El drama afgano: Saludamos la expulsión del imperialismo y el derecho a la autodeterminación de la nación oprimida
Afganistán declaró su independencia a principios del siglo XX y mantuvo un régimen monárquico hasta 1973, fecha en la que se estableció la República de Afganistán. En 1978,la Revolución de Saur estableció la República Democrática de Afganistán con el apoyo e intervención de la Unión Soviética que dio inicio a la guerra de Afganistán (1978-1992) contra la guerrilla nacionalista islámica apoyada por Estados Unidos, Arabia Saudita, Pakistán y otras naciones occidentales y musulmanas. Los soviéticos se retiraron en 1989. La guerra civil prosiguió hasta que en 1996, los talibanes establecieron el Emirato Islámico de Afganistán basado en su interpretación de la Sharia.
El feudalismo era dominante: el 5% de los propietarios poseían más del 50% de las tierras fértiles. En Afganistán alrededor del 97% de las mujeres y del 90% de los hombres eran analfabetos; alrededor del 5% de los propietarios poseían más del 50% de las tierras fértiles, sobre 17 millones de habitantes había apenas 35 mil obreros pero 250 mil mullahs (versados en el Corán); escasas industrias y carreteras; la esperanza de vida era de 42 años, la mortalidad infantil era la más alta del mundo; la mitad de la población sufría tuberculosis, una cuarta parte malaria, etc.
Con la ayuda de la Unión Soviética y sus satélites, en el sector estatal de la economía se construyeron varias empresas productivas y de servicios que proporcionaban la mayor parte de la producción.
El 7 de octubre de 2001, en respuesta a los atentados terroristas de la organización Al Qaeda (que operaba en Afganistán) contra el World Trade Center de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, el imperialismo estadounidense y los aliados de la OTAN ocuparon militarmente Afganistán, un país sumido en el atraso y marcado históricamente por violentos conflictos políticos, religiosos y étnicos. Pero geográficamente estratégico para los movimientos de los monopolios, con el objetivo de cercar a Rusia y China, y a controlar las riquísimas fuentes de materias primas, especialmente petróleo, gas, minerales y litio, que están en la base de la lucha por el control de la riqueza nacional y de los mercados.
El retrato de la barbarie social y las trágicas consecuencias de la ocupación militar se repitieron abundantemente. Pero no se expusieron las raíces económicas, ni las relaciones sociales que estaban en la base del intervencionismo: la inmensa riqueza y la superioridad industrial y comercial de las potencias asentadas sobre las condiciones de atraso, el raquítico desarrollo de las fuerzas productivas y la miseria y el hambre que predominan en las semicolonias oprimidas por el imperialismo.
En 2014, Estados Unidos y la OTAN declararon formalmente que abandonaban la guerra, pero mantuvieron tropas en el país en apoyo al gobierno.
Este pantallazo sobre la historia y la economía de Afganistán, permite comprender lo que allá sucede:
La monarquía implicó la preservación de relaciones feudales de producción en el agro y la mayor parte de la economía afgana, a la par que impulsó una limitada industrialización del país, junto a ella el establecimiento de relaciones capitalista de producción en coexistencia con las primeras.
La URSS bajo el mando estalinista, siguiendo sus intereses geopolíticos impulsaron el derrocamiento de la monarquía afgana, apoyados en el descontento y la rebelión de la nación oprimida frente a la persistencia de tareas democráticas pendientes de realización. Esta intervención, implicó un relativo impulso al desarrollo de las fuerzas productivas en el país, que no alcanzó a superar las relaciones precapitalistas dominantes principalmente en el agro afgano. Relaciones que fueron y son fuente de un localismo fortísimo, expresado en los mujaidines o señores de la guerra. Está ausente un mando unificado de la resistencia a los invasores, primero soviético y luego norteamericano. Los estalinistas preservaron la gran propiedad privada burguesa y feudal, en consonancia con la teoría reaccionaria de la “revolución por etapas”
Luego de la caída del régimen prosovietico, se produce un descomunal retroceso en las condiciones de vida de las masas, en especial de las mujeres y los niños. El estancamiento de las fuerzas productivas se acentúa aún más con la caída del régimen Talibán el 2001, caída auspiciada por la OTAN. Se pone en evidencia que el capitalismo, en su fase de decadencia imperialista, no es capaz de impulsar un desarrollo armónico de las fuerzas productivas que permita superar el atraso y la barbarie feudal vigentes en el país.
El movimiento de resistencia antisoviético expresado a través de los muyahidines, fue un movimiento reaccionario pro imperialista. Hoy el movimiento Talibán expresa de manera bárbara la resistencia de la nación oprimida a la opresión y saqueo imperialista. La lucha legítima del pueblo afgano por su autodeterminación contra las fuerzas de las potencias invasoras, mantiene sus raíces en el dominante atraso precapitalista con toda la herencia del patriarcalismo en el que vive la nación oprimida.
Pese a ello, los revolucionarios no podemos menos que apoyar incondicionalmente los movimientos que encarnan el levantamiento instintivo de los oprimidos contra la opresión social y nacional. Es un principio irrenunciable para los revolucionarios, que siempre se ponen del lado de las masas oprimidas contra sus opresores, a pesar del reaccionarismo y el oscurantismo religioso, que pueden adoptar sus particulares direcciones y métodos de lucha, como es el caso de los talibanes. Se trata de defender incondicionalmente la expulsión del imperialismo y la autodeterminación de la nación oprimida.
Pero estamos conscientes que como todo movimiento nacionalista, respetuoso de las relaciones de producción basada en propia privada burguesa y feudal, en esa medida está condenado a terminar de hinojos ante el imperialismo, este destino fatal se explica por la etapa en la que vivimos, la fase decadente del capitalismo imperialista que implica la imposibilidad de logra el desarrollo integral de la fuerzas productivas en el marco de las relaciones capitalista de producción.
El triunfo de los Talibanes muestra que es posible derrotar al imperialismo y expulsarlo de la nación oprimida. Sin embargo, sin construir el partido marxista-leninista-trotskista, y sin elevar al proletariado a la condición de clase independiente, la ocasional derrota imperialista no puede transformarse en un paso de los explotados en el camino de la completa emancipación nacional, cuyo fundamento reside en la expropiación de la gran propiedad privada monopólica, y su transformación en propiedad social. Sólo por este camino se resolverán las tareas democráticas de los países atrasados y se superarán las herencias del patriarcalismo. El problema radica en que el proletariado afgano constituye una ínfima minoría y sufre la crisis de la dirección revolucionaria.
Una vez más se reitera que la tragedia de la revolución afgana es la ausencia del proletariado revolucionario organizado en partido político, dotado de un programa revolucionario e internacionalista.
Referencias.- 1.- Manifiesto del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional – CERCI. 2.- https//es.wikipedia.org/wiki/Agfanist%C3%A1n
(MASAS nº2665 – POR Bolivia)