¡TERMINAR CON EL CAPITALISMO ANTES QUE TERMINE CON LA HUMANIDAD! ¡MÁS QUE NUNCA LA ALTERNATIVA ES SOCIALISMO O BARBARIE CAPITALISTA!
Ya nada será igual. Y será mucho peor si no terminamos con el capitalismo descompuesto que nos empuja a la barbarie. No caerá sólo, por su peso, ¡lo tenemos que tirar abajo!
Desde los más diversos sectores se describe esta crisis como la más grave desde 1929. Superando la bancarrota de 2008/9 que no se había cerrado. Los pronósticos de la Organización Mundial de Comercio (OMC), el FMI, el Banco Mundial apuntan a una brutal caída de la producción y el comercio, con pérdida de decenas de millones de puestos de trabajo. En pocos meses se habrá producido una colosal destrucción de fuerzas productivas. La pandemia sólo actuó como detonador, los elementos explosivos de la economía ya estaban presentes de antes, el mercado mundial ya estaba estancado. Se entrecruzan las cuestiones sanitarias, económicas, sociales y políticas. Es inevitable
La barbarie está delante de nuestros ojos. Muertos abandonados en las calles y en las casas, decenas de miles que ni siquiera pueden ser despedidos por sus familias, muertos que no tienen lugar donde ser enterrados, miles que se han muerto sin que figuren en ninguna estadística, y que recién sabremos cuando todo esto haya pasado, ¿pasará? En EEUU mueren más negros y latinos, simplemente porque son los más pobres y desprotegidos. Son cientos de miles los que no son atendidos porque no alcanzan los sistemas de salud desbordados, desmantelados en décadas de abandono, de privatización, de destrucción del sistema público de salud, cientos de miles que no recurren al sistema de salud simplemente porque no pueden pagarlo, o porque temen que los deporten si se presentan en un hospital, millones que prefieren exponerse al contagio porque si no salen a trabajar cada día no tienen qué comer, y miles y miles de jubilados que son considerados descartables, que les dicen que no concurran al hospital, que igual se van a morir, deciden que se mueran para “salvar” a los más aptos, a los más jóvenes… (¿qué recuerdos nos trae semejante bestialidad?). Con todos esos jubilados que han trabajado toda la vida, que ahora se mueren, se van también sus conocimientos, sus experiencias, sus luchas, que atravesaron guerras, dictaduras, revoluciones, tradiciones formadas en décadas que no terminan de germinar en las nuevas generaciones.
A esto nos llevó el capitalismo en esta etapa final de pudrición, derrumbe, crisis. La pandemia se preveía que podía ocurrir en un futuro próximo y sin embargo ni las potencias supieron prepararse para enfrentarla. La pandemia terminó potenciando todos los elementos de crisis a una escala inimaginable. Los recursos que fueron quitados al sistema público de salud se destinaron al parasitismo financiero, a pagar intereses de las deudas, y a promover sistemas privados de salud para quienes pudieran pagarlos.
La barbarie la tenemos a la vista. Con la crisis del 2008/9 los más ricos entre los más ricos, aumentaron sus ganancias, son más ricos, y pagan menos impuestos. Los empresarios más poderosos buscan hacer nuevos negocios con las crisis, comprando acciones, bonos, empresas, propiedades desvalorizadas. Cierran sus fábricas, sus negocios, dejan de pagar los salarios, o que los pague el Estado. Si les amenaza la quiebra piden salvataje a los gobiernos, y una vez salvados reclaman recuperar “sus” empresas. Los gobiernos destinan cifras monumentales, de billones de dólares, para auxiliar a los capitalistas. Los más poderosos se apuran a concentrar los productos más demandados y a especular con su precio. Otros hacen negocios con los gobiernos vendiendo con sobreprecios. Los capitalistas en todas partes presionan para que se vuelva al trabajo, en cualquier condición, sin garantizar la seguridad a los trabajadores, porque la fuente de su riqueza está en la producción de mercancías, y eso no se puede detener. Otros despiden masivamente, o pagan una parte del salario, o lo pagan en cómodas cuotas. Los más poderosos se disputan los equipamientos, las medicinas, los elementos de protección en gran escala ofreciendo los precios más altos, abandonando a los que no puedan pagarlos.
La OMC alerta que el coronavirus podría provocar «la recesión más profunda de nuestra existencia». Prevé un desplome de hasta el 32% en el comercio global de bienes este año. América Latina y Europa también sufrirán caídas superiores al 30%. La ONU advierte que podrían perderse 195 millones de empleos en el mundo, que se sumarán a los más de 200 millones que ya había. Hace sólo un mes el organismo alertaba sobre una pérdida de 25 millones de puestos de trabajo. Calcula que hoy el 81% de la fuerza laboral global, se encuentra afectada por medidas de confinamiento total o parcial. De ese total 1.250 millones de empleos corresponden a sectores como la hotelería, la gastronomía, la industria y comercios de venta al por menor. En EE.UU. en sólo 3 semanas hubo 17 millones de nuevos desocupados, alcanzando el nivel de la crisis de 1929. El FMI afirma que estamos frente a “la peor caída económica desde la Gran Depresión de 1929”.
Desde muchos rincones afirman que deberá haber un nuevo orden. Que el capitalismo ya está agotado. Que las políticas neoliberales nos han llevado al precipicio. Que es necesario planificar la reconstrucción de la economía y la sociedad. Que ya nada será igual. Pero la mayoría de ellos tienen la ilusión de que el poder se autotransformará, que los mismos que nos llevan a la ruina, ante la evidencia del desastre, podrán dar una vuelta de timón y encarrilar la sociedad. Creen que con hacer buenos diagnósticos de la gravedad de la crisis alcanza. Hacen apelaciones morales, pidiendo que “se den cuenta y cambien”. Creen que el FMI, el BM, ahora son distintos, que los bancos serán comprensivos… Pero no dicen que para transformar la sociedad hay que empezar por expulsarlos del poder.
Estamos atravesando una época de profunda crisis, la burguesía es cada vez más incapaz de sostener la fachada de las democracias burguesas. La tendencia en todo el mundo es hacia una derechización de la burguesía, de sus regímenes políticos, ante la incapacidad para resolver los más mínimos problemas de la sociedad y contener la rebelión de las masas.
Florecen las tendencias chauvinista, los países imperialistas cierran sus fronteras y buscan derribar las de los demás países para introducir sus excedentes de mercancías. La unidad de Europa aparece fuertemente cuestionada por el “sálvese quien pueda” y que los que no puedan se hundan. España e Italia demandan préstamos millonarios del Banco Central, pero les llegará en cuentagotas y tarde. El coronavirus y el virus del derrumbe capitalista no tienen fronteras, atraviesan países y continentes. Las fronteras nacionales aparecen como el otro obstáculo para que las fuerzas productivas puedan expandirse libremente. Esas fronteras sólo serán barridas cuando la clase obrera conquiste el poder y pueda plasmar una verdadera unidad (en su caso los Estados Unidos Socialistas de Europa).
No hay otra salida para la humanidad que resolver la principal contradicción que existe entre el desarrollo de las fuerzas productivas que se ha alcanzado y las relaciones de producción. La propiedad privada de los grandes medios de producción es el obstáculo para que esas fuerzas productivas se destraben, para que puedan ser puestas al servicio de toda la sociedad. A escala mundial. Los bancos dominan las deudas gigantescas de los gobiernos, de las corporaciones, de las personas, que asfixia a toda la sociedad. La gigantesca concentración de la propiedad en un puñado cada vez más pequeño de grandes capitalistas es el mayor problema
Esta tarea no podrá ser resuelta por quienes detentan el poder sino contra ellos. No podrá ser resuelta a través del Congreso, de leyes, de mesas de negociación, consensos o constituyentes. El camino es el que ya conoce la humanidad desde hace mucho tiempo, el de la revolución social, acaudillada por la clase obrera, la única clase que no tiene ataduras con la propiedad privada. Una verdadera revolución popular en la que tomen parte las grandes mayorías oprimidas. La tarea es expropiar esos grandes medios de producción y transformarlos en propiedad social, (de todos en general y de nadie en particular). Pondremos fin así a la dictadura del capital, cerrando la prehistoria de la humanidad, para instaurar la dictadura del proletariado, gobiernos obrero-campesinos, conociendo por primera vez la democracia, autogobernándonos. Por esa vía comenzaremos a construir el socialismo. Planificando la economía, terminando con el caos y la anarquía capitalista que amenaza con destruir el planeta.
Las direcciones burocráticas de los sindicatos en todas partes se han sometido a las órdenes de los gobiernos capitalistas, permitiendo que se impongan todas las medidas de las patronales y sus gobiernos, que agravan dramáticamente las condiciones de vida y de trabajo. La clase obrera sufre por no contar con sindicatos y centrales que defiendan sus intereses, y por no haber resuelto la construcción de su dirección política, revolucionaria, su partido.
Tenemos que prepararnos desde cada lugar de trabajo y desde cada barrio, para tomar todas las medidas necesarias. Los capitalistas están desesperados para que ponga en funcionamiento la rueda de la producción y el comercio, poco y nada les interesan nuestras vidas. Para poder imponerlo tenemos que confiar únicamente en nuestra organización, nuestra unidad, y nuestros métodos de lucha, e imponer nuestra propia política:
► El plan de emergencia que debemos imponer parte de estatizar todo el sistema de salud, en uno solo, universal, gratuito, para todos, incorporando a los laboratorios y las fábricas que proveen equipos e insumos para el sistema. Incorporando a las obras sociales, las prepagas, las clínicas, etc.
► Impedir despidos y suspensiones. La defensa de los puestos de trabajo es esencial. Todas las horas de trabajo deben ser distribuidas entre todos los trabajadores, sin afectar el salario. Basta de trabajo precarizado, en negro. ¡Ni un trabajador sin trabajo!
► Inmediato plan de obras públicas, que comience por la construcción de los hospitales, escuelas y viviendas.
► Ninguna reducción salarial. Salario y jubilación mínimos equivalentes al costo de la canasta familiar.
► Garantizar la distribución gratuita de alimentos, medicamentos y artículos de higiene a toda la población.
► Suspender el pago de alquileres y tributos, garantizar la gratuidad y el acceso a todos los servicios: luz, agua, gas, teléfono, internet, etc.
► Concentrar los recursos en manos del Estado, expropiando a los terratenientes, recuperando la propiedad de los hidrocarburos, minerales y empresas estratégicas para planificar la economía en función a las necesidades de la vida y la salud humana y no del lucro capitalista.
► Estatización de la banca y el comercio exterior.
► Desconocimiento y no pago de la deuda externa de los países semicoloniales
10-04-2020