San Cayetano y las tareas del movimiento de desocupados
La parálisis de las organizaciones oficialistas de desocupados se rompió después de un largo letargo. En contexto de la celebración de San Cayetano, el pasado 7 de agosto, decenas de miles marcharon de Liniers (donde se encuentra la Parroquia de San Cayetano) a Plaza de Mayo. La convocatoria partió de los denominados “Cayetanos”, quienes ostentan fuertes vínculos con Jorge Bergoglio (“Papa Francisco”), y tuvo el acompañamiento del Gobierno y de la Conferencia Episcopal Argentina.
Los Cayetanos están integrados por el Movimiento de Trabajadores Excluidos (Juan Grabois es su principal dirigente); el Movimiento Evita, la Corriente Clasista y Combativa (CCC), el Frente Popular Darío Santillán, el MP La Dignidad y Somos – Barrios de Pie, principalmente. Todos se encuentran nucleados en la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que dirigía hasta no hace mucho el Gringo Castro (hoy candidato a Diputado Nacional por el Frente de Todos). Los Cayetanos se dieron a conocer el 7 de agosto de 2016 en lo que fue una de las primeras movilizaciones multitudinarias frente al Gobierno de Macri. A pesar de su verborragia “anti-neoliberal”, mostraron tempranamente su contenido colaboracionista, haciendo hasta lo imposible para que el PRO llegue hasta el final de su mandato. Concluyeron reivindicando a Carolina Stanley (ex Ministra de Desarrollo Social) en lo que sería un derrotero vergonzoso.
Muchas de estas organizaciones ostentan hoy día lugares importantes en el actual Gobierno: Emilio Pérsico del Movimiento Evita integra el Ministerio de Desarrollo Social, actualmente encabezado por Juan Zabaleta; Juan Carlos Alderete de la CCC es diputado nacional por el FDT; Rafael Klejzer del MP La Dignidad dentro de la Secretaría de Economía Social; Daniel Menéndez de Barrios de Pie dentro de la Subsecretaría de Promoción de la Economía Social. Es decir, los Cayetanos pasaron de ser sostenedores del macrismo a una pata fundamental dentro del Gobierno Nacional. Y el Gobierno los premió con un viejo anhelo de las organizaciones sociales: avanzar en su Personería Gremial.
Aunque la marcha del 7 de agosto fue encabezada con el histórico reclamo de “Tierra, Techo y Trabajo”, también aparecieron los reclamos por “trabajo genuino en todo el país” y un “Salario Básico Universal”. Dejaron claramente expresada que la movilización fue “a favor de las políticas del Gobierno” (Chino Navarro del Movimiento Evita y Secretario de Relaciones Parlamentarias en el actual Gobierno) y que jugarán “con todo para que el Frente de Todos vuelva a ganar las elecciones” (Juan Carlos Alderete)… es decir buscan atar el enorme movimiento de desocupados al vagón del oficialismo, grandemente responsable de la ruinosa situación actual.
Las direcciones de estas organizaciones deben ser caracterizadas, por todo esto, como partícipes imprescindibles en permitir las cifras de barbarie que vemos en la actualidad. Nada hicieron contra el 60% de pibes pobres con fallas nutricionales y alimentarias severas, o cuando suspendieron el magro Ingreso Familiar de Emergencia (de solo 3 entregas). Dejaron pasar los recortes de planes asistenciales y de alimentos para los comedores. Ni una movilización ante la política de masacre sanitaria en los barrios populares ante el avance del coronavirus. Miraron para otro lado durante los desalojos que conmovieron al país entero, como en Guernica. No pasaron de tibios planteos o forzadas críticas, actuando objetivamente como dique de contención del amplio descontento de sus propias bases.
Y son plenamente conscientes que esa es su función estratégica. Por ejemplo Menéndez (Barrios de Pie) sostuvo que “no (se) podrá evitar por mucho tiempo más el estallido del pueblo”, o Grabois alertando que “la paz social está en peligro”. Tal y como sucedió con Macri, admiten que “si no hiciéramos todo lo que venimos haciendo, esto ya hubiera volado por el aire”.
Su planteo de “trabajo genuino” no pasa de ser palabrerío sin perspectivas. Y su “Salario Básico Universal” (apoyado por el Papa Francisco) no es otra cosa que un reclamo de $8.500, como el que presentó Claudio Lozano (director del Banco Nación), que no alcanza siquiera la línea de indigencia. Peor aún, su Salario Básico Universal es en los hechos la renuncia a dar un combate real por trabajo genuino, aceptando que sus bases no conseguirán un trabajo formal registrado.
La flagrante contradicción de intereses entre bases y dirigentes no termina de emerger en la situación política actual. Por un lado por las ilusiones que aun despierta este Gobierno en las masas y el recuerdo fresco de la ruinosa política macrista; también porque estos dirigentes conservan aún cierto prestigio y son vistos como luchadores; pero principalmente es la ausencia de política proletaria en nuestros barrios, y entre el movimiento de desocupados y piquetero lo que atenta contra la necesaria politización de los oprimidos. Para retomar el hilo histórico del papel que supo jugar el movimiento piquetero a fines de los 90 y años siguientes, es necesario desprenderlo de todas sus taras, obstáculos, cooptaciones y direcciones paralizantes, e incorporarlo a una gran lucha de trabajadores ocupados y desocupados, bajo la dirección política de la clase obrera y contra el capitalismo.
(nota de MASAS nº399)