Masas n°343 [Agosto 2018]

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Editorial

La gravedad de la crisis y su perspectiva impone tomar medidas ya para salvar la economía.

Este Gobierno que representa a los sectores más parasitarios nos lleva a la ruina.

Los funcionarios de Gobierno, sus economistas, los banqueros, confiesan que vendrán tiempos muy difíciles, peores que los que vivimos, que la recesión será muy prolongada, que se perderán decenas de miles de puestos de trabajo, que caerá fuertemente el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, que se deteriorarán los presupuestos de salud y educación. Los tarifazos que ya no se pueden pagar, seguirán. A los más viejos le retiran hasta medicamentos esenciales, su cobertura de salud está deteriorada, la asignación por hijo para 100.000 niños, de los más pobres se reduce a la mitad, en un monto que ya era escaso. Reaparecen enfermedades que estaban extinguidas. Junto con la desocupación crece el hambre y la miseria.

La situación será mucho peor, porque los desastres que han hecho no los podrán corregir. Al contrario, están empecinados en mantener esta política que nos lleva a la ruina. Los niveles de deuda externa son insoportables para la economía, son impagables, como los intereses de esa deuda que se comen una proporción enorme del presupuesto nacional.

En los últimos meses han rifado miles de millones de dólares de las reservas en la timba financiera. Han dejado fugar decenas de miles de millones de dólares del sistema, que nos queda como deuda externa para el país, y que tendremos que pagar todos. ¿Quién detiene este vaciamiento?

Saben que han perdido gran parte del apoyo electoral y la simpatía de millones que creyeron que habría un cambio, crecen las denuncias de corrupción, la crisis, las rupturas, han debido echar ministros, pero persisten con sus políticas, porque ante todo deben fidelidad y lealtad a sus mandantes: al capital financiero, las multinacionales, la oligarquía terrateniente, los pulpos exportadores, a ellos sirven, para ellos trabajan. Ellos respaldan fuertemente al Gobierno porque están llenando sus bolsas como pocas veces antes. Quisieran reelegirlo mil veces. Le piden que se endurezca, que siga bajando los impuestos a los más ricos, que no limite la fuga de capitales.

Cada día que siguen en el Gobierno se agrava dramáticamente la situación de la mayoría oprimida. Y siguen con el saqueo de la economía. Esto no va más. Debemos detenerlo.

La situación ya es terrible. HOY. Y será peor si sigue en manos de estas gentes. Estamos en una situación de emergencia, en medio de un derrumbe provocado por las políticas que adoptó este Gobierno desde el comienzo.

Es esto lo que se debe debatir en las organizaciones sindicales, barriales, en las centrales, en los partidos que se reclaman populares y que dicen defender a la Nación contra el imperialismo. Cómo terminamos ya con este desastre.

La “oposición” hace giras, reuniones y entrevistas para preparar un frente electoral para dentro de 15 meses, para enfrentar al oficialismo, discuten quiénes serán candidatos y los términos “programáticos” de su unidad. Coinciden con el diagnóstico de la situación y cómo empeorará, pero su cálculo es cuánto les reportará en votos. Ya empezaron la campaña electoral y nos inundan con encuestas de todo tipo.

El Gobierno refuerza sus rasgos autoritarios y represivos, se va transformando en una dictadura civil. Aplica multas multimillonarias a sindicatos que salen a la lucha. Vetó la Ley que limitaba los tarifazos. La mayoría de sus decisiones las toma por decreto. Acordó con el FMI, un ente que representa al capital financiero, la conducción de la economía, que negoció en secreto y cuyas consecuencias son catastróficas para la economía. Y suma, también por decreto, a las fuerzas armadas para tareas de seguridad interior, amenazando las libertades democráticas. La oposición se escandaliza con esta medida pero no tuvieron problemas en poner y bancar a Berni como Secretario de Seguridad o a Milani como jefe de las FF.AA. o la ley antiterrorista, o, antes haber armado la masacre del Puente Pueyrredón.

Es necesario un plan de emergencia inmediato para reordenar la economía sobre otras bases:

  • ajuste de salarios y jubilaciones, que cubran el costo de la canasta familiar;

anular la reforma previsional votada en Diciembre;

  • detener los despidos, reincorporar a todos los trabajadores despedidos; ocupación de toda empresa que suspenda o despida; reparto de todo el trabajo disponible entre todos los trabajadores;
  • terminar con toda forma de trabajo precario, por contrato o monotributista;
  • anular los tarifazos, desconocer cualquier contrato que reconozca precios o tarifas en dólares.
  • confiscación de las redes de supermercados, para establecer centros de abastecimiento que permitan a toda la población adquirir las mercaderías que necesita;
  • nacionalización sin pago de todas las empresas de servicios, y el petróleo y el gas en toda la línea;
  • monopolio del comercio exterior y la banca. Impedir que salga un solo dólar del país que no se destine a la producción o a atender las necesidades urgentes de la población; detener la importación de productos de lujo o que se producen en el país;
  • desconocimiento del acuerdo con el FMI, desconocimiento de toda la deuda externa, contraída para financiar la fuga de capitales,

impedir la salida de divisas en concepto de dividendos;

investigación de todos los crímenes económicos desde la dictadura hasta el saqueo de este Gobierno;

desconocimiento y ruptura con el Ciadi (tribunal internacional para resolver los juicios entre el Estado Argentino y las multinacionales);

  • expropiación del latifundio. Restitución de tierras a las comunidades que han sido desalojadas.

Estas medidas elementales de defensa de la economía nacional y el trabajo, de recuperación de la soberanía, son de interés de la clase obrera y la mayoría oprimida del país. Pero sólo la clase obrera puede encabezar una rebelión nacional, con su política, con sus métodos de lucha, para imponer estas medidas al gran capital nacional y extranjero. Este es el debate que tenemos que desenvolver y que lleva emparentada la necesidad de recuperar todos los sindicatos y las centrales para los trabajadores, la necesidad de una nueva dirección del movimiento obrero, y la necesidad de poner en pié el partido obrero revolucionario como expresión de su independencia de clase.

Para empezar, impongamos a la CGT y las CTAs el paro activo de 36hs, para rechazar al FMI.

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