Ante la “segunda ola” de la pandemia
“Cuando la historia se escriba quiero que me pongan al lado de los que cuidan la salud de los argentinos” afirmó Alberto Fernández, el responsable máximo de las 58.000 muertes y casi 3.000.000 de contagios en la Argentina. Sucede que el país está entrando en la denominada “segunda ola”, tantas veces pronosticada desde finales del año pasado. Si tantas certezas tenían que habría de llegar, ¿qué es lo que hicieron para “cuidar la salud de los argentinos”?
Actualmente transitamos un período de más de 20.000 contagios diarios, con más de 200 muertes diarias, con vistas a seguir aumentando. El porcentaje de vacunación roza el ridículo con menos del 1,6% de la población total vacunada con dos dosis. La población de riesgo no alcanza ni el 15% de vacunación con una dosis a nivel país, y aun existe un porcentaje importantísimo de trabajadores de salud que no han recibido las dos dosis. Las farmacéuticas han utilizado al país como conejillo de indias (como Pfizer) para después vender sus vacunas en otros países, otra muestra del coloniaje sobre la nación. Es necesario que el conjunto de la población pueda ver cuáles son las condiciones exigidas por todas las farmacéuticas, que se conozcan todas las negociaciones secretas.
El Gobierno se encapricha en seguir sosteniendo que la responsabilidad es de las “reuniones y encuentros sociales sin cuidado”, trasladando la responsabilidad a la población. Y su respuesta es limitar el uso de transporte público, en un país con más del 40% de trabajo no registrado, y restringir la circulación nocturna (por ahora). Tal vez habría que recordarles que el propio presidente se encuentra aislado a raíz de su propio contagio.
Pero el verdadero panorama es bien distinto, y la situación reviste mayor complejidad. En las últimas semanas se mostraron muchos lugares de trabajo con contagios masivos, con Toyota de Zárate como el caso más emblemático, en donde se tuvo que suspender todo un turno de los 5.000 trabajadores de la planta. Es decir que estos lugares de trabajo se han desentendido de aplicar los protocolos adecuados de bioseguridad para cuidar la salud de sus trabajadores, convirtiéndose en verdadero focos de contagios.
El transporte público se encuentra en un estado calamitoso, las imágenes de trenes, subtes y colectivos abarrotados se repiten diariamente, y la solución en lugar de aumentar la frecuencia es “sacar las ventanillas”.
Todas las obras sociales y prepagas aprovechan la situación para escatimar en atención, testeos y tratamientos a sus afiliados. El raid mediático del parásito Belocopitt, dueño de Swiss Medical Group y de América TV, dio sus frutos y se autorizó el aumento del 10% en sus cuotas. Recordemos que con el ATP y el plan Repro II, las empresas de salud privada tienen cubierto un % nada despreciable del sueldo de sus trabajadores. Es decir, disminuyen y suspenden las consultas y cirugías programadas, ponen mil obstáculos para hacerse cargo de los contagiados, y encima se las recompensa. Son las grandes beneficiadas con esta pandemia.
Luego están las condiciones habitacionales de la gran mayoría de la población (sobre todo las más de 4.000.000 de personas que viven en barrios privados de derechos) que se convierten en el lugar ideal para la rápida propagación del virus. Y la respuesta del Gobierno fue asegurar que no habrá un nuevo IFE, es decir, ni siquiera están dispuestos a entregar esa miseria. En estas condiciones aceptar mansamente un nuevo aislamiento social sería una debacle para las masas. La respuesta debe ser rechazarla de plano.
Es posible afirmar que marchamos hacia un desastre sanitario sin igual. Incluso mayor al del año pasado. El Gobierno está mostrando nuevamente toda su incapacidad ante la pandemia. Pero no solo el Gobierno Nacional, sino también cada uno de los gobiernos provinciales.
Tomando la frase de Alberto Fernández con la que iniciamos este artículo, afirmamos que cuando la historia se escriba en un futuro, deberá mostrar con toda su crudeza que los intereses de la burguesía son irreconciliables con el interés de las masas y del conjunto de los trabajadores. La historia deberá marcar claramente que no solo en Argentina, sino en todo el mundo, la clase dominante mostró su total descomposición e incapacidad para manejar la pandemia y cuidar la salud de la población. Sucede que no hay forma de enfrentar la pandemia si no se toman las medidas necesarias, y esas medidas entran en directa contradicción con la gran propiedad privada capitalista. Es decir, la respuesta solo puede venir de la clase que no tenga ninguna atadura con esa gran propiedad. La clase obrera debe tomar la dirección política de la pandemia, realizar su revolución y organizar su propio Estado. La humanidad se encuentra más que nunca entre el socialismo o la barbarie capitalista.