Huelgas en Estados Unidos │ Observar e identificar las tendencias de lucha del proletariado en la mayor potencia mundial
La bajada de salarios y el congelamiento, así como las suspensiones y los despidos, fueron las respuestas de los capitalistas, ante la crisis sanitaria y económica. Para mantener las ganancias ante la parálisis de los negocios, descargaron sus nefastas consecuencias sobre las masas. Los subsidios familiares, aprobados por el gobierno de Biden, aunque compensaban en parte la caída de los ingresos de los trabajadores, dependían de los acuerdos entre republicanos y demócratas -Biden cedió a las presiones de los republicanos, para que se redujeran y limitaran en el tiempo-. A esto se suma el hecho de que el salario mínimo de 7,25 dólares la hora era insuficiente para garantizar unas condiciones de vida al nivel de antes de la crisis. Para mantenerla, los trabajadores se veían obligados a prolongar su jornada laboral y a realizar otras actividades, agotando sus condiciones físicas. A su vez, la inflación (la más alta de los últimos 30 años) hizo bajar el precio de la fuerza de trabajo.
A pesar de la reanudación del crecimiento económico en 2021, que impulsó la contratación de mano de obra, y aumentó los beneficios de los capitalistas, no fueron acompañados de un aumento de los salarios, ni de una mejora de los derechos y condiciones laborales, que han ido disminuyendo durante más de cuatro décadas. En este marco, 10.000 trabajadores de John Deere fueron a la huelga, y decenas de miles de trabajadores de las empresas mineras y de la industria del carbón, de todo el país, realizaron protestas y huelgas por mejoras salariales y laborales. Lo mismo ocurrió en las industrias alimentaria, de bebidas alcohólicas y metalúrgica (Kaiser, Volvo, John Deere, Arcelor Mittal, etc.). También hubo decenas de huelgas en la sanidad, la educación y los servicios (empresas de distribución, teatro, cine, restaurantes, etc.).
Estas luchas huelguísticas se caracterizan por el hecho de que los trabajadores de un sector aprovechan el repunte económico y exigen mejoras salariales y laborales inmediatas. Y para influir en otros sectores, para que también luchen por las mejoras conseguidas, a través de la huelga. Esto es rechazado por el gobierno, que se niega a aprobar el aumento del salario mínimo; y por los capitalistas, que pretenden obtener beneficios extraordinarios. Favorecidos por la inyección de miles de millones de dólares por parte del Estado (capitalización de empresas privadas con recursos públicos), los capitalistas buscan aumentar la composición orgánica del capital, sin tener que recurrir a sus propias inversiones. De este modo, elevan la productividad del trabajo y aumentan la tasa de explotación de los asalariados, a costa del endeudamiento del Estado y del empobrecimiento de las masas.
Se puede ver que la elección de Biden, aunque logró ahogar y desmantelar las luchas democráticas de las masas negras, no proporcionó una solución a los problemas de los trabajadores, lo que se manifiesta en la situación actual como un aumento de las huelgas y las luchas económicas. El problema para el gobierno y los capitalistas reside en que la victoria de algunas de estas huelgas eleva la voluntad de lucha de los que aún no han cerrado acuerdos salariales y laborales, proyectando su radicalización. Las huelgas destacan especialmente porque surgen de la presión de las bases y obligan a las direcciones vendidas a impulsarlas. Por lo visto, se está forjando una nueva capa de «activistas» sindicales en las bases.
La ausencia del partido revolucionario construido en el seno del proletariado norteamericano nos dificulta conocer con mayor claridad el alcance del movimiento huelguístico, sobre todo estando a distancia. Pero el simple hecho de que estallen huelgas obreras en diversos sectores de la economía debería influir positivamente en el movimiento mundial de los explotados. Es importante seguir su evolución y difundir sus experiencias entre el proletariado brasileño y los demás explotados.
(POR Brasil – MASSAS nº 653)