Desatada la contraofensiva ucraniana: ¡No a la farsa de la paz pro-imperialista!

La anunciada contraofensiva comenzó a principios de la segunda semana de junio. Se espera una nueva fase de la guerra. La retoma del territorio ocupado en la región de Donbass por las fuerzas ucranianas será considerada una victoria, que dificultará la continuación de la ofensiva rusa. Zelensky cuenta para ello con el armamento más sofisticado y potente recibido últimamente, como la batería de misiles Patriot, el sistema de misiles Himars, los misiles tierra-aire Hawk y Nasams, así como tanques de guerra Leopard y MI Abrams.

En la cumbre del G7 se anunció la entrega del caza F-16 y el entrenamiento de soldados ucranianos en bases europeas de la OTAN. Otros modelos de cazas ya están operando en la guerra. Este aparato militar cada vez más poderoso ha garantizado la resistencia de las Fuerzas Armadas ucranianas y la prolongación de la guerra, que pronto cumplirá 16 meses.

Una vez que quedó claro para Putin que no era posible imponer una derrota rápida a Ucrania y que Estados Unidos y sus aliados impulsarían una escalada militar sin importar el precio que pagara el pueblo ucraniano, no le quedó otra alternativa que asegurar la ocupación de la región de Donbass y promover su anexión. Con Crimea anexionada en 2014, Rusia tendrá una frontera avanzada y una mejor posición geoestratégica, en caso de que la guerra concluya de acuerdo con ese objetivo.

Estados Unidos y la Unión Europea necesitan incorporar a Ucrania para poder avanzar en sus intereses económicos en la región antaño controlada por la antigua URSS y a un nivel militar superior frente a la resistencia de Rusia, surgida del proceso de restauración capitalista. Si Ucrania concluye su incorporación a la Unión Europea, lo que resultaría en una anexión, aunque bajo la máscara del derecho a la autodeterminación, el imperialismo estará en mejores condiciones de imponer a Rusia sus condiciones de existencia en la órbita del capitalismo mundial.

El régimen restaurador del capitalismo que erigido en Rusia, mantenido por una dictadura bonapartista como la de Putin, está obligado a ejercer la dominación económica en la región donde tuvo lugar la mayor conquista revolucionaria del proletariado mundial, es decir, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En última instancia, el derrumbe de la URSS en 1991 fue obra del imperialismo, gracias a la burocratización estalinista del régimen soviético, a la degeneración completa del Partido Comunista estalinista y a la liquidación de la organización más avanzada de los explotados, que era la III Internacional.

Las fuerzas económicas y militares implicadas en la guerra de dominación no ven la necesidad de referirse a esta cuestión fundamental. Esto porque esta es decisiva solamente para el proletariado. Ante las enormes dificultades para ganar la guerra e imponer sus condiciones de paz, Putin muestra que ha hecho todo lo posible para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos abiertos con Ucrania, que escapaba de la órbita rusa y pasaba a la del imperialismo norteamericano y europeo.

En este preciso momento, acosado por la escalada militar y la contraofensiva de Ucrania, Putin responde a una entrevista: «(…) ofrecimos todas las opciones a nuestros socios occidentales (…), pensábamos que éramos uno de ellos, queríamos estar en la familia de las llamadas naciones civilizadas. Me puse en contacto con la OTAN sugiriendo que investigáramos esta posibilidad, (…), ni siquiera se molestaron en considerarlo. (…) No dejamos piedra sobre piedra en nuestros esfuerzos y finalmente acordamos que la OTAN no se ampliaría (…). Todo el mundo quiere romper gradualmente a Rusia en pedazos (…) Ucrania forma parte del esfuerzo por desestabilizar a Rusia. En general, esto debería haberse tenido en cuenta cuando se tomaron las decisiones sobre la fragmentación de la Unión Soviética. Pero entonces, aparentemente, se esperaba que nuestras profundas relaciones fueran decisivas. Pero debido a una serie de circunstancias históricas, económicas y políticas, la situación condujo a un camino diferente. (…) No quieren el comunismo, todo bien ¿quién lo quiere hoy? Están tirando al fundador de Ucrania -Lenin- de su pedestal. OK, depende de ellos, pero están poniendo a Bandeira por encima y él es un fascista.”

Todo indica que, según los indicios del comienzo de la contraofensiva, es poco probable que Ucrania retome el territorio ocupado por las tropas rusas y avance sobre Crimea. Pero, según los informes, las fuerzas más decisivas siguen esperando el momento de entrar en acción. La rotura de la represa de Nueva Jakovka justo al comienzo de la contraofensiva provocó especulaciones sobre quién era el responsable, y denuncias por ambas partes. Esto es secundario, ya que ninguna guerra puede garantizar normas de buena conducta. Conviene recordar que las mayores catástrofes bélicas han sido causadas por el imperialismo, siendo la ocurrida en Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial el ejemplo más evidente.

En esta fase de la guerra -la de la contraofensiva- Zelensky enarboló la bandera de la paz. Instó a Brasil y a los países del Sur Global, no alineados con Estados Unidos, a participar en una reunión que se estaba preparando. Cada vez está más claro para las masas, especialmente en Europa, que Estados Unidos es el más interesado en prolongar la guerra el mayor tiempo posible y agotar la capacidad económico-militar de Rusia. La «paz» propugnada por Zelensky es la misma que el bloque imperialista propagó en la reunión del G7 y que Biden ya había esgrimido, es decir, la capitulación de Rusia. Ahora el gobierno de Ucrania utiliza la bandera de la paz, bajo la dirección del imperialismo, para justificar la escalada militar. Antes habían rechazado la propuesta de China.

Para la clase obrera y la mayoría explotada, no sólo en Ucrania y Rusia, sino en toda Europa, es más visible el significado de la continuación o el final de la guerra. El problema es que una paz democrática, justa y duradera no es posible bajo la égida del imperialismo. Sólo la clase obrera tiene interés en el fin inmediato de la guerra sin imposiciones por parte de las potencias y en el establecimiento de una paz sin anexiones. Es sobre esta base que los trabajadores deben pronunciarse, guiados por una posición de clase frente a la guerra y con la estrategia revolucionaria del proletariado.

(POR Brasil – Masas nº691)

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