Bolivia: Las vacunas: ¿una solución estructural?
En medio de gran publicidad han llegado las primeras 20.000 dosis de la vacuna rusa Sputnik V para inmunizar, primero, a 10.000 médicos y trabajadores en salud directamente vinculados con pacientes infectados con la COVID – 19.
Según estimaciones del Colegio Médico, en Bolivia existirían 14,1 profesionales en salud, entre médicos y enfermeras, por cada 10.000 habitantes (uno de los índices más bajos del continente eso es estructural). De donde podemos estimar que sobre una población de 11 millones de habitantes tendríamos alrededor de 15 mil profesionales en salud. Estas primeras 20.000 vacunas tienen que ser para 10.000 profesionales en salud exclusivamente. Pero ya el senador Leonardo Loza dijo que los primeros en vacunarse serán el presidente Arce, el vicepresidente Choquehuanca y los legisladores parlamentarios. Si fueran consecuentes con lo que dicen, deberían aguantarse, cediendo la prioridad al personal de salud. Reemplazar a cada médico que muere, es difícil; en cambio politiqueros abundan por montones.
Arce anuncia que en este mes de febrero llegarán un millón de vacunas del programa COVAX de la OMS y el vocero del gobierno, ha anunciado que recién a fines de abril se podría contar con los 15 millones de dosis que el gobierno dice haber adquirido para inmunizar a la mitad de la población boliviana. Crucemos los dedos para que así sea y que no hayan preferencias masistas en su distribución.
La ocasión de la llegada de las primeras vacunas, como no podía ser de otra manera, ha sido aprovechada por el oficialismo que ha desarrollado una campaña demagógica y cínica; por ejemplo, Arce ha dicho que si la Añez hubiera hecho lo que hoy está haciendo el gobierno (traer las vacunas), se hubiera evitado muchos muertos en la primera ola, cuando todo el mundo sabe que estas vacunas han empezando a ser distribuidas hace unas pocas semanas en el mundo y que aguantándonos, en esta segunda ola, ya hay tantas o más víctimas; ha dicho también que esto de comprar las vacunas y las pruebas rápidas de detección de la COVID constituye una solución estructural al problema de la crisis sanitaria en el país. Ya se anuncia que puede darse una tercera ola que empezaría en mayo, cuyo pico más alto sería durante julio – agosto. En tal caso, encontraría a la mitad de la población boliviana completamente desprotegida, esto si hasta esa fecha, hubieran llegado los 15 millones de dosis anunciadas
El problema estructural, que no resuelven las vacunas, es que tenemos un sistema de salud totalmente deficiente; no hay suficientes hospitales, no hay suficientes camas para los enfermos de Covid, menos unidades suficientes de cuidados intensivos, no hay insumos en los centros de salud, no hay suficientes médicos ni enfermeras; los que hay trabajan en malas condiciones, algunos sin que les paguen sus salarios a tiempo, marginados de la Ley General del Trabajo, cayendo como moscas víctimas de la enfermedad.
No todos reaccionan de la misma manera frente a la llegada de las vacunas, muchos sectores que se guían por la campaña demagógica del gobierno, reciben la noticia con esperanza y como si por fin se pudiera divisar la luz al final del túnel; en otros provoca una especie de desesperación por la lentitud en que este producto llega y se aplica, mientras el tendal de muertos y de infectados va creciendo de manera exponencial a medida que van pasando los días.
La agudización de la crisis económica que se traducirá en más hambre y miseria en las familias más pobres, cuando las proyecciones del pico de la segunda ola se dice que será entre marzo – abril y los gobiernos locales se vean obligados a aplicar medidas de restricción como las cuarentenas o la limitación de las horas de trabajo, puede terminar desembocando en movimientos sociales exigiendo al gobierno la inmediata universalización del uso de las vacunas poniendo al desnudo la precariedad estructural del sistema de salud del país y la campaña demagógica que hoy desarrollan Arce y su pandilla.
Bolivia paga caro su condición de país capitalista atrasado y la tardanza de una verdadera revolución liberadora de la incapacidad y entreguismo burgueses; está condenada a esperar su turno, después de satisfacer las necesidades de las potencias mundiales y las imposiciones leoninas de las transnacionales farmacéuticas dueñas de las vacunas. La tardanza y la desesperación pueden convertir la demagogia en un bumerang contra el mismo gobierno.
(Bolivia – MASAS nº 2636)