2da parte del curso de formación marxista sobre la opresión sobre las mujeres

Reproducimos a continuación el documento que utilizamos en el curso de formación organizado por la regional Neuquén del POR.

La doble opresión hacia las mujeres tiene sus fundamentos históricos en la división de la sociedad en clases, en la aparición de la herencia por línea paterna. Los cambios, desde la familia genésica a la familia patriarcal han colocado en la mujer todo el peso de las tareas domésticas para la reproducción y reposición diaria de la fuerza de trabajo, trabajo no reconocido, necesario para la reproducción de la sociedad. La antigua familia producía sus mercancías, en cambio la familia moderna vende su fuerza de trabajo a cambio de un salario. Antes del surgimiento del capitalismo eran necesarios y útiles todos los trabajos domésticos.

El capitalismo modificó esta antigua manera de vida y los fundamentos económicos de la vieja familia. La gran industria permitió que las mercancías, antes producidas dentro de las familias, ahora se produzcan a gran escala en las fábricas. Estos son los pilares materiales para liberar a las mujeres, socializar el trabajo doméstico e incorporar plenamente a todas las mujeres a los trabajos en igualdad de condiciones. Es la base para la desintegración de las familias patriarcales. Sin embargo, bajo el sistema capitalista, las viejas formas de familias se conservan en función del beneficio de la burguesía como clase social dominante. Para la mujer trabajadora la industrialización del trabajo doméstico y su incorporación al mundo fabril, no significó mayor liberación.

En la actualidad las tareas domésticas se redujeron a la limpieza, a la crianza de los hijos y el cuidado de mayores, entre otros. Trabajos agotadores, que perdieron la cualidad de ser un trabajo útil, ya no crean nuevo valor. Sin embargo, debe ser visto dentro de las relaciones de producción capitalistas como un todo, a pesar de no integrar directamente la producción fabril. Durante los últimos 150 años las tareas domésticas se han reducido significativamente. Pero bajo las relaciones de producción capitalista, basadas en el resguardo a la propiedad privada, sostienen a la mujer confinada al hogar o bajo el yugo de la explotación en las fábricas, sin desentenderse de las tareas domésticas. A esta doble jornada la llamamos doble opresión.

 

La Revolución Rusa: Experiencia de socialización e industrialización

En 1914 estalló la primera guerra mundial, en Alemania los parlamentarios de la Socialdemocracia votaron a favor de la guerra. Fue Rosa Luxemburgo     quien se negó a votar a favor y señaló el carácter imperialista de la guerra. El impacto de la guerra llevó a que las mujeres comenzaran a trabajar en reemplazo de los hombres, incluso en trabajos que antes era impensable su incorporación. En la industria metalúrgica en 1913, la fuerza de trabajo femenina variaba entre un 3,3% y el 4,3%, esta tendencia se precipitó para 1916, llegando a constituir entre el 20% y 25% de mujeres en ese rubro. Se estima que en la región de Petrogrado en 1916 se incorporaron más de 50.000 trabajadoras. Pasaban del trabajo dentro del ámbito familiar a la fábrica, convirtiéndose en obreras camaradas del trabajador masculino. Su conciencia ahora estaba determinada por la fábrica y el trabajo colectivo, dejando atrás la economía cerrada de la familia.

El impacto de la guerra y la revolución trastocaron los fundamentos de la vieja familia, los revolucionarios profundizaron esta tendencia. “El camino a la nueva familia tiene dos aspectos: el aumento del nivel cultural y educacional de la clase trabajadora y de los individuos que la forman y el incremento a los medios económicos de la clase organizada por el Estado. Los dos procesos están íntimamente ligados entre sí.”

La Revolución Rusa, en 1917 reconoció los derechos legales de las mujeres (aborto, divorcio, derechos sobre los hijos), e impulsó la socialización de las tareas domésticas, para liberarnos de un trabajo extremadamente agotador e improductivo. Fueron las obreras, las proletarias, junto a las masas de mujeres campesinas las que formaron parte de la revolución, bajo la dirección política del partido bolchevique al grito de todo el poder a los soviets.

En un contexto de crisis económica, producto de largos años de guerra, la revolución demostró su política de socialización e industrialización de las tareas domésticas. Se impulsaron reuniones de mujeres, conferencias, los Congresos de la Tercera Internacional, debatieron y resolvieron sobre las problemáticas de las mujeres (Clara Zetkin, Alejandra Kollontai)

Para los revolucionarios rusos la liberación de las mujeres se encontraba íntimamente ligada a la transformación de las familias, a la igualdad económica entre hombres y mujeres. El Estado Obrero fue el primero en establecer todos los derechos legales para las mujeres, sin embargo, estos no resultaron suficientes para su total liberación. En este sentido la igualdad económica se basó en la lucha por la incorporación de las mujeres al trabajo productivo. La participación en la vida política y social de las mujeres se encontraba ligada a la industrialización y socialización de las tareas domésticas.

Trotsky planteaba que la liberación real de las mujeres se debía conquistar en dos direcciones, una es desde abajo hacia arriba, es decir desde el esfuerzo de las familias por dar respuesta política a los problemas domésticos y la otra es desde arriba hacia abajo, o sea desde las iniciativas del Estado y de los soviets locales para la construcción de viviendas, restaurantes, lavanderías, enfermería, etc. Dos sendas que deben complementarse para sacar a la mujer de la esclavitud de las tareas domésticas.

La industrialización de las tareas domésticas es un paso objetivo para su socialización, es la base material que permite la liberación de las mujeres. En la actualidad gran parte de esos trabajos se han industrializado. Avances impensados hace doscientos años atrás, sin embargo se encuentran bajo la propiedad privada, los Estados dirigidos por la burguesía no están dispuestos a resolver los problemas fundamentales de las mujeres. Por lo contrario, producto de la crisis del régimen capitalista se profundiza la doble opresión. Es por esto que la socialización del trabajo doméstico está ligado a la revolución y dictadura proletaria, para terminar con la propiedad privada de los medios de producción.

 

¿Un salario en reconocimiento a las tareas domésticas?

Esta concepción pretende organizar a las amas de casa y visibilizar el trabajo invisible que realizan. Estos grupos (Federici-Dalla Costa) consideran que el trabajo en las fábricas no ha liberado a las mujeres, que solo ha traído más trabajo (bajo las relaciones capitalistas de producción), y concluyen en que no se trata de que todas las mujeres tengan trabajo colectivo, porque ya tienen uno dentro del hogar, por lo tanto lo que corresponde es recibir un salario por ello. Su propuesta política no plantea la necesidad de terminar con la propiedad privada de los grandes medios de producción. Sostienen que es mediante los lazos cooperativos, impulsando sociedades comunales que se debilitan las relaciones sociales capitalistas. Desde nuestra perspectiva esta posición niega la lucha por la revolución social y se adapta al capitalismo al exigir que las mujeres sigan siendo amas de casa remuneradas, renunciando a la lucha por la incorporación al trabajo. Los comunistas vemos que la tendencia general es a la disolución de este tipo de familia. No es la barbarie la que tiende a disolver, sino todo lo contrario, la barbarie, la necesidad económica, la mantiene unida. Las feministas no ven que la liberación de las mujeres vendrá de la mano con la disolución de la familia como la conocemos, es decir, con la destrucción de su lugar como esclava del hogar, con la crianza colectiva de los niños, la socialización de las tareas domésticas y su plena autonomía como trabajadoras.

 

(nota de MASAS nº397)

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