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Francia: Se aprobó la nueva ley de “Seguridad Global”

Síntomas de la descomposición de la democracia burguesa

 

El 28 de noviembre 300.000 personas salieron a las calles del país en protesta contra la nueva ley de “Seguridad Global”, aprobada el 24 de noviembre en la Asamblea Nacional, por 388 votos a favor, 104 en contra y 66 abstenciones (el Senado tendrá hasta enero de 2021, para evaluar su constitucionalidad, aprobarla o rechazarla). Sindicatos obreros, partidos y corrientes de izquierda, estudiantes, jóvenes oprimidos, grupos de derechos de los inmigrantes, activistas ambientales y “chalecos amarillos” se unieron para luchar contra el reaccionarismo del gobierno de Macron.

La esencia de la ley es que prohíbe la grabación y publicación de imágenes y videos de acciones policiales, bajo la justificación de “proteger a quienes nos protegen”, como destaca su artículo 24. Se dice que cualquier periodista o ciudadano tiene prohibido “filmar a miembros de las fuerzas de seguridad con la intención de lesionar su integridad física o psíquica”, así como imágenes “que permitan la identificación de un policía”, que puede ser sancionado hasta con un año de prisión y multas de 45.000 euros. Otros artículos restringen el derecho a la manifestación, que deberá ser autorizada por el gobierno y la policía. Se permite el uso de drones, vigilancia electrónica y ciberespionaje en grupos considerados “radicales”, como minorías religiosas radicalizadas y partidos “extremistas”.

La ley fue aprobada el día después de que una acción policial desmanteló violentamente un campamento de inmigrantes en París. La mayoría de los migrantes -de Afganistán, Somalia y Eritrea- exigieron que se les garantizara una vivienda de emergencia. Una semana antes, la policía desmanteló un campamento con 2.400 inmigrantes.

Se observa que el gobierno francés no puede proporcionar a los inmigrantes condiciones de vivienda y trabajo. Por el contrario, hace de las reivindicaciones un caso policial. Lo mismo ha sucedido con las huelgas, manifestaciones y movimientos, que chocan con las medidas antiobreras, antipopulares y autoritarias del gobierno y los empresarios. Son comunes los informes de acciones racistas y violentas contra inmigrantes y jóvenes oprimidos. Decenas de jóvenes de barrios obreros y pobres cayeron bajo las balas policiales, solo en el último período. Por eso una gran parte de la población rechaza el accionar de la policía y su brutalidad, contra lo que consideran legítimas reivindicaciones. En este escenario crecen las denuncias penales y los procesos judiciales contra miembros de las fuerzas represivas, que en algunos casos terminan, aunque limitadamente, condenados o licenciados.

Hubo sectores de la burguesía que advirtieron al gobierno de los peligros de los ataques a la libertad de prensa e información, que la nueva ley establece como política de Estado. Y exigieron que se modifique el artículo 24, explicando que garantizará a la prensa el derecho a publicar imágenes y videos, que no sean “maliciosos” y no pretendan “dañar adrede a la policía”. Hay sectores que defienden la condena de los policías que se “exceden” en sus funciones, como una forma de fortalecer una imagen positiva de la propia policía. Otros advierten al gobierno de los peligros para el Estado de derecho, si se aprueba la ley. Sin embargo, no son más que quejas, con el objetivo de obtener modificaciones parciales a favor de los sectores monopolistas de la prensa; o apuntar a fortalecer las ilusiones democráticas entre las masas en el régimen político, evitando así la radicalización de las protestas.

Sin embargo, lo cierto es que la ley de “Seguridad Global” expresa, en el campo de las relaciones jurídicas, el avance de los métodos represivos del Estado, puestos al servicio de las contrarreformas dictadas por el capital financiero. El colapso de la democracia burguesa y el declive del Estado de derecho se derivan de las tendencias de disgregación capitalista y la necesidad de proteger las ganancias monopolistas a expensas del empobrecimiento y la miseria de las más amplias masas. Tales tendencias en la política burguesa reflejan el curso de la crisis, exacerbada por la parálisis resultante de la pandemia.

El problema para el gobierno es que continúan las tendencias de la lucha de clases, que viene persiguiendo a la burguesía y sus sucesivos gobiernos. Recordemos, brevemente, los levantamientos de la clase obrera y barrios miserables contra la violencia policial, el movimiento nacional de los “chalecos amarillos” y, fundamentalmente, el paro nacional de 2017, que se destacó por las ocupaciones de fábricas, la toma de rehenes de directivos de empresas, bloqueos y búsqueda de las masas a la auto-organización.

La confluencia de estos convulsivos factores económicos, sociales y políticos y la experiencia de resistencia de las masas, en los últimos cinco años, había estado demostrando al gobierno de Macron que la reanudación de las contrarreformas y privatizaciones tendría que intensificar la violencia del Estado contra la voluntad de lucha de la clase obrera, las capas de la clase media arruinada, jóvenes desempleados e inmigrantes oprimidos. De forma que, cuando los sindicatos policiales comenzaron a presionar al gobierno para que los protegiera judicialmente de los procesos que afectan sus filas, Macron decidió pasar a la ofensiva, ofreciendo impunidad a las fuerzas policiales y fortaleciendo el Estado policial.

Es con este entendimiento que la vanguardia con conciencia de clase del país debe trabajar entre los explotados y los oprimidos, desarrollando y expandiendo el instinto de revuelta, y elevando políticamente a los sectores prominentes del movimiento obrero y popular, trabajando para mantener la confianza en los métodos de lucha de clases. La aplicación de la táctica del frente único obrero permitirá a los explotados avanzar en su organización colectiva e independiente.

En todas partes asistimos a una renovada lucha de clases y, contradictoriamente, a la crisis de la dirección revolucionaria. Francia, lamentablemente, no es una excepción. La tarea está puesta en levantar el partido marxista-leninista-trotskista, recuperando las tradiciones más avanzadas del marxismo. Luchamos, en Brasil, para que los explotados apoyen y aprendan de la rica experiencia del proletariado francés.

Nota de Massas nº 625, POR – Brasil

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