América Latina: Recesión, desocupación, miseria, hambre y muerte
Las masas viven una tragedia. La barbarie social que se arrastra desde hace años se agravó con la pandemia y se generalizó en todo el mundo.
América Latina y el Caribe es la región más afectada del mundo con 1.246.265 muertos a Junio. Brasil superó 500.000, México las 230.000, Colombia 100.000, Argentina 90.000. Perú registra la mayor tasa de mortalidad, con 576 decesos por cada 100.000 habitantes. La cantidad de contagios y muertes no se detiene.
Es la mayor tragedia desde la 2ª Guerra Mundial. Situaciones de horror y desesperación se repiten en todas partes. Quedó al desnudo la destrucción de los sistemas públicos de salud, el avance privatizador, la desprotección sanitaria de la mayoría de la población, con carencias vitales.
Los gobiernos se mostraron incapaces de proteger la vida. Quisieron hacernos creer que con su política de aislamiento social, de que “nos quedemos en casa” se podría contener la pandemia.
A su vez, las políticas de confinamiento tuvieron un fuerte impacto en la actividad económica. En abril, la actividad económica de la región había caído 20% con respecto a la del año anterior (según FMI) agravando la situación de recesión o estancamiento económico previo a la pandemia.
A mayor nivel de informalidad mayor fue el impacto de la pandemia. Los trabajadores con empleo informal no pueden darse el lujo de quedarse en casa. Y son las mujeres las que terminan soportando la mayor descarga de la crisis sobre sus espaldas.
Los organismos internacionales estiman que “gran parte de la región tardará mucho tiempo en lograr recuperarse plenamente y volver a los niveles de producción anteriores a la pandemia”.
La ONU informa que la pandemia provocará la destrucción mundial de 75 millones de empleos este año y estima que no se recuperaría por lo menos hasta 2023. América Latina es una de las regiones más afectadas. Y señala también sobre el crecimiento record de refugiados y desplazados especialmente desde El Salvador, Guatemala y Honduras.
Los números que muestra son muy elevados y en realidad son mucho mayores porque las estadísticas oficiales no incluyen a todos los desocupados. A mediados del año pasado se estimaba que la cantidad de trabajadores ocupados había disminuido en 46 millones de personas en 14 países de la región, (las estadísticas oficiales solo mostraban 4 millones, porque no consideran desocupados a quienes no están buscando activamente trabajo).
En comparación con 2019, la categoría de trabajadores pobres o sumamente pobres ha aumentado en 108 millones de personas. (Banco Mundial). Que, también, seguramente son muchísimos más si tomamos como referencia que el salario o la jubilación mínima que tiene que percibir un trabajador es lo que cuesta la canasta familiar, para poder vivir como personas.
Con sus parámetros, la CEPAL advierte sobre el aumento de la pobreza en América Latina y el Caribe y el aumento de la pobreza extrema. Y que existe además una importante preocupación por el aumento del hambre en la región. Estima que el número de personas que enfrentan una “inseguridad alimentaria severa” casi se ha triplicado.
Los gobiernos tomaron medidas para descargar el peso de la crisis sobre la clase obrera, los trabajadores y sus familias. La destrucción de las fuerzas productivas es la respuesta de la burguesía a la crisis. Como ya hemos señalado, en una sociedad en decadencia, como es el capitalismo en su fase imperialista, toda crisis de alguna magnitud, tiene como resultado acentuar los niveles de barbarie y desintegración social.
Bajo la pandemia se siguieron exacerbando las desigualdades preexistentes que, antes de la crisis del Covid, reflejaba que el 1% de la población se apropiaba del 27% de toda la riqueza. Los ricos son cada vez más ricos y los pobres son más y cada vez más pobres.
Los esfuerzos presupuestarios de los gobiernos se concentraron en subsidiar a los capitalistas, en un volumen muy superior al aplicado en 2008, y muy limitadamente a los oprimidos.
Estos números nos dan la dimensión de la catástrofe que vive la humanidad, de cómo avanza la barbarie y descomposición capitalista y nos da la medida de la incapacidad de los gobiernos, y sobre todo de la traición de las direcciones políticas y sindicales. Explica la respuesta de las masas que, como pueden, con lo que tienen, recurren a su acción directa, a sus propios métodos de lucha y a su propia organización, resisten y se rebelan. Y explica, también, que la resistencia se origina en las necesidades imperiosas de sobrevivencia, que potencian el instinto de revuelta y rompen el cerco de la política burguesa de colaboración de clases.
La crisis del 2007/2008 no pudo ser cerrada por el imperialismo
Insistimos, el derrumbe capitalista tenía múltiples expresiones antes de la pandemia que las hizo visibles, las profundizó, potenció y extendió simultáneamente a todo el mundo. Todas las tendencias a la crisis, presentes en la actualidad, ya se manifestaban en 2019. La enorme crisis de 2007/8 no pudo ser cerrada por el imperialismo. La economía mundial estaba en situación de recesión, y ahora con mayores dificultades para poder recuperarse.
En este marco de catástrofe mundial, la guerra comercial no se detuvo. Y se la pudo comprobar también en el terreno sanitario. Primero fue la guerra por asignar quién era el culpable de la pandemia, luego por la conquista de los insumos elementales, desde barbijos hasta equipamiento de terapia intensiva, para dar lugar a una competencia por la obtención y apropiación de las vacunas y cómo distribuirlas. Continúa el bloqueo imperialista a Cuba y Venezuela y la presión para restringir la presencia China en la región. Biden continúa en lo esencial con las políticas de Trump.
Y el gran capital, las multinacionales, siguieron su ofensiva contra los trabajadores y los oprimidos en general, cerrando decenas de miles de fábricas, comercios, destruyendo millones de puestos de trabajo, suspendiendo a los trabajadores, reduciendo salarios. Una situación difícil de revertir enteramente.
Aprovecharon la pandemia para avanzar con sus planes, con las contrarreformas, con sus ajustes, de hecho o pretendiendo formalizarlos con leyes. Avanzaron con la aplicación de reformas laborales, jubilatorias, impositivas. Presionando para que los presupuestos de los gobiernos se ajusten a las exigencias del imperialismo.
El saqueo de nuestros recursos en todos los terrenos tampoco se detiene.
El papel de las direcciones sindicales y políticas
Ante semejantes golpes a las condiciones de vida y de trabajo de las masas los gobiernos y partidos nacional reformistas que se presentaron como oposición burguesa a los gobiernos llamados neoliberales (sean del llamado Socialismo del Siglo XXI, del PT de Brasil, Kirchnerismo en Argentina, AMLO en México) se han mostrado absolutamente incapaces y cobardes para defenderlas.
Por el contrario, reforzaron los lazos de sometimiento a las multinacionales, privilegian la protección de la gran propiedad privada de los medios de producción. Ese es su común denominador.
Los gobiernos utilizaron la pandemia para meter miedo a las masas, para desmovilizarlas, para imponer que se queden en sus casas, y en algunos casos con fuertes medidas represivas. Allí donde son oposición han contribuido a la desmovilización y a sostener el régimen limitándose a reclamos y denuncias dentro del orden democrático, esperando que llegue el próximo turno de elecciones y poder capitalizar electoralmente el descontento.
El ciclo de aquellos gobiernos nacional reformistas que mayoritariamente dominaban la región puede repetirse, pero no en las mismas condiciones, el agravamiento de la crisis capitalista les deja mucho menos margen de maniobra. Deberán continuar con los ajustes de la economía contra la mayoría oprimida, respetando en líneas generales las imposiciones del capital financiero. Cierto que podrán recibir algún auxilio desde los organismos internacionales para atenuar el impacto de los ajustes. No gozarán de una prolongada estabilidad como en el pasado, en que pudieron sacar provecho de las ilusiones democráticas de las masas después de desalojar a gobiernos abiertamente neoliberales, y de condiciones de precios elevados de las materias primas que se exportan, que aportaron ingresos adicionales a las economías de la región.
Remarcamos el papel de la mayoría de las direcciones sindicales y centrales sindicales burocratizadas, que levantan una línea de colaboración de clases, de defensa del orden establecido, que se han sometido a los dictámenes de los gobiernos. Si los empresarios y los gobiernos han podido avanzar tanto sobre las masas es por su actitud conciliadora, por dividir y paralizar a los trabajadores, por aislar a los que luchan. La burguesía cuenta con ellos para bloquear la respuesta radical de los trabajadores.
Las direcciones sindicales y políticas han utilizado el temor a la pandemia para no movilizar, para no realizar asambleas, ni paros, aceptando la dirección de la burguesía, de sus gobiernos, sus partidos, sus instituciones. Cuando son obligados a tomar medidas por la presión de las bases, lo hacen para tratar de cerrar las luchas, para descomprimirlas. Son direcciones que deben ser combatidas y expulsadas del seno de la clase obrera y los trabajadores.
En esta situación trágica que vivimos, en que se agravaron notablemente todas las condiciones de vida y trabajo, la traición de las direcciones quedará fuertemente marcada. Es en los momentos más difíciles -cuando es más necesario que las fuerzas organizadas de la clase obrera y demás trabajadores entren en combate por sus necesidades más urgentes, en defensa de la vida y del trabajo- que emerge del fondo de la lucha la estrategia propia de poder. La descomposición capitalista empuja a las masas a la barbarie en todas sus formas y sólo la clase obrera con su política tiene una respuesta para salir de esta situación.
Insistimos, en este cuadro es criminal la traición de las direcciones burocráticas de los sindicatos y centrales sindicales que abandonaron a los trabajadores a su propia suerte, que se sometieron a las políticas de los gobiernos sin lucha, sin resistencia, y condenando a los que salían a luchar.
Se fortalecen las tendencias al autoritarismo.
La bancarrota capitalista potencia las tendencias más derechistas, más autoritarias. Las formas democrático burguesas se van perdiendo.
La democracia burguesa es una de las formas de la dictadura de clase de la burguesía, la que más le sirve para encubrirse y dominar a las masas. Después de varias décadas de dictaduras militares en casi todo Latinoamérica el imperialismo caracterizó como un peligro utilizar el último recurso como recurso habitual. Y aplicó una política de democracias regimentadas en todos los países, siempre bajo la mirada y el control de los militares y los organismos del imperialismo.
Trabajó para domesticar a los partidos del nacionalismo burgués y pequeñoburgués, colonizó la justicia, multiplicó sus bases militares y la presencia de los servicios de inteligencia, dominó completamente los grandes medios de comunicación gráfica, radial y televisiva, y también internet, para difundir sus campañas, promover sus candidatos y llevar adelante todas las contrarreformas.
Bajo las formas democráticas se aplicaron los más violentos ajustes contra las masas. Se avanzó con las privatizaciones de las empresas públicas, con el endeudamiento, con el saqueo de las riquezas naturales. Los países semicoloniales fueron condicionados a adoptar determinadas políticas monetarias; los bancos centrales tuvieran autonomía de los gobiernos, para disciplinarlos a las orientaciones del capital financiero internacional.
Es visible el incipiente proceso de pérdida de las ilusiones democráticas por las masas. Desconfían de los gobiernos, los partidos y las instituciones. Así, tienden cada vez más a la acción directa, a la lucha con sus propios métodos. Eso se explica por la comprobación del papel que ha jugado la democracia y toda la politiquería burguesa, volcadas a llevar adelante los ajustes y las contrarreformas.
Agotados los recursos “democráticos”, los gobiernos encaran la represión abierta a todas formas de resistencia popular. Utilizan la represión estatal y paraestatal. Se convierten en dictaduras civiles. En otras épocas los desbordes populares daban lugar directamente a la intervención militar golpista, a asumir todo el poder centralizando todas las operaciones. Hoy el papel lo juegan gobiernos “elegidos” que judicializan a todos los luchadores, nos meten presos, nos meten bala en las manifestaciones, y matan para aterrorizar. Si no hay causas judiciales las inventan. La voz de los opositores es callada. Los movimientos políticos, sociales, sindicales, que no se disciplinan son espiados, vigilados, controlados para poder reprimirlos mejor.
Hoy en Colombia, como ayer en Chile, son los gobiernos elegidos en elecciones, los que reprimen salvajemente, que hacen el trabajo sucio para tratar de derrotar físicamente a las masas en lucha.
La ausencia o debilidad del partido revolucionario, en la inmensa mayoría de los países, posibilitó que la burguesía pudiera utilizar el cuento de la “defensa de la democracia”. En otras palabras, defensa de su propio régimen, de su dictadura de clase, como si la burguesía defendiera las libertades democráticas. Contraponiendo dictadura y democracia para que no se percibiera que son solo formas distintas de la dictadura del capital.
Es reaccionario el reclamo de “más democracia” o “democracia de mejor calidad” o “profundizar la democracia”, o asambleas constituyentes, que plantean sectores “progresistas” o del nacional reformismo, acompañados por sectores izquierdistas. En un momento que es visible la tendencia de la burguesía a abandonar las formas democráticas y en que las masas tienden a la acción directa, es un desvío reaccionario de las izquierdas orientarlas a mantenerse prisioneras de la democracia.
Es la hora de ayudar a las masas a que se desprendan de las ilusiones. Es la hora de ayudar a las masas a que confíen exclusivamente en sus propias fuerzas, en su propia organización. Es la hora de ayudar a las masas a que se emancipen políticamente, a luchar por su propia estrategia de poder, a que construyan su dirección revolucionaria, su partido, que exprese conscientemente lo que las masas ya están haciendo y diciendo.
Nunca se pueden descartar que vuelvan las dictaduras militares. La bandera de “Nunca Más” es una utopía reformista de los que defienden la democracia burguesa. Volverán cuando estén completamente agotadas las formas democráticas y hayan fallado los intentos izquierdistas para contener a las masas. Eso es lo que enseña la historia, no debemos olvidar, y nos obliga a preparar conscientemente la lucha contra las bases materiales de la represión y el autoritarismo que son las mismas que sostienen la democracia burguesa. Son las multinacionales, los terratenientes, los bancos, que no cederán pacíficamente y “democráticamente” su poder.
Los oprimidos abren un curso de acción independiente
En este escenario las masas resisten, empujadas por el agravamiento de las condiciones de vida y de trabajo, pese a todas las restricciones y bloqueos.
Las masas oprimidas vienen protagonizando luchas enormes en los últimos años. Con la pandemia se frenaron transitoriamente, y en los últimos meses están retomado su curso.
Podemos decir que las más radicales, como en Chile y Colombia, abren un curso independiente, porque las masas desarrollan métodos de lucha y de organización que desbordan a sus direcciones sindicales, sociales y políticas, que no obedecen a un programa electoral ni a las instituciones del régimen. En ninguna organización política y sindical se planteaba desarrollar una lucha como la que protagonizaron las masas, excepto los revolucionarios.
Se trata de una lucha política de masas. No es una reivindicación determinada o una situación puntual. Es la suma acumulada de reclamos democráticos y sociales. Es el hastío ante la desocupación y el trabajo mal pago y la violencia del Estado contra los más pobres. Es la falta de vivienda, la destrucción del sistema de salud y educación públicos, el endeudamiento, la represión, etc. Las masas dan un salto cualitativo en su lucha cuando salen simultáneamente ocupados y desocupados, docentes y estudiantes, los pueblos originarios, los jóvenes y las mujeres con sus banderas, en todos los rincones, sin que sean convocados por un partido o una central sindical.
Se observa que las brutales condiciones de existencia, que empujan a camadas enteras de la población a la miseria y el hambre y a la ruina creciente de la pequeña burguesía, obligan a las masas a romper la camisa de fuerza de las organizaciones estatizadas y burocratizadas. En su interior se gestan direcciones y organizaciones clasistas, que terminan por expresar los instintos de revuelta. Se abre el camino para la construcción y el fortalecimiento del partido revolucionario, que debe estar al frente de los combates, desenvolviendo la política del proletariado. Para que esas manifestaciones multitudinarias se dirijan contra la burguesía y el Estado burgués, es fundamental que la clase obrera no aparezca diluida, y que gane posición física y programática de dirección de la mayoría nacional oprimida.
Para los revolucionarios esta es la cuestión fundamental, que las masas empiecen a desarrollar una acción independiente, que choquen con sus direcciones sindicales y políticas, que las desborden, que las cuestionen, que abandonen el legalismo, porque en ese clima de radicalización pueden entroncar con la orientación revolucionaria, proletaria, que debe estar presente en el movimiento desde antes organizando la lucha. Las masas en lucha pueden procesar rápidamente las diferentes posiciones y ser arrastradas por aquellas que mejor expresan sus aspiraciones.
Si los revolucionarios no están presentes o son muy débiles no habrá cómo impedir que todo ese torrente popular sea transitoriamente desviado, desgastado y dividido. Las direcciones burocráticas y/o reformistas se adaptarán al movimiento y tratarán de ser quienes dirijan ese proceso con sus políticas.
La situación revolucionaria que se abrió en Chile en 2019 es el salto de más de una década de luchas y movilizaciones parciales, la mayoría derrotadas. Si bien el gobierno de Piñera y toda la derecha han quedado aislados y acorralados por la formidable intervención de las masas, siguen en el gobierno. El gran auxilio fue de la oposición burguesa, el stalinismo, el Frente Amplio, que lograron firmar un acuerdo para convocar una Constituyente y desviar la irrupción popular. Ciertamente una parte de las masas en lucha fueron arrastradas al terreno de la Constituyente. No la mayoría, pero si lo suficiente para crear una división y enfrentar a una parte que rechaza la Constituyente con aquellas que tiene ilusión y a eso se suma la próxima elección presidencial, dando crédito a las grandes posibilidades electorales de los “izquierdistas”.
En Colombia con varias semanas de paro y movilizaciones muy radicalizadas, pese a la represión violenta, lograron hacer retroceder transitoriamente al gobierno en sus reformas. La impotencia para voltear a Duque y establecer su propia estrategia de poder, alimentarán la ilusión de sustituir a Duque por un opositor en las próximas presidenciales. Ningún gobierno burgués podrá satisfacer las demandas de las masas, que volverán a levantarse una y otra vez, pero la burguesía habrá ganado un tiempo, aprovechando la ilusión democrática de las masas.
En Bolivia en 2019 las movilizaciones de distintos sectores contra el gobierno de la nueva derecha, del MAS, en los años previos, confluyó en la lucha contra el fraude electoral que obligó a Evo a renunciar. La ausencia de la clase obrera, como fuerza motriz de la movilización permitió que la derecha se encumbrara y se apoderara del gobierno.
En Ecuador en 2019, ante el aumento de la gasolina se produjo un levantamiento popular con fuertes enfrentamientos con la policía desafiando el estado de excepción dictado por Lenin Moreno que debió mudar su gobierno. Semejante lucha obligó al gobierno a retroceder pero pudo llegar hasta el fin de su mandato con bajísima popularidad y entregar al gobierno a un banquero, gracias al desastre de las políticas de Correa.
En Perú también, las movilizaciones de los últimos años, la crisis permanente del régimen político con sus escándalos de corrupción y saqueo, han dado lugar a que un izquierdista llegue a la presidencia. Sus promesas de respeto a la gran propiedad y los mecanismos legales constitucionales, serán una nueva frustración para los oprimidos, tan brutalmente golpeados por las crisis.
En Brasil se han retomado las movilizaciones de masas en los últimos meses convocadas por organizaciones sindicales y populares con la bandera de “Fuera Bolsonaro”, subordinadas a la política burguesa de impeachment y el electoralismo, pretendiendo esconder que la descomposición del gobierno ultraderechista tiene base en la crisis estructural del modo de producción capitalista. De esa forma desvía a las masas de su lucha por sus propias reivindicaciones y con sus propios métodos. Así canalizan el odio instintivo de las masas contra el gobierno. Esas corrientes durante más de un año estuvieron paralizadas negándose a organizar la lucha de los oprimidos por sus reclamos más elementales. En realidad, la parálisis de las direcciones burocráticas sometidas al reformismo, viene de mucho antes.
En Argentina se dieron grandes luchas de masas entre 2016 y 2019 contra el gobierno de Macri y sus reformas, con la casi totalidad de la burocracia sindical colaborando con el gobierno. La lucha de las masas contra las reformas antipopulares hizo estallar ese acuerdo. Sin embargo pese a los 5 paros generales contundentes y movilizaciones de cientos de miles, las direcciones sindicales burocráticas y las direcciones políticas nacional-reformistas, dieron una tregua al gobierno para no voltearlo, para respetar el período electoral y abrir paso a otra variante burguesa que lo reemplace por vía electoral, desmovilizando y recreando ilusiones en el nuevo gobierno. La incapacidad del gobierno de Fernández para resolver los problemas más graves de las masas da lugar a una desilusión que va creciendo.
Las multitudinarias luchas que se produjeron en este último período en EE.UU. alientan el impulso de las acciones de masas en todo el continente.
En todos los países el gran problema es la ausencia o debilidad de la dirección revolucionaria lo que facilita que avancen las políticas de distracción electoral y que se frustren temporalmente las aspiraciones de las masas.
El problema de los problemas: resolver la crisis de dirección revolucionaria, construir el partido
La lucha por la independencia política de la clase obrera, de los oprimidos, se concreta en la resolución de la crisis de dirección construyendo el partido revolucionario, las secciones del Partido Mundial de la Revolución Socialista y al mismo tiempo la propia Internacional.
Se trata del partido de la clase obrera, que encarne la estrategia de poder del gobierno obrero y campesino, la dictadura del proletariado, la revolución social, que exprese la rebelión de las masas ante una situación insoportable, la peor de las últimas décadas, que troque en consciente lo que las masas ya están haciendo instintivamente, realizando balances de cada lucha, de los avances y retrocesos de las masas, llamando a las cosas por su nombre.
En todas partes aparece con claridad la necesidad de resolver la crisis de dirección revolucionaria. No se trata de decirles a las masas que luchen, ni cómo tienen que luchar, sino para orientarlas hacia la toma del poder.
La demora en terminar con el capitalismo hará que todo el peso del derrumbe siga cayendo sobre las espaldas de la mayoría oprimida. Repetimos mil veces: el capitalismo no se puede reformar, ni mejorar, ni humanizar.
Por eso es tan importante la lucha por la independencia política de la clase obrera respecto de los gobiernos y todas las instituciones del Estado y también de los partidos patronales. Es vital. Es necesario romper con toda política de colaboración y conciliación de clases.
Decimos otra vez: no será por medio de elecciones o de leyes o de constituyentes que se podrá transformar la sociedad, no será por esa vía que los explotados podrán terminar con el capitalismo en descomposición.
Es urgente la lucha por un plan de emergencia para terminar con la desocupación, los despidos, los cierres de empresas, por recuperar el salario y terminar con todas las formas de precarización del trabajo, defendiendo las conquistas laborales, terminar con la miseria, la pobreza y el hambre. Para desconocer toda la deuda pública, terminar con el parasitismo financiero, nacionalizando el sistema bancario. Terminar con el saqueo de las riquezas nacionales.
Tomar la defensa de la salud pública en nuestras manos, la burguesía en todo el mundo se ha mostrado incapaz de enfrentar la pandemia utilizando todos los recursos materiales, científicos, humanos.
En esta lucha, la vanguardia revolucionaria debe aparecer como clara referencia, trabando un combate feroz contra todas las variantes del centrismo, y desenmascarando a cada paso el rol del nacional-reformismo burgués.
Aparece dramáticamente la necesidad de reconstruir la dirección internacional de la clase obrera, sobre la base del balance de todas las derrotas y traiciones, de la liquidación de la III Internacional por el stalinismo y la desintegración de la IV Internacional a manos de los revisionistas.
El CERCI debe trabajar para fortalecer las secciones y luchar por la incorporación de nuevas secciones. El trabajo centralizado y colectivo es esencial, más que nada en este período. El trabajo consistente bajo un mismo programa y organización ha colocado al CERCI en un lugar de referencia para la vanguardia que lucha en todo el continente. Debemos colocarnos a la altura del desafío. La situación que describimos muestra el potencial de las posiciones revolucionarias. La tarea es la de trabajar paciente y tenazmente en el seno de las masas con el programa de la revolución proletaria.
Las condiciones para esta tarea han mejorado ya que se ha hecho muy visible la derechización de las corrientes nacional reformistas, la integración del stalinismo a sus filas y también el abandono por parte de la mayoría de las corrientes centristas de la estrategia de la dictadura del proletariado y su desenganche de la clase obrera.
Es necesario que la vanguardia que lucha tome conciencia de que es posible enfrentar la catástrofe del capitalismo en descomposición. Que confíe en la organización de las masas y sus propios métodos de lucha. Y luche bajo la estrategia de la clase obrera. Y que abandone toda ilusión legalista.
Para reconstruir la sociedad sobre nuevas bases debemos terminar con la gran propiedad capitalista, con los monopolios, con el parasitismo, para poder desenvolver las fuerzas productivas y empezar a resolver los problemas urgentes de la mayoría.
La lección de la historia es que la sobrevivencia del capitalismo es sinónimo de barbarie en todas sus formas y la tendencia es al agravamiento de las condiciones de vida y de trabajo, a la guerra, las migraciones.
Sólo el socialismo es la alternativa ante la catástrofe mundial. Y sólo la clase obrera, su programa, su estrategia, encarna esta salida revolucionaria a la crisis de la humanidad.
El ejemplo es el POR de Bolivia, de 86 años, el partido que hay que construir en cada país como sección de la IV Internacional, como partido mundial de la revolución socialista.
¡Viva los Estados Unidos Socialistas de América Latina!