Campaña a 80 años del asesinato de Trotsky y 82 años de la fundación de la IV internacional

Publicamos el posicionamiento de Trotsky ante el proceso de su exclusión del Comité Central. Se trata de un documento histórico, que prueba la falsificación de que Trotsky y la Oposición de Izquierda planearon un complot militar, vinculado a agentes del oficial zarista ruso Wrangel. Trotsky desenmascara esta farsa y revela las verdaderas razones de la persecución de Stalin, que culminaría con su expulsión del Comité Central. Al identificar los vínculos fundamentales que sustentan la explicación de Trotsky, notamos la lucha de un bolchevique que tenía por objetivo impedir la destrucción del partido de Lenin. Aislado en la dirección, a merced de la camarilla de Stalin, Trotsky mantiene su confianza en la posibilidad de que las bases obreras más conscientes y la Oposición de Izquierda finalmente derroten al termidor, que se instalara dentro del Estado obrero. Dos años después, Trotsky sería expulsado de la URSS, y la Oposición de Izquierda, aplastada por la brutal represión policial. La expulsión del Comité Central, de hecho, fue una señal de que se habían agotado las posibilidades de la Oposición de Izquierda de fortalecerse y romper la camisa de fuerza impuesta por la burocracia contrarrevolucionaria. Este documento no solo marca profundamente el carácter reaccionario del estalinismo, sino que conserva importantes lecciones sobre el método y concepción marxista-leninista de la lucha de Trotsky contra la burocratización del primer estado obrero triunfante.

 

EXCLUSIÓN DE TROTSKI DEL COMITÉ CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA RUSO

 

(Discurso pronunciado ante la plenaria del Comité Central y de la Comisión Central de Control. 23 de octubre de 1927)

Durante los meses de agosto, septiembre y octubre la fracción staliniana se entregó a la lucha contra la oposición, basándose en las decisiones de julio-agosto. En octubre llegó, por fin, el momento, en que la fracción directora se decidió a ejecutar su proyecto. El Pleno de octubre se había impuesto la tarea, no sólo de eliminar a Trotski y Zinoviev del Comité Central, sino también de preparar las condiciones necesarias que permitieran la aplicación de la política de represión en gran escala.

 

El Pleno de julio-agosto había lanzado la acusación de que la oposición se negaba a defender la República de los Soviets contra sus enemigos los imperialismos. Pero en la nueva fase, esta deshonesta acusación, que se desacreditó en seguida, no bastaba ya. Fueron aventadas las últimas reservas ideológicas que poseía Stalin. Se lanzó en la batalla una nueva historia acerca de un cierto complot militar que se decía había concebido la oposición y en relación con ella. Esta intervención nuestra en el complot consistía en el hecho de que un especialista, hablando con otros especialistas – que, lo mismo que a no estaban entre los conjurados, pero que hubiéran podido llegar a estarlo –, pronunció el nombre de Trotski. Lo hizo, no con la intención de conspirar, sino sin ninguna intención precisa. ¡Qué importaba! Se había pronunciado el nombre de Trotski; un determinado número de especialistas habíanse encontrado juntos; evidentemente, de una manera general, hubiera podido existir una conjuración militar. Bien es verdad que el especialista militar que citó a Trotski (y millares de otros pronunciaban su nombre) encontrábase, por diversas razones, en la época de la ”criminal” conversación, en Mongolia, es decir, en un lugar poco propicio para la dirección de an golpe de Estado que debía efectuarse en Moscú. Pero ¿es que los agitadores stalinianos tienen acaso el deber de decir dónde está Mongolia y. en general, de ocuparse de geografía, cuando intervienen ante las células del Partido? Según parece, fueron detenidos algunos especialistas sin que existiera la menor razón para ello.

 

Meniinski, presidente de la G. P. U., presentó sobre esto un informe ante el Pleno del Comité Central y de la Comisión Central de Control, de plantearse el problema de la oposición. Incluso los más obtusos partidarios de la fracción staliniana, los elementos más desprovistos de conciencia, escucharon dicho informe con un sentimiento de ansiedad y de vergüenza. La amalgama termidoriana apareció de una manera demasiado grosera a la luz del día. Ciertos miembros de la mayoría expresaron en los pasillos su indignación. El fracaso de la maquinación staliniana fue de tal modo patente ante el Pleno, que todos los oradores que intervínieron, a excepción de Bujarin, que estaba fuera de sí, evitaron – por prudencia, por repugnancia – que se hablase de estd cuestión. Lo cual no fue óbice, naturalmente, para que los agitadores de Stalin continuaran envenenando al Partido con rumores relacionados con el complot contrarrevolucionario.

 

La exclusión de Trotski y de Zinoviev, en vísperas del XV Congreso, no fue sino el preámbulo indispensable para proceder a la eliminación de la oposición y a la deportación de los oposicionistas activos a Siberia y a Asia central. Y así se inauguró una nueva etapa del desarrollo de la Revolución.

 

Trotski. – La proposición que hice de discutir separadamente la cuestión del oficial vrangeliano y la del complot militar ha sido rechazada. En el fondo planteaba la cuestión de saber por qué, por quién y cómo ha sido engañado el Partido, al cual se le ha dicho que los comunistas de la oposición formaban parte de una organización contrarrevolucionaria. Para demostrar una vez más cómo concebís la discusión, habéis decidido suprimir del acta taquigráfica, es decir, ocultarle al Partido, mi breve intervención sobre el oficial vrangeliano. Bujarin nos ha presentado aquí la filosofía de la amalgama termidoriana basada en los documentos del Meniinski, los cuales no tienen nada que ver ni con nuestra imprenta ni con la oposición en general. Nosotros necesitamos hechos y no la filosofía barata a lo Bujarin. Los hechos no existen. Por esto precisamente habéis introducido esta cuestión en discusión valiéndoos de un truco. La brutalidad y la deslealtad han crecido a tal punto que se han convertido en perfidia criminal. Todos los documentos revelados por Meniinski están dirigidos completamente contra la política que se aplica actualmente; para lograrlo basta ponerlos en claro por medio de un análisis marxista. No tengo tiempo para hacerlo. Nada más quiero plantear la cuestión fundamental:¿cómo y por qué la fracción que dirige actualmente el Partido se ha visto obligada a engañar al Partido, haciendo pasar a un agente de la G. P. U. por un oficial vrangeliano y extirpando los fragmentos de una encuesta inacabada y exagerada deliberadamente con el fin de introducir el terror en el Partido valiéndose de una falsa noticia sobre la participación de los oposicionistas en una organización contrarrevolucionaria? ¿Por qué se hace esto? ¿Y qué se pretende con ello? Estas son las únicas preguntas que importan desde el punto de vista político. Todo lo demás ocupa un segundo e incluso un décimo plano.

 

Dos palabras, ante todo, respecto a lo que ha recibido el nombre de ”trotskismo”. Con este término, totalmente oportunista, se intenta contruir una teoría. Con el fin de fabricar el ”trotskismo” trabaja a todo vapor y con tres equipos de recambio una gran fábrica de falsificaciones. Recientemente he escrito sobre esto una carta al Instituto Histórico del Partido, carta que contiene unas cincuenta citas y documentos y que sorprende, a la escuela histórica y teórica que tenemos que sufrir actualmente, en flagrante delito de falsificación, de alteración, de disimulación de hechos y de documentos, de desfiguraciones del pensamiento de Lenin, y sobre todo con el único objeto de combatir al llamado ”trotskismo”. He exigido que esta carta les fuera enviada a los miembros del Pleno, tosa que no se ha hecho. Y, sin embargo, esta carta casi no contiene más que citas y documentos. La mandaré a la ”Hoja de discusión”, aun cuando tengo la seguridad de que también se le disimulará al Partido, pues los hechos y los documentos que en ella reproduzco son demasiado abrumadores para la escuela staliniana.

 

En nuestra declaración de julio del año ultimo previmos con una perfecta exactitud todas las etapas por que debía pasar la demolición de la dirección leninista del Partido para ser reemplazada por la de Stalin. Me refiero a una sustitución temporal, pues tantas más son las ”victorias” que obtiene el grupo dirigente, tanto más se debilita en realidad. Podemos completar ahora nuestros enunciados de julio del año último con la conclusión siguiente: el actual triunfo de Stalin desde el punto de vista de la organización precede a su caída política. Esto es totalmente inevitable y, conforme al régimen staliniano, se producirá bruscamente. La tarea fundamental de la oposición consiste en reducir al mínimo los daños que las consecuencias de la peligrosa política de la dirección actual le causarán al Partido y a la ligazón de éste con las masas.

 

Queréis excluirnos del Comité Central. Estamos enteramente de acuerdo con vosotros en reconocer que esta medida se deduce enteramente del curso actual, en la fase del desarrollo que acaba de alcanzar, o, mejor dicho, en la fase de su fracaso. La fracción directora que excluye del Partido a centenares y centenares de los mejores militantes, de obreros bolcheviques inquebrantables; la pandilla del aparato que se atreve a excluir a bolcheviques como Mratchkovski, Serebriakov, Preobrazhenki, es decir, a camaradas que podrían constituir por sí solos un Secretariado del Partido con una mayor autoridad y una mayor preparación, más leninista, que el actual Secretariado; la fracción Stalin-Bujarin, que encarcela en la Prisión Interior de la G. P. U. a admirables militantes como Nechaev, Stykhold, Vassiliev, Schmidt y tantos otros; la fracción del aparato que se mantiene violentando al Partido, ahogando su pensamiento, desorganizando a la vanguardia del proletariado, no sólo en la U. R. S. S., sino en el mundo entero; esta fracción, completamente penetrada de oportunismo, que ha arrastrado tras de sí y sigue arrastrando todavía a los Chang Kai Chek, Feng Yu Siang, Wan Tin Wei, Purcell, Hicks, Ben-Tillet, Kussinen, Smeral, Peper, Heinz-Neumann, Rafés, Martinov, Kudratiev y Ustrialov no puede tolerarnos a nosotros en el Comité Central ni siquiera un mes antes del Congreso. Nos damos cuenta del por qué de esto.

 

La brutalidad y la deslealtad van a la par con la astucia. Habéis disimulado nuestra plataforma. Mejor todavía: habéis tratado de ocultarla. ¿Qué significado tiene este miedo a nuestra plataforma? La cosa está clara. TEMER NUESTRA PLATAFORMA ES TEMER PRESENTARSE ANTE LAS MASAS

 

Os anunciamos el 8 de septiembre que a pesar de todas las prohibiciones haríamos que el Partido conociera nuestra plataforma, y así lo hemos llevado a cabo. Y realizaremos este trabajo hasta el final. Mrachkovski y los demás camaradas que imprimieron nuestra plataforma obraron y obran en absoluta solidaridad con nosotros, miembros oposicionistas del Comité Central y de la Comisión Central de Control. Nosotros somos por completo responsables de ello, no sólo desde el punto de vista político, sino también desde el punto de vista orgánico.

 

La deslealtad y la brutalidad que describía Lenin no son ya tan sólo las características de una persona: son las características de la fracción dirigente, de su política, de su régimen. No se trata sólo de procedimientos visibles desde el exterior. El rasgo característico y esencial del actual curso es la fe en la violencia todopoderosa contra su propio Partido. Gracias a la Revolución de Octubre, nuestro Partido posee un potente aparato de coerción, sin el cual es imposible concebir la dictadura del proletariado. El centro de este dictadura es el Comité Central de nuestro Partido.

 

En vida de Lenin, mientras hubo un Comité Central leninista, el aparato de organización del Partido permaneció sometido a una política revolucionaria de clase practicada universalmente. Bien es cierto que Stalin, como secretario general, constituyó para Lenin una preocupación desde el comienzo. ”Ese cocinero no prepara más que platos cargados de especias”, decía en medio de un círculo de íntimos durante el X Congreso. Pero bajo la dirección leninista, ante un Politburó cuya composición era leninista, el Secretariado general ejercía un papel completamente secundario. La situación empezó a cambiar desde la enfermedad de Lenin. La selección de los hombres por el Secretariado, la agrupación de los stalinianos a través del aparato, tomaron un carácter de valor propio, independiente de la línea de conducta política. Por esto precisamente Lenin, al pensar en la eventualidad de su abandono del trabajo, le dio un supremo consejo al Partido: ”relevar a Stalin de su puesto, pues puede conducir al Partido a la escisión y a la muerte.” El Partido no pudo conocer a tiempo este consejo. El aparato, hábilmente seleccionado, lo escamoteó. Las consecuencias de este estado de cosas se presentan ahora ante nosotros en toda su amplitud.

 

La fracción dirigente cree que se puede llegar a todo por medio de la violencia. Es un error fundamental. La violencia puede cumplir un papel revolucionario enorme, pero con una condición: que esté sometida a una política de clase justa. La violencia de los bolcheviques contra la burguesía, contra los mencheviques, contra los socialistas revolucionarios, dio, en determinadas circunstancias históricas, resultados inmensos. Las violencias de Kerenski y de Tseretelli contra los bolcheviques no hicieron más que precipitar el fracaso del régimen de colaboración. Excluyendo, privando de trabajo, encarcelando, la fracción dirigente se levanta, por medio del látigo y del rublo, contra su propio Partido. El militante obrero teme decir en su propia célula lo que piensa, y teme votar siguiendo los dictados de su conciencia. La dictadura del aparato mantiene en el terror al Partido, que debe ser la expresión suprema del proletariado. Sembrando el miedo en el Partido, la fracción dirigente disminuye la capacidad de éste de mantener el terror entre sus enemigos de clase. Pero el régimen del Partido no vive más que para sí. Expresa toda la política de la dirección del Partido. En el transcurso de estos últimos años, esta política ha desviado el eje de clase de la izquierda a la derecha, del proletariado hacia la pequeña burguesía, del obrero hacia el especialista, del militante de filas hacia el aparato, del obrero agrícola y del campesino pobre hacia el ”kulak”, del obrero de Shanghai hacia Chang Kai Chek, del campesino chino hacia el oficial burgués, del proletariado inglés hacia Purcell, Hicks y demás miembros del Consejo General de las Trade-Unions, y así sucesivamente. Esta es precisamente la esencia del stalinismo.

 

A primera vista parece como que la trayectoria staliniana es absolutamente vencedora. La fracción de Stalin asesta golpes hacia la izquierda (Moscú, Leningrado) y hacia la derecha (Cáucaso del Norte); pero en realidad toda la política de la fracción centrista se lleva a cabo bajo los golpes de un doble látigo: derecha e izquierda. Falta de una base de clase, la fracción burocrática centrista oscila entre dos líneas de clase, mientras se desvía sistemáticamente de la del proletariado hacia la de la pequeña burguesía. Y esta desviación se efectúa sin seguir una línea recta y en forma de zigzags bruscos.

 

En el pasado hemos conocido otros casos así. El más evidente y memorable fue la ampliación de las instrucciones electorales a consecuencia de la presión ejercida por el ”kulak” (látigo de derecha). Después, la abrogación de estas concesiones ante el empuje de la oposición (látigo de izquierda). Y después ha habido no pocos zigzags en lo referente a la legislación obrera, a los salarios, a la política de los impuestos, a la actitud observada hacia el comerciante privado, etc. Y el curso general se desviaba al mismo tiempo hacia la derecha. El manifiesto publicado con ocasión del décimo aniversario de Octubre constituye, indudablemente, un zigzag hacia la izquierda. Pero nosotros no perdemos un solo instante de vista que se trata de un zigzag que, por sí solo, no modifica la dirección general de la política y debe incluso – en un porvenir muy próximo – apresurar la política del centro director, que continuará su desviación hacia la derecha.

 

Los gritos lanzados hoy con motivo de la ofensiva intensa contra el ”kulak”, al cual se le decía todavía ayer: ”Enriqueceos”, no pueden cambiar esta línea de conducta, lo mismo que no la harán variar las sorpresas preparadas con ocasión de acontecimientos como el de la jornada de trabajo de siete horas. La línea política de la actual dirección está determinada, no por algunos zigzags de aventureros, sino por el apoyo social que esta línea ha reunido en torno suyo en su lucha contra la oposición. Por mediación del aparato staliniano, del régimen de Stalin, la vanguardia del proletariado sufre la presión de los burócratas, que se han fortalecido (comprendiendo a los burócratas obreros), de los administradores, de los pequeños patronos, de los nuevos propietarios, de los intelectuales privilegiados de las ciudades y del campo, de todos los elementos que empiezan a mostrarle el puño al proletariado diciéndole: ”¡Ya no estamos en 1918!”

 

No es el zigzag de izquierda el que decide, sino la línea de conducta política fundamental. Es la selección de los amigos en ideas, son los cuadros, es la base social. No se puede estrangular a las células obreras y ejercer, al propio tiempo, una presión sobre el ”kulak”. Lo uno es incompatible con lo otro. En cuanto se llegue a la realización del zigzag de izquierda promulgado con ocasión del aniversario, se tropezará con una resistencia cada vez mayor y más encarnizada en las propias filas de la mayoría.

 

Hoy, ”¡enriqueceos!”; mañana, ”¡deskulakeceos!”. Para Bujarin, todo es fácil. Un plumazo, y ya está. Pero el ”kulak”, y el administrador, y el burócrata empedernido, y el ”ustrialovista”, tienen un concepto muy diferente. Estos no se inclinan ante estos zigzags de aniversario y hablarán cuando llegue el caso.

 

El camarada Tomski, que está más ligado que los demás, se ha manifestado, como ya es sabido, contra el zigzag del aniversario. Y es que Tomski tiene el presentimiento de que los obreros les exigirán cuentas a los Sindicatos. Y es él quien deberá responder. Mañana, los obreros le exigirán a Tomski que detenga de hecho el curso hacia la derecha, llamado en el manifiesto curso hacia la izquierda, lo cual hará que sea inevitable la lucha entre el bloque dirigente. En el ala derecha de nuestro Partido conviven el administrador y el sindicalista. Ahora constituyen un bloque, como ha sucedido más de una vez en la historia del movimiento obrero internacional. Pero el zigzag hacia la izquierda del aniversario levantará una barrera entre el administrador y el sindicalista. El hombre del aparato, que oscila entre los dos, perderá su punto de apoyo. El zigzag del aniversario es la confesión más innegable y más clara de que la oposición tiene razón en todas las cuestiones esenciales de la vida interior de la ciudad y del campo. Constituye, por otra parte, la propia desaprobación política de la fracción dirigente, su certificado de indigencia. Una desaprobación verbal, puesto que es incapaz de darle curso después prácticamente. El zigzag del aniversario no retardará, sino que acelerará la bancarrota política del curso actual de la dirección.

 

El régimen actual del Partido se deriva de toda la política de la dirección. Detrás de los extremistas del aparato se encuentra la burguesía interior que renace. Y detrás de ésta se encuentra la burguesía mundial. Todas estas fuerzas pesan sobre la vanguardia del proletariado y le impiden levantar la cabeza, abrir la boca. Y cuanto más se desvía la política del Comité Central de la línea de clase, más se ve obligado a imponer desde arriba esta política a la vanguardia proletaria por medio de medidas coercitivas. De aquí nace el intolerable régimen que impera en el Partido. Cuando Martynov, Sumeral, Rafés y Pepper dirigen la Revolución china, Mratchkovski, Serebriakov, Preobrazhenki, Charov y Sarkis son excluidos del Partido por haber impreso y difundido una plataforma bolchevique destinada al Congreso. Estos hechos no son solo de orden interior del Partido. No: en esos hechos encuentra ya su expresión la activa influencia política de las clases.

 

Es un hecho cierto que la burguesía interior ejerce una presión sobre la dictadura del proletariado y sobre su vanguardia proletaria, menos atrevida, menos hábil, menos astuta que la de la burguesía mundial. Pero estas dos presiones se ejercen a la par, simultáneamente. Los elementos de la clase obrera y de nuestro Partido que han sido los primeros en prever la proximidad del peligro; que han sido los primeros que han hablado de él; es decir, los representantes de la clase obrera más revolucionarios, más decididos, más perspicaces, más irreductibles, forman hoy parte de los cuadros de la oposición. Y estos cuadros se desarrollan lo mismo en el interior de nuestro Partido que internacionalmente.

 

Los acontecimientos más importantes y los hechos nos dan la razón. La represión refuerza nuestros cuadros, reúne en nuestras filas a los mejores de entre los ”viejos” del Partido, templa a los jóvenes, agrupa en torno de la oposición a los verdaderos bolcheviques de la nueva generación. Excluidos del Partido, los oposicionistas constituyen los mejores hombres del Partido. Los que los excluyen son – sin darse cuenta de ello todavía – el instrumento de presión de las otras clases sobre el proletariado. Al tratar de pisotear nuestra plataforma, la fracción dirigente ejecuta una orden social dada por Ustrialov, es decir, por la pequeña y media burguesía, que resurgen. Contrariamente a la política de la vieja burguesía emigrada y en decadencia, Ustrialov, con su política inteligente, clarividente, de la nueva burguesía, no aspira a la revolución, a las grandes conmociones; no pretende, sencillamente, ”saltar las etapas”. La marcha ustrialovista actual es el curso staliniano. Ustrialov se dirige abiertamente a Stalin. Exige de Stalin el castigo de la oposición. Excluyendo y deteniendo a los oposicionistas, lanzando contra nosotros una acusación esencialmente termidoriana respecto al oficial de Wrangel y al complot militar, Stalin ejecuta la orden social de Ustrialov.

 

El objetivo inmediato de Stalin es: dividir al Partido; dividir a la oposición; acostumbrar al Partido a los métodos de agotamiento físico; constituir equipos de reventadores fascistas, de hombres que trabajan a puñetazos, a pedradas; meter a la gente en la cárcel. En estos métodos se ha detenido momentáneamente el curso staliniano antes de ir más lejos. Pero su camino está trazado. . ¿Qué necesidad tienen los Yarosvlaski, los Chvernik, los Golochekin y otros de discutir sobre las cifras de control, puesto que pueden arrojar a la cabeza de un oposicionista un grueso librajo de cifras de control?[1]. El stalinismo encuentra su expresión desenfrenada dejándose llevar a verdaderos actos de granujería. Ahora bien; repitámoslo: esos métodos fascistas no son otra cosa que el ciego cumplimiento – inconsciente – de una orden social procedente de las otras clases. ¿El objetivo? Amputar al Partido de la oposición y agotarlo físicamente.

 

Ya hay alguns que dicen: ”Excluiremos a un millar, fusilaremos a un centenar y la calma renacerá en el Partido”. Así hablan esos desaventurados ciegos, atemorizados y encadenados al mismo tiempo. Es la voz de Termidor. Los peores burócratas, corrompidos por el Poder, cegados por el odio, preparan esta política termidoriana con todas sus fuerzas. Y para ello necesitan de dos partidos. Pero la violencia chocará con una línea política justa que cuenta a su favor con el valor revolucionario de los cuadros de la oposición. Stalin no creará dos partidos. Nosotros le decimos abiertamente al Partido: la dictadura del proletariado está en peligro. Y estamos firmemente convencidos de que el Partido – su núcleo proletario – nos escuchará, comprenderá y ratificará. El Partido está ya profundamente agitado; mañana llegará a agitarse hasta su último límite.

 

Detrás de los pocos millares de oposicionistas que pertenecen a los cuadros del Partido hay una doble, una triple capa de adheridos a la oposición, y detrás una capa aún mayor de obreros miembros del Partido que han comenzado ya a escuchar atentamente a la oposición y a aproximarse a ella. Este proceso es inevitable. El obrero sin partido no se ha dejado ganar por los ataques y las calumnias dirigidos contra nosotros. Su legítimo descontento ante el desarrollo del burocratismo y del régimen de la mordaza lo ha expresado la clase obrera de Leningrado en su elocuente manifestación del 17 de octubre. El proletariado es inquebrantablemente partidario del Poder de los Soviets, pero quiere otra política. Todas estas cosas son inevitables. El aparato es impotente para combatirlas. Y cuanto más violentas sean las represiones, más fortalecerán la autoridad de los cuadros de la oposición ante los ojos de los comunistas de filas y del conjunto de la clase obrera. Por cada centenar de oposicionistas excluidos del Partido habrá un nuevo millar de oposicionistas. El oposicionista excluido sigue y seguirá sintiéndose miembro del Partido. Puede arrancársele por la violencia el carnet del Partido al verdadero bolchevique leninista; pueden serie retirados, momentáneamente, sus derechos de miembro del Partido; pero no por eso dejará nunca de cumplir sus obligaciones de miembro del Partido. Cuando Jansson le preguntó al camarada Mrachkovski, en la sesión de la Comisión Central de Control, lo que haría si se le excluía del Partido, el camarada Mrachkovski respondió: ”Continuaré como antes”.

 

Esto mismo contestará todo oposicionista, se le excluya de donde se le excluya: del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, del Comité Central, del Partido Comunista, de la Unión… Todos decimos con Mratchkovski: ”Continuaré como antes.”

 

Tenemos en mano la clave del bolchevismo, y no seréis vosotros quienes nos la quitéis. Sabremos aprovecharla. No nos amputaréis del Partido, no nos arrancaréis a la clase obrera. Conocemos las represiones y estamos acostumbrados a los golpes. Le disputaremos la Revolución de Octubre a la política de Stalin, cuya esencia puede ser expresada en algunas palabras: Amordazamiento del núcleo proletario; fraternización con los conciliadores de todos los países; capitulación ante la burguesía mundíal.

 

Excluidnos, pues, del Comité Central un mes antes del Congreso que os habéis encargado ya de transformar en una reunión de la gente de la fracción de Stalin. El XV Congreso será, desde el punto de vista exterior, una especie de triunfo definitivo de la mecánica del aparato. Pero en realidad simbolizará su completo hundimiento político. Las victorias de la fracción de Stalin son las victorias de las fuerzas de la clase extrañas a la vanguardia proletaria. Las derrotas del Partido, bajo la dirección de Stalin, son derrotas de la dictadura del proletariado. El Partido se da ya cuenta de ello. Nosotros correremos en su ayuda. La plataforma de la oposición está sobre la mesa del Partido. Después del XV Congreso, la oposición será, en el Partido, incomparablemente más fuerte que en estos momentos. calendario de la clase obrera y el calendario del Partido no coinciden con el calendario burocrático de Stalin. El proletariado piensa lenta, pero seguramente. Nuestra plataforma acelerará ese proceso. Y en último extremo, será la línea política la que decidirá, y no la mano de hierro burocrática.

 

La oposición es invencible. Lo mismo hoy que nos excluís del Comité Central, como ayer que nos excluísteis del Partido a Serebriakov y Preobrazhenki y detuvisteis a Fichelev y otros. Nuestra plataforma se abrirá camino. Los obreros de todos los países se preguntan ya, con la mayor inquietud, por qué se excluye y se detiene, con ocasión del décimo aniversario de la Revolución de Octubre, a los mejores combatientes de esa Revolución. ¿De quién es la culpa? ¿De qué clase? ¿De la que venció en Octubre o de la que ejerce su presión para minar la victoria de Octubre? Hasta los obreros retardatorios de todos los países, despertados por vuestras represiones, acatarán nuestra plataforma con el fin de comprobar la innoble calumnia lanzada y propalada sobre el oficial de Wrangel y el complot militar.

 

Las persecuciones, las exclusiones, las detenciones, convertirán nuestra plataforma en el documento más popular, más querido del movimiento obrero internacional. Excluidnos. No por eso impediréis las victorias de la oposición. Estas victorias serán las de la unidad revolucionaria de nuestro Partido y de la Internacional Comunista.

 

[1] Durante una discusión, Yaroslavski, fuera de sí, le arrojó a Trotski a la cabeza un grueso volumen del Plan del Estado.

 

(Del libro, “La Revolución Desfigurada”, Obras Leon Trotsky, tomo 2, Juan Pablos Editor, México, 1972)

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