(Estados Unidos) Continúa la lucha de clases
El 23 de agosto, en Kenosha, Wisconsin, un oficial de policía le disparó siete veces en la espalda a un hombre negro, Jacob Blake. Tres días después, en Los Ángeles (California), un policía asesinó a otro hombre negro. No pasa una semana sin que se denuncien nuevos casos de violencia y discriminación racial por la fuerza.
Las masas oprimidas de negros y blancos, cansadas de la violencia policial y la impunidad, y empujadas por la destrucción de sus condiciones de vida en los últimos años, han pasado de protestas pacíficas y minoritarias a construir movilizaciones nacionales masivas y radicalizadas. Desde el asesinato de Freddy Gray en Baltimore (abril de 2014), pasando por la rebelión en la ciudad de Ferguson, contra el asesinato de Michael Brown (agosto de 2014), hasta el asesinato de George Floyd, han seguido una línea ascendente. Pero la ausencia de una dirección revolucionaria y un plan unificado con las huelgas obreras de este año llevó al movimiento a un impasse. El asesinato de Rayshard Brooks (Atlanta, en junio) y Jacob Blake reavivó las protestas que, esta vez confluirían con la disputa electoral interburguesa entre republicanos y demócratas.
La síntesis de este curso muestra que la insurgencia instintiva de las masas –negras y blancas- apareció en el escenario de lucha con huelgas, lo que marca un avance de la lucha de clases. Es sintomático que, desde hace algún tiempo, se manifiesta a través de la destrucción y el saqueo por parte de los manifestantes en ciudades, barrios, comercios y propiedades. Es parte de esta evaluación el hecho de que las protestas -con avances y retrocesos- han desencadenado las acciones armadas de milicias ultraderechistas y de supremacistas blancos que, bajo la consigna de «proteger» las propiedades y negocios de la «anarquía» y los «izquierdistas», pasaron a participar, en todo el país, en la represión física de las protestas con la policía. Es lo que sucedió en Kenosha.
En el momento en que las protestas llenaron las calles de la ciudad, hubo un enfrentamiento entre grupos antirracistas y milicias blancas de ultraderecha. Kyle Rittenhouse, de 17 años, armado con un rifle, disparó contra manifestantes y mató a dos de ellos. Rittenhouse se había trasladado de Antioch (Illinois) a Kenosha, respondiendo a la llamada de la milicia de Wisconsin. Cuando estuvieron presentes, fueron felicitados por la policía, quienes los animaron a actuar en la represión.
Resulta que la confluencia del brazo armado del Estado burgués y las bandas paramilitares de supremacistas blancos se fundamenta material e ideológicamente en el hecho de que constituyen una manifestación de opresión social y racial, cuyas raíces se establecen en la esclavitud de los negros, y en la institución policial norte-americana en los modelos de las «patrullas de esclavos» del sur. Sobre estas bases se construyó la matriz ideológica y racial detrás de la policía, que expresa la supremacía blanca en todas las relaciones políticas y sociales del país. Es por eso que el fortalecimiento del estado policial -en el contexto de la ofensiva de la burguesía monopolista contra la vida de las masas- se manifiesta en sus rasgos más brutales, cuando se descarga contra los negros.
Ciertamente, esta proyección nacional actual de las milicias de extrema derecha racista expresa el fortalecimiento de las tendencias fascistizantes y militarizantes que se producen dentro de la política burguesa. Cuando Trump visitó Kenosha el 1 de septiembre como parte de su campaña para la reelección, defendió la acción de Rittenhouse, calificándola de medida de «autodefensa». Días antes, había declarado: «Estas elecciones decidirán si defendemos el estilo de vida estadounidense o si permitimos que un movimiento radical lo desmantele y destruya por completo«.
Esta retórica alienta la represión policial y las acciones de las milicias contra la verdadera autodefensa de las masas, presionadas por el desempleo y la pobreza creciente. No hay otro camino para los capitalistas que la reanudación de sus ganancias, lo que los obliga a intensificar la ofensiva contra la vida de las masas. Lo que requiere aplastar sus luchas instintivas. Para ello, recurren a la desesperación de la clase media blanca arruinada, ahogada por el colapso de la economía y el peso de las deudas, haciéndoles creer que, para preservar sus inestables condiciones de existencia social, es necesario aplastar físicamente las luchas, las huelgas.
No es casualidad que las milicias supremacistas blancas sirvan a los diferentes gobiernos (federal, estatal y municipal). En Portland, la policía colaboró con líderes de ultraderecha para reprimir protestas. En California, en 2018, la policía y los supremacistas tomaron medidas enérgicas contra los activistas antifascistas. Hubo el caso de un fiscal federal que recurrió al grupo Projet Veritas (ultraderechista), para recabar pruebas contra periodistas y manifestantes “anti-Trump”.
Es también sobre esta base social de las milicias que el estado burgués recluta parte de la policía. El FBI (Federal Bureu of Investigations) advirtió que estos “infiltraron” a la policía en al menos 14 estados. De hecho, Rittenhouse fue parte de un programa llamado «Explorer», que tiene como objetivo «capacitar» a adolescentes y adultos en actividades de «vigilancia policial y comunitaria» en Illinois. Tales relaciones sociales, a su vez, se reflejan en la política burguesa. El 84% de los policías apoyan a Trump, y la mayoría de sus sindicatos sirvieron como bastión electoral para su victoria en 2016. En la Convención Nacional Republicana de este año, el presidente de la Asociación Nacional de Organizaciones Policiales de EE. UU., Mick McHale, acusó a alcaldes y gobernadores Demócratas por permitir el vandalismo y «no apoyar a los agentes de policía».
Resulta que las fuerzas policiales supremacistas blancas y las milicias son puntos de apoyo social y electoral para la fascistizante política nacional-chovinista que elevó a Trump a la presidencia. Los demócratas, a su vez, presentan su victoria electoral como la única forma de expandir los derechos de los negros. Sin embargo, han pasado 50 años y varios gobiernos demócratas han llegado al poder desde que el movimiento de derechos civiles obtuvo el reconocimiento legal de la igualdad racial. Sin embargo, persisten los cimientos (económicos, sociales y políticos) de la segregación racial, que condiciona las relaciones entre negros y blancos en la economía y en el Estado.
Esa es la razón que expresa la completa quiebra de la burguesía liberal y su partido en el cumplimiento de la tarea democrática de integrar, en igualdad de condiciones, a la población negra en la vida económica, civil y política. Este camino, en cambio, expone los límites del movimiento reformista y pacifista, que acabó sometiéndose a la estructura chovinista y militarizadora de las instituciones burguesas.
Esta constatación no significa desconocer la importancia de la lucha por los derechos civiles, democráticos y políticos de las masas negras, para impulsar la lucha de clases. A través de él, se manifiestan las tendencias instintivas de las masas negras a luchar contra el régimen burgués en su conjunto. Pero, en ausencia de su dirección revolucionaria, tienden a agotarse y terminan sirviendo de base social a las desviaciones burguesas electorales e institucionales.
Sólo la lucha revolucionaria del proletariado por la expropiación de los grandes medios de producción y su transformación en propiedad social, constituyendo así la dictadura del proletariado, creará las bases materiales y sociales para comenzar a acabar con las heridas de la discriminación racial. Para que el movimiento de las masas negras tenga que converger con el proletariado y otros pueblos oprimidos, en la tarea de superar la crisis de la dirección revolucionaria, construyendo el partido marxista-leninista-trotskista. Así se elevará la rebelión instintiva y espontánea de las masas a la política socialista consciente, así como la unidad política y de acción de los explotados negros y blancos.
La tarea inmediata que se coloca para comenzar a dar pasos en este camino es establecer una plataforma común para la intervención de los explotados y oprimidos, bajo un frente único en defensa de sus vidas. Y para coordinar y nacionalizar los métodos de acción de masas: que deben arrancar de la burguesía sus reivindicaciones, apoyadas en la democracia directa y en la acción colectiva. Lo que significa defender y poner en práctica el elemental derecho a la autodefensa, tanto ante la represión estatal como de los grupos paramilitares. En el proceso de esta lucha se empezará a forjar una vanguardia con conciencia de clase, y se romperá el legalismo y el pacifismo, que aprisionan a los explotados y a los oprimidos a la burguesía blanca racista.
(nota de MASAS nº 619 – POR Brasil)