Sudáfrica: Rebelión de las masas contra el hambre y la miseria

El 9 de julio estallaron protestas en Sudáfrica, las mayores de los últimos años, poco después de la detención del ex presidente, Jacob Zuma, condenado a 15 meses de prisión por negarse a cooperar con las investigaciones judiciales sobre corrupción durante su gobierno (2009-2018), según la información oficial.

Las imágenes de los saqueos, con miles de personas invadiendo centros comerciales, mercados y tiendas, atormentaron a la burguesía. Una industria textil de gran porte fue invadida y su maquinaria y herramientas robadas. Los centros de salud vieron cómo sus stocks de medicamentos eran apropiados por una masa de pobres y miserables. El vicepresidente tras la destitución de Zuma, Cyril Ramaphosa, desató una violenta represión: 120 manifestantes murieron a manos de las fuerzas policiales y miles fueron detenidos.

Ramaphosa calificó los actos de «violencia irracional», se mostró dispuesto a ayudar económicamente a los propietarios para reparar los daños y decidió militarizar el país, bajo la justificación de defender el Estado de Derecho. Sin embargo, el uso ostensivo de las tropas responde a las exigencias de los capitalistas.

El gobierno y los principales medios de comunicación dijeron que los saqueos fueron provocados deliberadamente para impedir la detención del ex presidente. Pero lo cierto es que los indigentes y hambrientos aprovecharon el acontecimiento político para arrebatar lo que necesitaban de las estanterías. Sólo atacaron las tiendas grandes y medianas, donde las masas empobrecidas tienen prohibido el acceso. Por eso, la acción anárquica de los oprimidos evidencia que se trata de una revuelta espontánea contra la fenomenal concentración de la riqueza por parte de un puñado de grandes capitalistas y terratenientes, mientras la mayoría se hunde en la miseria absoluta.

Después de 27 años desde el fin del apartheid, el 72% de las tierras sigue en manos de los propietarios blancos (durante el régimen de separación racial, era el 82%). Sudáfrica fue declarada el país más «desigual» por el Banco Mundial en 2019. La situación económica empeoró el año pasado debido a la crisis sanitaria. La inmensa mayoría nacional aún no se ha vacunado, ni siquiera con la primera dosis contra el Covid-19. Millones de personas siguen habitando en barrios marginales, sin cloacas, agua potable ni servicios básicos. Las huelgas obreras y los levantamientos populares han sido ahogados en sangre.

El Congreso Nacional Africano-CNA (el partido de Nelson Mandela, Zuma y Ramaphosa) no cambió las profundas «desigualdades sociales y raciales», porque mantuvo en pie el poder económico de los grandes capitalistas y terratenientes blancos. El «régimen democrático multirracial» apenas enmascaró la vieja dictadura de clase de la burguesía y el dominio imperialista, aunque ajustado a las nuevas condiciones políticas en las que una fracción de la pequeña burguesía negra se elevaba por encima de la miseria general. La no resolución de las tareas democráticas (como la reforma agraria), así como la total impotencia para responder a las necesidades más elementales de las masas oprimidas, están en la base del fracaso del nacional-reformismo panafricano, y de la proyección de la lucha de clases.

La revuelta instintiva de las masas surge de su necesidad objetiva de salir en defensa de sus condiciones de existencia más inmediatas, recurriendo a sus propios métodos de lucha. Aunque los saqueos son anárquico, desorganizado y espontáneo, y da lugar a la posesión individual de bienes, no deja de ser una expresión colectiva de desesperación. Son estas condiciones favorables para que la vanguardia con conciencia de clase desarrolle las reivindicaciones vitales, que convergen para conformar el programa de emergencia propio de los explotados, a través del cual éstos se aproximarán a la estrategia revolucionaria. La tarea es dar una expresión organizada a los instintos de revuelta generados por las necesidades elementales. En estas condiciones, se ira forjando el partido marxista-leninista-trotskista que conducirá a la mayoría nacional negra por el camino de su verdadera emancipación nacional, social y política, que es el de la revolución y dictadura proletaria. En defensa de la vida de la mayoría oprimida, fin de la represión asesina. ¡Abajo el gobierno asesino de Ramaphosa!

(MASSAS nº 643 – POR Brasil)

 

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