucionalizar la regimentación a fondo de toda la vida política del país y fundamentalmente borrar toda presencia política y sindical de la clase obrera organizada.

Los partidos burgueses tradicionales se han colocado en un cuadro de subordinación a la dictadura militar. La reciente declaración conjunta de los principales líderes blancos y colorados así lo atestigua, en la que lo único que reclaman es que se apruebe el estatuto de partidos que ha preparado el gobierno. Con esto, los partidos tradicionales reafirman que son in-capaces de apartarse de la regimentación dictatorial. Es que los partidos patronales indudablemente quieren recuperar sillones en el parlamento y puestos en los ministerios, desde donde puedan volver a su vieja profesión de engañar al pueblo con monsergas y discursos “democráticos”. Por esto tienen contradicciones con el pesado aparato de la dictadura militar. Pero tienen un acuerdo fundamental con ésta, y es la de garantizar que la clase obrera no levante cabeza. Por eso aprueban que esta dictadura repudiada, no elegida por nadie, saque una ley sindical régimentadora que, entre otras cosas, institucionaliza la ilegalidad de la CNT y prohíbe la organización sindical de los empleados públicos. A los partidos patronales, que gustan de calificarse de “democráticos”, no se les ocurre plantear la total libertad de asociación para la clase obrera, y se han limitado a reclamar que la ley, regimentadora y antisindical, alga ya. El PDC, que en otros tiempos posaba de “izquierdista”, ha declarado por boca de Terra que apoya el Monograma militar y para eso se ha lanzado a la construcción de una central sindical paralela, la ASU, con el visto bueno de los milicos.

En síntesis, los partidos burgueses, aunque de palabra dicen a veces estar en contra de la dictadura, buscan el acuerdo con ella, buscan la participación en el cronograma político, que siga el COSEN A, que siga el ESMACO, que sigan los torturadores, que siga todo el andamiaje represivo policíaco-militar, pero adornado con floreos parlamentarios y con instituciones “democráticas”. En definitiva, que algo cambie para que todo siga igual.

Contra esta perspectiva de continuismo y recambio burgués, el movimiento obrero debe levantar la estrategia del derroca-miento revolucionario de la dictadura mediante la movilización de las masas. Ni dictadura militar, ni dictadura disfrazada con ropajes “democráticos”. La democracia política sólo puede asentarse en la destrucción de todo el andamiaje represivo estatal que se vino montando inclusive desde mucho antes del golpe de junio del 73. Con esta perspectiva el movimiento obrero debe llamar a todas las fuerzas que se reclaman democráticas a la movilización contra la dictadura y su cronograma continuista, contra el estatuto de los partidos (por la total libertad de organización política), contra la ley sindical (por la reconstrucción de la CNT y los sindicatos, la FEUU y los gremios estudiantiles y todas las organizaciones de las masas), por la libertad de todos los presos políticos, gremiales y conexos y la investigación y castigo de los crímenes y torturas, por el derrocamiento de la dictadura y la imposición de una Asamblea Constituyente democrática y soberana.

El frente antifascista es una estrategia de derrota

El Partido Comunista y la dirección de la CNT han delineado la estrategia del frente antifascista que significa la subordinación de la clase obrera a la burguesía. ¿Por qué? Porque con esta orientación se pretende que la clase obrera se adapte a los planteos de los Batlle, de los Pereira y de los Terra. Que la clase obrera sirva de furgón de cola de los burgueses democratizantes para “presionar” por una apertura política regimentada y conducida por la actual dictadura, donde la clase obrera pierda toda fisonomía propia. En definitiva, que la clase obrera abandone sus propias banderas de lucha democráticas y antiimperialistas y se diluya en el frentismo de colaboración de clases.
Oponemos a la estrategia del frente antifascista, de subordinación a la burguesía, la del FRENTE ANTIIMPERIALISTA que busca transformar a la clase obrera en el caudillo nacional de todas las masas explotadas para dirigir la lucha revolucionaria contra la dictadura militar. Al frente antiimperialista la clase obrera participa con sus propias banderas de clase y pone en primer lugar, no los conciliábulos por arriba, sino la organización y acción directa de las masas. Llamamos a los partidos obreros y de izquierda a formar un frente antiimperialista para poner en pie las organizaciones de las masas, y luchar por el conjunto de sus reivindicaciones y por la convocatoria de una

Asamblea Constituyente democrática y soberana.

Esta es la tarea central de la estrategia del frente antiimperialista: poner en pie a las organizaciones de la clase obrera y de las masas. Una de las consecuencias más nefastas de la línea del frente antifascista es que deja de lado esta tarea central por las necesidades del acuerdismo con los burgueses “opositores”. Es que la reconstrucción de la CNT choca contra todo el cronograma militar y la perspectiva de los supuestos “aliados”. No se trata de plantear la participación obrera en la elaboración de la ley gubernamental o de hacer la vista gorda a intentos regimentadores como el de la ASU, como viene haciendo la dirección de la CNT y el PC. Se trata de poner en pie a la CNT y los sindicatos con una política de independencia de clase. Llamamos a la dirección de la CNT y a todas las corrientes del movimiento obrero a abandonar toda perspectiva de subordinación a la burguesía, y al frente único para lanzar una gran campaña sindical nacional por la construcción de Comités de Base de la CNT, fabriles y sindicales, que encaren la elaboración de petitorios por aumento salarial y pliegos de reclamos por todas las conquistas avasalladas en estos 7 años de dictadura militar.

La puesta en pie de la CNT y de los sindicatos con una política de independencia de clase, la reconstrucción de la FEUU y de todas las organizaciones de las masas, es la condición para que el proletariado pueda acaudillar a toda la nación oprimida contra la dictadura y es la tarea central que ha puesto a la orden del día la movilización del 1° de mayo.

Por eso llamamos al frente único, a la unidad de acción, a todas las fuerzas que se reclaman obreras y democráticas: POR LA RECONSTRUCCION DE LA CNT Y DE LOS SINDICATOS, con una política de independencia de clase. Por la construcción de Comités de Base de la CNT. Por una campaña sindical nacional de presentación de petitorios y pliegos de reclamos.

– Por la reconstrucción de la FEUU, de los gremios estudiantiles y de todas las organizaciones de las masas.

– Contra toda regimentación política dictatorial, fuera el estatuto de partidos y la ley sindical. Total libertad de organización sindical y política.

– Por la libertad de todos los presos políticos, gremiales y conexos. Por la investigación de todos los crímenes y torturas y el castigo de sus responsables.

– Abajo la dictadura y su cronograma continuista. Por una Asamblea Constituyente democrática y soberana.

– Por un gobierno obrero y campesino.

 


Estatutos de la Tendencia Cuartainternacionalista

 

1. La Tendencia Cuarta Internacionalista se constituye con el objetivo de luchar por la Reconstrucción de la IV Internacional, como Partido Mundial de la Revolución Socialista. La TCI adopta como documento político básico el Programa de Transición votado en la Conferencia de fundación de la IV Internacional, incorpora como una finalidad fundamental contribuir al desarrollo de secciones nacionales sobre claros lineamientos programáticos, así como sobre una clara estrategia internacional.

2. La TCI adopta para su funcionamiento político organizativo los principios del centralismo democrático que inspiraron el Estatuto de la IV Internacional, aprobado en su conferencia de fundación. Dichos principios rigen la vida de la TCI a través del presente estatuto.

3. La TCI está integrada por secciones nacionales. No podrá haber más que una sección del mismo país como miembro pleno de la TCI. Eventualmente podrá ser reconocida la calidad de simpatizantes a individuos o grupos allí donde no haya una organización miembro de la TCI.

4. Toda incorporación como miembro pleno o exclusión definitiva es atribución exclusiva de la Conferencia Internacional. La Dirección Internacional puede suspender provisoriamente o incorporar en calidad de simpatizantes a una organización ad-referéndum de la CI. Las organizaciones o individuos simpatizantes no tienen derecho a voto en los organismos de la TCI.

5. Los organismos básicos de la TCI son las secciones nacionales que la componen, la Conferencia Internacional y la Dirección Internacional.

6. La Conferencia es la máxima instancia de la TCI. A ella le corresponde fijar la orientación política general de la Tendencia. Le corresponde también la sanción y revisión del presente Estatuto. La Conferencia dirime en los conflictos entre la Dirección Internacional y las secciones nacionales.

7. La CI se reúne todos los años, en lugar y fecha a determinar por la DI, a quien le corresponde la convocatoria. Una conferencia extraordinaria podrá ser convocada por la DI, Por su iniciativa o ante la demanda de por lo menos un tercio de las secciones nacionales miembros.

8. En la Conferencia están representadas todas las secciones nacionales a través de delegados directos o por intermedio de mandatarios en proporción a su representatividad poética, que será determinada por la CI.

9. La Dirección Internacional es la expresión centralizada e la TCI. En el intervalo entre dos conferencias internacionales es la instancia superior de la TCI, aplica las decisiones la Conferencia y dispone en el cuadro de las decisiones e esta de todos sus poderes. Interpreta y aplica la línea Política aprobada y dirige todo el trabajo organizativo de la Tendencia.

10. La DI es nombrada por la CI, ante la cual rinde cuentas. Está integrada por militantes de organizaciones de la TCI Los miembros de la DI asisten a la CI con derecho a 2 en caso de que no tengan carácter de delegados plenos.

La DI está facultada a crear organismos bajo su controla los que puede delegar parcialmente algunas de sus funciones.

11. La DI es responsable de las publicaciones de la TCI y particularmente del BI de discusión. Se pueden expresar en dicho boletín la DI y las secciones miembros plenos v simpatizantes.

12. La cotización periódica para el sostenimiento financiero de la TCI es obligatoria para todas sus secciones y miembros simpatizantes. Las modalidades y montos de esta cotización serán determinados por la Conferencia. La administración de los fondos corresponde a la DI que rendirá cuentas ante la CI.

13. El centralismo democrático es una verdadera síntesis una fusión de la centralización y la democracia proletaria. Esta fusión no puede obtenerse más que por la lucha común y permanente del conjunto de la tendencia.

Se reconoce el derecho de discrepancia con los organismos de la TCI. La discusión es libre para todas las secciones y miembros de ellas. La discusión interna se realiza por medio de los BI. También se pueden expresar en dichos BI los militantes individual o colectivamente de una sección, con la autorización de su respectiva organización nacional. En caso de no autorización de la sección nacional, la resolución puede ser apelada ante la DI. El BI contendrá el acta de las reuniones de la DI, las resoluciones de la CI y las resoluciones de las secciones nacionales v las contribuciones a la discusión individual o colectiva que se eleven para su publicación. Es obligación de todas las secciones distribuir el boletín entre todos sus miembros.

14. La TCI reconoce el derecho de tendencia y fracción en su seno. El derecho de Tendencia se expresa cuando hay una divergencia en la orientación política, abiertamente defendida y difundida en el seno de la TCI, que no afecta los principios constitutivos de la TCI. La fracción se diferencia de la tendencia en que sus posiciones divergentes afectan a los principios programáticos constitutivos de la TCI. Se diferencia también porque supone el funcionamiento como bloque con disciplina propia. La existencia del derecho de fracción se admite como el último intento de evitar una ruptura antes de acabar el proceso de clarificación sobre las decisiones adoptadas por mayoría, que caracterizan el funcionamiento centralista democrático. El reconocimiento del derecho de fracción debe ser solicitado a la DI y se podrá apelar ante la conferencia en caso de una respuesta negativa. Al margen de estas disposiciones toda actividad fraccional o de camarillas es una violación de los principios del centralismo democrático y en consecuencia del presente estatuto.

15. Las divergencias entre la DI y las secciones se expresarán a través de documentos, que en lo que se refiere a las secciones deberán corresponder a su CC. La DI tendrá la atribución, en este caso, de decidir la convocatoria de un congreso extraordinario de la sección, al que asistirá con el derecho de exponer sus posiciones.

16. Es obligatorio que los programas de los partidos afiliados a la TCI sean confirmados por la CI y por la DI.

 


Declaración de fundación de la Tendencia Cuartainternacionalista

TCI – Tendencia Cuartainternacionalista

1. La Tendencia Cuartainternacionalista ha sido constituida por el POR do Solivia, PO do Argentina, CEMTCH (Comité de Enlace de Militantes Trotskistas de Chile), OTR (Organización Trotskista Revolucionaria) de Perú, Tendencia Trotskista de Brasil y por Política Proletaria de Venezuela, en la Conferencia que tuvo lugar los días 4-6 del mes de abril de 1979.

2. La Tendencia Cuartainternacionalista delimita su posición política en la forma siguiente:

a) Parte del Programa de Transición de la IV Internacional redactado por León Trotsky y puntualiza su posición frente a los problemas emergentes de la situación política imperante, lo que la define como una organización independiente de las diferentes corrientes que se reclaman del trotskismo (Secretariado Unificado, CORCI, etc.). Nace con la finalidad de concentrar, alrededor de claras ideas políticas programáticas revolucionarias, a tendencias y elementos capaces de construir el partido mundial de la revolución socialista, es decir reconstruir la IV Internacional fundada en 1938.

3. Esta nueva organización nace en medio de una situación política convulsionada y que corresponde al período de desintegración de la sociedad capitalista. Sin embargo, no nos está permitido deducir de aquí que el trabajo político que se emprende no tenga que vencer descomunales obstáculos, como consecuencia de las traiciones a la revolución y a la clase obrera por parte de la socialdemocracia internacional, convertida en una vulgar agencia del imperialismo, del stalinismo contrarrevolucionario y corrupto y también de los renegados del trotskismo, que como el SU y el CORCI han concluido apartándose del Programa Revolucionario y de las normas organizativas bolcheviques.

La Tendencia Cuartainternacionalista tiene plena conciencia que los trabajos encaminados a fusionar al SU y al CORCI despertarán o despiertan infundadas esperanzas en los militantes y simpatizantes poco politizados acerca de que por esta vía pueda estructurarse mecánicamente una poderosa organización trotskista mundial.

Nos apresuramos en denunciar que se trata de la vergonzosa capitulación de los que hasta ayer enarbolaron la bandera de lucha contra el pablismo revisionista. De igual manera que el Congreso de fundación del SU en 1963 importó la fusión sin principios entre el grupo pablista timoneado por Mandel, Frank y consortes con el SWP, que por un tiempo animó la existencia del CI. El CORCI, convertido por voluntad de la OCI francesa en un grupúsculo exitista y totalmente extraño a la concepción y métodos del trotskismo, no dubita en sacrificar el poco honor que le queda , para lograr su fusión con los pablistas como el único camino que le puede permitir sobrevivir organizativamente. La Tendencia Cuartainternacionalista dice a los explotados y a los revolucionarios de todos los países que este camino no conduce a la estructuración del partido revolucionario porque importa el abandono de los objetivos históricos del proletariado y de los métodos organizativos bolcheviques. Una de las tareas revolucionarias del momento consiste precisamente, en desenmascarar tales maniobras confusionistas y extrañas al movimiento obrero.

Las organizaciones que conforman la TCI han librado una larga y sostenida lucha en el marco del CORCI, contra la OCI francesa y las minúsculas capillas que le hacen eco alrededor de problemas programáticos. Fueron las únicas que lucharon a través de documentos, por realizar y darle una justa base programática a la III Conferencia Trotskista Latinoamericana, la que fue sistemáticamente torpedeada por la OCI.

La OCI es la responsable de la prematura degeneración del CORCI, que en ningún momento ha logrado convertirse en una poderosa corriente revolucionaria internacional y menos en una eficaz dirección. La dirección francesa que usurpa el nombre del trotskismo, ha concluido convirtiendo al CORCI en un dócil instrumento que manipula a su antojo para el logro de sus bastardos fines; controla estrecha y despóticamente a las llamadas secciones nacionales mediante el sistema de la doble militancia, esto cuando todavía no existe una internacional y no se aplica el centralismo democrático, como consecuencia de la falta de la debida homogenización política y doctrinaria; el verticalismo y el providencialismo practicado por la OCI, tanto en Francia como en el exterior, no han podido menos que destruir el centralismo democrático.

Estos métodos organizativos típicamente stalinistas y contrarios al ABC del trotskismo, no han caído del cielo, son más bien la consecuencia obligada de importantes desviaciones teóricas y en la base de todas ellas se encuentra la falta de comprensión de las burguesías nacionales de los países atrasados, de la identificación, pese a toda la conducta contradictoria de la OCI, de las metrópolis imperialistas con la periferia semicolonial. Esta incomprensión se manifiesta en un manejo torpe de la consigna del FUA, que en los primeros momentos fue identificado con el Frente Popular por parte de la dirección francesa, y considerado como objetivo estratégico del presente periodo de lucha y no como una táctica válida hasta tanto el proletariado no se convierta en dirección política de la nación oprimida y conquiste el poder. La OCI se ha desplazado desde posiciones que importaron la negación de la existencia misma de los movimientos nacionalistas burgueses hasta una total capitulación frente a ellos, desde posiciones unas veces proimperialistas y otras veces ultraizquierdistas, hasta posturas inconfundiblemente democratizantes y mencheviques que siembran ilimitadas ilusiones acerca de la posibilidad revolucionaria del parlamentarismo, o que considera a la Asamblea Constituyente como un tránsito institucional al gobierno obrero, o que buscan sustituir a las organizaciones sovietistas por las Asambleas Constituyentes, como demuestra la desastroza política del POMR desarrollada en el Perú. Ha sido abandonada del todo la estrategia revolucionaria de la clase obrera y que no es otra que la dictadura del proletariado, para dar paso a las maniobras puramente coyunturales. No es casual que la OCI hubiese dado muestras inequívocas de su total falta de comprensión de la revolución proletaria, incomprensión que es resultado del planteamiento fatalista y mecánico de la llamada teoría de la revolución inminente. La dirección francesa no comprende que revolución proletaria y partido de la clase obrera son dos aspectos inseparables y se condicionan de manera mutua. Como quiera que para la OCI toda insurrección, combate, movilización e inclusive alboroto protagonizado por las masas es ya la revolución proletaria, es indiferente que estos estén dirigidos por las direcciones burguesas y la construcción del Partido revolucionario puede seguir el camino de los sucios contubernios y de ninguna manera debe considerarse una tarea prioritaria de nuestra época. En el trasfondo del torpe Planteamiento hecho acerca de los sindicatos en los países atrasados, se encuentra también una desviación del programa revolucionario.

La OCI y el CORCI plantean a diferencia del bolchevismo un particular método de construcción de la Internacional, que consiste en el aglutinamiento de elementos antitrotskistas, por el medio de la claudicación y de las fusiones forzadas. La TCI plantea que la IV Internacional solo puede estructurarse alrededor de un claro programa revolucionario teniendo como viga maestra el centralismo democrático, que debe entenderse como el derecho a la discrepancia, a la formación de fracciones y a la amplia discusión interna consideraras como la mejor forma de preparar una unitaria y granítica acción en el seno de las masas.

La TCI nace con la firme decisión de entroncarse en el Movimiento de los explotados y no desea permanecer como una secta inoperante, razón por la que repudia todo intento de control burocrático de las secciones nacionales y declara su voluntad de forjar una política revolucionaria a través de una amplia discusión internacional; existiendo ya el programa de la revolución proletaria internacional coadyuvará para que en los diferentes países la concretización de los principios generales de transformación social se traduzcan en programas nacionales.
Si el CORCI ha dejado de ser el canal por el cual puede construirse el partido de la revolución mundial, el mal llamado SU se ha desplazado al campo del enemigo de clase y ha abandonado el programa trotskista. Se trata ni duda cabe, de una organización irrecuperable para el movimiento revolucionario.

El SU se incorporó, en el pasado inmediato, a las posiciones pequeño burguesas y aventureras del foquismo casuista. Ha conocido el más resonante descalabro en una política a la que dedicó todos sus recursos y a la que subordinó los movimientos de su organización íntegra. Nadie ignora que el foquismo y el terrorismo individual son completamente extraños al trotskismo. No puede tratarse de un error momentáneo y secundario, porque importa el abandono de la concepción marxista de la revolución de nuestra época y del rol dirigente que debe jugar el proletariado en ella. En otras palabras el SU abandonó el programa trotskista en su integridad por el foquismo y el aventurerismo casuistas. Hay errores y errores. Algunos de ellos se refieren a aspectos tácticos e inclusive a puntos programáticos secundarios. Estas desviaciones pueden muy bien ser superadas por el camino de la autocrítica. Pero, cuando se trata del abandono de los principios del programa quiere decir que una organización se desplaza del campo revolucionario al de la contrarrevolución. La organización que protagoniza tan descomunal salto es irrecuperable para el proceso revolucionario.

La supuesta autocrítica que fue presentada en su X Congreso no es tal porque no toca la raíz del problema, no da una explicación, desde el punto de vista de clase, de las razones por las que se desplazó hasta el polo opuesto del trotskismo, de las razones por las cuales se prestó a servir intereses clasistas extraños a los del proletariado. En el futuro tampoco tendrá lugar esta autocrítica, porque supondría la desaparición del SU.

Los centristas de toda laya y los elementos que no atinan a salir de su confusión, se sienten como peces en el agua en el SU porque esta organización les permite exponer sus criterios que tienen muy poco que ver con el marxismo. El SU es, en realidad, una federación de las tendencias más diversas y discrepantes. Esta extrema expresión de liberalismo, que no tiene nada que ver con el partido revolucionario, se traduce en una excesiva flojedad organizativa resultado de la carencia de ideas programáticas firmes. Este método de “organización” es totalmente extraño al trotskismo y con su ayuda sólo se puede poner en pie una organización totalmente opuesta a la IV Internacional, como lo es ya el SU.

Tanto el SU como el CORCI hablan con frecuencia de gobierno obrero y campesino y lo hacen para encubrir su propia debilidad política y programática. Para ellos gobierno obrero y campesino no es sinónimo de dictadura proletaria, sino, más bien, una fórmula que equivale a un gobierno transitorio en el proceso revolucionario. Como quiera que esta fórmula es presentada como finalidad estratégica, hay que entender que en los países atrasados se la presenta como equivalente de gobierno burgués, en el que debe desembocar el FUA, que es frente de clases diversas y no únicamente del proletariado. Dicho de otra manera, el gobierno obrero campesino, en Doca de los renegados del trotskismo, no sería otra cosa que una versión modernizada de la fórmula de dictadura democrática de obreros y campesinos. Para ellos no es correcto hablar de estatización de los sindicatos ingleses ni siquiera cuando el partido laborista, organizado sobre la base de las entidades gremiales llega al gobierno. Únicamente el fascismo habría materializado la tendencia a la estatización de los sindicatos en nuestra época. Habría una diferencia cualitativa entre sindicatos de las metrópolis y de los países atrasados por considerar que los primeros se desarrollan dentro de la democracia formal burguesa.

4. El proyectado XI Congreso del SU puede despertar ilimitadas esperanzas acerca de su regeneración. La desesperación que se ha apoderado de muchos elementos, puede traducirse en tal actitud teñida de fuerte subjetivismo. Oportunamente demostraremos que los documentos fundamentales redactados por la dirección revisionista no tienen nada que ver con los planteamientos trotskistas ni con una autocrítica que pueda ser considerada digna del marxismo.

El movimiento trotskista de los países atrasados se ha estructurado partiendo de la teoría de la revolución permanente, en franca lucha contra el nacionalismo de contenido burgués. Tanto en su expresión civil y militar, el nacionalismo, que puede debutar como dirección de las masas de un país oprimido por el imperialismo, no tiene ya posibilidades de cumplir sus propias tareas y menos de consumar la liberación nacional. Esta pasa íntegramente a manos del proletariado. Los que, como los seguidores del SU y del CORCI, se detienen en los estrechos límites del democratismo, toda vez que se trata de la lucha por la democracia, c inclusive por la vigencia de las garantías constitucionales, aislándolas e inclusive contraponiéndolas a la política revolucionaria, que debe comprender todos los aspectos de la vida social, no ‘hacen otra cosa que subordinarse al nacionalismo burgués.

5. Allí donde el nacionalismo ha logrado apoderarse de las masas, los mal llamados partidos comunistas ya no tienen posibilidades de jugar el papel de dirección política de los explotados. El papel fundamental que juega el stalinismo contrarrevolucionario en la periferia semicolonial no es otro que de servir de arsenal ideológico del nacionalismo burgués. El stalinismo en los países atrasados, como acertadamente señaló Trotsky, no hace otra cosa que ofrecer el plato recalentado del menchevismo. Cualesquiera que sean las oscilaciones de los PC, éstos, en sus períodos excepcionales de radicalización no dejan de considerar que, en los países atrasados, el poco desarrollo de las fuerzas productivas, obliga a luchar por la revolución democrática en la que todavía la burguesía nacional está llamada a jugar un papel protagónico de primerísima importancia. Es esto lo que tiene que explicarse para poner de relieve el carácter contrarrevolucionario del stalinismo, porque en los países atrasados la burguesía puede seguir ocupando un primer lugar en el escenario político como ocurre en el Brasil de nuestros días.

6. No está del todo descartado que los grupos foquistas y los terroristas puedan volver con ímpetu a la acción, pero sí lo está que puedan convertirse en direcciones revolucionarias de las masas.

El foquismo en la actualidad es una postura vergonzante busca reflotar bajo la careta de organización de masas. Inclusive los grupos que parecen haber realizado una severa autocrítica de sus equívocos de ayer, siguen siendo totalmente extraños a la clase obrera y a los explotados en general y persisten en su empeño de aparecer como sus sustitutos. Por esta razón están imposibilitados de transformarse en organizaciones revolucionarias masivas, lo qué no impide que puedan reclutar a algunos trabajadores desesperados.

El partido de la clase obrera, que siendo minoritario hoy tiene la posibilidad de convertirse en el futuro en caudillo nacional, no sólo es la expresión de la conciencia de clase, sino que se transforma, por ocupar un lugar en la lucha cotidiana de las masas, en el elemento imprescindible para la evolución de aquella.

Lima, 6 de abril de 1979

 


Resolucion Politica del XXVI Congreso del Partido Obrero Revolucionario (POR) – Bolivia

POR Bolivia

 

1- Antecedentes de la crisis actual

1. La crisis que actualmente se vive y que abarca a las propias organizaciones nacionalistas, el Ejército y a la misma izquierda, es el resultado de las contradicciones del país y que corresponden los males que emergen de la Economía capitalista mundial en total decadencia y a la que Bolivia ha sido incorporada desde fuera y violentamente y de su poco desarrollo en el sentido capitalista debido a la persistencia de modos de producción precapitalistas. También influencia en esta crisis la contradicción que se da entre un proletariado que posee una importante experiencia y que ha logrado un alto nivel político que le permite generalizar las adquisiciones de las masas en su lucha y expresar adecuadamente sus intereses históricos. En esta realidad se nutre la quiebra y desintegración del nacionalismo de contenido burgués que tan dramáticamente expresa la crisis política más profunda de la historia boliviana.

2. En el anterior fenómeno encuentra su explicación la naturaleza y conducta de las actuales direcciones sindicales, que tan violentamente han chocado con la política y objetivos de la clase trabajadora y de las masas en general.
Con mayor precisión que en el pasado, aparece evidente que la burocracia laboral, enraizada en la clase revolucionaria desarrolla una política burguesa avalada por la presencia física del stalinismo en el Comité Ejecutivo de la COB. En el plano teórico esto, que es superficialmente considerado resulta inexplicable, es la consecuencia de la propia lucha de clases. Las direcciones sindicales, más que la propia organización de los obreros, se mueven sometidas a la poderosa presión de la clase dominante, a las ideas oficiales de determinada época; los niveles directivos que están más lejos del control e influencia de las bases obreras son los más susceptibles de burocratizarse, de asimilarse a la política estatal y de traducir la política de la clase dominante. Los últimos acontecimientos han puesto en evidencia que, en determinadas condiciones políticas, la burocracia sindical se convierte en el mejor auxiliar de la política de la burguesía y del Estado de esta, lo que encuentra su más perfecta ilustración en la conducta y política desarrolladas en la última etapa por el Comité Ejecutivo de la COB.

La izquierda en general (y, en alguna forma, inclusive el POR) incurría en el equívoco de identificar invariablemente y en todos los momentos a los sindicatos y a las Federaciones y Confederaciones con sus equipos directivos, sin pararse a analizar los conflictos y diferenciación política que se generan entre ellos en el transcurso de la lucha de clases y que no escapan al choque de los polos extremos y excluyentes de la sociedad, entonces no es algo sorprendente y demasiado excepcional el que actualmente el Comité Ejecutivo de la COB haga proposiciones económico sociales que desde hace tiempo venían repitiendo los empresarios privados y las autoridades, de manera que el equipo dirigente de la heroica Central Obrera se limita a convertir en popular una política que atenta contra los intereses más elementales de los explotados y busca afirmar a la burguesía en el poder, como clase explotadora de los obreros, y a resolver sus problemas más premiosos.

En resumen, la lección más importante que se saca de la historia se refiere a que las organizaciones obreras pueden o no seguir una línea revolucionaria según la naturaleza política de su dirección y no es suficiente, pese a su enorme trascendencia, la adopción de programas principistas-ajustados al marxismo, todavía hace falta un equipo dirigente que esté a la altura de ellos y sea capaz de materializarlos. De esta manera, en cierto momento la lucha antiburocrática adquiere preeminencia en la actividad revolucionaria, porque derribar al mayor escollo que, en el mismo seno de los trabajadores se he levantado contra la evolución de la conciencia clasista. El proletariado no puede plantear y alcanzar sus objetivos históricos sin la mediación del partido político que es la que conforma la orientación de las direcciones sindicales.

3. Todavía estamos viviendo las emergencias del desplazamiento de las masas, incluyendo al proletariado, hacia el polo burgués, que ese fue el altísimo precio que se tuvo que pagar por la inevitable lucha librada alrededor de la vigencia de las garantías constitucionales, que no es propiamente la transformación democrática y que debe entenderse como tal, la que gira alrededor de las grandes tareas nacionales. Los campesinos, si tomamos en cuenta a su gran mayoría están todavía atrapados en las posiciones burguesas, exceptuando a los pequeños núcleos que han comenzado a actuar dentro de la línea política marcada por el proletariado, siendo en este terreno el ejemplo más remarcable el de Colquiri.

Si bien las masas proletarias marchan osadamente hacia posiciones revolucionarias y utilizan la acción directa, lo que las coloca de espaldas al democratismo burgués (parlamentarismo), las direcciones sindicales, que responden a partidos de «izquierda» enfeudados a la burguesía persisten en su postura democratizante, proponiendo el colaboracionismo para sobrepasar el camino áspero de la lucha de clases.

II. Inviabilidad de la democracia burguesa: la tesis más importante del POR

1. A diferencia de la «izquierda» en general, el POR ha desentrañado las causas últimas de la inviabilidad de la democracia burguesa en Bolivia, que puede ser considerado como un clásico país atrasado. Repetimos lo fundamental.

1) La democracia burguesa es una creación de la clase dominante, que ha ideado el gobierno democrático representativo como la mejor expresión del Estado Capitalista y correspondiente al pujante crecimiento de las fuerzas productivas. En el plano social, el auge de la democracia ha correspondido al desarrollo del reformismo y del colaboracionismo clasista, no en vano aquella parte, como si fuera una realidad, de la ficción jurídica de la igualdad de los hombres ante la. ley y ante la papeleta de sufragio. Es por demás sugerente que el capitalismo monopolista en su etapa de desintegración se hubiese visto obligado a sustituir la democracia por el fascismo es decir, la sustitución de la libertad de empresa y de trabajo por la disciplina de cuartel en las fábricas y en las minas, a fin de imprimir mayor volumen de plusvalía a los obreros famélicos. Democracia y Fascismo no son más que formas de gobierno que utiliza en defensa de BUS intereses la burguesía en diferentes etapas de su evolución, En el momento en que el choque de las fuerzas productivas con la propiedad privada burguesa ha llegado a su punto más exacerbado y, sin embargo, no ha pedido consumarse la revolución social por la extrema debilidad o inexistencia del partido político del proletariado, la sociedad comienza a desintegrarse y uno de los subproductos de este proceso es el fascismo.

2) No pocos «marxistas” han acuñado la “teoría” de que el fascismo es un fenómeno exclusivo de las metrópolis imperialistas y que no puede darse en los países atrasados. Esta tesis ignora la integración de las economías combinadas en la capitalista mundial, lo que determina la actuación de las leyes generales de esta última en la periferia semicolonial. El fascismo no puede menos que ser un fenómeno mundial y casi siempre es impuesto a los países atrasados por el imperialismo. Nuestra propia historia demuestra que el opresor foráneo utiliza alternativamente, conforme a las variaciones de la situación política y sin perder de vista en ningún momento sus privilegios de centro saqueador de las riquezas naturales de un país atrasado, la democracia y el fascismo gorila.

Sin perder de vista que muchas veces sus deseos se ven violentados por el oportunismo y la ambición, tanto del gorilismo como de la derecha civil. El florecimiento de la democracia formal tiene como base material el desarrollo del capitalismo. Las metrópolis enriquecidas con el saqueo de todo el mundo pueden corromper a las capas elevadas de la clase obrera y convertirlas en una verdadera aristocracia, al mismo tiempo que ponen en pie a una amplia clase media económicamente poderosa, pletórica de privilegios e interesada en preservar el orden existente, porque en él encuentra la fuente de su propio bienestar. Es esta clase media la que cumple la función de amortiguador de las contradicciones clasistas, la que redondea las agudas aristas de los polos extremos de la sociedad, estas circunstancias alientan el reformismo y el colaboracionismo clasista, es la clase media rica la que se convierte en pivote vigoroso del parlamentarismo, no sólo por ser el instrumento que permite funcionar a la democracia, no sólo por haberse convertido en semillero de las ideas del legalismo burgués, sino porque proporciona a este sistema todos los argumentos que los justifican puede pasar como fuerza social de avanzada y hasta de izquierdista, siguiendo el camino de las reformas dentro del mantenimiento de la propiedad privada, punto de partida del auge parlamentario. Trotsky tiene toda la razón cuando afirma que la democracia es un lujo que sólo pueden darse los países democráticos.

3) La democracia consiste en la constitución de los poderes del Estado, considerados iguales entre sí y moviéndose armónicamente, por al voto universal libremente ejercitado, Ni duda cabe que todo este andamiaje jurídico y mefistofélico ha sido cuidadosamente construido para permitir la efectivización de la dictadura de la burguesía.

El parlamento funcionando como poder estatal, no sólo como un centro en el que se pronuncian discursos, si no como uno de los factores determinantes en la fijación y desarrollo de la política gubernamental, constituye uno de los rasgos diferenciales del régimen democrático. Es por esto que no puede circunscribirse a la pura lucha por la vigencia de las garantías constitucionales.

El democratismo burgués y el generoso florecimiento del parlamentarismo resultan inviables por la extrema pobreza del país, que es el resultado de la imposibilidad que todavía pueda darse en el país un pleno desarrollo independiente del capitalismo. Pueden pronunciarse discursos en favor del proceso democrático e inclusiva practicar periódicamente elecciones generales, pero no será posible sustituir el basamento material, es decir la estructura económica con declaraciones abstractas acerca de las bondades de la democracia- Aquellos que abrigan la esperanza de conocer todavía un largo período democrático, dentro del cual podría educarse la clase obrera para hacer posible, en un futuro indeterminado una revolución puramente socialista, parten implícitamente de la convicción de que es todavía posible el desarrollo capitalista independiente en el país, lo que supone la plena realización de la revolución burguesa. De esta manera desembocan en la revolución por etapas V en las proposiciones comunes tanto al nacionalismo como al stalinismo.

De la misma manera que no conoceremos un florecimiento pleno del capitalismo  (el capitalismo ya se da como economía combinada o coexistencia de diversos modos de producción), también tendremos que estructurar la dictadura de proletariado para que las masas puedan conocer los beneficios de la democracia.

4) La «izquierda” que se reclama del marxismo e inclusive del trotskismo se ha limitado a sumarse a las proposiciones que hace la burguesía democratizante acere3 de las bondades milagrosas de lo Que considera la libre expresión de la «voluntad popular». Ha concluido atrapada en las redes del legalismo y del reformism0 sin atenuantes. Está segura que tanto los males nacionales como los de la propia clase obrera pueden ser pacíficamente solucionados en el marco parlamentario’ es decir sin tocar para nada la propiedad privada burguesa. Lo más grave radica en que confunde la transformación democrática con la simple vigencia de las garantías constitucionales. Para ella estaría consumada la democracia si gobernantes y gobernados cumpliesen los mandatos de la Constitución, como gustan decir los liberales. No. La democracia debe suponer la solución de los problemas nacionales, es decir, de aquellos que históricamente coincidían con los intereses de la burguesía revolucionaria cuando ésta se encontraba a la cabeza del «tercer estado». La caducidad de la burguesía para cumplir sus propias tareas ya no permite la consecución de la revolución democrática clásica. Este es el meollo del problema. La clase obrera cuando toma en sus manos los objetivos democráticos, los utiliza en su empeño por convertirse en caudillo de la nación oprimida y de efectivizar sus tareas históricas, de esta manera la lucha democrática le sirve de palanca para impulsar a las masas hacia la liberación nacional y social. Los «izquierdistas” crio líos se limitan a repetir mecánicamente los planteamientos que hace la burguesía en su afán de perpetuarse como clase dominante y, de esta manera se esmera en cerrar las puertas del poder a la clase obrera. De esta actitud parte la contradicción y el choque entre trabajadores radicalizados y la “izquierda”, una parte de la cual es, sin duda cabe, la dirección tradicional del proletariado.

La forma en que se plantea el objetivo de la limitación de la lucha actual dentro del llamado «proceso de democratización”, tanto por parte de la «izquierda” como de la burguesía democratizante importa un aspecto esencial del programa destinado a estrangular y desarmar políticamente a los explotados, lo que siempre consolida la hegemonía de los dueños de los medios de producción sobre los trabajadores. Desde el momento en que la «izquierda” se coloca detrás de la burguesía, el proletariado es empujado al campo de su enemigo de clase, pierde su independencia política y se empeña por arrancar sus cadenas. Los frentes políticos democratizantes, organizados alrededor de enunciados abstractos e imprecisos de respeto y defensa del «proceso democrático”, confluyen colocándose, esto casi de una manera natural, bajo la dirección de la burguesía. La clase obrera, si realmente quiere convertirse en caudillo nacional, no puede limitarse a la lucha puramente democrática; lo que tiene que hacer partiendo de la evidencia de que tanto la batalla por la vigencia de las garantías democráticas, por el logro de las grandes tareas nacionales son imprescindibles, es convertir esos objetivos limitados por sí mismos, en palanca impulsora de la lucha hacia la conquista por el poder político.

5) El planteamiento de la posibilidad de un amplio desarrollo de la democracia burguesa conlleva a la tesis de que todavía es posible el desarrollo capitalista del país, formulación a las tendencias stalinistas y nacionalistas se trata de la revolución por etapas y de la certidumbre de que Bolivia ha madurado económicamente solo para hacer posible la revolución burguesa, esto pese a que el nacionalismo ha cumplido entre nosotros todo su ciclo. La inviabilidad de la democracia burguesa es una de las consecuencias de la caducidad de la burguesía nacional, cuyos intereses en Bolivia están representados políticamente por la pequeña burguesía. Si se diese una floreciente democracia formal es claro que el proletariado, condenado a educarse políticamente en esa escuela, no tendría ninguna posibilidad de plantearse la lucha por el poder por toda una etapa histórica, como parece creer la burocracia cobista.

6) La democracia se da como un remedo lo que se patentiza al observar el papel que cumplen tanto el ejército como el parlamento tan extraño a las normas que deberían regir en una forma estatal basada en el sufragio universal v en la armonización de los tres poderes del Estado.

El parlamento no ha logrado adquirir una clara fisonomía de poder estatal esto porque sus decisiones están muy lejos de adquirir preeminencia frente al despotismo del ejecutivo; tampoco puede cumplir a plenitud su función de fiscalizador de las acciones de los gobernantes, porque para que esto fuese posible sería necesario que pueda modificar la orientación de la política gubernamental. No es pues casual que el legislativo corresponda con exactitud a la chatura a la que ha quedado reducida la clase dominante. Pero donde más se puede percibir la quiebra del régimen parlamentario .ciertamente que una quiebra prematura, es en el terreno de la lucha de clases. Los intereses y las pugnas de los explotados por una parte y de la propia clase dominante y el imperialismo, por otro, no se resuelven dentro del ámbito de las deliberaciones camarales, sino en la calle por lo que, el reformismo tampoco tiene como su eje principal el legislativo y sí más bien a la burocracia sindical. Para la propia burguesía nacional el parlamento resulta una especie de adorno del que puede prescindir fácilmente y en cualquier momento. No es para ella un instrumento irreemplazable en su empeño de mantener a las masas dentro del marco de la legalidad y de las reformas graduales.

El rol secundario insignificante que juega el parlamento en el proceso político salta a primer plano cuando tiene que enfrentarse con el ejército. Según la constitución a la que dicen someterse los llamados gobiernos democráticos, las FFAA están sometidas a la ley y, por esto mismo, al propio parlamento. La experiencia diaria nos enseña que en Bolivia, contrariamente, la ley y el legislativo se doblegan sumisamente ante la espada desenvainada lo que, ya está demostrando que la democracia burguesa no ha logrado materializarse del todo. Las FFAA han concluido convirtiéndose en la fuerza política más poderosa, mucho más poderosa que el parlamento, desde luego. Este fenómeno, que no es excepcional en los países atrasados, es una consecuencia de la caducidad del nacionalismo burgués, que se expresa con extrema agudeza en la bancarrota de los partidos políticos que obedecen a los intereses de la clase dominante. La carta castrense es una de las alternativas más eficaces en manos del imperialismo y de los explotadores nativos.

El que los militares aparezcan moviéndose por encima de los partidos políticos y de sus diferencias principistas, no quiere decir que propicien o ejecuten una línea política; contrariamente, en cierto momento son los únicos que pueden llevar a la práctica la política de la burguesía. El ejército tiene una ventaja sobre las agrupaciones políticas para efectivizar determinados planes: su capacidad ejecutiva que proviene de su estructura vertical totalmente sometida al Alto Mando.

Constituye un gravísimo error la especie de que es posible anular al Ejército tornándolo apolítico o encerrándolo en sus cuarteles, porque parte de una incomprensión del proceso político que vive el país, marcado, repetimos, por la desintegración del nacionalismo burgués. No existen posibilidades para que las FFAA abandonen la política en el futuro próximo y, desde el punto de vista revolucionario, es preferible un Ejército que delibera, que abiertamente toma posturas políticas, al que se limita a obedecer ciegamente a la alta jerarquía. Sin embargo, el derecho a deliberar debe alcanzar a los niveles más bajos y más amplios, es decir, a los soldados y a las clases, que es esto lo que propone un partido revolucionario.

No se trata de tornar en apolítico al Ejército, sino de ganarlo, al menos a una parte de él, para la política revolucionaria.

La subordinación del Ejército al Parlamento resulta, en las actuales condiciones de nuestra política, una meta utópica. El objetivo de la clase obrera debe ser el de escindir desde dentro a las Fuerzas Armadas y hacerles perder su capacidad de fuego, su capacidad represiva, como pilar fundamental del Estado burgués; entonces se abrirá la posibilidad de que una parte de él sea ganado para las posiciones obreras.

Hay que volver a recalcar que el actual Ejército, si bien puede jugar un rol político preeminente, reproduce las limitaciones orgánicas de la burguesía nacional. La función política que pueda cumplir está determinada por esas limitaciones.

7) La inviabilidad de la democracia burguesa se prueba también por el ruidoso fracaso del intento liberal en la materia, en los primeros decenios del presente siglo, cuando las condiciones económicas y políticas eran sumamente favorables al efecto: Bolivia atravesaba el período de auge económico y las inversiones llegaban como un torrente de capital financiero, la clase obrera y las masas seguían entusiasmadas las directivas del partido de gobierno. El liberalismo se disgregó alrededor de las disputas sobre la manera de efectivizar la pureza del sufragio, pese a que alcanzaba sólo a una pequeñísima parte de la población. Toda la historia posterior, la revolución de 1952, los intentos de los gobiernos castrenses, etc. Corroboran nuestra tesis sobre la  inviabilidad de la democracia burguesa.

III. El Cuartelazo de Natusch

1. El gobierno interino de Guevara nació sin vitalidad pese a que gracias a la mediación parlamentaria, fue el resultado indirecto de las elecciones. El empate electoral de las fuerzas nacionalistas contendientes limitó las posibilidades del interinato. Guevara no pudo superar las desventajas de haber llegado a la presidencia por casualidad y como punto de equilibrio, gracias a su aislamiento político, de las tendencias que pugnaban por ganar el poder. Su debilidad política se convirtió en inoperancia administrativa: dejó hacer simplemente y su actitud negativa le acarreó la resistencia de las masas y también de los empresarios deseosos de contar con un régimen suficientemente fuerte y capaz de imponer la paz social.

2. Pocos días antes del golpe pudo ganar el derecho a la convivencia con los generales haciéndoles importantes concesiones. En sus confesiones demuestra que su actitud complaciente no hizo otra cosa que alentar a la conspiración uniformada, cuando ésta se lanzó a la acción, el presidente se limitó a responder con interminables discursos. El presidente interino fue arrastrado de un extremo a otro por democratizantes y por el gorilismo, transformó en objeto de odio para todos y no pudo jugar su rol bonapartista.

3. Interpretando los deseos de la clase dominante, Guevara planteó la salida de la «concentración nacional» de las tendencias democratizantes e inclusive de la fascista (ADN). Era una fórmula y nada más. El MNRH y el MNRI estaban empeñados en convertirse en ejes de un amplísimo bloque electoral, por esto no les convenía cargar con las consecuencias de la inoperancia del solitario Guevara; los que le tomaron la palabra fueron los banzeristas, porque así esperaban legitimarse como fuerza «democrática». Pese a todo, afloró una corriente intervencionista, enraizada en la ambición y sed de poder de la militancia movimientista de base y de los caudillos medios, lo que se tradujo en la fractura de los emenerres. La unidad resultó problemática porque suponía meter en el mismo saco a los que sirvieron a Banzer y a los que lograron presentarse como paladines de la democracia. Los trajines frentistas sirvieron de cobertura para ocultar el desplazamiento de la ambición movimientista hacia los jefes militares golpistas.

4. La situación política había madurado para la reestructuración interna o para la sustitución del gobierno Guevara, dentro del marco parlamentario. Sin embargo, no estaban dadas las condiciones políticas para la consumación del cuartelazo, esto porque la clase media, cuya desesperación sirve de basamento para que fructifique el fascismo, veía con horror la perspectiva de que el golpe de Estado se tradujese en caos y porque la presión de las tendencias burguesas democratizantes del continente podían ayudar totalmente a cualquier gobierno de fuerza. Dentro de estas circunstancias la ambición se trocó en aventura.

5. No bien se instaló la junta Cívico Militar, disfrazada de democratizante, todas las clases de la sociedad, incluida la burguesía, fuertemente apuntalada por el Departamento de Estado de los EEUU, se movilizaron activamente para derrocarla. Su caída se debió a la conjunción de todos estos factores y básicamente a la huelga general. Una vez más como en tantas otras oportunidades en este último periodo la «izquierda” avaló el intervencionismo imperialista en la política interna. Para el partido revolucionario la consecuencia antiimperialista nos conduce a repudiar enérgicamente toda intervención imperialista así sea para combatir al gorila Natusch.

6. En ese momento el gobierno Natusch era extremadamente débil y su caída estaba ya decretada; sin embargo, la equivocada táctica utilizada por la burocracia sindical y por la «izquierda”, prolongó su agonía y le dio tiempo de consumar una serie de maniobras destinadas a asegurar su permanencia en el poder. En el punto más agudo de la crisis, los usurpadores del poder se convencieron de que tenían que afrontar una situación económica realmente catastrófica, sin tener ninguna posibilidad de contar con la ayuda de los otros países. Este hecho le convenció que su permanencia en el palacio de Gobierno era por demás crítica y le impulsó a buscar un acuerdo con el Legislativo, a fin de poner a salvo la vigencia en el escenario político de las tendencias derechistas del Ejército, cosa que efectivamente ocurrió.

7. Lo anotado anteriormente demuestra que las imperantes en ese momento eran sorprendentemente propicias no sólo para el estallido de la huelga general indefinida sino para su propia victoria. Seguramente nunca se dio una coyuntura excepcionalmente tan favorable para la clase obrera. Esta realidad fue ignorada por la burocracia sindical que se dedicó a administrar el gran recurso de la huelga con cuentagotas. Aduciendo los argumentos más diversos, muchos de ellos pueriles, se fue postergando la huelga general indefinida hasta el momento en el que el golpista Natusch endureció sus medidas (ley marcial, estado de sitio, etc.). La huelga general fue decretada tardíamente y en condiciones adversas, cuando no era posible dotarle de una dirección férrea. La prueba está en que las masas se batieron heroicamente, pero en forma desordenada y hasta caótica. La postergación en el estallido de la batalla fundamental permitió a los gorilas ganar tiempo para maniobrar y ocupar posiciones ventajosas. Las Fuerzas Armadas se emplearon a fondo para ahogar en sangre a los huelguistas.

A pesar de la brutalidad de la represión los explotados dieron pruebas de que estaban decididos a luchar hasta el aplastamiento del gorilismo. Nuevamente la burocracia sindical y la dirección tradicional de la izquierda actuaron abiertamente contra lo que hacían las masas en las calles: se empeñaron a fondo para lograr un entendimiento con los golpistas y con el Parlamento, esto cuando los golpistas estaban decididos a no abandonar sus Posiciones. Seguramente en este instante es cuando más trágicamente se patentiza te quiebra de la dirección tradicional de las masas. El POR hizo un descomunal esfuerzo en La Paz, en Siglo XX, en Potosí, en Colquiri, en Tarija y en las minas del Sud, para dar un contenido político a la impetuosa acción de las masas. Con todo el movimiento, el propio desarrollo de los acontecimientos cerraba esta posibilidad, tea insurgencia del POR como caudillo de las masas se dio sólo como una tendencia, ciertamente que muy importante porque constituye un anticipo de lo que será el futuro desarrollo político del país.

8. No bien Natusch anuló públicamente sus medidas draconianas, lo que demostraba su extrema debilidad y la existencia un convenio con la dirección cobista con el parlamento, la burocracia sindical se apresuró en levantar la huelga, esto cuando el gobierno prácticamente pendía de un hilo. Los emisarios del Fondo Monetario Internacional se encargaron de revelar al dictador la catastrófica situación económica del país, lo que le obligaría a tomar medidas sumamente duras contra las masas, esto en condiciones de un total aislamiento político. Es entonces que Natusch y el grupo castrense que le seguía se vieron obligados a buscar un entendimiento «honorable” con el parlamento y con la COB.

Para sorpresa de la burocracia cobista, la suspensión de la huelga despertó la cólera de las masas, que la censuraron acremente y persistieron en su empeño de derrotar a los golpistas mediante la acción directa, lo que prueba que los explotados estaban muy lejos de haberse agotado en la lucha que habían entablado. Esta actitud de la burocracia quiso ser justificada con el argumento de que la huelga general indefinida sólo podrá tener posibilidades de éxito una vez que el ejército se haya debilitado. La teoría y la experiencia enseñan, por el contrario, que la división y el desmoronamiento del ejército no son más que un producto de la poderosa movilización de las masas que logra resquebrajar su unidad y ganarse a las capas más bajas del ejército a la causa revolucionaria. El planteamiento cobista no es otra cosa que una manifestación de su total abandono de la lucha de clases y su cretinismo parlamentario.

IV. Naturaleza del gobierno actual

1.  Limitarse a sostener que el gobierno actual es democrático, así en abstracto, significa un propósito deliberado de ignorar su contenido de clase, es decir de no comprenderlo. Los «izquierdistas” llegan a extremos insospechados cuando sostienen que el presunto gobierno democrático, de igual manera que el actual Parlamento son algo muy diferente a las tradicionales instituciones burguesas. ¿Qué serian entonces, desde el punto de vista clasista, que es el fundamental para el marxismo? La «democracia” de nuevo tipo lleva implícita la concepción de que el régimen burgués puede transformarse desde dentro en su contrario, vale decir, en la democracia proletaria. No puede darse otra interpretación a la especie de que estaríamos ya dentro de una «democracia social”. La falsedad de este punto de vista se debe a que se ha olvidado las primeras letras del marxismo y que enseñan que una clase social y «su” Estado no pueden transformarse cualitativamente, sino que deben ser indefectiblemente destruidos.

2.  La desintegración del nacionalismo burgués se expresa a través de un convulsivo proceso de sustitución de unos gobiernos por otros, que, a su tumo, pretenden expresar a cabalidad los intereses de la burguesía y ejecutar planes encaminados al cumplimiento de las tareas democráticas. Por sobrepasar el cuadro clasista burgués.
El gobierno actual es inconfundiblemente burgués y representa a las capas democratizantes de la clase dominante. Su origen y su entroncamiento clasista están ya demostrando sus limitaciones y su debilidad. Cuando se trató de darle una gran amplitud política, se habló de la concentración de todos los partidos democráticos, de todos aquellos que deliberadamente limitaban sus objetivos dentro de la perspectiva burguesa. Algunos de los ministros plantearon la posibilidad y la conveniencia de efectivizar la llamada cogestión obrera, agregando que se trata de una verdadera corresponsabilidad de las clases sociales que se las supone en pugna en la administración estatal. Esta proposición sólo puede interpretarse como el propósito de subordinar políticamente al proletariado a los designios de la burguesía, básicamente para que aquél soporte todas las consecuencias del descalabro nacional. Así queda al desnudo el carácter reaccionario de la tesis sustentada por la burocracia sindical y que no es otra cosa que la colaboración clasista en el manejo de las empresas estatizadas, cuya consecuencia inevitable seria el empeño por atenuar la lucha de clases. Uno de los antecedentes más lejanos del actual gobierno es, precisamente, el pacto tripartito que fue sellado subrepticiamente entre el Parlamento, el gorilismo golpista y la alta burocracia de la COB.

Desde el punto de vista político el proyectado gobierno tripartito no habría sido otra cosa que el acuerdo entre los diferentes sectores políticos que se mueven dentro del marco señalado por la burguesía democratizante. Algunos que sustituyen la política por la moral se horrorizan ante la evidencia de que los legisladores y los sindicalistas burgueses o pro-burgueses hubiesen buscado un entendimiento con los autores del cuartelazo del 1° de noviembre, olvidando que todos ellos están unidos por su postura nacionalista y burguesa.

En fin, un acuerdo entre el equipo de Natusch y el Parlamento desembocó en una solución de la crisis política nada constitucional, pues comenzó desconociendo al Presidente interino que se decía era, en alguna forma, la expresión de la voluntad popular, esto para sustituirlo por quien debía desarrollar una política conforme a la orientación impresa por el nacionalismo derechista aglutinado en la Alianza MNR. Hay que remarcar que el nuevo régimen supuestamente constitucional nació de un contubernio entre los asaltantes del poder (que brutalmente desconocieron la Constitución) y el Parlamento que se arroga la representación de la mayoría nacional y que, en alguna forma, se ajusta al ordenamiento jurídico vigente. ¿Puede pedirse una mayor prueba del carácter caricaturesco de la democracia criolla?

Lo que no ofrece la menor duda es la ninguna participación de las masas en la conformación del nuevo gobierno. Ellas se batieron en las calles y obligaron a retroceder a los golpistas, se puede decir que lograron la victoria, pero la solución de los problemas políticos quedó en manos de los portavoces de la burguesía y de los burócratas sindicales que se dieron modos para sacar ventaja en su favor de la obra de los explotados. «El papel de la izquierda” fue vergonzoso ya que permitió «legalizar” al nuevo gobierno, sin que se oyese ninguna voz discordante que opusiese el parecer de las masas. Como se puede comprobar, la solución no tuvo en cuenta para nada los intereses populares.

Este gobierno no sólo que estará obligado a administrar los intereses de la clase dominante sino que su destino depende de la tolerancia que frente a él pueda mostrar el Ejército, todo esto como consecuencia de su extrema debilidad. Las masas no tienen más camino que utilizar la acción directa en su empeño de arrancar a las autoridades concesiones de alguna importancia.

3. Se ha definido al régimen actual como un gobierno parlamentario, para dar a entender de que está conformado por los sectores mayoritarios del Legislativo y de que de esta manera indirecta se asienta en el respaldo que le prestaría casi todo el país. Esto es pura ficción. Hemos visto que el verdadero demiurgo de la aparición de tan curioso equipo gobernante es nada menos que la derecha militar, que dio su venia para que la unidad parlamentaria favoreciese con su voto a una dama. Sin embargo, no pudo constituirse un «gabinete de concentración nacional” con representantes de todas las agrupaciones políticas que intervienen en el legislativo. La Alianza MNR, que tanto vale decir pazestensorismo, concluyó monopolizando los puestos gubernamentales. Esta constatación nos lleva a concluir que el gobierno Gueiler es nada menos que burgués derechista, aunque sostiene que le animan propósitos democratizantes. Si la relación de fuerzas dentro del parlamento tuviese una significación política real, a alguien se le ocurriría sostener que el gobierno es nada menos que el portavoz de la mayoría nacional. El pazestensorismo rápidamente ha retornado a su condición de resabio minimizado de un pasado esplendoroso, prácticamente no representa a nadie, por esto tuvo que doblegarse ante los generales insubordinados y se frustraron sus maniobras encaminadas a controlar al Ejército. También es evidente que el ejecutivo puede resultar hecho añicos ante la arremetida de las masas, porque no tiene ninguna influencia efectiva sobre ellas. Un gobierno extremadamente débil cuando está a merced de la buena voluntad de las fuerzas sociales mayoritarias del país, como es el caso presente.

Es por demás evidente que nos encontramos ante un gobierno que conscientemente se coloca al servicio del imperialismo, no sólo porque para existir precisa de la ayuda económica que le preste aquél sino porque vino al mundo bajo la inspiración de la metrópoli.

4. El Departamento de Estado se lanzó públicamente a combatir al grupo golpista encabezado por Natusch y se empleó a fondo en su derrocamiento, no porque éste fuese contrario a sus planes o porque importase una amenaza de desencadenar un movimiento de masas, sino porque rompía sus planes de poner en pie un régimen más viable y más capacitado para controlar a los explotados. El actual equipo gobernante se esmeró en sacar ventaja de esta actitud del opresor foráneo y no bien llegó al Palacio Quemado invocó públicamente la protección del imperialismo.

Esta inconducta descalifica al actual gobierno como portavoz no ya de la clase obrera, sino de la propia burguesía nacional que tenga capacidad para colocar en primer plano sus intereses.

La actitud del gobierno coincidió desgraciadamente con la asumida por la llamada «izquierda”, que en los hechos selló un frente único con la metrópoli contra los gorilas fascistizantes. Unos y otros olvidaron que constituía un deber elemental de los políticos de la nación oprimida rechazar con toda energía la intervención imperialista, aun teniendo en cuenta que esta se encaminase contra un régimen dictatorial y fascista, porque constituye una obligada actitud en favor de la liberación nacional. Rechazar la intervención imperialista en la política interna del país no supone solidarizarse con la política del gobierno nativo. En la práctica, la «izquierda” concluyó un frente único con el Departamento de Estado, esto como en los mejores tiempos del PIR o el MNR timoneado por Hernán Siles.

5. El gobierno Gueiler es burgués de derecha y política y socialmente extremadamente débil. No representa ni al Ejército ni menos a la clase obrera y se ha convertido en portavoz de los intereses del pazestensorismo, tan empeñado en monopolizar el control estatal no importando en qué forma. El MNR se encuentra en un proceso de desintegración y cada día se torna más y más antipopular. Pese a su debilidad estará obligado a satisfacer las exigencias imperiosas tanto de los empresarios priva-dos como del imperialismo. El Ejército, que apresuradamente va reajustando sus filas, será quien defina, en último término la orientación de la política gubernamental. La clase obrera no podrá menos que desarrollar una lucha antigubernamental si quiere materializar sus objetivos.

V. El movimiento campesino de noviembre

1. Las medidas económicas del gobierno, que determinaron el alza de las tarifas de transporte, de los precios de los carburantes y de las mercancías en general,  tuvieron un efecto contraproducente sobre la masa campesina y una parte de ésta se vio empujada a movilizarse en contra de ella. La confusión reinante sobre esto acontecimientos ha impedido su debida comprensión.

2. La movilización campesina tuvo lugar en medio de la protesta generalizada contra dichas medidas económicas. El proletariado y sus sindicatos las repudiaron de una manera concreta y enérgica. Estas circunstancias crearon condiciones favorables para hacer posible la coordinación de movimientos entre los explotados de las ciudades del agro, es decir la efectivización de la alianza obrero-campesina.

La explosión de la ira de los campesinos demostró que el grueso de éstos están virtualmente al margen de la COB y de las múltiples confederaciones campesinas. El movimiento que estallo como instintivo y elemental, no perdió ese carácter a lo largo de su desarrollo y desde sus inicios desbordó los límites de la organización sindical y en ningún momento pudo ser controlado por la Central Obrera. Sin embargo, fueron abiertas las posibilidades para una efectiva incorporación de los campesinos a la COB y para el fortalecimiento de las organizaciones de aquellos. Los sectores burgueses y el gobierno se esforzaron por desvirtuar la fisonomía del movimiento campesino y lo presentaron como a la expresión acabada de la voluntad y decisiones de la COB

3.  La acción de los campesinos adquirió rasgos extremadamente violentos y ocupación de los caminos se convirtió en un virtual alzamiento, poniendo de relieve uno de los rasgos diferenciales del movimiento campesino. Esta tendencia pudo desarrollarse en toda su amplitud como resultado de ninguna influencia de la burocracia sindical cobista sobre los explotados del agro.

Los campesinos colocados ante la necesidad de obligar a las autoridades a atender sus demandas y seguros de que estaban actuando totalmente aislados, descubrieron que la mejor forma de presionar sobre aquellas era el inmovilizar todo tráfico por los caminos y el cortar el suministro de alimentos a las ciudades. La acción fue en alguna forma novedosa y demostró que es posible potenciar la actividad campesina. No se cometió el error de limitarse a declarar una huelga campesina, sino que la acción directa adquirió en esta oportunidad contornos muy precisos y adecuados a las características del campesinado.

El bloqueo de caminos y la no comercialización de productos agropecuarios se incorporaron rápidamente al arsenal de conquista de las masas agrarias, como demuestran los acontecimientos que todavía persisten.

Una vez más ha sido puesta de relieve que la violencia es uno de los rasgos diferenciales del movimiento campesino.
El imponente bloqueo de los caminos ha tenido lugar cuando los campesinos todavía no se han liberado de la influencia que sobre ellos ejercitan los sectores burgueses democratizantes, sin embargo se ha desarrollado al margen del parlamentarismo, como si los explotados no tuviesen la menor confianza en sus “representantes”. El saldo positivo de estas acciones campesinas radica en que ha quedado planteada la posibilidad de que el agro se emancipe de la burguesía y se  encamine hacia las posiciones del proletariado, pero hay que recalcar que se trata de una posibilidad y no de un proceso ya consumado y tampoco de algo que se dará mecánicamente. Si bien aparecieron indicios de aproximación de los campesinos al proletariado, particularmente en algunos centros mineros, como Colquiri, Siglo XX, Matilde, etc. el grueso de ellos continuó moviéndose bajo la influencia de los sectores burgueses democratizantes, que rápidamente tomaron como su propia bandera las reivindicaciones del agro. La clase obrera, que en ese momento se expresó a través de la COB no pudo vencer a la burocracia para poder arrastrar detrás de sí a los campesinos.

Queda en claro que la agudización de la lucha de clases permitirá que se avance en el camino de la alianza obrero campesina, pero también en este terreno será preciso aplastar políticamente a las direcciones burguesas, lo que plantea un reajuste en los cuadros de dirección del agro.

4. Las reivindicaciones planteadas por el agro correspondieron exactamente a las tendencias  básicas que se agitan en el campo y denuncian la heterogeneidad que se va acentuando en su seno.

Si bien el grueso del campesinado, inmerso en la autonomía autosuficiente no ha logrado avanzar en el camino he la diferenciación entre manufactura y agricultura, ese avance es rentable para los sectores que se mueven alrededor de los centros urbanos (los Yungas, Valle cochabambino, región del Lago Titicaca, etc.). La aplastante mayoría de la gente empobrecida del campo es pequeña propietaria, rasgo esencial que define sus características; a pesar de todo, el índice e riqueza en las zonas alejadas está constituida por la yunta de buey y en las proximidades de las ciudades por el camión.

Queremos subrayar que los campesinos que cotidianamente se vinculan con el mercado de la ciudad se distinguen por ser comerciantes y la división del trabajo entre ellos ha conocido un marcado desarrollo. Estos agricultores-comerciantes producen valor de cambio, plusproducto en proporción considerable, lo que teóricamente podría permitirles ingresar armas elementales del capitalismo, esto siempre si hubiese aún tiempo para ese desarrollo.

Es esta pequeña minoría campesina la que planteó de manera imperiosa, porque estaba en juego la suerte de sus intereses cotidianos, la elevación del precio de sus productos y la disminución de las tarifas de transporte. Durante el conflicto fue también cuestionado el nuevo precio del kerosene, que muy sugestivamente es el único combustible que se usa en las proximidades de las ciudades y se va tornando excepcional a medida que los moradores del campo se alejan de aquellas, esto pese a que Bolivia no es una excepción en la acentuada crisis mundial de la leña.

Como se ve, las reivindicaciones levantadas durante el último conflicto, que bien pueden ser consideradas generales, no fueron sentidas ni enarboladas con la misma intensidad por todo el agro, su imperiosidad fue propia sólo de una minoría, lo que ayuda a explicar por qué el grueso de los campesinos hubiesen permanecido inactivos mientras algunos sectores bloqueaban los caminos.

El virtual cerco tendido a las ciudades demostró que un conflicto de grandes proporciones en el agro tiende a convertirse en un problema capaz de arrastrar a las otras clases sociales y, por esto mismo adquirir notables connotaciones políticas.

Si bien la demanda de mejores precios apareció inicialmente, como un simple cuestionamiento del trato que deben merecer los productos de alimentos en el mercado, el desarrollo del conflicto permitió que afloren algunos de los rasgos de naciones oprimidas que distinguen a aymaras y kechuas. Resultó perceptible el odio a los blancos como el rasgo común de los bloqueadores de caminos.

5. Para la debida comprensión de los acontecimientos de noviembre y de las relaciones que imperan entre el campo y la ciudad, caracterizadas porque el capitalismo ha impuesto la subordinación del agro a los centros industriales, como consecuencia de la superioridad y predominio del modo de producción capitalista sobre otros heredados del pasado, y la preeminencia del proletariado sobre las otras clases ante el problema de la solución revolucionaria de las condiciones sociales se tiene que partir de la evidencia que esta relación de subordinación del agro a la ciudad no puede trocarse en su contraria por el hecho de que el campo se agite más que los centros urbanos e inclusive sea el único escenario de convulsiones sociales, esto porque esos actos de subversión sólo podrán encontrar respuestas revolucionarias si se da el caso de que la clase revolucionaria ciudadana las tome en sus manos.

El modo de producción capitalista para lograr su adecuado funcionamiento se adapta a algunos rasgos de la producción precapitalista y los utiliza en su provecho. Es normal que los precios se fijen de acuerdo a las leyes del mercado sobre todo cuando se trata de la producción capitalista; sin embargo, la necesidad de mantener en cierto nivel los costos de producción ha obligado al Estado a emplear métodos policiales para fijar los precios de los productos agropecuarios, que prácticamente los ha congelado frente al ascenso ininterrumpido de los precios de los productos industriales. Por mucho tiempo han quedado abiertas las tijeras de los precios de las mercancías provenientes de la ciudad y del campo, lo que no podía menos que acentuar extremadamente la miseria de la mayoría nacional. Este hecho explica por qué los campesinos demandaron una elevación de cerca del 300 por ciento para las patatas frente a la subida de alrededor del 100 por ciento de las tarifas del transporte.

6. Los acontecimientos que comentamos han vuelto a confirmar que la forma como los campesinos producen su vida social y que ocasionan su atomización, no les permite dar expresión nacional a sus reivindicaciones.- Los precios de los productos agrícolas ciertamente que interesan a todos los productores del agro, pero ese interés se torna inmediato sólo para los que cotidianamente comercian con la ciudad, no así para los que una o dos veces al año se reúnen en ferias regionales. Esta realidad se traduce en la imposibilidad de estructurar un partido político nacional campesino.

Únicamente el proletariado puede levantar e incorporar a la lucha a los campesinos en escala nacional, de esta manera el número se traducirá en potencia política.

Las ciudades bolivianas sólo se proveen parcialmente de alimentos provenientes del agro que las circundan, no se puede hablar de una dependencia total en este aspecto. Si se toman los costos de producción, sería más económico importar todos estos productos y si en el último conflicto no se ha procedido así es debido a las tremendas dificultades financieras del país.

7. La COB no tuvo la menor responsabilidad en el estallido del conflicto campesino, pues ni lo preparó ni tampoco determinó su desencadenamiento. Tomada de sorpresa la burocracia sindical y, fiel a su orientación proburguesa, no atinó a colocarse a la cabeza de los campesinos, lo que habría permitido facilitar la alianza de estos con la clase obrera.

La actitud de la burocracia fue contraria a los intereses de la revolución y de los propios campesinos, pues agotó todos los recursos para obligarles a levantar el bloqueo de los caminos cuando prácticamente el gobierno no tenía más remedio que ceder a las demandas del agro.

Frente al problema central de los precios y suministros de los productos agropecuarios, la burocracia actuó con una mentalidad típicamente burguesa, tierno sí era la defensora de la ciudad exclusivamente. El problema no consistía en divorciar a obreros y campesinos cuando se trataba de afrontar las dificultades del mercado, sino de apuntalar las demandas campesinas complementándolas con la exigencia del aumento general do las remuneraciones y del establecimiento de la escala móvil de salarios.

La quiebra de la burocracia de la COB en este aspecto no es más que un reflejo de la incapacidad que tiene la burguesía para resolver los problemas cruciales del agro.

La burocracia es una víctima de la opinión pública creada por la clase dominante y cuya principal caja de resonancia es la pequeña burguesía. Los traspiés que dio se debieron, en gran medida a la presión adversa ejecutada sobre ella por la clase media.

8. La atomización del campesinado continúa exteriorizándose en los intermitentes bloqueos de caminos que todavía estallan en algunas regiones del país. Su coordinación no será posible a menos que el proletariado logre colocarse a la cabeza de los explotados del agro. El problema de los precios de los artículos agropecuarios no está aún solucionado del todo, pero corre el riesgo de extraviarse en los tortuosos caminos de las conversaciones entre las direcciones sindicales campesinas y el gobierno. La burocracia de la COB, como es ya habitual en ella, preferirá las conversaciones a la acción directa, que es una buena forma de condenar al fracaso las aspiraciones del agro.
Los campesinos, esta es la enseñanza mayor de todo el conflicto, sólo podrán imponer sus aspiraciones mediante la acción directa. El gobierno utilizará el manipuleo de los porcentajes de precios y de la misma moneda para frustrar las demandas del agro. Si se produjese un nuevo bloqueo de caminos los militantes poristas deberán encaminarse a entroncarlo en la movilización del proletariado, lo que abriría insospechadas perspectivas para el movimiento revolucionario.

VI. El clima golpista

1. Los empresarios privados y ni duda cabe el imperialismo, están sumamente preocupados porque el gobierno carece de capacidad y de posibilidades para poder controlar a las masas, que tan amenazadoramente se vienen movilizando. Algunas capas de la clase dominante parece que todavía confían que las elecciones generales podrían dar nacimiento a un régimen democrático suficientemente fuerte como para imponer, con ayuda de la ley, la paz social y la estabilidad política y jurídica. Sin embargo, los sectores derechistas particularmente los uniformados, abrigan el temor de que el proceso electoral contribuiría a fortalecer la influencia de los grupos de izquierda en el futuro gobierno y para ellos esta influencia es sinónimo de caos y anarquía comunistas. Es esto lo que explica la existencia en los medios burgueses de tendencias parlamentaristas y golpistas, que se encuentran en constante pugna y que contribuyen a otorgar determinadas características a la situación política imperante. Es importante anotar quo unos y otros parten del convencimiento de que ha llegado el momento de poner atajo a la irrupción de las masas, que progresivamente acentúan la acción directa, venciendo la resistencia de la propia burocracia sindical (parece que la dirección de la COB ha prohibido toda huelga con el argumento de que su estallido podría motivar la precipitación de un golpe de Estado gorila).

Tal actitud de la clase dominante determina que se viva en un clima francamente golpista.

2.  Las medidas económicas dictadas por el gobierno provisorio y la sistemática campaña, seguramente en coordinación con los movimientos que realizan los golpistas, están creando mucha inquietud en vastas capas de la clase media y que vienen siendo atrapadas por la desesperación y el miedo a que pueda precipitarse una dictadura de izquierda interesada en destruir la propiedad privada y todo el ordenamiento jurídico vigente. La propaganda de la empresa privada busca hacer creer que ella se encuentra al borde de la ruina como consecuencia de la prepotencia sindical, de las huelgas salvajes y de la agitación francamente comunista. Los capitalistas llegan al extremo de provocar el estallido de conflictos sociales, esto porque les ayuda a confirmar su campaña tan interesada y tan deformadora de la realidad.

Desde muchos lados se viene contribuyendo a crear la idea de que Bolivia se encamina a la instauración de un régimen comunista y la derecha castrense está segura que las elecciones precipitarían su advenimiento. Como tantas veces ha sucedido este temor es exagerado o es acentuado con miras a lograr la unidad de los grupos más dispares de la clase dominante a fin de preservar la sociedad actual y también la integridad del Ejército. Algunos elementos pertenecientes al ala institucionalista de las Fuerzas Armadas han comenzado a formular la tesis de que ante el peligro de caer de nuevo en el caos político se tornaría en una necesidad la unidad de las diversas corrientes militares.

No se puede olvidar de que el comunismo es presentado como el enemigo principal común de toda la clase dominante y del Ejército en su conjunto. El recuerdo de lo sucedido en 1952 no se ha disipado y sigue jugando el papel de polo unificador de los grupos en discordia.

3. Las capas desesperadas de la clase media son las que sirven de basamento social al fascismo; Un gobierno gorila es él timoneada par militares de derecha y que desarrollan una política totalitaria y brutal centra las masas y los partidos de izquierda, pero para transformarse en fascista precisa el apoyo do sectores de la clase media y aparecer así como popular. So están creando las condiciones sociales y políticas que pueden permitir la aparición de esta última variante.

La diferencia existente entre la situación del mes de noviembre de 1979 y la actual, radica, precisamente en que el golpe de Estado de Natusch quedó totalmente aislado de la clase media, de la burguesía nacional y del imperialismo, mientras que los golpistas de hoy podrían apoyarse en la clase media temerosa y dominada por la histeria.

4. Como se ve, la crisis de la burguesía en el plano estatal y la actitud que viene asumiendo la clase media convierten en posible y viable un golpe gorila, que rápidamente podría estructurarse como gobierno fascista.
Como quiera que los explotados estén movilizados no debe descartarse su resistencia al nuevo intento que se haga por imponer un régimen brutal destinado a acallar las demandas populares.

Toda la experiencia del pasado inmediato enseña que si la lucha contra el golpismo gorila se circunscribe a la defensa del orden democrático y los explotados se subordinan a la dirección burguesa, no hará otra cosa que imponer una etapa intermedia que servirá para preparar nuevos intentos de implantación del fascismo- No es posible olvidar que esta forma gubernamental no es más que un recurso del que dispone la clase dominante para preservar sus privilegios.

La táctica correcta debe consistir en que la necesaria lucha contra el golpismo y por la defensa de las garantías constitucionales y sindicales debe ser planteada de manera que permita que las masas se vean obligadas a romper el estrecho marco capitalista y aproximarse al logro de su objetivo estratégico.

Ni duda cabe que la verdadera contradicción es la que existe entre el fascismo y dictadura del proletariado. Pero también es evidente que esa contradicción se concretiza en ciertos momentos en la pugna que se entabla entre un gobierno democrático y otro fascista. La desviación reformista radica en convertir a la democracia burguesa en una finalidad estratégica.

Será necesario subrayar que la luch3 parlamentaria no tiene ninguna posibilidad de extirpar el peligro del golpismo gorila.

Los trotskistas son los abanderados de la lucha antigorila y se diferencian de los demócratas en que desarrollan esa batall3 con los métodos de la revolución proletaria, es decir soldándose con las masas y dirigiendo sus luchas diarias, subordinando todas las formas de actividad a los métodos del proletariado.

El vigor y las emergencias de la huelga general de noviembre de 1979 ha llevado a todos al convencimiento de que el rechazo a un golpe gorila se tendrá que hacer siguiendo este camino, pero deberá procurarse que la solución de los problemas políticos quede en manos de la clase obrera. El desarrollo mismo de los acontecimientos abrirá la posibilidad o no de instaurar la dictadura proletaria o bien de pasar por la variante de gobiernos de breve duración y que por su composición popular y por su proyección hacia la dictadura proletaria pueden considerarse como obrero-campesinos. Sin embargo, no es esto lo que está en discusión, sino la forma concreta en que puede aplastarse al golpismo gorila.

VII. Perspectivas

1. La huelga general que emergió de la crisis política última tuvo la virtud de sacar a primer plano las tendencias que se agitan en medio de las masas y que pugnan por una política independiente de la clase obrera frente a la burguesía democratizante; por imponer la preeminencia de la acción directa, que es todo lo contrario del parlamentarismo; por estructurar los órganos de poder propios de las capas más vastas de los explotados y por combatir y sobrepasar a la burocracia sindical. La quiebra de la “izquierda” tradicional se convierte en un factor que favorece el libre desarrollo de estas tendencias. El futuro ascenso revolucionario de las masas no podrá menos que potenciarlas y de esta manera se logrará el reencuentro con la Política que fuera desarrollada en 1970-71 Por la Asamblea Popular.

2. Todo hace presumir que la gran batalla será librada alrededor de las reivindicaciones salariales y no de la lucha parlamentaria, que para las masas hambrientas esta última no se da todavía como a realidad tangible.

En otras circunstancias, particularmente si su rasgo diferencial no hubiese sido la radicalización de la clase obrera, se podría solo hablar de la posibilidad de transformación de las reivindicaciones económicas en una batalla política; bajo las circunstancias imperantes hoy se torna inevitable la inmediata transformación de las demandas salariales en la lucha política. No bien los explotados ganen las calles para imponer la mejora de sus remuneraciones se tornará inaplazable la organización de instrumentos populares de rasgos sovietistas, que no podrá menos que proyectar la lucha más allá del parlamentarismo y de la democracia burguesa.

Así quedara abierta la perspectiva de la conquista del poder por la clase obrera, actuando como caudillo nacional.

3. Nuevamente se presenta ante las masas y ante el partido revolucionario el problema de cómo efectivizar la tendencia proletaria de transformarse en dirección de las masas en general. De aquí surge la vigencia de la táctica del frente antiimperialista, como válida para todo el período que precede a la conquista del poder. Es en el marco de este frente que el partido del proletariado podrá ganar para sus posiciones al grueso de las masas actualmente controladas por el nacionalismo y por las tendencias “izquierdistas” que le sirven, utilizando el método de la crítica y la demostración de las traiciones al programa antiimperialista por parte de aquellos.

El frente antiimperialista es un frente de clases y el propugnado por el POR se distingue porque demanda que se lo haga dentro de la estrategia del proletariado.

La radicalización de las masas y la existencia del FRA pueden coadyuvar al fortalecimiento de la dirección revolucionaria partiendo de la disgregación de la izquierda tradicional, disgregación que es consecuencia de su aburguesamiento.

Si bien la precipitada suspensión de la huelga general por parte de la burocracia sindical impidió a la clase obrera solucionar a su modo la crisis política, el desarrollo de la actual situación se encamina a abrir nuevamente la perspectiva de la conquista del poder por la clase obrera. El POR deberá ajustar su trabajo organizativo y político dentro de esta tendencia.

4. Cuando hacemos un pronóstico político nos limitamos a señalar la gran tendencia dentro de la cual puede desarrollarse el acontecer político. Esta tendencia puede verse interferida por muchas circunstancias coyunturales antes de realizarse, pero, si coincide con las grandes leyes de la transformación social concluirá imponiéndose.
Sostener la existencia de una tendencia en el proceso político significa que la realidad palpable del momento se proyecta en determinado sentido. No se trata de formular una utopía o algo que sólo puede darse en el campo de la especulación teórica, sino de potenciar políticamente la actividad cotidiana en el seno de las masas.

5. La “izquierda» está condenada a no salir ilesa de su periplo por las trincheras burguesas, contrariamente, su atomización es ya cosa de la actualidad. De sus cenizas surgirá el fortalecimiento de la dirección revolucionaria. El POR tiene la posibilidad de lograr la evolución política de los sectores más sanos y valiosos de los partidos de “izquierda”, lo que puede conducir a su asimilación. Las condiciones políticas que ya se perfilan hoy permitirán que el POR se convierta en el polo aglutinante y orientador de la izquierda dispersa y de las masas radicalizadas; será una de las consecuencias de que supo mantener en alto la bandera revolucionaria, luchando contra la corriente.

6. Las medidas económicas dictadas por el gobierno burgués derechista y que responden a la imposición de las condiciones propuestas por el Fondo Monetario Internacional, tienden a agravar mucho más aún la miseria de las masas, esto porque no podrán menos que disminuir los salarios reales.

Así se abre la posibilidad inmediata de la lucha de masas por el logro de sustanciales aumentos salariales. Como hemos indicado ya esta lucha se trocará de inmediato en política. Siguiendo este camino los explotados pueden orientarse hacia la conquista del poder lo que determinaría la total caducidad del parlamentarismo. El POR debe ocupar la primera fila en esta lucha de los explotados.

Resolución sobre la cuestión electoral.

1. Considerando que las masas han iniciado el proceso de movilización y radicalización, que han avanzado bastante en este camino, pero no lo suficiente para que pueda decirse que nos encontramos en vísperas de la insurrección, resulta conveniente e imprescindible la participación del partido revolucionario en el proceso electoral.

2. Sin embargo, el POR parte de la certidumbre de que actualmente la tarea prioritaria consiste en el logro del aumento general de salarios y en la implantación de la escala móvil. Todo permite suponer que esta batalla se convertirá en un gran enfrentamiento de las masas radicalizadas contra la clase gobernante, batalla que podría plantear el problema del destino del poder político y de esta manera convertir en innecesaria o distraccionista la preocupación por efectivizar las elecciones generales.

3. Si políticamente fuese conveniente la utilización del POR del método parlamentario debe servir para acentuar su penetración en el seno de las masas, para difundir en ellas su programa, para que pueda organizarías, movilizarlas y educarlas políticamente Esta es la labor prioritaria que puede cumplirse mediante la presentación o no de candidaturas propias.

4.  La campaña electoral debe servirnos para intentar la formación del FRA y para explicar a todos los explotados cuál es su verdadera esencia.

5. No existen razones para que abandonemos nuestro programa en materia electoral y deberá volver a ser puesta en vigencia en la campaña electoral que está a punto de abrirse.

Como quiera que se vaya acentuando la crisis en las organizaciones y grupúsculos de izquierda, la campaña electoral deberá también orientarse a permitir que profundicemos esa crisis a fin de poder ganar para nuestras posiciones a los mejores elementos que aun permaneces en otras tiendas políticas.

Conclusiones y recomendaciones del XXVI Congreso,
1. Se deben superar las normas organizativas individuales de épocas de clandestinidad, pasando más bien a nuevas formas de organización que nos permitan un crecimiento masivo, en correspondencia con la nueva situación política que se va tornando favorable hacia nuestras posiciones.

2. Como resultado de la experiencia lograda hasta el momento en el trabajo frentista, se recomienda discutir los métodos de trabajo en las organizaciones de masas teniendo en cuenta que no se deben convertir a estas organizaciones en cenáculos partidistas. En este sentido se debe combatir enérgicamente los intentos de la izquierda de hacernos aparecer en todo trabajo frentista como exclusivamente trotskistas. Además se debe tomar en cuenta las reivindicaciones inmediatas de esos sectores.

3. Por la necesidad de plasmar nuestras ideas programáticas, en las condiciones actuales es cuando el trabajo organizativo adquiere singular importancia, la democracia interna cobra a su vez un papel preponderante en la discusión interna de todos los problemas y divergencias. Es en este sentido, que la autocrítica sólo puede ser producto de una amplia discusión y en ningún caso de la conminatoria.

4. En el problema de la formación de cuadros y la educación de simpatizantes se debe evitar el mecanicismo, tratando de adecuar nuestros métodos y explicaciones a cada caso concreto y a las propias características del grupo.

5. La militancia en general y en especial la de reciente incorporación debe intensificar su autoformación, sin esperar la participación de las direcciones regionales o nacionales.

6. Se eligieron los siete miembros correspondientes al Comité Central del Partido, En el mismo fue ratificado el camarada G. Lora como Secretario General.

7. Asimismo, se eligieron los tres miembros de la Comisión de Control, de acuerdo siempre a lo que prescriben los Estatutos del Partido.

8. Con el objeto de mantener permanente contacto con el interior, además de estar informados de todos los acontecimientos, los CCRR deben regularizar el envío al CC de informes periódicos de sus propias actividades y noticias de los diferentes sectores en los que actúan.

9. Con relación a las deudas que aún mantienen los CCRR, por concepto de libros y periódico, se resuelve que será el CC, quien decida las medidas a tomar para cada caso y de manera inmediata.

10. Con relaciona nuestra participación en las elecciones sindicales de Potosí, se ha recomendado a los camaradas de ese CR, desechar toda posibilidad de alianza con los integrantes del PC-ML.

11. Con relación al trabajo que se realiza en UMBO, se ha recomendado reorientar ese trabajo en sentido de convertir a esa organización en un frente de masas, partiendo de los problemas inmediatos de la mujer, aunque éstos sean de lo más superfluos. Las posiciones revolucionarias deben ser expresadas a través del mismo programa de UMBO.