FRACASO DEL GOBIERNO EN CONTENER LOS PRECIOS
En medio del colapso general de la economía, el crecimiento de los precios, especialmente en los insumos básicos, en medio de la pandemia, se convierte en un problema político de primer orden.
El dólar no ha tenido variaciones importantes desde agosto pasado, nos referimos a la cotización del dólar que se aplica para pagar las importaciones de insumos y liquidar las exportaciones. Esta cotización fue siempre una referencia para remarcar precios hubiera ventas o no. Los precios internacionales de los insumos necesarios para la producción no se han elevado. Las tarifas están congeladas, en un nivel muy elevado, pero no tienen modificaciones desde el año pasado. El combustible mantiene su precio. Los salarios y las jubilaciones han tenido ajustes mínimos, sin recuperar todo lo perdido en los últimos años. Las tasas de interés que cobran los bancos se ha reducido en comparación con el año anterior. Estas cuestiones fueron los argumentos tradicionales para justificar el aumento de precios no explican la inflación actual.
La política de “precios máximos”, “precios de referencia”, “precios cuidados”, empieza a naufragar.
Todas las fracciones de la burguesía son contrarias a cualquier control de precios, adhieren al “libre mercado” (que de libre no tiene ya casi nada). Y amenazan que habrá desabastecimiento de aquellos productos esenciales si no dejan que se actualicen los precios. Y si hay desabastecimiento habrá una corrida de aquellos que están dispuestos a pagar lo que sea para conseguirlo y pueden hacerlo.
Y ya mostraron que pueden provocar desabastecimiento, con sus graves consecuencias. Arcor, Unilever, Molinos Río de La Plata y otras empresas de primer nivel redujeron sus entregas drásticamente. Los comerciantes de barrio, las farmacias, se quejan de que no pueden reponer lo que venden porque les entregan productos con precios a los que no pueden vender al público y que cuando se quejan a los distribuidores les dicen que no pueden entregarle los productos.
A su vez, las fábricas de alimentos aseguran que sus costos no dejan de subir y que si venden con los precios máximos que sostiene el Gobierno se funden. En algunos medios informan que las latas para envasar, que vende Siderar, las cotiza a precio dólar negro: a $120 y lo mismo ocurre con el plástico PET que se utiliza para hacer botellas de agua y gaseosas, sectores que se aprovechan de su posición monopólica para imponer precios y entregas. Y que desde varios sectores empresarios vinculados a las exportaciones retienen su producción esperando una devaluación.
El gobierno quiere hacernos creer que visitando los comercios, amenazando a los comerciantes, apelando a las amenazas por televisión, va a parar la remarcación.
Todos saben quiénes son los “formadores de precios” pero no se animan a tomar las medidas que hay que tomar. Por lo tanto su política “antiinflacionaria” está condenada al fracaso. Y los débiles ingresos que tenemos se van devaluando día tras días.
La respuesta de la clase obrera es terminar con la gran propiedad privada de las tierras, las grandes fábricas y los bancos, y también de los centros de distribución masivos, para que todos los productos que necesita la población lleguen en calidad, cantidad y precio para todos. Toda esa propiedad debe ser socializada bajo control obrero colectivo, para terminar con la especulación y el parasitismo.
(nota de MASAS nº 369)