Disputa por Ucrania – peligro de guerra

Declaración del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI)

18-01-2021

Cien mil soldados rusos ubicados en la frontera con Ucrania señalan la posibilidad de guerra. Los Estados Unidos se dispusieron a discutir las exigencias de Rusia. Se realizaron dos reuniones, los días 10 y 12 de enero. No hubo un acuerdo. Permanece la situación de impasse. Las noticias son de que en el invierno se torna más difícil la movilización militar. Sería esa una justificación para mantener en suspenso el conflicto por algún tiempo, en caso de que un acuerdo no sea alcanzado.

Las conversaciones diplomáticas y las presiones internacionales indican que la posibilidad de la guerra está presente. La cuestión de cuándo, o si Putin y los generales rusos autorizarán la invasión de Ucrania, es una incógnita que todavía depende de los desdoblamientos de las negociaciones. Si la respuesta dependiese de los resultados de las reuniones hasta aquí difundidos, la guerra podría precipitarse, o de lo contrario Rusia tendría que recular con la cabeza baja.

Los desdoblamientos de esa amenaza de guerra dependen solamente de las fuerzas burguesas en choque -de un lado, el imperialismo norte-americano y europeo occidental; de otro, la oligarquía rusa burguesa-restauracionista. Ni el proletariado ruso, ni el ucraniano, ni el norteamericano y ni el europeo occidental están en condiciones de levantarse inmediatamente contra la guerra, por el fi n de toda opresión nacional, por la destrucción del dominio imperialista y por los Estados Unidos Socialistas de Europa. Está ahí, a la vista, la gravedad de la crisis mundial de dirección revolucionaria, que resultó del proceso de degeneración estalinista de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), de la liquidación de la III Internacional y, finalmente, del desmoronamiento de la propia URSS.

Guerras e intervenciones regionales y locales vienen ocurriendo incesantemente después de la Segunda Guerra Mundial. El capitalismo en descomposición no tiene cómo eliminar o enfriar sus tendencias bélicas, que nacen y renacen de los choques entre las fuerzas productivas maduras y las relaciones capitalistas de producción, condicionadas por los monopolios y por el parasitismo del capital financiero.

El cerco de la OTAN a Rusia con la cooptación de los países que se desprendieron de la URSS y la instalación de bases militares en el Este Europeo son los principales motivos de Putin para movilizar tropas en la frontera con Ucrania. El proceso de desmoronamiento del sistema de “repúblicas populares” en el Este Europeo, incluyendo Alemania Oriental, resultado del reparto del mundo de pos-guerra, se inició en 1968 con la invasión rusa a Checoslovaquia, y retomado en 1989 con la reunificación de Alemania, impulsó las fuerzas centrífugas que acabaran por hacer implosión en la URSS, despedazándola en 15 países. En sus bases, estaban las tendencias restauracionistas, que no podrían ser sofocadas con medidas militares y la imposición de gobiernos burocrático-dictatoriales, como ocurrió con la invasión soviética a Hungría en 1956 y el aplastamiento del movimiento nacionalista burgués y pequeño-burgués.

Las fuerzas mundiales del capitalismo, que emergieron de la enorme destrucción de fuerzas productivas, lideradas por los Estados Unidos, chocaron con las atrasadas economías, que no podían avanzar en la transición del capitalismo al socialismo encarceladas dentro de las fronteras nacionales. La participación de la URSS estalinizada -sometida al programa del socialismo nacional-, en el nuevo reparto del mundo, favoreció al imperialismo, que pasó a contar con el desarme programático, ideológico, político y organizativo del proletariado mundial.

La disolución de la III Internacional, al mando de Stalin, en 1943, expresó de forma más acabada ese desarme. Los impasses en el sistema burocrático de repúblicas populares, que nació del reparto del mundo, se fueron agravando en la medida en que permanecieron vigentes la pequeña propiedad de los medios de producción, principalmente en el campo, y los obstáculos a la construcción de las fuerzas productivas socialistas, dependientes de la gran industria y de la elevación de la técnica, que chocan con los límites impuestos por el dominio imperialista. Las rupturas que se manifestaron en 1989, después de la gran crisis económica mundial de los años ´70, se volcaron contra la URSS burocratizada.

El imperialismo europeo y el norteamericano pasaron a valerse del triunfo de la “Guerra Fría”, lanzada por Harry Truman, en 1947, contra el comunismo. De hecho, contra las conquistas de la revolución proletaria en Rusia, la expropiación de la burguesía, el fi n de la opresión nacional, la constitución de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la apertura de la transición del capitalismo al socialismo en Rusia, el impulso a las revoluciones en Europa y en el mundo, y la constitución del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la III Internacional.

La Revolución China, en 1949, a su vez, reflejó el período histórico, entre las dos guerras mundiales, de transición del capitalismo en descomposición al socialismo. Se contraponía a la “Doctrina Truman” y a la elevación def nitiva de los Estados Unidos como potencia hegemónica, en las condiciones de declinación de Europa Occidental. La solución de las arraigadas tareas democráticas y la construcción de las bases socialistas de la economía dependían no solo de los aciertos de la política económica del Partido Comunista, sino también de la continuidad de la revolución europea y el fortalecimiento de la URSS como locomotora de las fuerzas productivas socialistas. La degeneración burocrática, impulsada por el nacionalismo estalinista, potenció el nacionalismo chino sobre la posibilidad de desenvolver el socialismo en el marco de las fronteras nacionales. Establecida la división chino-soviética, se abría camino para el imperialismo avanzar bajo la Doctrina Truman. China rechazó integrar el Pacto de Varsovia, y la OTAN se levantó como un potente pacto militar interimperialista, bajo la orientación de los Estados Unidos.

La ruptura en el Este Europeo y, finalmente, la desintegración de la URSS implicaron una ocupación del espacio por las fuerzas de las potencias. Las ex-repúblicas populares volvieron a la órbita del imperialismo europeo, que seguía las orientaciones de la OTAN. Pero, la Federación Rusa, que surgió de los escombros de la URSS, mantuvo su independencia conquistada por la revolución proletaria y su condición de potencia regional más avanzada que el viejo Gran-Imperio ruso. El socialismo nacional de Mao Tsé Tung, que resistió a la política de coexistencia pacífica de Nikita Krushchov, concluyó en 1972 con un acuerdo de cooperación con los Estados Unidos, bajo la inspiración del gobierno de Richard Nixon. De forma que la estrategia imperialista de consolidar el proceso de restauración se daría en las dos vertientes del socialismo nacional. Estaban dadas las condiciones mundiales para que la alianza imperialista, surgida en la pos-guerra, alcanzara su mayor y más profundo objetivo -la liquidación de la URSS, la más poderosa y avanzada ciudadela del proletariado mundial, levantada en su lucha histórica en el período de transición del capitalismo al socialismo. Su derribo final, resultado de un proceso que se inició prematuramente -en 1924-, sin embargo, no eliminó el período de transición del capitalismo al socialismo, que es de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones.

El imperialismo decretó el fi n de la “Guerra Fría”, cuyo contenido era el de barrer la URSS, y así reatar el eslabón de la cadena del capitalismo que se había roto con la Revolución Rusa, bajo la dirección del partido bolchevique marxista-leninista. Ronald Reagan y Mikhail Gorbachov dieron un primer paso en tratados de reducción del armamento nuclear. En realidad, la meta fue la de desarmar lo máximo posible a la ex-URSS, ya que era y es incomparable la superioridad militar de los EE.UU.

La propaganda ideológica del imperialismo fue la de que, con el fin de la “Guerra Fría”, se entraba en un período de pacificación. Se descargaba la responsabilidad de una corrida bélica en la URSS, en el comunismo. Desaparecida la sombra de las revoluciones proletarias en Europa, la seguridad de los EE.UU. estaría garantizada. En 1999, Polonia adhería a la OTAN, juntamente con Hungría y República Checa. Fue un primer paso para que el imperialismo incorpore a los países bálticos y a Bulgaria. Quedaban al descubierto dos países llave: Ucrania y Georgia. En la “Cúpula de Bucarest”, de 2008, quedó asentado que sería una cuestión de tiempo que la OTAN pueda cerrar el cerco estratégico sobre Rusia. Albania y Croacia fueron admitidas. Quedó como objetivo alcanzar a Ucrania y Georgia. Estaba claro que Rusia no podría dejar de reaccionar, de forma que los EE.UU. y aliados europeos fueron gradualmente armando una cortina de hierro sobre Rusia. No solo incorporaba a las ex-repúblicas soviéticas a la OTAN, sino que utilizaba sus territorios para montar bases militares. Polonia cedió su territorio para que los EE.UU. construyan un sistema de misiles. En contrapartida, la OTAN rearmó el ejército polaco, volcado contra Rusia, en nombre de la defensa nacional.

La disolución de la URSS, que supuestamente seguiría el plan gradualista de la Glasnost y la Perestroika, de Gorbachov, negociado con los Estados Unidos, ocurrió sobre la base de una crisis política y social convulsiva. Estallaron guerras separatistas, siendo la más sangrienta la Guerra en Chechenia, entre 1994 y 2004. La cuestión de Ucrania se sitúa en el marco de la desintegración de la URSS y de la necesidad de Rusia de mantener su dominio regional, cuyas raíces históricas se encuentran en el antiguo imperio feudal Gran-Ruso.

La revolución proletaria y la creación de la URSS iniciaban un largo y tortuoso proceso de superación de la opresión nacional, bajo la garantía del derecho a la autodeterminación de los pueblos y naciones esclavizadas en el capitalismo. Lo que implicaba avanzar en la construcción del socialismo en consonancia con el desarrollo de la revolución mundial, como fundamentó el bolchevismo, bajo la dirección de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin. La victoria de la contrarrevolución burguesa hizo retroceder la lucha del proletariado contra la opresión nacional y de clase, restableciendo las viejas relaciones de dominación, y dando lugar a guerras civiles y de intervencionismo ruso. El nacionalismo despertado por el proceso de restauración y descomposición del sistema soviético, bajo la orientación de la burocracia estalinista, se tornó un medio favorable para la penetración del imperialismo. Es lo que se verificó en los levantamientos populares en el Este Europeo, en la guerra de Yugoslavia, Chechenia, Georgia, etc. Es lo que pasó con la crisis que sacudió a Ucrania entre 2013 y 2014.

En todos los conflictos y choques, estuvieron presentes las manos de los EE.UU. El levantamiento contra el presidente ucraniano pro-ruso, Viktor Yanukovych, y su derrocamiento se dieron precisamente porque se negó a cumplir el acuerdo de subordinación del país a la Unión Europea, primer paso para someterse a las órdenes de la OTAN. Se desarrolló una guerra civil, no resuelta, y que condujo a la división de Ucrania y la anexión de Crimea por Rusia. La burocracia oligárquica ucraniana restauracionista se valió del nacionalismo para llevar al país a someterse al imperialismo, como si esa vía fuese la garantía de la independencia frente a Rusia. El cambio de un amo por otro es propia de los arribistas, que colocan sus intereses oligárquicos por encima de los intereses de la nación oprimida. El hecho es que la victoria de la fracción pro-Unión Europea despedazó Ucrania y sirvió al objetivo del imperialismo de apretar el cerco sobre Rusia.

La movilización militar ordenada por Putin hacia la frontera con Ucrania representa una autodefensa frente al avance de la OTAN, pero también es un acto de opresión nacional. Ese dilema no puede confundir la política del proletariado. Rusia no tiene cómo conservar su poder regional a no ser ejerciendo el dominio imperialista sobre las repúblicas que se desprendieron de la URSS. Y el imperialismo norte-americano se vale de esa contradicción para avanzar contra Rusia por medio de las naciones oprimidas. Es lo que pasó desde la quiebra de la URSS con la incorporación de las repúblicas populares del Este Europeo a la Unión Europea y, en seguida, con as ex-repúblicas soviéticas, que se levantaron contra la centralización burocrático-autoritaria de Rusia.

En 1939, momento en que se iniciaba la Segunda Guerra Mundial, con la invasión alemana de Polonia en Ucrania, se despertaron fuerzas nacionalistas antisoviéticas, sin que el proletariado las combatiese, en una evidente actitud de pasividad, motivada por el descontento con la burocracia estalinista. Trotsky se refiere al “estrangulamiento burocrático del pueblo ucraniano” y defiende que la vanguardia revolucionaria debería intervenir junto a la clase obrera y la pequeña burguesía bajo la bandera de “una Ucrania soviética independiente”. Esa era la vía para combatir, de un lado, a los nacionalistas pro-capitalistas (parte de ellos pro-nazis), de otro, su aplastamiento en el marco de la URSS degenerada por el autoritarismo burocrático. Se llegaba a tal situación que reflejaba que “malogrado el gigantesco avance realizado por la Revolución de Octubre en el terreno de las relaciones internacionales, la revolución proletaria aislada en un sólo país atrasado ha sido incapaz de resolver la cuestión nacional, especialmente la ucraniana, que es, en esencia, de carácter internacional. La reacción termidoriana, coronada por la burocracia bonapartista, hizo retroceder a las masas también en la esfera nacional. La mayoría del pueblo ucraniano está insatisfecha con la situación de la nación y desea cambiarla drásticamente. Este es el hecho del cual tiene que partir la política revolucionaria, diferentemente del que hace la burocrática y la sectaria.” ( “La independencia de Ucrania y la confusión sectaria”, julio de 1939).

Bajo la política burocrática del estalinismo, se sofocó la organización del proletariado, como la única clase capaz de encarnar la propiedad social y desenvolver las relaciones socialistas de producción. Condición esa decisiva para enfrentar el cerco imperialista, en cualquier circunstancia. La crisis de 1939 puso a la luz del día las tendencias centrífugas que irían a potenciarse y concluir con el desmoronamiento de la URSS, bajo los impulsos internos y externos.

El objetivo de la burocracia restauracionista, que terminó siendo expresado por Gorbachov, era el de realizar una transición ordenada de vuelta al capitalismo, con auxilio del imperialismo. Su gobierno se hundió en una profunda crisis política, en 1991, en el momento en que se operaba la disolución de la URSS. La tentativa de golpe de Estado llevada a cabo por el sucesor de Gorbachov, Boris Yeltsin, fracasó, pero triunfó en 1993 de forma sangrienta, con el objetivo de establecer una dictadura bonapartista que acelerase la disolución de la URSS, el proceso de privatización y la apertura a la penetración del capital internacional. Es en ese marco de descomposición que se inicia la bárbara Guerra de Chechenia, señalando el nuevo curso de abierta opresión nacional por Rusia.

La sustitución de Yeltsin por Putin ordenó el proceso de restauración por medio del capitalismo de Estado, disciplinando a la oligarquía rusa y poniendo límites a la penetración del capital internacional. La Guerra de Kosovo, que acabó por destruir Yugoslavia, en 1999, evidenció el desconocimiento de la OTAN de los intereses geopolíticos de Rusia. De la dictadura de Yeltsin, se pasó a la dictadura bonapartista de Putin, forma gubernamental encontrada para estabilizar el país y promover la restauración por medio del capitalismo de Estado, manteniendo la independencia política de Rusia, distinto del resultado de la ofensiva de los Estados Unidos y aliados europeos sobre las ex-repúblicas populares del Este Europeo y parte de las ex-repúblicas soviéticas.

La revolución proletaria dio a Rusia una completa independencia y soberanía. Es en esa conquista que la burocracia restauracionista se apoya para promover la vuelta completa del capitalismo, sin perder el control del Estado para las fuerzas imperialistas, lideradas por los Estados Unidos. Putin reconoció que fue desastrosa y peligrosa para Rusia la forma como colapsó la URSS. En China, el proceso de restauración no implicó la quiebra del régimen, bastando su adaptación a la forma de capitalismo de Estado. La pérdida de buena parte de la ex-repúblicas soviéticas a manos de Europa Occidental y los Estados Unidos le eliminó un escudo estratégico. La burocracia restauracionista acreditó que el imperialismo iría a cumplir la promesa de no extender la OTAN hasta las puertas de Rusia.

La progresión de las fuerzas militares de las potencias fue tolerada hasta el punto en que se aproximó a las fronteras rusas, con el intento de incorporar a Ucrania y a Georgia a la OTAN. En las mesas de discusión diplomática, Putin pidió no sólo el fi n del expansionismo militar de los Estados Unidos en dirección a las fronteras rusas sino también el retiro de las bases militares instaladas en el Este Europeo. En realidad, el objetivo de Rusia es el de evitar que la OTAN se instale en sus fronteras. Es impensable la desinstalación del complejo militar en las ex-repúblicas populares, por lo tanto es posible que se llegue a un acuerdo que retarde la expansión de la OTAN.

En el momento en que los EE.UU. están volcando sus fuerzas militares y económicas para cercenar la expansión mundial de China, no es conveniente abrir un frente de guerra con Rusia en Ucrania. Todo indica que es más importante el conflicto en torno a Taiwan. Es en China que están instaladas las multinacionales. Es donde el capitalismo de Estado, manejado por la burocracia del Partido Comunista, se levantó como una traba a los intereses de las potencias en las condiciones de reanudación de la desintegración del capitalismo de pos-guerra, y que viene imponiendo retrocesos al dominio económico ejercido por los EE.UU.

Se agotó el proceso de restauración bajo la forma de capitalismo de Estado. No alcanzó reincorporar a las ex-repúblicas populares y parte de las repúblicas soviéticas, como también reunificar Alemania. Es preciso que Rusia y China permitan reconstruir el poder de la burguesía bajo la influencia y comando de las potencias imperialistas. El relevamiento de las fronteras nacionales trazado, finalmente, en la Conferencia de Potsdam, en 1945, ya no soporta la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, bajo la forma monopólica y el parasitismo financiero. La caída de las repúblicas populares y de la URSS refleja objetivamente las presiones de las fuerzas productivas, bajo la forma capitalista-imperialista de producción. Las conquistas del proletariado ruso y mundial se tornaron completamente incompatibles con el dominio y el saqueo imperialista. El nuevo orden mundial de Potsdan entró en choque con el agotamiento de la reposición de las fuerzas productivas en la pos-guerra, liderada por el Plan Marshall y resguardada por la Guerra Fría.

O las revoluciones proletarias se contraponían al imperialismo y fortalecían la transición del capitalismo al socialismo, o las conquistas alcanzadas bajo la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas serian golpeadas por la contrarrevolución. Imperó la segunda variante. La posibilidad de que el actual conflicto desencadene una guerra en Ucrania, poniendo en confrontación abierta a los Estados Unidos y Rusia fue engendrada en las condiciones de avance de la contrarrevolución.

La URSS fue edificada en medio de la guerra civil y el cerco militar imperialista, aun después de cerrada la guerra mundial en 1918. El proletariado y los campesinos se unieron heroicamente para vencer la contrarrevolución en el campo de batalla, bajo la dirección revolucionaria del partido bolchevique. La destrucción de la URSS estableció un nuevo cuadro en que el proletariado y los demás explotados pasaron a ser dirigidos en el sentido de la restauración capitalista, sin que se diesen cuenta de que esa regresión colocaría a Rusia y a China en el centro de la crisis mundial del capitalismo. No hay cómo resguardar la independencia y la soberanía conquistadas por las revoluciones proletarias bajo el capitalismo de Estado. Si Rusia y China no ceden a su independencia, o parte de ella, tendrán que batirse más directamente con la guerra comercial en curso y con el recrudecimiento del cerco militar del imperialismo.

La política del proletariado mundial se vuelca contra el dominio imperialista y contra la burocracia restauracionista. Su programa es el de la revolución mundial, aplicado en las condiciones particulares de la lucha de clases en cada país y región. La respuesta a la crisis europea se sintetiza en la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa. La vanguardia ucraniana con consciencia socialista debe luchar contra las fuerzas que la arrastran para la guerra, con la bandera “Por una Ucrania Soviética Independiente”. En Rusia, levantar la bandera de la reconstrucción de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, sobre la base del programa de la revolución de Octubre de 1917. En EE.UU. y en Europa imperialistas, cabe a los explotados volcarse en contra de la militarización, la expansión de la OTAN y la preparación de la guerra, luchando bajo la bandera de la revolución y del internacionalismo proletario. No a la guerra de dominio imperialista! Si a la guerra de clase contra la burguesía, por derribar el capitalismo y retomar la transición del capitalismo al socialismo! Esa lucha proletaria depende de la vanguardia con consciencia de clase reconstruya el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

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