(Estados Unidos) OFENSIVA BURGUESA PARA DESMANTELAR LAS PROTESTAS CONTRA LA VIOLENCIA Y EL RACISMO POLICIAL

COYUNTURA EXPLOSIVA

 

El 12 de junio, Rayshard Brooks, negro de 27 años fue asesinado por la policía en Atlanta, la capital de Georgia. Inmediatamente, estallaron protestas masivas. La carretera principal del estado fue bloqueada y el local de “fast food” donde ocurrió la muerte fue prendido fuego. El oficial que disparó los disparos fue despedido y acusado de asesinato. La jefa de la policía estatal Erika Shields renunció. «Es necesario generar confianza entre las autoridades policiales y las comunidades a las que sirven», dijo.

 

El asesinato de Brooks demostró que la violencia policial no deja de golpear a las masas negras, a pesar de que el país está atravesado por manifestaciones masivas y radicalizadas contra la violencia policial y el racismo. La continuidad de las protestas, en más de ocho semanas, dejó en claro que no fue solo una reacción única contra un asesinato. Sino, una reacción instintiva de las masas negras y oprimidas, firmes en la convicción de que no habrá forma de acabar con el terrorismo policial, sin los métodos colectivos de lucha.

 

La expresión más radical de estas tendencias tomó forma en la ciudad de Seattle. Después de enfrentamientos en el distrito de Capitol Hill, el 8 de junio, la policía abandonó la estación de policía del vecindario. Los manifestantes levantaron barricadas, cerraron los barrios y declararon el área «libre de policía». Bajo el nombre de «Protesta organizada de Capitol Hill» (CHOP, por sus siglas en inglés), los manifestantes armados (en los EE. UU. el porte de armas está legalizado) se ocuparon de su propia seguridad. La iniciativa fue replicada en Washington, donde los manifestantes levantaron barricadas e «impusieron» una «zona autónoma» cerca de la Casa Blanca, la sede del gobierno nacional.

 

TENDENCIAS Y CONTRADICCIONES

 

Aunque aparecen como iniciativas espontáneas y restringidas a pequeñas regiones, estas medidas señalaron la forma en que las masas avanzan en conflicto con el régimen burgués. Sin embargo, sus programas aún permanecen dentro de las soluciones democrático-burguesas a la crisis política, más o menos radicales (fin de la represión, congelamiento de alquileres, admisión libre y gratuita a la educación superior, etc.)

 

Es en este marco convulsivo y de iniciativas de autoorganización masiva fue que se manifestó la lucha huelguista. Hace dos semanas estalló una huelga de trabajadores portuarios en la costa oeste. El cuadro de huelgas no ha dejado de crecer y extenderse en los últimos meses. Ha habido más de 800 conflictos desde marzo. Exigen mejores condiciones de trabajo y medidas de bioseguridad bajo responsabilidad de las empresas, dado el aumento de contagios de Covid-19 entre los trabajadores.

 

Sin embargo, todas estas acciones son incapaces de superar el estrecho horizonte corporativo, reformista o burgués. Lo que revela, especialmente, el carácter contradictorio de las demandas de las llamadas «zonas autónomas», que oscilan entre la defensa de un «organismo de seguridad popular» (aunque reconocido por las autoridades) y la «completa reorganización» de las fuerzas policiales (apoyando los proyectos de ley propuestos para la reforma policial). De hecho, la mayoría de las huelgas de trabajadores, que surgieron a pesar del quietismo de las direcciones sindicales, no consiguieron convertirse en una fuerza social capaz de crear condiciones para soldar el movimiento contra la violencia y el racismo con la lucha en conjunto de los explotados, bajo un pliego nacional común de reivindicaciones.

 

MANIOBRAS BURGUESAS

 

La continuidad de las protestas y la creación de «zonas autónomas» alertaron a la burguesía de los peligros de que se reanuden las manifestaciones a un nivel más alto de politización y radicalización. Se observa, en las últimas semanas, un esfuerzo de las direcciones políticas, sindicales y religiosas para cooptar las manifestaciones, con el objetivo de desviar a las masas hacia soluciones institucionales burguesas a la crisis.

 

Estas maniobras se reflejaron en las campañas de la prensa monopolista y en las consignas de respeto a las instituciones, por la «acción pacífica» y de la necesidad de «negociar reformas», que han ido ganando protagonismo en el movimiento. Mientras que las consignas radicalizadas (como «disolución de la policía» y de «defensa colectiva») han ido retrocediendo, o limitándose a ciertos sectores de las protestas.

 

Es en estas condiciones, que los alcaldes y gobernadores de las ciudades y estados más conflictivos han estado anunciando un proceso de reformas en la estructuración, procedimientos y capacitación de la policía. En Minneapolis (Minnesotta), la ciudad donde fue asesinado George Floyd, se prohibieron las técnicas de inmovilización en el cuello, la rodilla o el brazo. La cámara legislativa de la ciudad incluso presentó un proyecto para «disolver» la policía y crear «un sistema de seguridad pública administrado por la comunidad». Según los concejales, la muerte de Floyd demostró que «ninguna reforma evitará la violencia y el abuso letales por parte de algunos miembros del Departamento de Policía», especialmente contra «las personas afroamericanas y de color». Por lo tanto, era necesario desarrollar un «nuevo modelo de seguridad pública», con «participación comunitaria».

 

Se han tomado medidas similares en otras ciudades del país, que han sido el epicentro de las protestas contra la violencia policial. En Los Ángeles, California, a pesar de que la técnica de inmovilización del cuello ha sido prohibida desde 1982 después de una revuelta popular contra la brutalidad policial que resultó en destrozos masivos y más de 36 muertes, las protestas masivas de las últimas semanas han impulsado a una docena de departamentos policiales a indicar que dejarán de aplicar la técnica. El gobernador también dijo que promovería una ley para prohibir la enseñanza de la técnica en el futuro. Se planteó, demagógicamente, reducir el presupuesto para los departamentos de policía, redirigiendo el dinero a planes sociales para la comunidad negra. En Seattle, el jefe de policía se negó a tomar medidas enérgicas contra los manifestantes de Capitol Hill y anunció que «revisaría» las tácticas de control de protestas. Sin embargo, la semana pasada, finalmente decidió abandonar ese camino y reprimir el levantamiento del distrito.

 

Se han anunciado iniciativas similares en varios estados y cámaras legislativas del país (condenando a los agentes de policía por «estrangulamiento agravado», «control ciudadano» sobre la policía, prohibiendo la contratación de agentes de policía con antecedentes, etc.). Sin embargo, lo esencial es señalar que la cantidad y diversidad de medidas exponen cuánto la revuelta nacional obliga a la burguesía a ofrecer soluciones institucionales a la crisis, con el objetivo de poner fin a las manifestaciones.

 

CRETINISMO ELECTORAL

 

Lo cierto es que las promesas de poner fin a los «métodos policiales obsoletos» han favorecido principalmente a alcaldes y gobernadores vinculados al Partido Demócrata. Se observa que las campañas electorales demócratas ahora se posan sobre el movimiento, buscando usarlo como un trampolín para sus candidatos, aprovechando el creciente rechazo del gobierno de Trump. Se sabe que un gran sector de republicanos se declaró a favor reformar los cuerpos policiales y sus procedimientos. Y procedieron a condicionar su apoyo a un segundo mandato de Trump a su política antes el movimiento.

 

Estas declaraciones potenciaron el aislamiento de Trump, que ya venía agravándose desde que el jefe del Pentágono se negó a usar el ejército para reprimir las protestas. Aunque, en el auge del movimiento, Trump había amenazado con una intervención militar, ahora acorralado, está reajustando su política, con el objetivo de favorecer sus posibilidades electorales y mantener el apoyo de las fracciones del Partido Republicano. Y el 16 de junio, anunció que había firmado un decreto de reformas en el protocolo de acción policial, financiación nacional a los departamentos con «buenas prácticas» y una base de datos de «agentes con mal comportamiento».

 

Como podemos ver, las manifestaciones son rodeadas por la política burguesa, con el objetivo de debilitar el movimiento y utilizarlo como base para las maniobras electorales. Se pretende también hacer pasar la idea de que los políticos burgueses son sensibles a las tragedias de la población, principalmente negra, y que pueden cambiar una de las corporaciones más poderosas del aparato estatal.

 

UNA CORPORACIÓN IMPUNE

 

La policía estadounidense tiene una enorme capacidad de presión y coerción sobre el poder político. Esta especial situación surge de la necesidad de mantener la gobernabilidad en equilibrio. El aumento o la disminución de las tasas de criminalidad pueden favorecer a los candidatos y potenciar gobiernos; o bien afectarlos y hundirlos, si la policía se encuentra en oposición. A cambio de los «servicios prestados», la policía recibe grandes presupuestos, apoyo institucional e impunidad judicial.

 

La corporación policial ejerce este vasto poder en defensa de sus propios privilegios económicos (jubilación diferenciada, fondos de pensiones multimillonarios, negocios especulativos, etc.) y jurídicos. No es casualidad que los sindicatos policiales hayan alertado contra cualquier intento de cambiar la llamada «inmunidad calificada», cuyo principio básico es que un oficial de policía no ha cometido un delito, a menos que haya un precedente judicial claro con el que compararlo. Como los crímenes policiales están sistemáticamente cubiertos por la justicia y la política burguesas, casi no hay «antecedentes legales»

 

Solo cuando hay registros visuales (como con Floyd y Brooks), es que la justicia es obligada a condenar y castigar al oficial de policía. Esto explica por qué, de los 7.600 casos de muertes policiales entre 2013 y 2019, en 95 casos, hubo procesos penales y solo 48 condenas. De ello se deduce que una verdadera reforma de los procedimientos policiales también debe incluir cambios en los procedimientos y antecedentes jurídicos, para tipificar a la violencia policial como un delito.

 

LA POLICÍA ES IRREFORMABLE

 

La policía es un cuerpo represivo especializado, organizado y entrenado para aplastar las luchas de los oprimidos, que se alzan en combate contra las medidas y políticas del estado burgués, que atacan sus condiciones de vida y destruyen derechos, organizaciones y movimientos que avanzan en choque con la gran propiedad privada de los medios de producción, y para ahogar en sangre las siempre crecientes manifestaciones de la barbarie social capitalista (violación, prostitución, narcotráfico, etc.)

 

Está absolutamente claro que Estados Unidos se está hundiendo en la peor recesión de su historia. De modo que cuanto más avanza la descomposición, más empeoran los enfrentamientos entre las clases y más adquiere la violencia del Estado contornos bárbaros y brutales. Como los negros y negras son el sector más oprimido entre los oprimidos, la brutalidad policial contra las masas negras tiende a exacerbar su carácter chauvinista y racista. Lo que explica, a su vez, por qué no será posible reformar sus métodos y procedimientos, calcados de los métodos económicos y políticos mediante los cuales ejerce su dictadura de clase de la burguesía monopolista blanca sobre la nación en su conjunto.

 

El asesinato de Floyd, Brooks y decenas de manifestantes dejaron en claro el carácter estructural del racismo como expresión de la dominación burguesa blanca. Esto no excluyó, por supuesto, que la corporación policial pudiera aceptar el cambio de ciertos procedimientos y técnicas, para eludir mejor a las masas y atenuar las fricciones dentro del aparato estatal. Este es el caso en la coyuntura actual, con las reformas propuestas en los procedimientos policiales en todo el país.

 

POLÍTICA Y ESTRATEGIA PROLETARIA

 

Los cambios en los procedimientos, técnicas y composición coyuntural de los cuerpos policiales no cambiarán, ni alterarán su contenido de clase, el racismo fisiológico y las estructuras ideológicas chovinistas que lo impregnan de arriba a abajo. Estas características corresponden a la estructuración histórica particular del capitalismo en el país, cuyas raíces se encuentran en la brutal opresión ejercida sobre la fuerza laboral esclava negra. Así como la integración segregada de los negros en el trabajo asalariado y la vida política y civil, sin garantizarles la igualdad real con los blancos.

 

Hace casi 60 años, se aprobó la igualdad legal entre negros y blancos. El 19 de junio de 1865, se celebra el Día de la Libertad, el día en que se anunció la Proclamación de la Emancipación de los negros. El 1 de enero de 1863, el presidente Abraham Lincoln firmó la Ley de Emancipación, que liberó a 4 millones de esclavos. Así, terminó un largo período, desde la Declaración de Independencia, que legalizó la esclavitud en la mitad de los estados de la Unión.

 

Sin embargo, a pesar de todos estos grandes cambios legales, como en el pasado, las masas negras continúan experimentando violencia estatal, discriminación racial, profundas desigualdades económicas, la falta de garantías civiles y el segregacionismo en la vida política y social.

 

Esto explica porque, a pesar de que la base material inmediata de las protestas son las vidas de los negros quitadas por la brutalidad policial (entre los jóvenes negros la muerte a manos de la policía es la sexta causa de muertes anuales), el hecho es que la violencia y la discriminación racial son un sello distintivo del aparato estatal y de la fisonomía de clase de la burguesía monopolista blanca racista.

 

La política revolucionaria comienza precisamente caracterizando de manera clara y precisa estas premisas materiales, económicas e históricas. Así, la vanguardia con conciencia de clase tiene la tarea de aclarar el verdadero propósito de las maniobras reformistas; combatir las traiciones de las direcciones religiosas y sindicales que pretenden someter a las masas a sus opresores y asesinos; advertir a los explotados contra las falsas ilusiones de reformar y moralizar los métodos policiales; luchar por la unidad de explotados negros y blancos contra sus opresores de clase común; y, en particular, para defender y desarrollar políticamente el instinto de las masas, que están orientadas a exigir la disolución de los cuerpos represivos del estado burgués y tomar en sus propias manos la autodefensa colectiva de las masas.

 

Pero solo en la medida en que se construya el partido revolucionario marxista-leninista-trotskista, y se levante en el seno del proletariado el programa y la estrategia de la revolución y dictadura proletaria, es que se darán pasos decisivos para crear las condiciones para forjar una poderosa dirección revolucionaria capaz de unificar y soldar la lucha democrática de las masas negras, latinas y blancas contra el chovinismo, y por el fin de la opresión y la discriminación racial, con la lucha del proletariado por el socialismo y por la completa y real igualdad entre negros y blancos.

 

(nota de MASAS nº 613; POR – Brasil)

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