Colombia – Trabajar por la organización de la vanguardia

El 7 de agosto, Gustavo Petro tomó posesión como nuevo presidente de Colombia. Por primera vez, la izquierda reformista se hace cargo del Estado burgués del país. Esto se reflejó en la gran manifestación de masas, y en las altas ilusiones democráticas del día de la inauguración.

Es en el marco de la desintegración del régimen burgués donde las ilusiones de las masas en el nuevo gobierno serán rápidamente puestas a prueba. El hecho de que más de la mitad de la población con derecho a voto no haya ido a votar indica que una gran parte de las masas cree poco o nada en la solución de sus problemas por medios democráticos formales. Permanences latentes las tendencias de lucha nacional de la mayoría oprimida contra sus opresores, que emergieron en 2019 y 2021. Todo indica que la permanencia de los estragos de la crisis capitalista obligará a las masas a exigir al nuevo gobierno una respuesta y solución inmediata a sus problemas, y tarde o temprano chocarán con Petro.

Ocurre que la izquierda burguesa está en peores condiciones que en la década del 2000, cuando los gobiernos nacional-reformistas se hicieron cargo del Estado en Venezuela, Brasil, Bolivia, Argentina y Ecuador, época en la que el crecimiento económico favorecía la conciliación de clases y, por tanto, la gobernabilidad burguesa. La expansión de los negocios capitalistas permitió a estos gobiernos amainar la lucha de clases concediendo mejoras salariales y subsidios sociales, aunque limitados.

Por otra parte, el gobierno pequeñoburgués de Petro asume el cargo en un momento de completa desintegración económica, cuando la burguesía mundial y semicolonial lleva a cabo una brutal ofensiva contra las condiciones de vida de las masas, y se observa en todas partes una profunda descomposición de la democracia y un crecimiento de las tendencias a la lucha de clases. Por eso, el «programa de gobierno» (reforma agraria, reforma fiscal, pacificación del país, etc.) y la farsa de la disposición a favor de «la vida y la paz» y de un «gran acuerdo nacional», con miras a un país «justo y seguro», se desmoronarán tarde o temprano, cuando se sometan a la fuerza de las violentas contradicciones sociales.

Es esta situación objetiva la que debe ser comprendida por la vanguardia clasista y marxista, y traducida en el lenguaje de un programa para la lucha de clases, en defensa de las reivindicaciones vitales de los explotados. Se trata de ayudar a las masas a generalizar y asimilar la experiencia de los levantamientos obreros y populares del pasado y a elaborar un plan nacional y común de reivindicaciones. Es avanzando en la construcción de un partido marxista-leninista-trotskista, estrechamente ligado a la lucha reivindicativa y a los organismos de masas, como ayudaremos a los oprimidos colombianos a superar sus ilusiones democráticas en el gobierno, a desarrollar sus organizaciones independientes y a aproximarse a la estrategia revolucionaria de poder.

(POR Brasil – MASSAS nº671)

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