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La crisis energética mundial y su impacto en Bolivia y América Latina

Desde hace varios años atrás que se viene produciendo un declive mundial de la producción de carbón, petróleo y gas; según algunos investigadores, entre el 2006 y el 2010 se habría producido el pico más elevado en la producción de hidrocarburos en el mundo, después de la cual se precipita un creciente declive. En el escenario de ese declive es que la reactivación económica relativa pos pandemia acelera la demanda de energía, demanda que los actuales niveles de producción no pueden cubrir. La consecuencia consiguiente: subida de precios del gas (más de 400% en algunas regiones), del petróleo (de 40 $us a 80 $us por barril) y del carbón aparejadas con un mayor tensionamiento geopolítico entre naciones productoras y consumidoras (China vs. Australia, Rusia vs. EE.UU, etc.), por un lado y por el otro, el déficit energético trae consigo la desaceleración de la producción (se habla de un “frenazo” de la economía China que para Mayo 2021 conoció un crecimiento de más del 18%, que se derrumbó en Agosto 2021 a 4,9%) con la consiguiente caída en la demanda de materias primas.

El otro aspecto del problema es que el creciente déficit energético no pudo, ni puede aún, ser cubierto por la generación de energías alternativas (eólica, solar, hidráulica, etc.). El desarrollo tecnológico en el sector se vio, durante mucho tiempo limitado o postergado por los intereses de las grandes empresas transnacionales de producción de hidrocarburos. El desarrollo de las fuerzas productivas choca con los intereses privados. El deterioro ambiental, expresado en el cambio climático aguijonea la urgencia de este desarrollo, que hoy se ve acelerado por el declive en la producción de energía a partir de recursos naturales no renovables.

Son descomunales los intereses económicos en juego, ligados a las trasnacionales imperialistas en disputa por el control de las fuentes de materia primas y producción de energía, cada cual buscando sacar la mejor tajada de la reactivación económica relativa pos pandemia. La crisis energética acentúa la guerra comercial, marco dentro el cual los países atrasados y semicoloniales son las fichas en disputa.

Para América Latina, la crisis energética se expresa de manera contradictoria, como circunstancial bonanza para los países exportadores de petróleo y gas (Venezuela, Ecuador, por Ej.), como incremento en los costos de producción de energía, para los países que no producen hidrocarburos (Chile, Uruguay) con el consiguiente encarecimiento del costo de vida para las masas y en otros casos como Bolivia, en un incremento momentáneo de ingreso por mejores precios del escaso gas que todavía se exporta al Brasil aparejado a un declive drástico de la producción hidrocarburifera y el encarecimiento de los combustibles líquidos subvencionados que importamos.

En lo que toca a la producción de energía, la principal fuente en América Latina es la hidráulica y a este respecto, dependiendo de la región la cosa se pone cuesta arriba o por el contrario se ve favorecida. Las represas en el Brasil y el Sur de Argentina se ven por debajo de su capacidad generadora como consecuencia de la sequía recurrente, pero no ocurre así en Colombia donde las represas están sobre cargadas debido a las lluvias torrenciales, ambos efectos del fenómeno climático de “La Niña”.

Pero lo que queda de seguro es que dado el hecho de que la mayor parte de la generación eléctrica y la explotación de materias primas en el continente esta en manos de la trasnacionales imperialistas, estas se darán modos de que los efectos negativos no recaigan sobre ellas y los efectos beneficiosos sean monopolizados por las mismas. Un ejemplo es la posible venta de las acciones de la trasnacional japonesa SUMITOMO de la Mina San Cristóbal cuya razón de fondo está en la contracción drástica del mercado de la plata entre el 2019 y 2020 que implicó una caída de más del 47% de sus ingresos. Es predecible que el cambio de razón social vendrá aparejado con un deterioro de las condiciones laborales para los trabajadores.

En resumidas cuentas, los platos rotos de la crisis energética lo pagará el pueblo explotado, los beneficios serán para la burguesía nativa, el capital financiero imperialista y los sátrapas burócratas corruptos en el poder.

POR Bolivia – MASAS nº2674

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