Es urgente un plan de emergencia para terminar ya con la desocupación, los bajos salarios, la precarización laboral, la pobreza y la miseria
Estamos viviendo una situación de catástrofe social, millones de trabajadores desocupados o viviendo de changas, millones trabajando en condiciones cada vez más precarias, mientras avanzan sobre nuestros derechos, con salarios que ni de lejos alcanzan para cubrir lo que cuesta la canasta familiar.
La gran mayoría de las familias vivimos en la pobreza porque nuestros ingresos no alcanzan para cubrir los gastos más imprescindibles. La carestía es insoportable, los precios de los productos que necesitamos consumir son cada vez más caros.
Con la pandemia todo se agravó. Pero esta situación que se vive viene de mucho antes. Los empresarios sacaron ventaja en plena pandemia despidiendo, suspendiendo, bajando salarios, precarizando. Es necesario tomar medidas urgentes, drásticas, para resolver los problemas de raíz, para terminar de una vez por todas con esta situación.
Los dirigentes sindicales, de la CGT, de la CTA, privilegian sus acuerdos con los empresarios, con los gobiernos, para no luchar, para no tomar en sus manos nuestros reclamos. Y la lucha debe ser unida, de todos los trabajadores, los que estamos registrados y los que estamos en negro, los que estamos afiliados al sindicato y los que no, de todos los desocupados.
Si cada uno pelea por su lado o se las arregla como puede no vamos a poder salir de esta gravísima situación. Es imprescindible salir a la lucha, todos juntos, codo con codo hasta obtener todos nuestros reclamos. Nada se consigue sin lucha. Los sindicatos y las centrales sindicales deben estar dirigidas por trabajadores que representen genuinamente el interés de las bases y no a las empresas o los gobiernos. Deben tener independencia de patrones y gobiernos.
Para crear cientos de miles de puestos de trabajo genuinos se deben reabrir fábricas y talleres que cerraron y sobre todo dar un fuerte impulso a la obra pública que es la que genera más empleos, más rápido. Para construir cada año 400.000 casas, las escuelas y hospitales que faltan, cloacas y agua corriente. Para reconstruir toda la industria ferroviaria dejando de importar los vagones, para reconstruir la industria naviera que fue desmantelada.
Las ayudas con bolsones, con bonos, AUH, y tantos planes ayudan, pero no resuelven los problemas. Es necesario que se abran fuentes de trabajo genuino, estable, pagando lo que corresponde. El flagelo de la desocupación destruye la familia obrera. No puede cerrar una fábrica o comercio más.
Para poder tomar estas medidas se debe romper con las recetas del FMI, de los banqueros, de la oligarquía terrateniente, de los grandes empresarios. Los intereses de esos parásitos que nos chuparon toda la sangre son diferentes y contrarios a los nuestros, son antagónicos. Si se protege sus ganancias, si se protege su patrimonio, es imposible atender nuestros reclamos más urgentes y desesperantes. Los más poderosos ni siquiera quieren pagar un impuesto por única vez por la emergencia de la pandemia.
Cuántas muertes se habrían evitado si el Estado hubiera estatizado todo el sistema de salud, las clínicas, los laboratorios, concentrando todos los recursos humanos y materiales. Cuántos pacientes fueron atendidos tarde o nunca, con consecuencias lamentables. Los empresarios de la salud que ganan fortunas y se la llevaron al exterior no quieren perder ni una moneda, no se puede convivir con esos intereses. Quedó al desnudo todo el desastre del sistema de salud y estamos llegando a los 100.000 muertos por covid.
Los trabajadores somos los que tuvimos que pelear en los lugares de trabajo para que se respetaran las medidas de bioseguridad para protegernos o que se respetaran las licencias de los trabajadores con problemas de salud y se les pagara su salario, pero en muchos lugares las empresas pisotearon nuestros derechos.
El principal problema que tenemos es que las fuerzas productivas se encuentran bloqueadas porque los grandes medios de producción están en manos privadas. Para destrabarlas se debe terminar con la concentración de esa propiedad y transformarla en propiedad social. Pero no se logrará por medio de elecciones, de leyes o de constituyentes. Los gobiernos que concilian con esos intereses son cobardes e impotentes. No podrán resolver los problemas de la inmensa mayoría pobre y oprimida.
→ Inmediato plan de obras públicas bajo control de los trabajadores para crear cientos de miles de puestos de trabajo genuino.
→ Reabrir las fábricas y talleres y comercios que cerraron.
→ Impedir cualquier cierre, despido o suspensión.
→ Terminar con todas las formas de trabajo precarizado.
→ Reducción de la jornada laboral para incorporar inmediatamente más trabajadores.
→ Salario y jubilación mínimas igual al costo de la canasta familiar.
→ Estatizar todo el sistema de salud integrando laboratorios, clínicas, prepagas, obras sociales a un sistema único, gratuito, de salud.
→ Estatizar todo el sistema educativo.
→ Terminar con el parasitismo financiero nacionalizando toda la banca y el comercio exterior. Ni un dólar para la especulación la fuga o el pago de deuda. Todos los recursos para impulsar la economía.
→ Estatizar todas las empresas privatizadas, recuperar el Paraná, los puertos, el petróleo.
→ Expropiar a la oligarquía terrateniente recuperando para la Nación todas las tierras que se apropiaron.
Los politiqueros no hablan de estas cuestiones esenciales y se están preparando para meternos en una nueva elección. Se matan para decidir quién va en las listas para poder entrar en las legislaturas. Pero no discuten ninguno de estos problemas esenciales que debemos tomar en nuestras manos. Si la crisis se sigue descargando sobre nuestras espaldas el futuro sólo podrá ser de barbarie.