Se agrava la crisis mundial y nacional, por dónde pasa la lucha de los explotados

La guerra en Ucrania se hace sentir en todas partes. Está alimentando las tendencias de bajo crecimiento y estancamiento de las economías. La explosión de la inflación desequilibra aún más las cuentas de los países semicoloniales y afecta ampliamente a las condiciones de vida de los explotados. El aumento de los precios de los alimentos, combinado con la gigantesca masa de desempleados y subempleados, intensifica y amplía el hambre.

Pronto la guerra cumplirá tres meses. No hay indicios de que se vaya a enfriar. Por el contrario, Estados Unidos y sus aliados están enviando más armas de mayor poder destructivo a Ucrania. No cederán a un acuerdo que satisfaga las exigencias básicas de Rusia. La exhortación de Zelenski para que Estados Unidos y sus aliados intervengan en el Mar Negro, para desbloquear la exportación de maíz y trigo, en nombre de garantizar la seguridad alimentaria, es un síntoma de desesperación, y una señal de que el imperialismo se está acercando a la zona de peligro de una conflagración militar más amplia, desbordando el marco de Ucrania. Los recientes 40.000 millones de dólares del gobierno de Biden, para alimentar el envío de armas sofisticadas a Zelenski, no pueden interpretarse de otro modo de que ya existe una implicación semi-directa de la gran potencia en la guerra.

Está claro que el peligro de que la guerra traspase las fronteras de Ucrania es cada vez mayor. Ello supone agravar aún más las condiciones de la crisis mundial, que desde 2008 se traduce en recesión y bajo crecimiento. Está claro que este enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia es el más grave desde la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Las tendencias bélicas del capitalismo en la época imperialista se ven reforzadas por el agotamiento del reparto del mundo tras la Segunda Guerra Mundial, el agravamiento del parasitismo financiero y el impulso de la guerra comercial, promovida desde Estados Unidos. La destrucción de las fuerzas productivas es una de las características fundamentales que marcan el capitalismo en descomposición. Las ruinas que hemos visto en las guerras de Irak, Libia, Afganistán, Yemen y ahora en Ucrania son imágenes de la destrucción masiva de riqueza, aparato productivo y vidas humanas.

El imperialismo está presente en todas partes, liderado por Estados Unidos. Las dificultades actuales para sostener su hegemonía casi absoluta de posguerra han empujado al imperialismo estadounidense a una guerra comercial y a una escalada de intervencionismo militar. De manera que sus acciones agravan la crisis mundial, arrastrando no sólo a los países semicoloniales, sino también a los países europeos más desarrollados, al proceso de destrucción de fuerzas productivas, aunque en diferentes magnitudes. Esto es lo que configura la decadencia general del capitalismo de la época imperialista, de la dominación del capital financiero y de los monopolios. Así, desde el fondo de las leyes de la historia, surge el programa de la revolución y el internacionalismo proletario.

Sin embargo, asistimos a la ausencia de un poderoso movimiento de las masas explotadas por el fin de la guerra de dominación en Ucrania. El proletariado ucraniano y ruso está dividido por los gobiernos restauracionistas y las oligarquías burguesas. El proletariado europeo, de los países indirectamente implicados en la política bélica de Estados Unidos y de su brazo armado, la OTAN, asiste en gran medida de forma pasiva a la barbarie de la guerra y al peligro de que se extienda al continente. Los sindicatos, las centrales y los partidos que se proclaman obreros se doblegan ante las presiones del imperialismo. Y en Rusia, las organizaciones obreras están subordinadas a la política de restauración capitalista. Esta situación no puede permanecer indefinidamente. Todo indica que la mayor posibilidad es que el ritmo de la crisis se acelere aún más.

Los explotados que más han sufrido desde la crisis de 2008 ya no pueden soportar el peso de la desintegración económica, el desempleo, el subempleo y la devaluación del valor de la fuerza de trabajo. Las necesidades vitales reavivarán sus instintos de revuelta y los empujarán hacia la lucha de clases. Si no se confirma este camino, la guerra en Ucrania servirá de puerta de entrada a un período de enorme y libre avance de la barbarie.

El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (Cerci           ) señaló la tarea estratégica de unir al proletariado ruso, ucraniano y europeo, como punto de partida de la unidad mundial de la clase obrera, estableciendo un conjunto de banderas, cuya necesidad se está confirmando: fin inmediato de la guerra, desmantelamiento de la OTAN y de las bases militares estadounidenses, revocación de las sanciones económico-financieras a Rusia; autodeterminación, integridad territorial y retirada de las tropas rusas de Ucrania.

En este marco, es deber de la vanguardia con conciencia de clase, en cada país, tomar en sus manos las reivindicaciones más elementales de los explotados, organizar la lucha en el terreno de la independencia de clase y desarrollar la estrategia de la revolución y del internacionalismo proletario.

En Brasil, los despidos, los cierres de fábricas, el insoportable coste de la vida, la destrucción de los derechos laborales y la proliferación de la miseria y el hambre están en la base del propio programa de reivindicaciones de los trabajadores y de la organización de las luchas. Por eso se han vuelto a producir huelgas y manifestaciones de trabajadores. El creciente descontento de los explotados con los gobernantes es visible. En estas condiciones, los partidos de la burguesía, y entre ellos los partidos reformistas como el PT, han ido aplanando el campo electoral para desviar a los explotados del método de la acción directa. Se trata, en cambio, de trabajar por la unificación de las luchas y de exponer a la clase obrera y a los demás explotados la importancia y la necesidad de ponerse bajo la bandera del CERCI, por el fin de la guerra en Ucrania.

 

(POR Brasil – Masas 664 – editorial – 15 de mayo de 2022)

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