150 años de la Comuna de París – Conclusiones

La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía no cesa. Las victorias y las derrotas forman parte del contradictorio movimiento histórico de transición del capitalismo al comunismo. La Comuna de París, en mayo de 1871, fue sofocada en sangre, tras setenta y dos días de combate.

Las repercusiones de su derrota en el movimiento obrero francés fueron profundas. El restablecimiento de la dictadura de clase de la burguesía se produjo sobre la base de la liquidación del destacamento avanzado de las masas insurrectas y su vanguardia. La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Primera Internacional, no pudo sobrevivir. Formada en 1864, se disolvió en 1874. Las experiencias de la Comuna de París provocaron una escisión definitiva en el seno de la AIT entre la concepción marxista de la revolución proletaria y las ideas difusas del anarquismo.

El Mensaje de Marx al Consejo de la AIT – «La guerra civil en Francia»- se encargó de revelar los vínculos causales de la victoria y la derrota de la Comuna, extrayendo las lecciones y los fundamentos de la revolución social, que confirmaron y solidificaron programáticamente el «Manifiesto del Partido Comunista» de 1848. Marx y Engels, rodeados de camaradas como Vaillant y Longuet, demostraron que la derrota física de los explotados fue precedida de preciosas victorias históricas. Las leyes históricas de la revolución social, y las diversas medidas tomadas en su efímera existencia permanecieron y permanecen vigentes, tal como, 46 años después, expuso la Revolución Rusa; y las reconocieron y aplicaron, los dirigentes bolcheviques.

Innumerables revueltas, revoluciones y contrarrevoluciones se han extendido a lo largo del siglo XX, como había preanunciado la toma del poder por los explotados en marzo de 1871, en Francia. Debemos señalar la enorme importancia de la Revolución China de 1949, que comenzó como una lucha por la independencia nacional en medio de la Segunda Guerra Mundial, y concluyó expropiando a los mandarines agrarios y a la burguesía urbana. Las revoluciones rusa y china fueron dos hitos en el movimiento revolucionario mundial del proletariado, entre las dos guerras mundiales, que fueron desencadenadas por las potencias imperialistas en busca de un nuevo reparto del mundo.

Las leyes del desarrollo de la sociedad de clases, que responden a las relaciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, salieron a la luz en el levantamiento de la Comuna de París, posibilidad que estaba expuesta en el Manifiesto del Partido Comunista por el materialismo histórico. Sin embargo, la lucha del proletariado contra la burguesía estaba todavía en los albores, como Marx y Engels analizaron en los acontecimientos de 1848, y confirmaron en los de la Comuna de París.

El desarrollo de la lucha de clases en los países de Europa, en los que las fuerzas productivas avanzaban como locomotra del capitalismo, especialmente en Inglaterra y Francia, maduraron las condiciones para que Marx y Engels superaran el socialismo utópico por el socialismo científico. La teoría y el programa se materializaron en la organización de la Liga de los Comunistas y la Asociación Internacional de Trabajadores. El marxismo forjó una vanguardia revolucionaria, sobre la base y la orientación práctica del internacionalismo proletario. No tenía forma de constituirse como fuerza dirigente de la Comuna, influenciada principalmente por orientaciones anarquistas y pseudo socialistas. Sin embargo, Marx y Engels guiaron a la AIT para que actuara bajo la directriz programática, establecida en el Manifiesto del Partido Comunista, orientando a sus miembros franceses para que estuvieran al frente de las luchas, e impulsaran las medidas revolucionarias.

Los dos Mensajes – de julio y septiembre de 1870 – sobre la guerra franco-prusiana, y el Mensaje del 30 de mayo de 1871 – «La guerra civil en Francia»- confirmaron los esfuerzos de Marx por orientar la intervención de la AIT ante la guerra entre Francia y Prusia, y la guerra civil que condujo a la toma de París por las masas y a la formación de la Comuna. La derrota física de la primera revolución proletaria no supuso la demostración de la inviabilidad del derrocamiento de la burguesía y de las transformaciones socialistas. Demostró la importancia decisiva de la dirección, que encarnaba el programa y la estrategia revolucionaria. Esto es lo que, en síntesis, se extrae del Mensaje «La Guerra Civil en Francia». La AIT no pudo sostenerse, disolviéndose en 1874, bajo el ataque de los anarquistas al marxismo. Los análisis y las posiciones políticas de Marx y Engels fueron confirmados, lo que supuso una victoria para el programa y la teoría del socialismo científico.

La lucha de clases se desarrolla según determinadas relaciones de fuerza y condiciones de desarrollo de la dirección del proletariado, que encarna el programa y la política del partido. Marx expuso, con rigor analítico y precisión teórica, esta relación, para sacar las lecciones de la Comuna, y para guiar al proletariado, en el largo proceso histórico de la lucha de clases, hasta alcanzar el comunismo. Tras la Comuna y la extinción de la I Internacional, el proletariado europeo y mundial progresó, consiguiendo importantes victorias en medio de las derrotas.

En este momento, cuando volvemos a la Comuna de París, ha pasado un siglo y medio de historia, y el capitalismo se resiste a dar paso a una sociedad superior sin clases. La derrota del proletariado parisino es una pequeño punto comparada con la que sufren hoy las masas de todo el mundo, con el avanzado estado de restauración capitalista en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la República Popular China. El derrumbe de estos dos pilares de la revolución mundial lleva consigo todas las conquistas revolucionarias logradas en el siglo XX, una época de dominación imperialista, de descomposición del capitalismo, de guerras, de revoluciones y contrarrevoluciones. Una época en la que las fuerzas productivas chocan frontalmente con las relaciones de producción capitalistas, aumentando el desempleo, la miseria y el hambre. Es un momento en el que la economía mundial tiende al estancamiento y la recesión, lo que intensifica la guerra comercial. Es una época en la que predominan las tendencias bélicas, el militarismo y el intervencionismo de las potencias sobre las semicolonias. Es un momento en el que las democracias más avanzadas no pueden ocultar su estado policial. No hay, pues, mayor derrota para el proletariado que el restablecimiento de los eslabones de la cadena mundial rota por las revoluciones proletarias del siglo pasado.

La restauración ha sido una victoria sin precedentes de la burguesía sobre el proletariado. Una victoria de la contrarrevolución que elevó y sigue elevando las contradicciones del capitalismo a un nivel superior, que terminó en la carnicería y destrucción masiva de las fuerzas productivas, por las guerras de 1914-18, y 1939-45. Al hacer retroceder la propiedad social de los medios de producción en la antigua URSS, en Europa del Este, en China y en Cuba, se interrumpió la transición del capitalismo al socialismo. Se interrumpió la compatibilización entre las fuerzas productivas altamente desarrolladas y las relaciones socialistas de producción. Continuan imperando los obstáculos de la gran propiedad, de los monopolios y de los trusts al progreso de las fuerzas productivas, que se descomponen, afectando a la fuerza de trabajo, que es su principal componente. Los obstáculos erigidos por las fronteras nacionales, por el reparto del mundo entre un pequeño número de potencias y por el saqueo de los países semicoloniales siguen vigentes. La crisis de sobreproducción y el agigantemiento del capital financiero parasitario siguen prevaleciendo.

La restauración capitalista se fue imponiendo, antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, mediante directrices económicas, sociales y políticas, regidas por el socialismo nacional de los partidos comunistas burocratizados, con el Partido Comunista de Rusia estalinizado a la cabeza. De la confrontación surgió un nuevo fenómeno histórico, entre los países regidos por la propiedad social y el imperialismo regido por la propiedad privada monopolística. O bien la revolución mundial avanza, o bien las conquistas obtenidas mediante la guerra civil son sofocadas y destruidas. La derrota de la revolución alemana, poco después de la revolución rusa, estableció un hito a favor de la resistencia burguesa externa e interna a la recién creada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. El nuevo fenómeno correspondió a la aparición, en el seno del Estado obrero, del revisionismo del programa marxista y de la teoría del internacionalismo comunista, establecidos por Marx y aplicados por la AIT. Esta tendencia fue encarnada por el estalinismo que, para imponerse, tuvo que derrotar a la oposición marxista-leninista-trotskista.

La formación de una casta dirigente burocrática privilegiada llevó hasta sus últimas consecuencias la tesis sobre la posibilidad de construir el socialismo en un solo país, sirviendo como medio a través del cual podían penetrar las presiones del imperialismo y las fuerzas económicas capitalistas, que sobrevivieron a la revolución. Lo que llevaría a la degeneración de la III Internacional y a su disolución, por orden de Stalin, en junio de 1943.

No se puede reivindicar la Comuna de París y los documentos de la AIT desconectándolos de las revoluciones y contrarrevoluciones que siguieron. El proletariado y la mayoría oprimida de todo el mundo pagan caro un retroceso histórico de tal magnitud. La restauración fue impulsada en la posguerra, aunque existía la ilusión de que el comunismo se fortalecía y seguía avanzando contra el capitalismo, sin necesidad de la Tercera Internacional, siendo suficiente la orientación de la burocracia moscovita. La derrota de la Oposición de Izquierda rusa y los tremendos obstáculos para que la Internacional de la Oposición de Izquierda pusiera en pie una nueva Internacional hicieron imposible frenar el empeoramiento de la dirección. Ya no había condiciones en la lucha de clases, para repetir la lucha por la III Internacional, ante la liquidación de la II Internacional por la política de la socialdemocracia traidora.

La reconstrucción de Europa y Japón, bajo el dominio de los Estados Unidos, dio el tiempo y las condiciones fundamentales para montar el asedio económico a la Unión Soviética y a sus satélites de Europa del Este. China, con su arraigado nacionalismo maoísta, sirvió a la estrategia de la guerra fría y la restauración capitalista. Agotada la reconstrucción de posguerra, emergieron las viejas contradicciones del capitalismo imperialista y la impotencia de las dictaduras burocráticas, ante una nueva ofensiva de la burguesía mundial, unida bajo la dirección del Estado norteamericano, contra las conquistas revolucionarias de la primera mitad del siglo XX. La transición del capitalismo al socialismo se interrumpió. Esto nos dio la dimensión exacta de la crisis de liderazgo revolucionario, expuesta por la Cuarta Internacional, que no pudo establecerse tras el asesinato de León Trotsky.

En estos 150 años de la Comuna de París, es obligatorio que la vanguardia con conciencia de clase recupere los eslabones de la historia de las revoluciones y contrarrevoluciones, para continuar el trabajo de Marx y Engels, Lenin y Trotsky, y otros marxistas que no cedieron ante ningún tipo de amenaza y ataque de la burguesía. Volvemos, obligatoriamente, a la primera revolución proletaria de finales del siglo XIX, en las condiciones más duras y difíciles de la situación actual, de la descomposición del capitalismo mundial y de la inexistencia del Partido Mundial de la Revolución Socialista, que fue erigido programática y organizativamente por la III Internacional.

Más recientemente, tras la crisis generalizada de 2008-2009, su reanudación en 2020, bajo el impacto de la pandemia, golpea duramente a las masas en todas partes, sin excepción. Hay más de tres millones cien mil muertos, que afectan principalmente a las capas más pobres y miserables de la población. Brasil es ahora el epicentro de la pandemia, con más de 400.000 muertos. América Latina ha soportado un importante porcentaje del total mundial. Las burguesías y sus gobiernos, serviles a las potencias, se han mostrado incapaces de proteger a las masas.

La burguesía monopolista e imperialista explota sin piedad las consecuencias bárbaras de los contagios generalizados. En todos los países, el desempleo aumenta y el valor de la fuerza de trabajo disminuye. Se están aplicando las condiciones más perversas de las contrarreformas, que se habían impuesto en los años anteriores a Covid-19. La pobreza y la miseria se extienden incluso dentro de las potencias. Y en los países semicoloniales dieron un salto exponencial, hasta el punto de que las instituciones burguesas se vieron obligadas a armar campañas filantrópicas para evitar levantamientos populares. Las limitaciones económicas y sociales del uso del aislamiento social -que era completamente predecible- socavaron los erráticos intentos de contener la pandemia. La «salvación» dependía y sigue dependiendo de la vacuna, que acabó convirtiéndose en un instrumento de la guerra comercial y de las disputas de los monopolios por una mayor rentabilidad. Las medidas que parecían depender estrictamente de cada país y de cada gobierno, en realidad, dependieron siempre del imperialismo, de los monopolios, del gran capital. Esto es lo que ha revelado la guerra de las vacunas, que expresa la feroz guerra comercial librada entre las potencias, con Estados Unidos a la cabeza.

La tormenta de la pandemia golpeó a los explotados, desorganizados y fragmentados por la política de colaboración de clases de las direcciones sindicales y políticas. Hubo una capitulación generalizada de las direcciones, incluida la inmensa mayoría de las corrientes de izquierda, que abrazaron la política burguesa de aislamiento social, como si fuera de hecho una tabla de salvación. Se levantó un gran muro de contención para que las masas no se levantaran y para que el proletariado mundial no reaccionara con su programa de reivindicaciones, su estrategia revolucionaria y sus propios métodos de lucha.

La camisa de fuerza de la colaboración de clases ha hecho imposible la lucha por la expropiación de los monopolios de la industria farmacéutica, la red sanitaria privada y el capital financiero. Este era y es el único camino que permite a los explotados defenderse en su propio terreno de lucha. Sin embargo, las direcciones traidoras bloquean incluso la resistencia a los despidos, los cierres de fábricas, los recortes salariales y la destrucción de derechos. Incluso bloquean la defensa de la ayuda de emergencia capaz de proteger a los explotados de la miseria y el hambre.

La clase obrera fue literalmente desarmada ideológica, política y organizativamente ante la política burguesa y las dramáticas consecuencias de la expansión de la pandemia. Sus sindicatos y centrales se pusieron al servicio de las acciones y disputas interburguesas, cuando más necesitaban la independencia, para que el proletariado saliera en su propia defensa y en defensa de la mayoría oprimida.

Los burócratas vendidos llegaron a negarse a realizar manifestaciones el 1 de mayo. Permanecieron refugiados en el mundo virtual. Desde el período de la Segunda Guerra Mundial no se había producido una traición tan generalizada a las necesidades más básicas de las masas, disfrazada de defensa de la vida. Hacía mucho tiempo que no asistíamos a una sumisión tan profunda al Estado burgués, y a una cobardía tan extendida que se hace pasar por humanitarismo, por duelo y luto por los muertos.

La vanguardia revolucionaria, minoritaria y sin fuerza en el proletariado, no tenía forma de abrir el camino de la ruptura con la pasividad y el imperio de la política del miedo. Pero la defensa de las posiciones programáticas, del plan de emergencia propio de los explotados, de los métodos colectivos de lucha y de la estrategia de la revolución proletaria, se levantó, como la bandera de la defensa real de la vida de los explotados, y del combate contra la burguesía parasitaria. Se hizo evidente que la vida de la multitud que sobrevive del trabajo depende del proletariado organizado para el combate, y la marcha histórica de la revolución, como lo demostraron la Comuna de París y las revoluciones proletarias que la siguieron. Esta matanza no dejará impune a la burguesía y sus secuaces. El mayor castigo para los genocidas del pueblo es poner en pie el Partido Mundial de la Revolución Socialista, como hicieron Marx y Engels, con la Primera Internacional.

¡Viva la Comuna de París, ejemplo de combate e valentía de los explotados!

¡Honremos a sus luchadores trabajando por la reconstrucción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional!

 

(POR Brasil – MASSAS Especial  mayo 2021)

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