En el marco de la pandemia, los precios se siguen devorando nuestros salarios

Desde que inició el aislamiento obligatorio en marzo hemos visto como nuestros sueldos se siguen pulverizando por el aumento de precios en todos los productos, pero principalmente en aquellos de los cuales no podemos prescindir, como los alimentos, los medicamentos, el agua, la electricidad, el gas, la vestimenta e incluso internet pasó hoy en día a ser un servicio necesario. Según los datos aportados por el INDEC, desde enero a abril el aumento en alimentos fue de 14,8% y de más del 50% respecto a abril del año 2019. Por su lado, las prendas de vestir aumentaron en un 46,3%, salud en 55,1%, y vivienda (agua, electricidad, gas y otros combustibles) en 23,2% con respecto a abril del 2019. ¿Nuestros salarios aumentaron lo suficiente para hacer frente a todos estos gastos? La Canasta Básica Total sacada por del INDEC presenta que una familia de cinco miembros necesita como mínimo para “no ser pobre” $ 44.799,50. Sin embargo esta suma no contempla los gastos ni de alquiler ni de expensas, siendo que el promedio hoy en día de un departamento de tres ambientes en la Capital Federal ronda los $25.000. Por lo tanto, la CBT del INDEC es insuficiente para vivir. ¿Cuántos de nosotros ganamos siquiera algo cercano a la suma de esas cifras?

La discusión por la apertura de las paritarias sigue siendo escondida por el gobierno y la burocracia sindical, y hacen lo posible para que esa idea no brote en la cabeza de los trabajadores. Ejemplo de esto son las recientes discusiones entre el sector de los trabajadores estatales y el Gobierno, que desembocaron en que de momento no se puede hablar de un incremento salarial hasta que se enfrente la deuda y la pandemia, que es necesario seguir haciendo un “esfuerzo entre todos”. Otro ejemplo fue la extensión de las suspensiones con rebajas salariales acordadas entre la CGT y la Unión Industrial Argentina el pasado 31 de mayo, acuerdo presentado para “preservar los puestos de trabajo existentes y garantizar la sustentabilidad de las industrias argentinas son los objetivos fundamentales de esta iniciativa conjunta».

El miedo a perder el trabajo mal pago que tenemos se convierte en resignación que nos obliga a soportar cualquier tipo de abusos por parte de las patronales. La falta de organización entre los trabajadores se hace sentir, así como también la traición por parte de los burócratas que dicen representarnos. Sin embargo, desde que comenzó la cuarentena hemos sido testigos de importantes luchas por parte de sectores de los trabajadores, que no sólo evitaron despidos, sino que también evitaron recortes salariales y hasta impusieron recomposición salarial. Tales son los casos de la lucha de los mineros de Andacollo, de los trabajadores del neumático (FATE), de los empleados de la carne, los trabajadores de La Nirva que tomaron la fábrica o de los Aceiteros que lograron un ajuste del 30% en el mes de mayo, llevando el básico a $68.678 (es decir, ese es el salario mínimo que gana un trabajador del sector). Todo esto no sólo fue posible gracias a que varios sectores tienen una tradición de lucha, sino porque la organización desde abajo y la discusión constante es lo que permite templar el carácter para enfrentar los atropellos de los empresarios y el Gobierno.

Si no tomamos nuestros problemas en nuestras propias manos, nadie lo hará. El pago de la deuda externa va a seguir su curso, así como la necesidad de la burguesía de imponer en los hechos una reforma laboral, todo para que la burguesía en su conjunto pueda exprimirnos aún más. No podemos entregar un cheque en blanco a esta clase parasitaria, sus intereses no son los mismos que los nuestros, de nada valen los discursos porque la realidad que nos toca vivir habla por sí misma. Hay que demostrar que nuestra fuerza conjunta vale mucho más que los discursos de los “grandes esfuerzos” que escupen los burócratas, empresarios y el Gobierno, porque sus discursos no son otra cosa que discursos de miedo, de miedo a nosotros y a que nos levantemos en defensa de nuestras condiciones de vida. Se trata entonces de la organización de los oprimidos y la utilización de los métodos históricos de la clase obrera, es decir, de acción directa de masas. Si lo mínimo para vivir cuesta más de $70.000, entonces, lo justo es que no reclamemos ni un peso menos.

 

(nota de MASAS nº 372)