97 años del fallecimiento de Vladimir Ilyich Ulyanov (Lenin), 21 de enero de 1924

Publicamos el artículo a continuación, que se configuró en un documento de ruptura del bolchevismo con la II Internacional, y abrió el camino para que Lenin defendiera la constitución de la III Internacional. A partir de esta declaración, Lenin publicó, en enero de 1915, el manifiesto «¿Qué hacer ahora?» (Las tareas de los partidos obreros en relación con el oportunismo y el socialchovinismo). La guerra imperialista estaba a la orden del día. La confusión en las filas de las corrientes socialistas exigió una respuesta incisiva de los marxistas. Era necesario combatir la bandera de la “unidad” oportunista, con la de la unidad revolucionaria. Lenin dice: «El arma más poderosa del proletariado en la lucha por la revolución socialista es su unidad«. Para defenderla y conquistarla se planteó la tarea de romper por completo con la II Internacional, que degeneró con el triunfo del chovinismo. Los hechos deben exponerse en el lugar que les corresponde y extraer las conclusiones programáticas y políticas. Así: «Comprobamos el hecho indiscutible de que los obreros de la mayoría de los países europeos fueron engañados por la unidad ficticia de los oportunistas (…)». Refiriéndose a la correcta posición del partido italiano, como excepción a la lucha contra el oportunismo, Lenin anuncia la tarea de constituir la III Internacional: “Lo que fue una feliz excepción para la II Internacional debe ser, y será, la regla para la III Internacional «. Y concluye: «Nos permitimos afirmar que nbel internacionalismo consiste nada más que en aplicar una inequívoca política internacionalista dentro del partido«.

El 28 de septiembre de 1914 Lenin escribe “La guerra y la socialdemocracia”, donde, en forma de manifiesto, defiende que ha llegado el momento de concluir la escisión con la II Internacional, construyendo la III Internacional. Era inaceptable la posición centrista de reconstituir la Internacional, sin deshacerse totalmente de las posiciones oportunistas.

En el folleto de mayo de 1915, “La bancarrota de la II Internacional”, Lenin concluye prácticamente la crítica demoledora al revisionismo de la socialdemocracia alemana y de la II Internacional en su conjunto. Demuestra que la esencia del oportunismo es la política de colaboración de clases. “El oportunismo, significa sacrificar los intereses vitales de las masas por los intereses temporarios de una insignificante minoría de obreros o, dicho en otros términos, la alianza de una parte de los obreros y la burguesía contra la masa del proletariado. La guerra ha hecho esta alianza especialmente evidente y forzosa. El oportunismo es producto de las peculiaridades de la época de desarrollo del capitalismo que abarca décadas, cuando la existencia relativamente pacífica y culta “aburguesó” a una capa de obreros privilegiados, le proporcionó migajas de los beneficios de su capital, del capital nacional, y la mantuvo al margen de las calamidades, los sufrimientos y la disposición revolucionaria de la masa empobrecida y miserable”. La explicación detallada de las bases económicas y sociales que dieron origen al revisionismo de la II Internacional permitió a Lenin defender con seguridad la necesidad de una nueva Internacional, libre de cualquier expresión de oportunismo.

La vanguardia que se dedica a enfrentar los obstáculos de nuestra época de crisis de dirección revolucionaria está obligada a estudiar y asimilar, amplia y profundamente, el leninismo como continuación del marxismo. Cualquier superficialidad y descuido con esta tarea, puede comprometer el objetivo de construir el partido marxista-leninista-trotskista, y la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

(de MASSAS nº 627 – POR Brasil)


CHOVINISMO MUERTO Y SOCIALISMO VIVO

(¿Cómo reconstruir la Internacional?)

12 de diciembre de 1914

Por décadas, la socialdemocracia alemana fue un modelo para los socialdemócratas de Rusia, hasta algo más que para los del mundo entero. De ahí que no se pueda, como es natural, referirse con conocimiento, es decir, críticamente, al socialpatriotismo o chovinismo “socialista” que hay en nuestros días sin precisar debidamente la propia actitud hacia esa socialdemocracia. ¿Qué fue alia, qué es y qué será?

Una respuesta a la primera pregunta puede encontrarse en el folleto de K. Kautsky editado en 1909 y traducido a muchos idiomas europeos, El camino hacia el poder. Conteniendo una completa exposición de las tareas de nuestra época, fue más provechoso para los socialdemócratas alemanes (desde el punto de vista de las esperanzas que despertaban) y además provenía de la pluma del más eminente escritor de la II Internacional. Recordemos este folleto más en detalle; ello será tanto más útil cuanto más a menudo se dejan de lado bochornosamente ahora “las palabras olvidadas”.

La socialdemocracia es un “partido revolucionario” (primera frase del folleto), no sólo en el sentido de que una máquina de vapor es revolucionaria, “también en otro sentido”. Aspira a la conquista del poder político por el proletariado, a la dictadura del proletariado. Poniendo en ridículo a “los que dudan de la revolución, Kautsky escribía: “En todo movimiento y levantamiento importantes debemos contar, evidentemente, con la posibilidad de una derrota. Antes de la lucha, sólo un necio puede estar seguro de la victoria”. Sin embargo, renunciar a la posibilidad de la victoria sería una “traición abierta a nuestra causa”. Una revolución ligada a la guerra es posible tanto durante la guerra como después de ella. Es imposible determinar con exactitud en qué momento la agudización de las contradicciones de clase conducirá a la revolución, pero sí “puedo afirmar con absoluta precisión que una revolución que la guerra lleva consigo habrá de estallar, bien durante la guerra o bien inmediatamente después de ella”. Nada más trivial que la teoría de la “integración pacífica en el socialismo”. “Nada más erróneo que la opinión de que el conocimiento de la necesidad económica significa un debilitamiento de la voluntad.” “La voluntad como deseo de lucha, es determinada: 1) por el precio de esa lucha; 2) por el sentido de la fuerza y 3) por la fuerza real.” Cuando se hizo un intento (incidentalmente en Vorwarts) de interpretar el famoso prólogo de Engels a Las luchas de clases en Francia en sentido oportunista, Engels se indignó y llamó “bochornosa” la suposición de que él fuera un pacífico devoto de la legalidad a cualquier precio” *. “Tenemos toda clase de razones para creer que entramos en un período de lucha por el poder del Estado”; que esa lucha puede prolongarse por décadas es algo que no podemos saber, pero “según todas las probabilidades, conducirá en un futuro no lejano a un considerable fortalecimiento del proletariado, si no a su dictadura en Europa occidental”. Los elementos revolucionarios están creciendo: en 1895, de 10 millones de electores alemanes, 6 millones eran proletarios y 3 millones y medio estaban interesados en el mantenimiento de la propiedad privada. ¡En 1907, el número de estos últimos había aumentado en 0,03 millones, mientras el de los primeros crecía en 1.6 millones! Y el “ritmo del avance se vuelve muy rápido tan pronto como se abre un período de agitación revolucionaria”. Las contradicciones de clase no se atenúan, por el contrario, se exacerban, aumenta el costo de la vida, y la rivalidad imperialista y el militarismo son desenfrenados. Se aproxima una “nueva era de revoluciones. La monstruosa elevación de los impuestos “habría conducido, hace ya tiempo, a una guerra, como única alternativa a la revolución […], si no fuera que esta misma alternativa de revolución está más cerca de la guerra que de la paz armada”. “La guerra mundial es cada vez más inminente, pero la guerra significa también la revolución”. En 1891 Engels tenía razón en temer todavía una revolución prematura en Alemania, pero desde entonces “la situación ha cambiado mucho”. El proletariado “ya no puede hablar de una revolución prematura” (la cursiva es de Kautsky). La pequeña burguesía no es muy segura y cada día se muestra más hostil al proletariado; sin embargo, durante una época de crisis “puede pasar en masa a nuestro lado”. Todo consiste en que la socialdemocracia “se mantenga inquebrantable, fiel a sí misma e intransigente”. Es indudable que hemos entrado en un período revolucionario.

Así es como escribió Kautsky hace mucho, mucho tiempo, hace enteramente cinco largos años. Es así cómo era, mejor dicho, lo que prometía ser la socialdemocracia alemana. Esa era la sooialdemocracia que se podía y se debía respetar.

Veamos ahora lo que escribe en la actualidad ese mismo Kautsky. Veamos las afirmaciones más importantes de su artículo “La socialdemocracia durante la guerra” (Neue Zeit, núm. 1, 2/X. 1914): “Nuestro partido ha discutido con mucha menos frecuencia el problema de cómo conducirse durante la guerra que el de la manera de impedir la guerra.” [. . . ] “Nunca un gobierno es más fuerte, nunca los partidos son más débiles que al comenzar una guerra.” “Los tiempos de guerra son los menos propicios para las reflexiones tranquilas.” “Hoy el problema práctico es: victoria o derrota del propio gobierno.” ¿Puede haber un acuerdo entre los partidos de los países beligerantes para una acción contra la guerra? “Esta clase de cosas nunca había sido planteada. Siempre discutimos esta posibilidad…” Las divergencias entre los socialistas franceses y alemanes “no son de principio [unos y ctros defienden la patria] [… ] Los socialdemócratas de todos los países tienen el mismo derecho o la misma obligación de participar en la defensa de la patria: ninguna’ nación debe reprochar por esto a otra [. . . ] ¿La Internacional está en bancarrota? ¿Ha renunciado el partido a defender abiertamente sus principios durante la guerra?” (Palabras de Mehring en el mismo número*.) Errónea opinión. .. Nada justifica tal pesimismo… No son divergencias de principio… La unidad de los principios se mantie ne… Infringir las leyes de tiempos de guerra acarrearía “simplemente la prohibición de nuestra prensa”. El acatamiento de esas leyes “es una renuncia tan insignificante a la defensa de los principios partidarios, como la actividad similar de nuestra prensa bajo la espada de Damocles de la ley de excepción contra los socialistas”

Hemos hecho a propósito citas textuales, porque es difícil creer que se puedan escribir semejantes cosas. ¡¡No es fácil hallar en nuestra literatura (si exceptuamos acaso la ‘literatura” de los renegados confesos) tanta vulgaridad pagada de sí misma, modo tan vergonzoso. . . de rehuir la verdad, tantas feas sutilezas para disimular, en general, el abandono más evidente del socialismo, así como de las claras resoluciones internacionales, adoptadas por unanimidad (por ejemplo, en Stuttgart y sobre todo en Basilea), en vista justamente de una guerra europea del carácter de la actual!! Faltaríamos el debido respeto al lector si tomáramos “en serio” los argumentos de Kautsky y tratásemos de “analizarlos”, porque si bien es cierto que la guerra europea difiere en muchas cosas de un simple y “pequeño” pogrom antisemita, los argumentos “socialistas” que se emplean para justificar la participación en esta guerra coinciden en nri todo con los argumentos “democráticos” en favor de la participación en un pogrom antisemita. Los argumentos en defensa de un pogrom no se analizan: se los menciona, simplemente para poner en la picota a los autores ante todos los obreros políticamente concientes.

¿Mas cómo ha podido ocurrir, se preguntará el lector, que la mayor autoridad de la II Internacional, el hombre cuya pluma defendía las ideas expuestas al comienzo del artículo, haya caído en la posición del “peor renegado”? Esto no puede ser comprendido, respondemos nosotros, sólo por aquel que, tal vez inconcientemente, considere que en el fondo nada ha sucedido de particular, y que no será difícil “resignarse y olvidar”, etc., por aquel que ve el problema desde el punto de vista del renegado. Pero quien profese en forma seria y sincera las ideas socialistas, y comparta las opiniones expuestas al comienzo del artículo, no se asombrará de que Vorwärts haya “muerto” (expresión de L. Mártov en Golos de París) y de que también haya “muerto” Kautslcy. No es raro que en una época de grandes conmociones mundiales algunos hombres se hundan. A pesar de sus enormes méritos, Kautsky nunca estuvo entre quienes, durante las grandes crisis, tornaron en seguida una posición marxista militante (recordemos sus vacilaciones a propósito del millerandismo).

Y ahora precisamente vivimos una época así. “¡Disparen ustedes primero, señores burgueses!”, escribía Engels en 1891, cuando (con toda razón) se manifestó en favor de que nosotros, los revolucionarios, en la época del llamado desarrollo constitucional pacífico, utilizáramos la legalidad burguesa. La idea de Engels era de una claridad meridiana: nosotros, los obreros políticamente concientes, seremos los segundos en disparar; ahora, nos conviene aprovechar el momento en que la propia burguesía ha violado la base legal que ha creado para pasar de la boleta electoral a los “disparos” (es decir, la guerra civil), nos conviene más utilizar el momento en que la propia burguesía viole la base legal que ha creado. Y al decir, en 1909, que ya no podía haber en Europa una revolución prematura y que la guerra significaba la revolución, Kautsky expresaba la opinión indiscutible de todos los socialdemócratas revolucionarios.

Pero las décadas de la época “pacífica” no pasaron sin dejar huella; ellos tenían necesidad de dar lugar al oportunismo en todos los países, y hacerlo predominar entre los “dirigentes” parlamentarios, sindicalistas, periodísticos, etc. No hay un solo país en Europa donde, en una forma u otra, no se haya desarrollado una larga y porfiada lucha contra el oportunismo, sostenido de mil modos diferentes por toda la burguesía para corromper y debilitar al proletariado revolucionario. Quince años atrás, al comenzar la controversia de Bernstein, el mismo Kautsky escribió que si el oportunismo de estado de ánimo pasara a convertirse en tendencia, una división podría ser inminente. Entre nosotros, en Rusia, la vieja Iskra, que creó el partido socialdemócrata de la clase obrera, decía en su número 2 de principios de 1901, en el artículo “En el umbral del siglo xx”, que la clase revolucionaria del siglo xx tiene (como la burguesía, la clase revolucionaria del siglo XVII), su Gironda y su Montaña*.

 

La guerra europea es una tremenda crisis histórica, el comienzo de una nueva época. Como toda crisis, la guerra ha agudizado contradicciones profundamente ocultas y las ha sacado a la luz, desgarrando todos los velos de hipocresía, desechando todo lo convencional, abatiendo a todas las autoridades corrompidas o a las que ha tocado la corrupción. (Esta es, de paso, la influencia saludable y progresista de cada crisis, influencia que no comprenden sólo los obtusos admiradores de la “evolución pacífica”.) La 11 Internacional, que en sus 25 ó 45 años (según se cuente desde 1870 o desde 1889) fue capaz de realizar una labor de suma importancia y utilidad, la dé difundir la influencia del socialismo en amplitud y de dar a sus fuerzas una organización previa, inicial y elemental, ha terminado su misión histórica y ha muerto, vencida por el oportunismo más que por los von Kluck. Dejemos ahora que los muertos entierren a los muertos. Dejemos que los que se ocupan de vanos trajines (cuando no de las intrigas de lacayos de chovinistas y oportunistas) “se afanen” ahora por reunir a los Vandervelde y Sembat con Kautsky y Haase, como si se tratase de Iván Ivánich, que después de haber llamado “ganso” a Iván Nikíforich00 necesita un amistoso “empujón” para acercarse al enemigo. La Internacional no consiste en que se siente en torno de una mesa y escriba una resolución hipócrita y trapacera, gente que piensa que el internacionalismo verdadero consiste en que los socialistas alemanes justifiquen el llamado de la burguesía alemana a disparar contra los obreros franceses, y en que los socialistas franceses justifiquen el llamado de la burguesía francesa a tirar sobre los alemanes ¡¡¡“en nombre de la defensa de la patria”!!! La Internacional existe para acercar mutuamente (primero en el plano ideológico y después, a su debido tiempo, en el orgánico) a hombres capaces de defender en estos días difíciles que vivimos el internacionalismo socialista en los hechos, es decir, capaces de agrupar sus fuerzas y de “disparar en segundo término” contra los gobiernos y las clases dirigentes de su propia patria”. La tarea no es fácil, requiere no poca preparación, grandes sacrificios, y costará derrotas. Pero por el hecho mismo de que no es una cosa fácil, es necesario emprenderla sólo con los que quieren realizarla, sin temor a la ruptura total con los chovinistas y con los defensores del socialchovinismo.

Las personas como Pannekoek son las que más contribuyen al sincero, no hipócrita, restablecimiento de una internacional socialista, no chovinista. En un artículo llamado La bancarrota de la Internacional Pannekoek escribió: “Si los dirigentes se reúnen y tratan de zanjar sus divergencias, esto no tendrá ningún sentido”.

Digamos las cosas tal cual son, de todos modos mañana o pasado la guerra obligará a hacerlo. Hay tres tendencias en el socialismo internacional: 1) los chovinistas, que consecuentemente practican la política del oportunismo; 2) los enemigos consecuentes del oportunismo, que ya comienzan a manifestarse en todos los países (la mayor parte de ellos fueron derrotados por los oportunistas, pero “los ejércitos derrotados aprenden mucho” ) y que son capaces de realizar un trabajo revolucionario que conduzca a la guerra civil; 3) los desorientados y vacilantes, hoy a remolque de los oportunistas, y cuyos intentos hipócritas — casi científicos y marxistas (¡no es broma!)— de justificar el oportunismo son los que más daño causan al proletariado. Una parte de los que han naufragado en esta tercera corriente puede ser salvada y devuelta al socialismo, pero para ello no hay otra política que la ruptura y división más resuelta con la primera tendencia, con cuantos sean capaces de justificar la votación de los créditos de guerra, la “defensa de la patria”, el “acatamiento a las leyes de tiempos de guerra”, el respeto a la legalidad y .la renuncia a la guerra civil. Solo aquellos que siguen esta política están realmente construyendo la Internacional Socialista. Nosotros, por nuestra parte, que hemos establecido contacto con el cuerpo colegiado ruso del CC y con los dirigentes del movimiento obrero de Petrogrado, que hemos cambiado opiniones con ellos y nos hemos convencido de que en lo fundamental existe solidaridad, podemos declarar en nombre de nuestro partido, como Redacción del OC, que sólo el trabajo orientado en esa dirección es un trabajo de partido y socialdemócrata.

La idea de una división en la socialdemocracia alemana parece causar alarma a muchos por su carácter ‘insólito”. Sin embargo, la situación objetiva da por seguro que o se produce esta cosa insólita ( ¡ya Adler y Kautsky, en la última reunión del Buró Socialista Internacional53, en julio de 1914, declararon que no creían en milagros y que por ello tampoco creían en la guerra europea!), o seremos testigos de la dolorosa descomposición de lo que fue en otros tiempos la socialdemocracia alemana. Sólo resta recordar todavía, a título de conclusión, a quienes se han habituado demasiado a “creer” en la (antigua) socialdemocracia alemana, que hombres que durante largos años fueron adversarios nuestros en sinnúmero de problemas, se hacen a la idea de tal división; que L. Mártov escribió en Golos: “Vorwärts ha muerto”; que “la socialdemocracia, que proclamó la renuncia a la lucha de clases, habría hecho mejor en reconocer los hechos con franqueza, en disolver temporalmente su organización y suspender la publicación de sus órganos”; que Plejánov dijo en una conferencia, según informa Golos: “Soy adversario decidido de la división; pero si se sacrifican los principios a la integridad de la organización, más vale la división que una falsa unidad”. Plejánov decía esto refiriéndose a los radicales alemanes; es decir, ve la paja en el ojo del alemán y no la viga en el propio. Tal es su idiosincrasia, y a ella nos hemos acostumbrado en demasía durante los últimos diez años de radicalismo plejanovista en teoría y de oportunismo en la práctica. De todos modos, es un signo de los tiempos que hasta gente con tales… rarezas en su personalidad se ponga a hablar de división entre los alemanes.

 

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