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Brasil: Lo que los trabajadores tienen enfrente

Ni bien concluyeron las elecciones se reanudaron las noticias sobre las cifras espantosas de la pandemia. Los contagios permanecen fuera de control. Las muertes diarias se mantienen en altos niveles. Se volvieron a llenar las camas y las UCI. El gobierno de São Paulo anunció el regreso de acciones dirigidas al aislamiento social. El alcalde reelegido, Bruno Covas, pronunció un discurso inaugural contra el “negacionismo”. El ministro de Salud, general Pazuello, evaluó que no hay nada de qué preocuparse. La posición de Bolsonaro es que no permitirá retroceder de la normalidad. Covas se arrepintió de lo que dijo y buscó reconciliarse con Bolsonaro. Fueron los primeros días de la postelección.
Los explotados, pobres y miserables fueron arrastrados por la política burguesa, sin tener la mínima noción de que sus condiciones de existencia empeorarán, en lugar de mejorar. Los reformistas y centristas, devastados electoralmente, se encuentran atrapados en la camisa de fuerza de las desavenencias de los gobernantes, servidores del gran capital. Acompañando y reflejando las brutales consecuencias económicas y sociales, las direcciones sindicales permanecen pasivas y volcadas a mantener a la clase obrera desorganizada, temerosa y hacinada. Se resintieron del colapso del PT, que comanda la mayoría de los sindicatos, y la central más importante, que es la CUT.
En medio de la pandemia, la burocracia sindical, de todos los aspectos políticos, estuvo dispuesta a colaborar con la directriz gubernamental, que determinó un plan de emergencia claramente anti-obrero y antipopular. Actuaron como agentes patronales, en la aplicación de la MP 936. Así, la mayoría oprimida entró y salió de las elecciones, cargando con el peso de los despidos, las pérdidas salariales y la vulneración de los derechos laborales. Salió de las elecciones desorganizada y desmovilizada, ante la marcha de la crisis económica, que continuará el próximo año destruyendo puestos de trabajo, sosteniendo en alto el desempleo, el subempleo, la miseria y el hambre. Y todavía será durante un buen tiempo la principal víctima de la pandemia.
La guerra de las vacunas entre Bolsonaro y gobernantes, entre los laboratorios y entre las potencias capaces de producirla, evidencia la ley económica de que los intereses de los capitalistas siempre estarán por encima de las necesidades de la mayoría explotada. Las bandas de buitres han librado una guerra comercial por la vacuna, en disputa por una mayor rentabilidad. Aprovechan la inercia de las masas y la colaboración de sus direcciones para imponer condiciones a la inmensa mayoría de países con economías atrasadas y semicoloniales. Y sus gobiernos títeres, como los de Brasil, están sujetos a la bárbara guerra comercial y las disputas estratégicas por el mercado mundial.
Hemos visto y vemos que no hay forma de separar los efectos sanitarios de la pandemia de los efectos de orden económico y social. En otras palabras, entre enfermedad, desempleo, salario y miseria. Los acreedores de la deuda pública, internos y externos, persiguen un único objetivo: mantener el saqueo del Tesoro Nacional. El argumento ahora es que los gastos con la pandemia requieren reactivar el plan de privatización y poner las contrarreformas en la agenda, comenzando por la reforma administrativa.
La burguesía no acepta aumentar la carga tributaria por encima de lo que sea posible transferir a las masas consumidoras. La orientación es concentrar las acciones en la subasta de Correios, Eletrobrás, Petrobrás, etc. El ataque a los empleados públicos es parte de ese plan. También es necesario tener claro que avanzará la tercerización en modalidades de trabajo online.
El proceso de precariedad laboral sufrirá un salto si la clase obrera y demás explotados no reaccionan prontamente. El aumento de los precios de la canasta básica de alimentos y la tarifa eléctrica afectarán aún más la vida de los trabajadores. El fin de los auxilios de emergencia, de exiguos R$300,00, golpeará a millones, que viven por debajo de la pobreza absoluta. Estos son los efectos perversos del capitalismo en decadencia, basado en la concentración extrema de la riqueza, por un lado, y la expansión de la pobreza, por el otro.
La vanguardia con conciencia de clase se enfrenta a la tarea de reanudar el combate en dos frentes: contra los ataques del gobierno y la burguesía; y contra la política de conciliación de clases de los partidos reformistas y las burocracias sindicales.
El Partido Obrero Revolucionario llama a los trabajadores a exigir que los sindicatos, centrales sindicales y movimientos rompan con la política de colaboración con los explotadores y comiencen a organizar de inmediato la lucha nacional por el empleo, el salario, los derechos y la salud pública; el fin de las privatizaciones y por la re-estatización de las ya privatizadas; el derrocamiento de las contrarreformas; por el no pago de la deuda externa.
Ante el desempleo masivo, la respuesta obrera es la reducción de la jornada laboral sin reducción de salarios, estabilidad laboral y una escala móvil de horas de trabajo; constituir comités de ocupados y desocupados.
En vista del alto costo de vida, recomposición de todas las pérdidas salariales, salario mínimo vital y escala móvil de reajuste.
Frente al parasitismo financiero y el saqueo imperialista, la estatización y nacionalización, bajo control obrero
Esta plataforma de reivindicaciones permite organizar un movimiento unitario en todo el país, contra el avance del hambre y la miseria, y rechazar nuevos ataques del gobierno y la burguesía. Basta que los sindicatos, centrales y movimientos convoquen asambleas y estimulen la organización independiente, para reiniciar el movimiento de resistencia de los explotados. El POR plantea a los explotados, no solo la necesidad de defenderse, sino también de marchar por el fin del capitalismo, luchando bajo la bandera del gobierno obrero y campesino, de la dictadura y r evolución proletaria.
POR de Brasil, Massas n° 625

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