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Presentación del Informe Anual de Asesinatos Laborales 2020

Este viernes 23 de Abril, el espacio Basta de Asesinatos Laborales presentará su tercer informe anual. A través de estos informes, este espacio de coordinación conformado por familiares de víctimas y laburantes de distintos sectores,  ha podido denunciar y mostrar una realidad que estaba completamente invisibilizada: el asesinato silencioso y sistemático de cientos de trabajadores en sus puestos de trabajo, año tras año. Ya en el 2019, a través de un observatorio propio y limitándose a la información disponible en medios de comunicación y las denuncias de las organizaciones de trabajadores de distintos sectores, el espacio superó las cifras publicadas por la SRT (Secretaría de Riesgo de Trabajo), exponiendo las muertes de trabajadores informales. El 2020 ha sido un año atravesado por la pandemia, el informe muestra que una vez más somos los trabajadores los que ponemos los muertos para garantizar que el sistema siga funcionando en beneficio de unos pocos. A continuación reproducimos fragmentos del informe:

“En el marco de la pandemia mundial de COVID-19 las problemáticas de salud y las condiciones de trabajo se mostraron más centrales que nunca. Ha quedado claro que no podemos dejar nuestra salud en manos de las patronales, que históricamente han priorizado garantizar sus ganancias por encima de nuestras vidas.

Al poco tiempo de desatarse la pandemia, con la autorización del gobierno y el silencio de las centrales sindicales, los empresarios retomaron la producción sin haber garantizado, en la mayoría de los casos, condiciones ni protocolos que permitiesen evitar la propagación del virus. Así, a partir del relevamiento realizado por Basta de Asesinatos Laborales, 985 trabajadores/as murieron en el 2020 luego de contraer el virus trabajando. 

Sin embargo, si tenemos en cuenta que en el país murieron por covid más de 50.000 personas, debemos advertir que los datos que hemos podido conseguir en nuestro Observatorio, aún siendo tan impactantes, no son más que un piso de la cifra real que probablemente sea bastante más alta….

A medida que pasaron los meses, fueron más y más las ramas de la producción que retomaron el trabajo presencial. Mediante el paso del ASPO al DISPO, el gobierno dio luz verde a que los empresarios impusieran el retorno a la producción dando lugar a un incremento en la cantidad de personas en las calles. La obligatoriedad en algunas empresas de garantizar a sus trabajadores/as transporte privado pocas veces se cumplió. Millones de trabajadores/as se vieron obligados a utilizar trenes y colectivos para ganarse el pan del día. Así, las largas filas y los amontonamientos arriba del transporte público volvieron a ser frecuentes, de la misma forma y, en algunos casos, incluso peor a como se veían antes de la pandemia, convirtiendo al transporte público en un foco de contagio.

El discurso de cuidar la vida por sobre la economía se mostró entonces como lo que fue: solamente un discurso. La realidad es que la mayoría de los/las trabajadores/as no pudieron cumplir con la famosa consigna “quedate en casa” porque se habilitó que las empresas volvieran a producir, en la mayoría de los casos sin ningún tipo de control estatal sobre las condiciones de seguridad e higiene. Tampoco las burocracias sindicales ejercieron ninguna presión para controlar las condiciones de trabajo. Y en un año donde el aislamiento era una de las principales medidas de prevención contra el COVID-19, donde aún no existía vacuna o tratamiento, la convocatoria a trabajar por parte de las patronales implicó, en los hechos, la exposición al virus y la muerte de muchos/as laburantes. Así, mientras el 14 de Agosto de 2020 el presidente Alberto Fernández decía en televisión que nadie se contagiaba COVID-19 trabajando, desde BAL veníamos registrando el aumento exponencial de casos en fábricas y otros ámbitos laborales.

Por eso, durante el 2020 comprobamos con más crudeza que nunca que, en la práctica, la única forma de garantizar la defensa de nuestra vida es tomando en nuestras manos el control de las condiciones de trabajo y producción. En aquellos lugares donde los/las trabajadores/as cuentan con mayor organización y se lograron imponer algunas condiciones de higiene, salud y seguridad, fue donde se minimizaron los contagios. Por mencionar sólo algunos ejemplos, en la Línea 60, los trabajadores desarrollaron y votaron un protocolo propio en asamblea y lograron licencia para los compañeros de riesgo; en La Salteña los trabajadores pararon la producción exigiendo que se hisopara a toda la planta, obligando a la patronal a cerrar la fábrica por una semana para evitar la propagación del virus.

La pandemia también puso en evidencia la destrucción del sistema público de salud implementada por todos los gobiernos. Nos encontramos ante un sistema sanitario sostenido con altísimos niveles de precarización laboral, muy bajos salarios y con una falta alarmante de condiciones edilicias, insumos y herramientas de profilaxis para evitar los contagios entre los y las trabajadoras de la salud. En este marco, según datos de nuestro Observatorio, hubo al menos 399 asesinatos laborales en el sector salud durante 2020, si bien algunos sindicatos como Fesprosa denuncian que el número llega a 500. Y esto es así porque durante décadas se favoreció el crecimiento de la salud privada en detrimento de la salud pública, y se engrosó el negociado de las obras sociales, herramienta que a su vez el Estado utiliza para comprar el silencio a las burocracias sindicales. Esta fragmentación del sistema de salud, que ya generaba una enorme desigualdad brindando salud de calidad para unos pocos y un sistema insuficiente para la mayoría trabajadora, en el marco de la pandemia mostró su más cruda inhumanidad. Por eso, desde BAL seguimos sosteniendo la necesidad de estatizar y centralizar el sistema de salud bajo control de los/las trabajadores/as para enfrentar la pandemia.

El presente Informe Anual 2020 de Asesinatos Laborales en Argentina pone sobre la mesa uno de los aspectos más crueles de la explotación a la que somos sometidos/as las y los trabajadores/as y la profundización de esta situación en el marco de la pandemia. Durante 2020, contando los casos de muerte por COVID-19 y otras causas de muerte, al menos 1295 personas murieron en sus puestos de trabajo: es decir, un trabajador/a cada 7 horas. 

Este 2021 nos encuentra en una segunda etapa de la pandemia donde nuevamente queda claro que la salud es un privilegio de unos pocos. La producción social y el conocimiento acumulado socialmente han dado lugar a la fabricación de la vacuna. Sin embargo, son un puñado de empresas farmacéuticas las que se benefician de este producto social para multiplicar sus ganancias. Bajo esta lógica no tenemos garantizado el acceso a la vacunación y seguimos produciendo con el riesgo de morir. Las grandes potencias acapararon la mayor producción de vacunas disponibles, incluso comprando más de las necesarias, dejando en lista de espera a los países más “atrasados”. Por eso la producción pública de vacunas a nivel nacional desconociendo las patentes surge como una necesidad, pero el gobierno nacional no está dispuesto a chocar contra los grandes monopolios. La producción pública de vacunas en nuestro país sería completamente viable: de hecho, en el laboratorio mAbxciencie del multimillonario Slim, en Garín, en pleno conurbano bonaerense, ya se produjeron millones de dosis. Pero como se trata de un acuerdo entre privados, esas vacunas no están siendo utilizadas para vacunar a la población, a pesar de estar en pleno comienzo de la segunda ola. Por todo esto desde BAL marcamos la importancia de dar la lucha por la vacunación universal y la producción masiva y pública de vacunas, partiendo del desconocimiento de las patentes que hacen privado el resultado del conocimiento social.”

Desde el POR saludamos la presentación del informe y llamamos a los trabajadores de distintos sectores a sumarse a este espacio de coordinación. Llamamos a seguir organizándonos contra el sistema capitalista que funciona a costa de nuestra vida. El informe deja en evidencia que no podemos dejar nuestra salud en manos de la burguesía, que no podemos dejar en manos de la burguesía nuestras condiciones de trabajo. Expone de manera cruda cómo funciona el capitalismo, las consecuencias de que la burguesía tenga las riendas de la sociedad. Pone sobre la mesa la necesidad de que sea la clase obrera la que tome el control sobre la producción y la necesidad de estatizar toda la salud privada para formar un sistema único de salud estatal bajo control obrero colectivo. Los asesinatos laborales son parte de la naturaleza del capitalismo, para terminar con ellos definitivamente tenemos que terminal con él.

 

(nota de MASAS nº391)

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