Manifiesto: Día de la Conciencia Negra

 POR – Brasil 20/11/2020

  • Que las manifestaciones levanten las reivindicaciones que unan a la mayoría oprimida contra la burguesía y sus gobiernos.
  • Que abran el camino para la lucha independiente de los negros contra el racismo, la discriminación y la consecuente violencia.
  • Que el movimiento negro sea parte de la lucha del proletariado por su emancipación del capitalismo y por el socialismo.

El año 2020 seguramente estará marcado en la historia como un año muy duro en la vida de los explotados, en particular, la de los negros en Brasil. El empeoramiento de sus condiciones de vida y la incapacidad de respuesta de la burguesía y sus gobiernos son visibles. El papel que juega el reformismo en este proceso es desastroso, ya que desvía los instintos de lucha y revuelta de las masas explotadas hacia el parlamento y las elecciones. Alimenta las ilusiones de que la brutal opresión racial, el desempleo y la miseria de los explotados se resolverán intercambiando un gobierno burgués por otro. La vanguardia negra con conciencia de clase se enfrenta a la necesidad de superar la política burguesa y pequeñoburguesa, que somete el movimiento al Estado y a los intereses de los partidos que se visten con la máscara de la «igualdad social».

SITUACIÓN DE LOS NEGROS EN LA PANDEMIA

Llegamos el 20 de noviembre con la posibilidad de una segunda ola de pandemia. Ya hay más de 1,3 millones de muertos en el mundo y más de 165 mil en Brasil (sin contar la subestimación). La pandemia, otra cara de la barbarie capitalista, provocó una profundización de la crisis económica y las precarización de las condiciones de vida de los más pobres. La burguesía descargó todo su peso sobre los explotados. Y es sobre la mayoría negra donde se descarga el mayor peso. Se observa que, entre el desempleo récord del 14,4%, se destaca el 29,6%, que alcanza a los jóvenes. En cuanto a las muertes provocadas por el coronavirus, el 57% son de negros y el 41%, de blancos.

Los explotados, blancos y negros, ante la parálisis de sus organizaciones sindicales y populares, no se beneficiaron del método científico de aislamiento, para evitar la transmisión del virus, y se vieron sometidos a la política burguesa de aislamiento social. Parte de ellos salió en busca de sustento, trabajo, ayuda de emergencia; otra parte siguió trabajando y se contagió en los transportes abarrotados. Y mientras el proletariado se las arreglaba como podía para intentar sobrevivir, los gobiernos aprovecharon la oportunidad para imponer medidas para proteger al capital. Por lo tanto, la crisis se descargaba sobre las espaldas de los trabajadores. La falsa polémica interburguesa sobre salvar vidas o puestos de trabajo quedó al descubierto, cuando no pudieron salvar ni vidas, ni puestos de trabajo. Aunque se reconoce la existencia de millones de blancos explotados, fueron las masas negras las más golpeadas por la crisis económica y sanitaria.

Las organizaciones sindicales, estudiantiles y populares, incluidos los colectivos negros, no pudieron comprender que los explotados nunca debían depositar la confianza de sus vidas en manos de la burguesía. Por el contrario, sus direcciones colaboraron, a través de asambleas virtuales, para aprobar medidas de ataque a los trabajadores, como la MP936, cuando era necesario construir un movimiento independiente de los gobiernos, utilizando los métodos de la lucha de clases. Era necesario enfrentar el miedo al virus, imponer las condiciones sanitarias necesarias para la supervivencia de la población negra y pobre.

NO SERÁ CON LEYES QUE SE ACABARÁ CON EL RACISMO

En medio de una pandemia, el Estatuto de Igualdad Racial cumplió 10 años. No hubo una evaluación crítica de su aplicabilidad, dada la situación real que vive la mayoría negra. El Estatuto, y su consecuente falencia, expone la impotencia de la tesis reformista de que es posible, bajo el capitalismo imperialista y en descomposición, implementar reformas progresistas, mediante leyes que mitiguen la opresión racial. Una impostura que tiene sus raíces en la tesis de que la opresión racial es separada y paralela a la opresión de clase. La consecuencia política de esta distorsión es que la opresión racial podría resolverse mediante la educación, la prevención y la coacción. Educación antirracista en las escuelas, prevención a través de leyes y castigo ejemplar para quienes cometen este delito.

El camino a seguir es otro: mostrar que la opresión racial tiene raíces históricas y sustentación material en la sociedad de clases, en la propiedad privada de los medios de producción y en la explotación del trabajo asalariado. La opresión racial es una manifestación de la opresión de clase. Es sintomático que la redacción del Estatuto escondiera el sistema esclavista brasileño, cuando se trata de la “formación social del país”, después de todo, tendrían que explicar cómo las masas esclavizadas en el Brasil colonial e imperial se convirtieron en esclavos asalariados del capital, una fuerza de trabajo profundamente degradada y sometida a la competencia con trabajadores europeos más calificados. Entonces tendrían que reconocer que toda la opresión racial está arraigada en la formación de la fuerza de trabajo en Brasil, y reconocer que el fin de la opresión racial solo puede vincularse al fin de la explotación del trabajo.

Se cumplió la condición política para que el reformismo aplicara su programa, con el ascenso del PT al poder estatal. El propio Estatuto es el resultado de este proceso, con su aprobación en 2010. Sin embargo, 10 años después, podemos demostrar su completa quiebra. Además de no cumplir con la propuesta, vimos empeorar la condición concreta de los negros. La excepción son las cuotas raciales para las universidades. Este fue el único indicador que mejoró, aunque de una manera consentida por la burguesía a una pequeña porción de la población negra, y no cambió las condiciones de vida de la gran mayoría.

Destacamos solo un punto fundamental en la lucha de los negros, especialmente este año: la violencia policial. En el artículo IV del Estatuto, aparece que “el Estado adoptará medidas para frenar la violencia policial contra la población negra”. Letra muerta. La violencia policial contra las masas negras nunca ha cesado. Los asesinatos de jóvenes negros, como João Pedro, David Santos, João Vítor Gomes, Rodrigo Cerqueira, etc., por parte de la policía, son solo algunos ejemplos. En 2019, en RJ, del total de muertes policiales, el 78% fueron negros, los otros Estados no tienen cifras mucho mejores. Lula llegó a la posición reaccionaria de decir, en el “live de conmemoración” de los 10 años del Estatuto, que la policía “no está preparada” y, ante tan crudos números de violencia policial contra los negros, defendió el reforzamiento del aparato represivo del Estado. Cabe destacar que, precisamente en los gobiernos del PT, estalló el encarcelamiento de jóvenes negros y pobres. Hoy, tenemos más de 750 mil detenidos, en una capacidad de 415 mil y 22 mil menores de 18 años, presos en “Unidades Socioeducativas”. La mayoría absoluta es negra.

La violencia policial es sólo una consecuencia de la sociedad de clases, en la que la ultraminoría burguesa impone condiciones infrahumanas de existencia a la mayoría oprimida. El hecho de que recaiga principalmente sobre los negros indica que éstos soportan el mayor peso de la explotación, el desempleo y el subempleo. La discriminación del color de la piel tiene sus raíces en la economía y la dominación de clases.

NUESTRA LUCHA

Poco después del inicio de la pandemia, estallaron manifestaciones de negros en Estados Unidos en respuesta a la violencia policial. El caso de George Floyd fue el más emblemático, pero no el único. El instinto de revuelta masiva ignoró los riesgos de contagio y los obligó a salir a la calle para exigir el fin de la violencia policial. Black Lives Matter se proyectó y dirigió el movimiento, pero su carácter pequeñoburgués lo limitó, en la tarea de construir un poderoso movimiento negro independiente de la burguesía. Además, la ausencia de un partido revolucionario en Estados Unidos determinó el destino de este levantamiento. El resultado fue la canalización de reclamos por la vía electoral, que culminó con la victoria del Partido Demócrata burgués, liderado por Biden y Harris, una mujer negra, elegida a dedo por el partido, para ocultar el carácter racista de la burguesía y sus partidos. La radicalidad inicial fue reemplazada por la palabra “VOTE” en todos los países.

En Brasil, también pudimos ver un aumento de las ilusiones democráticas, sin necesidad de un levantamiento expresivo. Correspondía a los partidos electorales reformistas, como PT, PCdoB, PSOL y satélites, engañar a los explotados, que la solución a sus problemas se daría en las urnas. Salieron del refugio virtual y empezaron, con pandemia y todo, a buscar votos. Ante tan violenta ofensiva de la burguesía al empleo, los salarios y los derechos, los reformistas y centristas impulsaron las campañas de candidatos negros, mujeres, trans, jóvenes, etc. Vale recordar que incluso la burguesía ve con buenos ojos estas candidaturas y apoya su expansión, a través de cuotas y reparto de fondos.

El retraso histórico en la construcción del partido de la revolución proletaria favorece y explica la canalización de la mayoría oprimida hacia las ilusiones de que es posible reformar el capitalismo, utilizar la democracia para la “participación popular” y, en particular, reducir la discriminación y permitir la igualdad de oportunidades. Este liberalismo vulgar de los reformistas choca con las condiciones desintegradoras del capitalismo y la necesidad de la burguesía de incrementar la explotación del trabajo. No es casualidad que un sector de la burguesía haya estado promoviendo la propaganda de la igualdad racial, mientras que otro se aferra en el odioso racismo y oscurantismo. La independencia de la lucha de los negros explotados frente a estas dos fracciones se logrará desarrollando las reivindicaciones de las masas y construyendo el partido obrero revolucionario.

El Partido Obrero Revolucionario lucha para que las masas negras superen las ilusiones democráticas y la política de conciliación con la burguesía y sus gobiernos. Hay que combatir los ataques de la burguesía en el campo de los explotados, en huelgas, actos masivos, en los comités de fábrica y de barrio. Esta lucha conduce a la independencia de clase y a la construcción del partido revolucionario. Que el 20 de noviembre de 2020 no sea de fiestas culturales, como es tradicional, ni de lamentos. Que sea un día que abra el camino para la lucha independiente, en defensa de las necesidades más sentidas de los negros. La lucha de las masas negras se funde con la lucha del proletariado como un todo. Ahí radica la necesidad de utilizar el día de la conciencia negra para llamar a las centrales sindicales, sindicatos, movimientos populares y estudiantiles, colectivos negros y de mujeres, para construir un frente amplio en defensa del empleo, los salarios, las condiciones sanitarias y el fin de la violencia policial (que solo puede suceder con el fin del aparato represivo del Estado burgués). La lucha por estas necesidades debe conducir a la lucha estratégica por la revolución y dictadura proletaria, la única forma de acabar con todas las formas de opresión.

 

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