8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora

El capitalismo en desintegración agrava todas las formas de opresión de clase, particularmente la opresión sobre las mujeres. Solo el proletariado organizado puede combatirlas y eliminarlas. El Día Internacional de la Mujer fue un producto de la lucha de clases y constituyó un marco en la tarea histórica de superar la odiada discriminación y subordinación de la mujer al hombre. Es parte del programa de la revolución socialista terminar con la esclavización de la mujer en el hogar, en la familia.

Es con ese objetivo que el Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional lucha para que los sindicatos, movimientos y corrientes que se revindican de los trabajadores organicen el Día 8 de Marzo, como punto de partida para la defensa de los empleos, salarios, derechos sociales, salud pública y por el fin de todas las formas de discriminación. Para que rompan con la subordinación a la política burguesa, que en las condiciones de pandemia se impuso bajo la forma de la política burguesa de aislamiento social. Que para preparar el Día Internacional de la Mujer se convoquen asambleas y reuniones intersindicales, con el objetivo de retomar la lucha de las masas oprimidas en las calles. Esa es la condición para que los explotados se puedan valer del Día Internacional de la Mujer para poner de pié un movimiento bajo las banderas y la estrategia revolucionaria propias de la clase obrera y los demás explotados.

El Día de la Mujer trabajadora surgió a partir de la lucha de las mujeres obreras y establecida en 1910 por la segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague, Dinamarca. En 1921, a Conferencia das Mujeres Comunistas, realizada junto al Congreso de la III Internacional, estableció un día mundial unificado: 8 de marzo. El día fue escogido en homenaje a las obreras rusas que, el 8 de marzo (23 de febrero en el calendario ruso) de 1917 hicieron una huelga por Pan y Paz, que fue el puntapié de la Revolución de Febrero. Es preciso recordar siempre el origen obrero y revolucionario de ese día y la definición de mujer trabajadora, que la burguesía pretendió desfigurar.

Este último año vivimos un fuerte agravamiento de las condiciones laborales, y de vida, multiplicadas por la pandemia. Aumenta la pobreza, la destrucción de decenas de millones de puestos de trabajo, la miseria, la discriminación salarial, la destrucción de derechos.

La pandemia golpeó más a los más pobres y miserables, y entre ellos más aun a las mujeres, que fueron las que sufrimos la recarga del trabajo doméstico y las que en mayor proporción perdimos los trabajos. Y las que más participamos en la organización y atención de los comedores populares en los barrios. Las que nos hicimos cargo de los niños sin escuela.

A la ya grave situación que vivíamos hace unos años se sumaron el cierre de decenas de miles de fábricas, talleres, comercios, la mayoría de ellos no se recuperarán y si se recuperan será en peores condiciones para los trabajadores. Así, crece la violencia y la opresión sobre la mayoría oprimida y sobretodo sobre la mujer trabajadora.

La burguesía y sus gobiernos no pusieron todos los recursos para enfrentar el desastre sanitario, privilegiando los intereses de la medicina privada, de los laboratorios. Dejó al desnudo el desmantelamiento de los sistemas públicos de salud en la mayoría de los países incluidos los más desarrollados. Pudimos ver hasta dónde llega la podredumbre capitalista en la disputa por las vacunas, con un puñado de países acaparando el 80% de la producción, imponiendo precios y condiciones detrás de cada vacuna, evitando que se utilice la capacidad de producción en numerosos países para producir lo más rápido posible la mayor cantidad de vacunas y llegar con urgencia a los más necesitados, a los más expuestos a las consecuencias del virus. Esa misma disputa se tuvo el año pasado alrededor de los equipos respiradores, equipamiento hospitalario y hasta barbijos.

El capitalismo que acumuló incalculables riquezas en pocos siglos se mostró incapaz de detener la producción de mercancías y garantizar las condiciones de vida de las masas durante algunas semanas para cortar la circulación del virus. Sin vacunas y con los sistemas de salud debilitados, la mayoría quedó a merced del contagio y sus consecuencias. Todas las políticas que intentaron aplicar han fracasado.

Las movilizaciones populares que crecían en todas las regiones, contra las reformas de los sistemas jubilatorios, contra reformas laborales, contra los aumentos insoportables de las tarifas, y todas las formas de medidas de ajuste, contra los despidos masivos, enfrentando el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo, tuvieron un freno transitorio con la pandemia, por el temor al virus desconocido, pero principalmente por el papel de las direcciones políticas y sindicales que se sometieron a las decisiones de los gobiernos, llamando a quedarse en casa, a evitar las asambleas, las movilizaciones, las luchas, mientras las empresas aprovechaban la pandemia para despedir, cerrar, suspender y precarizar más las condiciones de trabajo.

En esas movilizaciones populares en todo el mundo se destacó la intervención de las mujeres. En los últimos meses las luchas masivas se retoman. No hay cómo mantener el aislamiento social, no hay cómo quedarse encerrado, si no hay ingresos, si no hay salario para sostenerse, así, pese a todo, reaparece la necesidad de resistir. Este año es tan duro o peor que el que pasamos. Y de nosotros depende que tomemos en nuestras manos la lucha por la salud, por el salario, por los puestos de trabajo y defender las conquistas logradas en décadas de duras luchas.

El derrumbe capitalista que se arrastraba desde 2008 y no habían podido cerrar, se generalizó a todo el mundo simultáneamente. Puso en evidencia dramáticamente la incapacidad de todos los gobiernos para responder a la magnitud de la crisis. La guerra comercial entre las principales potencias no se detuvo, como se demostró en la lucha por apoderarse de los recursos sanitarios o cómo utilizarlos para sacar ventaja.

Es en este cuadro de derrumbe que más se aprecia el papel traidor de las direcciones sindicales y políticas que son arrastradas por los gobiernos. Se quedan paralizadas ante la catástrofe social para auxiliar a los capitalistas y rechazan cualquier forma de resistencia u organización independiente de los trabajadores.

Siguen sometidos al parlamentarismo, a la conciliación de clases, adaptándose a las imposiciones del gran capital, cuando la burguesía abandona las formas democráticas, mostrándose cada vez más autoritaria.

Es imprescindible una respuesta de conjunto del movimiento obrero, con su propia política, con sus propios métodos de lucha. Este 8 de Marzo debiera ser un día de lucha, de combate, de resistencia, parando la producción, ganando las calles masivamente, planteando todas nuestras reivindicaciones como mujeres oprimidas. Esta es la vía para enfrentar a un capitalismo decadente, en crisis, que se derrumba y nos empuja a la barbarie. No solo que paremos y nos movilicemos las mujeres.

En defensa de los puestos de trabajo, en la lucha por trabajo para todos. Contra toda forma de precarización laboral. Por salarios y jubilaciones que alcancen para vivir como personas, contra toda discriminación salarial o laboral.

Es necesario tomar el control de todos los recursos para volcarlos al sistema de salud, estatizar laboratorios y todo el sistema privado bajo control de los trabajadores. Una campaña para imponer la provisión urgente de vacunas a toda la población empezando por los más miserables que son siempre los más afectados.

Por el derecho al aborto y el derecho a la maternidad, por la socialización de las tareas domésticas de tal forma que podamos incorporarnos masivamente al proceso de la producción social. Por masivos planes de obras públicas para resolver los enormes déficits de vivienda.

Las centrales sindicales debieran convocar a huelga general levantando las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras y de todo el movimiento obrero. Las mujeres somos la mitad de la sociedad, nuestro salario es inferior al de los hombres por actividades similares, somos la mayoría de los desocupados y precarizados y somos las que en mayor medida le estamos poniendo el cuerpo a la pandemia.

Para emprender esta lucha es necesario conquistar la independencia política de los gobiernos, de la burocracia sindical, de los empresarios, superar las ilusiones en el Congreso, en las leyes, en las elecciones. Confiar exclusivamente en nuestros propios métodos de lucha y organización y poner en pie una nueva dirección, revolucionaria.

Partimos de la certeza de que no hay posibilidad de reformas bajo el capitalismo. Que la situación de las masas no deja de empeorar en las últimas décadas y todo indica que bajo el capitalismo será cada vez peor, los signos de barbarie son cada vez más visibles.

La lucha de las mujeres trabajadoras es parte de la lucha de toda la clase obrera, de todos los oprimidos, rechazamos todo intento de dividirla artificialmente. Aprovechamos la preparación de esta jornada para debatir también esa cuestión esencial. La opresión de las mujeres tiene su raíz en la propiedad privada de los medios de producción, es parte de la opresión capitalista. Por lo tanto la liberación de la Mujer trabajadora y la igualdad con los hombres sólo será posible por medio de la revolución social protagonizada por las mayorías oprimidas, con la dirección de la clase obrera, única vía para terminar de una vez por todas con la servidumbre de la mujer en la familia y con todas las formas de opresión.

Recordamos que la gran Revolución Rusa de 1917 tomó entre sus primeras medidas aquellas que abolían toda discriminación con el hombre, la igualdad jurídica de derechos debería preparar el camino hacia la igualdad real. Las mujeres jugaron un rol protagónico en la Revolución y era claro que tenían un papel esencial en la construcción del socialismo. Rol que fue abortado por el papel contrarrevolucionario del stalinismo.

Nuestro homenaje en este día a las grandes luchadoras de toda la vida, en las guerras de la independencia, en las revoluciones sociales, en la formación de los sindicatos, en las grandes huelgas, en las luchas democráticas, a aquellas mujeres que elaboraron teoría revolucionaria ayudando a hacer consciente el papel de la mujer en la sociedad y su importancia fundamental para su transformación y construcción de la nueva sociedad.

C.E.R.C.I. (Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional) – Febrero de 2021

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