Brasil: Manifiesto del Partido Obrero Revolucionario a las mujeres explotadas y oprimidas

Que el 8 de marzo marque la reanudación de la lucha presencial por los empleo, los salarios, los derechos, el fin de la discriminación y por la vacunación universal, comenzando por los pobres y miserables

 

Si los explotados, en general, están viviendo el peor de los mundos con la combinación de la crisis económica y la crisis pandémica, las mujeres obreras, campesinas, indígenas y la pequeña burguesía arruinada cargan aún más con sus efectos. Enfrentan, junto a los hombres de sus clases y etnias, el cierre de fábricas, la caída de ingresos, la alta informalidad, las contrarreformas, la ofensiva del latifundio, el oscurantismo religioso y toda discriminación racial. Sin embargo, todavía sufren de forma particular, de diversas formas, la opresión de clase sobre las mujeres.

Las mujeres son condenadas por ejercer la función social de la maternidad, siendo las primeras en ser despedidas, sub ocupadas y las últimas en poder reincorporarse al trabajo formal. La tasa de desempleo entre las mujeres es casi un 40% más alta que la de los hombres. El número de mujeres fuera de la población activa pasó de 41,9 millones en el último trimestre de 2019, a 50,47 millones en el mismo período de 2020, 8 millones más que las de la población activa. Desde el tercer trimestre de 2019 hasta el de 2020, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza de trabajo cayó del 53,3% al 45,8%. En otras palabras, la mayoría de las mujeres no trabaja ni busca empleo. Cabe recordar que, antes de la pandemia, la tasa de participación de las mujeres en la fuerza laboral ya era del 49% entre las mujeres negras con hijos de 3 años o menos y del 45% en el Nordeste. Según las estadísticas generales, la discriminación racial y regional sigue vigente.

En el saldo de empleos formales generados y destruidos por la pandemia, en 2020, el saldo fue de creación de 168 mil empleos formales para hombres y la destrucción de 95 mil para mujeres. El incremento estacional al final del año explica el saldo positivo para los hombres. En 2020, las pérdidas fueron generalizadas en términos de puestos de trabajo, pero los sectores que concentran el trabajo femenino como los servicios (pérdida del 21,3% en los puestos de trabajo) y los servicios domésticos (pérdida del 19%) se vieron aún más afectados. En el trabajo doméstico, donde predominan las mujeres negras, el 70% es informal. Bajo la pandemia, creció el despotismo de los patrones que, a pesar de los contagios, obligaban a los trabajadores a servirlos. Entre los sectores que tuvieron alta de contratación, como los servicios públicos de salud, hay una gran presencia de mujeres en sus estratos más empobrecidos, quienes, al tiempo que se garantizaba el empleo, expuso a estas mujeres directamente al virus, muchas veces sin protecciones básicas, como lo atestiguan las diversas protestas de los profesionales de la salud.

En cuanto a los ingresos, según el IBGE, en 2019, las mujeres tuvieron un ingreso que corresponde a 3/4 con relación al de los hombres (R $ 2.555 contra R $ 1.985). Bajo la pandemia esta desigualdad se profundizó.

La asistencia de emergencia, con un valor y un alcance insuficiente, dada las necesidades de las familias trabajadores, impidió que las camadas más pobres cayesen directamente en la miseria, sin embargo, rápidamente la ayuda se redujo y el valor descendió a la mitad y rápidamente fue eliminada. Desde la profundización de la crisis económica en Brasil, en 2015, con el aumento del desempleo, los recortes en los programas sociales y los derechos laborales, el número de pobres y hambrientos ha ido empeorando. Se estima que, en julio de 2020, 15 millones de personas pasaban hambre en Brasil. El 90% de las madres de las favelas relataron tener dificultades para comprar alimentos para sus familias en un contexto de alto desempleo y fin de la asistencia.

Entre las niñas y mujeres jóvenes, además del efecto destructivo y excluyente que la Educación a Distancia sufre en general, se suma el peso de las tareas del hogar y el embarazo precoz. El número de jóvenes de 20 a 24 años que no estudian ni trabajan saltó del 28,6% en el último trimestre de 2019 al 35,2% en el segundo trimestre de 2020, entre ellos la mayoría son mujeres.

Otro aspecto a destacar es el impacto de las contrarreformas en la vida de las mujeres. Desde la crisis de 2015, se ha producido una reducción del presupuesto para áreas sociales como salud, educación y seguridad social, además de medidas que destruyen los derechos laborales y previsionales. Si, por un lado, esto genera la mercantilización de los derechos sociales, transformados en servicios, hay una capa amplia que no puede pagarlos y las mujeres terminan teniendo que suplir con más trabajo doméstico no remunerado lo que se destruye junto con viejas conquistas como la educación, salud y seguridad social. Si antes de la pandemia las mujeres ya dedicaban más horas que los hombres al trabajo doméstico, ahora se ha intensificado el tiempo dedicado al cuidado de niños, ancianos y personas con discapacidad, con el cierre de escuelas y guarderías, sobrecarga de hospitales y miedo a exponerse al virus.

Si esto no fuera lo suficientemente terrible, la descomposición social del capitalismo intensifica el rostro más odioso de la violencia física y sexual contra mujeres y niñas. La misma casa en la que nos dijeron que nos mantuviéramos en aislamiento es escenario de golpizas, violaciones y otros tipos de violencia. Los datos del IBGE de 2018 ya apuntaban que el 30,4% de los homicidios de mujeres ocurrieron en el domicilio. Según el Anuario Brasileño de Seguridad Pública, el feminicidio creció un 2% en el primer semestre de 2020. Los datos de São Paulo indican que el aumento fue del 41% en los meses de marzo y abril de 2020.

 

Direcciones de los movimientos sindicales, populares, estudiantiles y feministas insisten en la conciliación de clases

Si las direcciones de los movimientos ya estaban sometidas a la conciliación de clases, bajo la pandemia, la conciliación tomó otra forma, una supuesta unidad nacional contra el virus. La política burguesa de aislamiento social ha fracasado, no ha protegido la vida de las masas, ya pasamos de 260 mil muertos reportados y el número sigue creciendo rápidamente. Los explotados no tienen forma de confiar su vida en manos de la burguesía.  La pandemia ha sido una comprobación más de esta tesis, el asilamiento parcial nunca llegó a las camadas más pobres, rápidamente fue quebrado por el poder económico, que decidió quienes serían los pocos preservados, mientras que la inmensa mayoría fue expuesta a los transportes colectivos, filas para la asistencia y locales de trabajo. El acceso a la salud privada también fue decisivo para decidir entre quién vive y quién muere. Muchos de los que dependían exclusivamente del SUS murieron, sin la atención adecuada, sin acceso a la UCI o incluso algo básico como oxígeno. La vacunación, sin el control obrero colectivo del plan de inmunización, transcurre dictada por los intereses que rodean la guerra comercial entre Estados Unidos, Europa y China, subordinada al lucro de los monopolios. El orden de prioridad ignora el hecho de que el virus ha sido más letal en los barrios de la clase obrera, viviendas y barrios marginales.

Si la vida de los explotados no puede confiarse a la burguesía, debe haber una auto-organización a través de los comités y asambleas de barrio. Las centrales sindicales cancelaron el acto del 18 de marzo de 2020, cuando más se necesitaba, debiendo haberse transformado en asambleas populares, para aprobar un plan de emergencia para proteger la vida de la mayoría y organizar los medios necesarios para arrancar a la burguesía sus derechos. Nada de esto se hizo, las direcciones disfrutaron de su cuarentena, ocultándose con el activismo virtual de lives y la farsa de las asambleas online. Las manifestaciones en las calles, la realización de asambleas presenciales y las huelgas se produjeron por la presión de los trabajadores. La política de desmovilización solo fue quebrada por los partidos y la burocracia sindical en las elecciones municipales.

La acción de estas direcciones están impregnadas de electoralismo y también de las pseudoteorías que separan la opresión de «género» de la opresión de clase. Las ideologías fabricadas en las academias, fundaciones y transmitidas por las Naciones Unidas (ONU), transforman la cultura en motor de opresión y discriminación, determinando que la lucha se dé a través de políticas públicas que combinen educación y represión e incentivos a un sector privado con más diversidad. Los revolucionarios han revelado desde hace mucho tiempo que la base de la opresión de la mujer reside en la propiedad privada, que la familia monógama es una célula económica y que la liberación de la mujer depende de la transformación de la propiedad capitalista privada en propiedad social. Es necesario rechazar las falsas salidas de los sistemas integrales de cuidados, que deberían remunerar a las mujeres cuidadoras, o la mentira de que con la división del trabajo doméstico entre hombres y mujeres, lograremos la igualdad. Abajo las ilusiones de que es posible “empoderar” a las mujeres en general y evitar que el Estado corresponda al dominio patriarcal si hay más mujeres en cargos políticos.

Es necesario rechazar las falsas promesas de los Objetivos del Milenio de la ONU de que es posible llegar al 2030 a la igualdad entre hombres y mujeres, un mundo 50-50. Las estadísticas concretas, elaboradas por la propia burguesía, indican una situación de regresividad. Está en manos de las masas obreras (compuestas por hombres y mujeres), junto con los demás oprimidos, eliminar la raíz de la opresión, expropiar a la burguesía y acabar con este agotado sistema social, el capitalismo.

 

Respuesta proletaria

Las mujeres conscientes que se rebelan contra la opresión diaria y estructural deben romper con las pseudoteorías feministas y de género y marchar bajo el programa de la clase obrera. Que recuperemos los orígenes obreros y revolucionarios del 8 de marzo y que la fecha sea un hito en la ruptura con el método de las direcciones conciliadoras de subordinar las luchas a la vía parlamentarias y al electoralismo. La necesidad de poner en pie asambleas y comités de base para aprobar un plan de emergencia para proteger a la mayoría explotada sigue en la agenda. Por una campaña unitaria contra el cierre de fábricas y puestos de trabajo. Por la revocación de las contrarreformas laborales y previsionales. Por el control de la red de salud privada por parte del SUS, bajo el control de los trabajadores, un paso para la re-estatización de la red de salud privada, sin compensación, y la creación de un sistema único, enteramente público, gratuito y bajo el control obrero. Por las vacunas para todos, empezando por los barrios populares y favelas. Abajo la Educación a Distancia, educación y trabajo para los jóvenes, con jornada compatible.

El socialismo científico ha establecido desde hace tiempo que es necesario eliminar la esclavitud del hogar que pesa sobre las mujeres, mediante la transferencia de este trabajo al Estado, mediante la creación de guarderías, lavanderías colectivas, restaurantes populares, etc. Que todas las mujeres se incorporen a la producción social, dividiendo las horas de trabajo entre todos los aptos para trabajar. Que trabajos iguales deben tener la misma remuneración, sin discriminación, que los salarios no deben ser inferiores al salario mínimo vital. Que la función social de la maternidad debe ser protegida y que el derecho al aborto este garantizado gratuitamente por el Estado. Las raíces de toda opresión, la propiedad privada de los medios de producción, deben ser desarraigadas. Lo que solo se puede hacer con el levantamiento de las masas femeninas y masculinas, guiadas por el programa de la revolución y dictadura proletarias

 

(Nota MASAS nº631 Especial 8 de Marzo) – POR Brasil

 

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