Guatemala: levantamiento obrero y popular
Hace dos semanas se aprobó en el Parlamento de Guatemala el presupuesto presentado por el gobierno para el año 2021. El proyecto pretendía elevar la deuda externa, hasta llegar a los US$ 28.500 millones, aumentando los pasivos en un 41,2% para el 2023.
Una vez aprobado el presupuesto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) se comprometió a liberar recursos, para hacer frente a los graves problemas derivados de la pandemia y la crisis económica. Pero, al precio de exigir privatizaciones, recortes en educación y salud, y que se apliquen contrarreformas laborales y de seguridad social. Aceptar este plan, cuando la mitad de la población vive en la pobreza y las tendencias de lucha de las masas están dando un salto adelante, en varios países de América Latina, fue un error brutal del gobierno. Los levantamientos, protestas y huelgas han ido rompiendo la esperanza burguesa de que las masas aceptaran pasivamente la violenta ofensiva. Esto se demostró cuando el país fue superado por protestas masivas y radicalizadas contra el presupuesto (miles de manifestantes incluso quemaron el Congreso).
El presidente Giammattei decidió intentar aplastar la revuelta con una represión brutal. Las masas guatemaltecas no detuvieron su ofensiva. Este choque no se limitó al choque de las masas con el gobierno entreguista. También surgió la resistencia de una facción burguesa a la aprobación del presupuesto. El Comité de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif) exigió la revocación del proyecto. La Asociación de Cámaras de Comercio Binacionales (Ascabi), la Cámara de Alimentos y Bebidas de Guatemala y la Cámara Empresarial de Comercio y Servicios, siguieron la misma línea de resistencia institucional. La movilización popular y el descontento de la burguesía impulsaron la crisis política.
El vicepresidente, Guillermo Castillo, declaró, aunque en tono de chantaje, que él y Giammattei deben renunciar y abrir el camino para una solución pacífica al conflicto. El presidente se negó a dar este paso y los parlamentarios se negaron a convocar elecciones anticipadas. El imperialismo se ha mostrado firme en el mantenimiento del gobierno entreguista. Finalmente, el gobierno y el parlamento decidieron retirar el proyecto y convocaron a negociaciones, con el objetivo de establecer un entendimiento detrás de los explotados.
En la base de este convulso proceso se encuentra la estructura histórica del país, como proveedor de materias primas al mercado mundial. La producción agrícola, controlada por terratenientes y agroindustrias, corresponde al 85% del PIB. Una cuarta parte del PIB, dos tercios de las exportaciones y la mitad de la mano de obra se concentran en la producción de caña de azúcar, café y banana (principales fuentes de beneficios monopolísticos y de ingresos por exportaciones). Pequeñas propiedades campesinas y tierras de comunidades indígenas abastecen al mercado interno de maíz, frijol, arroz, trigo, carne, etc. Esto, a su vez, se refleja en el retraso en el desarrollo de la industria.
No por casualidad una gran parte de los productos esenciales para la producción, que repercuten en los precios internos, son importados: aceite, materiales de transporte, maquinaria, herramientas, etc. Como se puede observar, la permanencia del latifundio y el avance de la agroindustria monopolista condicionaron el bajo desarrollo industrial y un amplio mercado interno. Esto también se refleja en la debilidad social del proletariado industrial. Y así, las formas pre-capitalistas atrasadas continuaron siendo un factor económico importante en la economía combinada de la semicolonia, y la fuente de la lucha de clases.
La existencia de una mayoría indígena (41% de la población total) y campesina está en la base de los permanentes conflictos sociales por la propiedad y el usufructo de la tierra. Además se sumam las necesidades de las masas agrarias, la dura situación de los asalariados, pequeños comerciantes y artesanos de las ciudades, que se ven obligados a enfrentarse con los gobiernos y los monopolios, que controlan el comercio, fijan precios internos, absorben recursos presupuestarios y empobrecen constantemente a las masas urbanas.
Los explotados solo comenzarán a liberarse de la vieja y obsoleta cadena de opresión del colonialismo y el capitalismo semi-colonial colocándose por la resolución de tareas -democráticas. Por eso, con cada enfrentamiento general, surge la necesidad de romper la dominación imperialista, de resolver el tema de la tierra y las nacionalidades indígenas. El programa de independencia nacional y revolución agraria sintetiza las tareas democráticas.
El fracaso en la solución de estas tareas democráticas estuvo en la base de la formación de la guerrilla, que convulsionó al país de 1963 a 1996, así como de la llamada “Revolución de Octubre”, que, en 1944, abrió el camino al intento del nacionalismo burgués de establecer un cierto control estatal sobre la riqueza nacional y promover una limitada reforma agraria. El imperialismo no estaba de acuerdo con la expropiación ultra-limitada de tierras ociosas, aunque fuera bajo compensación. Esta síntesis es suficiente para demostrar que la burguesía nacional nació ligada a los intereses imperialistas y es congénitamente incapaz de cumplir con las tareas democráticas. De forma que no hay posibilidad de que la burguesía y las oligarquías asuman la orientación del FMI, sin afectar los intereses más elementales de la mayoría oprimida.
El problema, sin embargo, radica en que el proletariado guatemalteco, y en particular su fracción agrícola, aunque como minoría y como clase revolucionaria por excelencia, debe dirigir programáticamente la revuelta de la mayoría de campesinos, pueblos indígenas, artesanos y pequeños comerciantes. Objetivamente, las revueltas sacan a la luz las tareas democráticas, pero no pueden encarnarlas como parte de la revolución social, proletaria y socialista. El hecho de que la clase obrera sea minoritaria y poco desarrollada no le impide constituirse como dirección de las masas, una vez que es parte del proletariado mundial, en particular del latinoamericano. El principal problema es que necesita del partido revolucionario. La vanguardia con conciencia de clase tiene a su favor la potenciación de la revuelta instintiva de los explotados y oprimidos, para volcar sus energías a la elaboración del programa de la revolución y dictadura proletarias.
Nota de Massas nº 625 POR – Brasil