La respuesta a la desocupación creciente: reparto de todo el trabajo entre todos los trabajadores

Se destruyeron 285.00 puestos de trabajo en dos meses. Los empleos más afectados fueron los de la construcción 59.000 personas; hotelería y gastronomía 44.000; comercio 37.000; actividades administrativas 28.000; industria 22.200; servicio de transporte y almacenamiento 21.500 puestos registrados. Otro tanto se destruyó en los trabajos en negro. Agravando la crisis de desocupación y precarización que existía antes de la pandemia. De nada vale la ley que prohíbe los despidos. Los capitalistas aplican su propia ley y no hay discurso moral que los detenga. Las direcciones sindicales bien, gracias.
Casi 20.000 empresas de todo tipo y tamaño han cerrado que se suman a las decenas de miles cerradas en los años anteriores.
Es urgente un plan de obras públicas para generar cientos de miles de puestos de trabajo. Poner en marcha la construcción de no menos de 400.000 viviendas por año, resolver los sistemas de gas, agua corriente y cloacas para toda la población. La construcción de todas las escuelas y hospitales que se necesitan. Poner en marcha los talleres para la fabricación de todo el material ferroviario, desde locomotoras y vagones hasta los rieles, para reconstruir la red. Ya sabemos que no habrá inversión privada, el Estado debe encarar estas inversiones. El Plan que ofrece el gobierno es una burla, comparado con la magnitud del drama que se vive.
Toda la burocracia es cómplice del ataque de las patronales contra los trabajadores sea despidiendo, recortando salarios, difiriendo su pago, desconociendo convenios, etc. Los trabajadores en cada lugar resisten como pueden para no perder sus puestos de trabajo. Ellos están preocupados por sostener al gobierno y reclamarle todas las semanas fondos para sus obras sociales.
No es un fenómeno local. Es la situación en todo el mundo. Las patronales descargan la crisis sobre los trabajadores. Se estima que en este año podrán destruirse más de 400 millones de puestos de trabajo en el mundo.
Aquí y en otros países se promete un ingreso universal para cuando pase la pandemia, sabiendo las consecuencias de la catástrofe que se vive y tratando de calmar la bronca y la desesperación de amplios sectores de la población. Dicen que ese ingreso universal tendrá una contraprestación, algún tipo de trabajo. Eso será más trabajo precarizado o una forma de subsidio, muy lejos de cubrir las necesidades vitales.
Es necesaria la creación de cientos de miles de puestos de trabajo genuino basado en un plan de obras públicas en manos del Estado. Pero la respuesta de fondo es el reparto de todas las horas de trabajo disponibles entre todos los trabajadores. Ni un solo trabajador sin su puesto de trabajo. Esta política requiere terminar con las “horas extras”, trabajar en dos o tres lugares, etc. a que somos empujados los trabajadores para alcanzar ingresos que nos permitan vivir como personas. El salario debe ser suficiente para cubrir las necesidades vitales, de manera tal que no tengamos que someternos a una sobreexplotación.
Esta es la política para terminar con el flagelo de la desocupación o subocupación. Desde hace más de 40 años retrocedemos en la cantidad y calidad de los puestos de trabajo, a medida que se acelera el saqueo, la entrega, el cierre y desmantelamiento de industrias. Esta es la respuesta a una situación que es estructural, no tiene que ver con la pandemia o el gobierno de Macri. Es el capitalismo en descomposición que nos empuja a la barbarie.
Para imponer esta política es necesaria la acción de masas de todos los trabajadores, ocupados y desocupados, registrados o no, afiliados a los sindicatos o no, activos y jubilados. TODOS. Una lucha de conjunto hasta imponer esta salida, aplicando los métodos de acción directa hasta lograrlo. ¿Con estos dirigentes sindicales? Difícil. Como alguien dijo hace tiempo “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. Debemos crear las condiciones desde las bases para expulsar a todas las direcciones burocráticas, para recuperar los sindicatos y todas las organizaciones sindicales para los trabajadores. Debemos terminar con su política de conciliación con todos los gobiernos, con todas las patronales. Las consecuencias están a la vista, los trabajadores hemos retrocedido en nuestras condiciones laborales y de vida. ¡Es hora de decir basta! Los sindicatos son de los trabajadores. Debemos imponer la independencia política y sindical frente a gobiernos y empresarios. Insistimos, sólo con la lucha de todos, unificados, con nuestros propios métodos de lucha, podremos imponer esta salida, nunca será por una ley del Congreso.
Nos dirán que los capitalistas y sus gobiernos no quieren o no se puede. ¡Entonces al diablo con ellos! Tomemos el problema en nuestras manos directamente. Si no lo hacemos nos enterrarán con toda su inmundicia y será cada vez más difícil que nos pongamos de pie. Preparemos desde abajo esta lucha que tenemos que dar, por nuestra sobrevivencia, por la sobrevivencia de la humanidad, por nuestro futuro.