Elecciones en Bolivia: la izquierda centrista como furgón de cola del nacionalismo burgués

Las elecciones presidenciales en Bolivia han atraído la atención de la izquierda centrista en la Argentina de una manera excepcional, quizás solo comparables con lo que aconteció en el ballotage de octubre de 2018 en Brasil entre Bolsonaro y Haddad. Como aquél, el actual proceso electoral en Bolivia trae consigo una conclusión fundamental: el desbarranque de la izquierda -revisionista del trotskismo- ante el nacionalismo de contenido burgués no tiene vuelta atrás.

 

Una aclaración introductoria

Para el masismo las movilizaciones independientes formaban parte de maniobras imperialistas o de la derecha boliviana frente a un gobierno “obrero” y “campesino”. Cualquier intento de plantearse una salida revolucionaria o siquiera reivindicativa pasaba a ser caracterizada como “contrarrevolucionaria” por enfrentar a un gobierno que supuestamente expresaba el sentir de las masas. Tal es así que el proceso que terminó por derribar al gobierno masista en noviembre del año pasado, pasó a ser catalogado rápidamente desde las filas derrotadas como “pro-imperialista”, como un “golpe de estado”. El centrismo internacional no vaciló en seguir ciegamente al MAS de Bolivia.

Pero esta forma esquemática de presentar la realidad pasa por alto cuestiones fundamentales. ¿A qué clase social responde el gobierno del MAS? La izquierda capituladora evita responder esta pregunta. Evo Morales desarrolló durante su gobierno una política burguesa, orientada a satisfacer el apetito imperialista en su país. Se congració con el sector más reaccionario de la medialuna rosquera, con los cuales tejió jugosos negociados hasta bien entrado el proceso electoral del 2019.  Eminentemente fue un acérrimo defensor de la gran propiedad privada, y su porvenir está directamente condicionado por el mismo objetivo: salvar los intereses de los capitalistas (la promesa de una nueva entrega del litio no hace más que retratarlo de cuerpo entero).

Sin embargo, sería falso sentenciar que las masas han concluido el proceso de emancipación política respecto al MAS, aunque éste haya caído fruto de la movilización popular hace menos de un año. La reciente experiencia no ha sido debidamente asimilada y corresponde aún batallar políticamente por hacerla consciente. Sumado a esto, el paso del gobierno de Añez insufla nuevos aires al nacional-reformismo indigenista. Pero no se trata aquí de definir pronósticos entre candidaturas sino en comprender la mecánica de la lucha de clases en aquel país y el rol jugado por quienes se reivindican del campo marxista.

 

Sobre el 18 de octubre

Las elecciones concentran un momento particular de la situación política y el Partido Revolucionario debe intervenir indudablemente. Pero no se trata de la intervención como un fin en sí mismo. Es el programa con el que se intervenga lo que marca la esencia del problema. A partir de allí podrá discutirse si intervenir con candidaturas propias o no. El programa levantado en un proceso electoral de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia puede estar condicionado a tal o cual candidato. Quienes así razonan, se paran en la lucha de clases patas para arriba.

¿Qué buscamos en las elecciones? Concretamente desembarazar a las masas de la falsa idea de poder resolver sus problemas fundamentales a través de las vías institucionales, por ejemplo depositando un voto o confiando en alguno de sus verdugos. Es decir el eje sobre el cual se establece la intervención electoral debe ser la politización de las masas, muy especialmente del papel que está llamado a jugar la clase obrera en esa politización, y no adaptarse a su nivel temporal de conciencia. Ese es el papel del Partido Revolucionario… ni más ni menos que lo que el marxismo enseña desde hace más de 150 años.

El oportunismo se las ha ingeniado históricamente para presentar sus sistemáticas y cada vez más frecuentes capitulaciones como parte de una “mejor lectura política”. El argumento preferido de los que han renunciado a la estrategia de la revolución y dictadura proletarias consiste esencialmente en señalar que las masas no están maduras, por tanto debemos adaptarnos a su nivel de conciencia. Si su nivel de conciencia está en apoyar a un gobierno burgués: ahí nos quedamos. En resumidas cuentas, es el sometimiento a las presiones de la pequeña burguesía y el temor a quedar aislados de las masas.

 

Una caracterización ineludible

Los revolucionarios no intervenimos en el vacío, sino que precisamos de un andamiaje teórico que permita dar respuestas programáticas ante los lógicos vaivenes circunstanciales. Esto se les antoja a los centristas -imposibilitados de estructurarse a través de una perspectiva revolucionaria- como ultimatismo. El contenido de clase de un gobierno pasa inadvertido de todos los análisis que realizan los centristas. No les interesa por tanto saber qué posición adopta un Gobierno frente a la gran propiedad privada de los medios de producción.

¿Cuál la importancia de estas caracterizaciones en Bolivia? Haber podido caracterizar tempranamente al gobierno del MAS como un gobierno burgués, que defendería la gran propiedad privada nos permitió como Partido pronosticar el derrotero político de su gobierno, mientras buena parte de los revisionistas estaban embarcados en resaltar aparentes rasgos progresistas de este gobierno. Esta caracterización no nos fue gratuita para la militancia partidista aquí en Argentina, pero fundamentalmente allí en Bolivia. Las masas debían hacer su experiencia con el MAS y el Partido Obrero Revolucionario fue acompañando a cada paso su experiencia, al principio chocando con las ilusiones despertadas por el MAS, pero siempre partiendo de caracterizaciones de clase precisas. Eso le permitió al Partido intervenir en cada momento concreto de la lucha de clases en los 14 años de gobierno masista. Sin dudas una fortaleza conquistada a base de abnegado y paciente trabajo.

En su comodidad, los centristas fueron realizando volteretas a fin de acomodarse a cada uno de esos vaivenes que realizaron las masas. Nunca les ha tocado chocar con éstas, porque se adaptaron a sus ilusiones, a sus expectativas, a sus deseos. Eso no es política revolucionaria, ¡eso es vulgar seguidismo! No es posible borrar de un plumazo cómo la delegación argentina de centristas militaban a favor del voto al MAS con su periódico “El Obrero Internacional” en el 2005; o cómo otros apoyaban la nefasta experiencia del Instrumento Político de los Trabajadores (incluso un sector del centrismo argentino continúa teniendo esperanzas allí); o veían en la Asamblea Constituyente un posible órgano de doble poder en Bolivia. Las consecuencias están a la vista.

 

De la tragedia a la farsa

La herencia de las generaciones pasadas acosa a la mente de las actuales como una pesadilla, sostenía Marx en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. El Partido Obrero, caprichosamente autoproclamado trotskista, ha convivido con verdaderos disparates políticos en torno a Bolivia desde hace más de 30 años, coincidiendo con su ruptura ideológica con el POR de Bolivia. Hasta ese momento el PO reivindicaba al POR sin agregar una coma a sus planteos programáticos.

Pero vinieron luego años plagados de calumnias e infructuosos intentos por destruir al partido revolucionario altiplánico (que no vale la pena reiterar aquí), cuyo punto culminante se alcanzó con el desvarío político en el 2005 cuando llamaron a votar al MAS y a su principal figura Evo Morales.

Increíblemente sostenían en aquel entonces que “la única posición revolucionaria (¡!) admisible es del lado del MAS”, y que esta victoria constituiría “un golpe al imperialismo” (“Llamamos a votar por Evo Morales y el MAS” diciembre 2005). Mucho han intentado renegar de este posicionamiento, que constituyó una innegable renuncia a la lucha por la independencia política de la clase obrera. Los especialistas en calumniar y falsificar hechos sobre la revolución boliviana del 52 y la Asamblea Popular del 70-71, han tenido el curioso “mérito” de haber capitulado frente al nacionalismo burgués en un país donde siquiera tenían militancia.

Ahora bien, el Partido Obrero (y con ello nos referimos también el resto de la izquierda centrista) se encontró nuevamente con una situación que exigía un posicionamiento político independiente el pasado octubre de 2019 en Bolivia. Restaba dilucidar si la herencia de las generaciones pasadas acosarían o no a la mente de las actuales.

La lucha de clases solo circunstancialmente muestra la pureza y claridad que pretenden los centristas. Es la presencia de un fuerte Partido Revolucionario, pulsando el sentir de las masas, el que puede dar cuenta de los procesos moleculares que se operan en su seno. Los centristas, habiendo renunciado al método marxista, terminaron reproduciendo consciente o inconscientemente el análisis superficial de un sector de la burguesía boliviana, acosados por su herencia, o sea la renuncia al programa revolucionario. Quedaron diluidos en una trinchera dentro de las disputas interburguesas y clamaron a coro con el nacionalismo burgués la falacia del “golpe de Estado”.

Los centristas rápidamente poblaron sus publicaciones de noticias sobre Bolivia, sin tomarse el trabajo de analizar qué es lo que había sucedido en aquel país. Todas y cada una de las muestras de independencia política no existieron para ellos. La Caravana del Sur, la rebelión en las bases sindicales, el desacato a defender al gobierno impostor de parte de los seguidores del MAS a fines de octubre de 2019, y finalmente el monumental Cabildo Abierto de La Paz. No han valido siquiera UNA PÁGINA en sus prensas. Han pasado por alto los hechos más trascendentes de la lucha de clases, aunque éstos hayan recibido primeras planas en la prensa boliviana, y hayan marcado un cierre en las filas burguesas en oposición a este incipiente proceso.

Y aparece -actualmente- el postergado proceso electoral en Bolivia, y una nueva oportunidad se le abre al centrismo capitulador. Era una posibilidad para que el Partido Obrero se rectifique. Pero la herencia recibida por su generación del 2005 lo acechó… esta vez como farsa de aquélla. No podía suceder de otra manera.

 

Una mancha más al tigre

Pareciera que el centrismo tiene una idea tácita jamás escrita: el empuje de las masas borra el contenido de clase de un partido político o puede hacerlo cambiar. Esta premisa no la encontraremos escrita en ningún artículo pero sí reivindicada en la situación concreta de la lucha de clases en diversas oportunidades. Imposibilitados de tomar una posición revolucionaria terminan sometiéndose al “mal menor”, o en su expresión coloquial preferida, el “apoyo crítico”. Como marcábamos al inicio del artículo, el “apoyo crítico” a Haddad en Brasil es solo un botón de muestra de tamaña incomprensión.

El “apoyo crítico” enseñaba Guillermo Lora “rápidamente abandona todo trazo crítico, a fin de exaltar el apoyo incondicional a los regímenes nacionalistas” y termina siendo no otra cosa más que la colaboración y capitulación ante la burguesía. Esta capitulación podemos encontrarla en la forma en que Prensa Obrera presenta la actitud del MAS y su principal dirigente. Por ejemplo Rafael Santos, dirigente del Partido Obrero, señala en un artículo de agosto que Evo Morales “capituló por segunda vez” con el acuerdo de pacificación política y el llamado electoral. ¡Como si la función del nacionalismo de contenido burgués no fuese esencialmente el de desviar la lucha de clases hacia caminos institucionales! Solo quienes no enfoquen sus análisis desde el contenido de clase de las organizaciones pueden caer en tales desvaríos.

Pero lo peor estaba al caer. El 07 de octubre completó el ciclo de tragedia y farsa cuando sentenció en letras de molde que “frente a la ausencia de una candidatura independiente, hay que valerse del voto al MAS como una vía para desenvolver la movilización contra el golpismo”, y que “el triunfo del MAS significaría un descalabro (¿?) para los golpistas”. Cualquier semejanza con aquel 2005 no es pura coincidencia.

Dos menciones de Santos cumplen un papel testimonial en su artículo: el primero es a las candidaturas independientes que no pasa de ser un formalismo incoherente. En su razonamiento no se busca propagandizar un programa revolucionario sino adaptarse a las ilusiones de un sector de las masas para con el MAS, ante la vieja derecha hartamente conocida encarnada por Mesa o Camacho. El segundo es el papel del Partido Revolucionario. Aunque su artículo finalice con el llamado a estructurarlo, adolece de una autocrítica fundacional. El Partido Obrero pasó en poco más de dos años por reivindicar a: “Socialismo Revolucionario”; luego “Agrupación Marxista Revolucionaria”; después a “Agrupación Docente Maestr@s por una propuesta educativa”; copió posteriormente comunicados de “Agrupación Clasista de Mujeres Revolución o Barbarie”; y ahora el recientemente inaugurado “ATraBol”. Ni Nahuel Moreno se atrevería a tales piruetas.

 

La batalla por la independencia de clase

Estas apreciaciones sobre el posicionamiento del Partido Obrero bien podrían hacerse extensivas al resto de los partidos centristas en Argentina, aunque tibiamente proclamen el “voto nulo/blanco” en las elecciones bolivianas. La capitulación ante el MAS ya forma parte de su reciente tradición, y no puede desembarazarse de tal caracterización de la noche a la mañana.

Como vemos el oportunismo se manifiesta principalmente para estos partidos en el terreno electoral. No pueden escapar de la lógica de ilusiones democráticas que moldean su intervención concreta en la Argentina. Pero lo trascendental aquí pasa por otro lugar. Al sumarse con armas y bagajes no solo a las concepciones del nacionalismo burgués, sino a apoyar directamente sus candidaturas no hacen más que echar luz sobre su contenido. Constituye a fin de cuentas un llamado de atención sobre la actitud que asumirán frente al gobierno de Alberto Fernández y desprende de allí, la necesidad inaplazable de estructurar al partido revolucionario en la Argentina, esto es el POR.

El centrismo ha acentuado brutalmente su crisis en el último período fruto del potenciamiento de la crisis capitalista en nuestros países. Así, se ven condicionados por los prejuicios más atrasados de las masas y condenados a un camino de servil seguidismo a los gobiernos nacional-reformistas. Actuando objetivamente como obstáculo de la lucha por la revolución, por la independencia política, por la emancipación de la clase obrera de todo tutelaje burgués, la tarea que nos corresponde a los comunistas es explicar pacientemente a las valiosas camadas militantes de estos partidos la necesidad de romper con sus organizaciones centristas e incorporarse a una lucha revolucionaria consecuente. Único camino posible para superar las ilusiones en el nacionalismo burgués.

 

(nota de MASAS nº 380)

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