Ucrania: Solamente el programa propio de la clase obrera puede garantizar la autodeterminación de la nación oprimida

En diciembre, divisiones  rusas, compuestas por batallones de infantería, artillería y blindados pasaron a posicionarse a lo largo de la frontera con Ucrania, llegando a totalizar al menos 70 mil militares, con informaciones por parte de la inteligen­cia estadunidense de que otros 105 mil se posicionarán en enero. Esa fue la segunda movilización militar coordinada por Rusia en la frontera entre los dos países en el año 2021 –habiendo ocurrido la primera en abril y menos numerosa– y es una respuesta directa al avance de las negocia­ciones, entre el gobierno pro-imperialista de Zelensky y la OTAN, con el objetivo de garantizar el ingreso de Ucrania en la alianza mili­tar de Occidente.

Aunque el Kremlin había anunciado, el 25 de diciembre, el retiro parcial de tropas (10 mil militares) de la frontera, y aguarda el encuentro con representantes de la OTAN, que ocurrirá a mediados de enero, es poco probable que se establezca una tendencia permanente de reversión de las tensiones en el Este Europeo. Eso, pues, ese fue apenas un episo­dio más de la disputa entre las potencias imperialistas de Occidente y la burocracia restauracionista del Kremlin, para asegurar su influencia sobre los países del Este Europeo y el Cáucaso, que, en el caso particular da Ucrania, ganó mayores proporciones, después de la caída del gobierno pro-Rusia de Yanukovich, la anexión de Crimea por Rusia, y la eclosión de la guerra civil en el Este de Ucrania, en 2014.

La profundización del proceso de descomposición capitalis­ta, caracterizado por la tendencia de estagnación de las fuerzas pro­ductivas a nivel mundial, y de desindustrialización de las mayo­res potencias imperialistas, a lo largo de las últimas décadas, han disuelto las bases para el “multilateralismo”, y llevado a una política cada vez más agresiva, por parte de las potencias, en dirección a la expansión de sus zonas de influencia y control de los mercados. En ese contexto, es de gran interes de las potencias que dirigen la Unión Europea, sobretodo Francia y Alemania (que mantienen cerca del 60% de sus exportaciones direccionadas a los países del bloque), la aproximación con las ex-repúblicas del bloque socialista, algo que viene siendo hecho desde la restauración capitalista en el Este Europeo. Ucrania, en particular, se en­cuentra en una posición estratégica, por su proximidad geográfica con Rusia, y es de interés de las potencias impe­rialistas, el uso de su territorio para la implantación de instalaciones militares y sistemas antimisiles, como han hecho en Polonia y en los países bálticos.

El interés ruso en el este europeo, a su vez, parte de la tentativa de preservar (o restablecer) su influencia sobre las ex-repúblicas soviéticas. El antiguo Imperio Ruso era un país atrasado, en comparación con las demás potencias europeas, pero se encontraba en la condición de potencia regional, ca­paz de mantener el sometimiento de las naciones vecinas, y reivindicar su parte en el reparto del mundo, durante la primera guerra imperialista. Después del colapso de la Unión de las Repúblicas Socia­listas Soviéticas, la burocracia restauracionista se preservó en el poder de Rusia –que heredó gran parte del arsenal militar soviético –y, para mantenerse en esa condición, frente a la ofensiva imperialista por la instalación de gobiernos títeres burgueses en los ex-estados burocratizados del este europeo, necesita retomar la misma política imperialista del antiguo Imperio Ruso.

Así, Ucrania, junto a los demás países del este europeo y del Cáucaso, se encuentran entre el sometimiento de las potencias im­perialistas de Occidente, de un lado, y de la Rusia, controlada por la burocracia restauracionista del Kremlin, de otro. Desde 2014, Ucrania vive la agudización de la disputa interna en­tre los grupos pro-imperialistas, que se extienden, desde la derecha li­beral, hasta la extrema derecha neonazi, y los grupos pro-Rusia, aliados de la burocracia del Kremlin, que llevó a la división del país por medio de una guerra civil. En ese proceso, organizaciones reformistas, estalinistas y centristas han tomado partido, en torno de una de esas posiciones, que sólo tienden a sofocar el de­recho de autodeterminación de la nación ucraniana, y descargar el peso de la descomposición capitalista sobre los explotados.

Desde su origen, la mayoría nacional oprimida de Ucra­nia estuvo bajo el yugo del imperio ruso. Su autodeterminación sólo fue conquistada por medio de la revolución proletaria, iniciada en 1917, a partir de la cual, por libre consentimiento, integró la recién formada URSS, en 1922. La degeneración estalinista eliminó la autonomía del país y de las demás repúblicas so­viéticas, que, después de la restauración, se mantuvieron satélites de Rusia, o tuvieron la implantación de gobiernos títeres pro-im­perialistas. Esa experiencia histórica demuestra que solamen­te un programa propio de la clase obrera puede garantizar la autodeterminación nacional de Ucrania, teniendo como estrate­gia la revolución y dictadura proletarias. Cuando, en 1939, la burocracia estalinista especuló con utilizar el territorio de Ucrania como moneda de cambio, a fin de evitar el choque directo con la Alemania Nazi, la IV Internacional respondió, levantando la bandera Por una Ucrania Soviética de obreros y campesinos, unida, libre e independiente. Desde la agudización de la crisis en Ucrania en 2014, el POR ha retomado esa bandera como el único medio de expresar la defensa de la independencia política del proletariado ucraniano, frente a la ofensiva de las potencias del este y oeste sobre su país.

 

(POR Brasil – Massas nº655)

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