Elecciones en Chile: El significado de la polarización electoral entre la ultraderecha y la izquierda reformista
El 21 de noviembre, el candidato ultraderechista José Kast (Partido Republicano del Frente Social Cristiano) ganó la primera vuelta con el 28% de los votos. En segundo lugar quedó el nacional-reformista Gabriel Boric (de la Coalición Apruebo Dignidad – Partido Comunista de Chile y el Frente Amplio), con un 25,6%. La segunda vuelta estará, así, marcada por la disputa entre la ultraderecha burguesa y la izquierda pequeñoburguesa. Los candidatos del partido gobernante, Sichel (Chile Podemos Máss), y Provoste (Nuevo Pacto Social de la Democracia Cristiana), que han dominado la política burguesa durante décadas, fueron derrotados. También se destacó el candidato de la derecha Franco Parisi (Partido de la Gente), que hizo campaña a distancia en Estados Unidos, quedando en tercer lugar con el 13,19% de los votos válidos.
En cuanto a las elecciones legislativas, la ultraderecha y la derecha mantuvieron el control del Senado, y aumentaron el número de diputados: la mayor representación desde la redemocratización de 1983. El resultado fue el retroceso de las fuerzas políticas de centro-derecha (la Democracia Cristiana y el Partido Socialista), que perdieron decenas de escaños en ambas cámaras.
Sin duda, el factor más relevante del proceso electoral fue el alto abstencionismo: 57% del padón electoral. La tasa era aún más alta en las regiones, ciudades y obreros y populares, alcanzando una media del 63%. Los niveles más altos de participación se dieron en las regiones, ciudades y barrios con mayor presencia de la burguesía y la pequeña burguesía: un 75% en promedio.
Fue una sorpresa que 1/3 de los votos válidos emitidos en los distritos populares, especialmente entre los jóvenes, fueran para Parisi. Sus ataques a la «casta política» aprovecharon parte de la ira por la falta de perspectivas en educación, sanidad y trabajo.
Exponer estos datos nos permite entender lo que ha pasado en estos dos años, desde la insurgencia de las masas en 2019 hasta la victoria de la ultraderecha y la derecha en las elecciones.
En octubre de 2019, las masas oprimidas rompieron las ataduras de la democracia y las instituciones, salieron a la calle, desarrollaron la lucha colectiva y formaron embriones de organizaciones populares, capaces de imponer sus demandas. Pero, al carecer de dirección revolucionaria, no pudieron avanzar, en la tarea de conquistar la independencia de clase y potenciar la capacidad revolucionaria del proletariado, condición para avanzar en la lucha contra la burguesía entreguista y la dominación imperialista del país
Expuso a la luz del día la grave crisis de la dirección revolucionaria, que le impedía transformar su instinto de revuelta en política y programa revolucionarios. Esto ha permitido a las direcciones pequeñoburguesas y burguesas traicionar, una vez más, a los explotados, y desviar la lucha de clases hacia la creación de una falsa Asamblea Constituyente.
Tras cinco meses, la Asamblea se reveló que había nacido muerta. Reformistas, estalinistas, frentepopulistas e independientes tienen la mayoría de los constituyentes. Sin embargo, les está prohibido, por la ley de su convocatoria, modificar los acuerdos internacionales, cambiar el aparato estatal o tocar la propiedad privada. Los democratizantes de izquierda, que han inflado tanto la Asamblea Constituyente como si fuera un instrumento popular de transformación, han demostrado ser rehenes de la burguesía y del imperialismo.
Hay una clara relación entre los resultados electorales que podrían entregar la presidencia a la ultraderecha. Y en caso de victoria de los democratizadores, tendrá que gobernar para las mismas fuerzas políticas que hicieron la transición desde la sangrienta dictadura del general Pinochet. No hay posibilidad de que Chile se libere del pinochetismo, y levante una poderosa democracia burguesa, que sirva de instrumento para el desarrollo de las fuerzas productivas, en oposición al saqueo imperialista, la ultraconcentración de la riqueza, la miseria de los más explotados y el empobrecimiento de las clases medias. Cualquiera que sea el gobierno elegido en la segunda vuelta, tendrá que aplastar con puño de hierro las tendencias de lucha de las masas. El gobierno de Piñera ha subsistido en base a la violencia contrarrevolucionaria, pero el factor fundamental de que siga en pie y promoviendo las elecciones radica en las direcciones pequeñoburguesas y burguesas, que han logrado engañar a las masas con la bandera salvadora de la Asamblea Constituyente. Poco después de las elecciones, los explotados se encontrarán con un gobierno verdugo.
Esta es la principal conclusión a la que deben llegar la vanguardia del proletariado y los demás oprimidos. Esta es la condición para establecer la línea política y la táctica revolucionaria para el próximo período. Se trata, sobre todo, de que la vanguardia con conciencia de clase refuerce el trabajo de construcción del Partido Obrero Revolucionario de Chile, y libre la lucha férrea, clasista y consecuente por la conquista de la dirección política y práctica de las organizaciones de masas, expulsando a la camarilla de traidores reformistas y estalinistas. La ausencia del partido marxista-leninista-trotskista ha retrasado la tarea del proletariado de deshacerse del pinochetismo, y expulsar de sus filas a los traidores de la revolución proletaria, es decir, al partido comunista estalinista y al partido socialista, que han atrapado a los explotados con el gobierno burgués de frente popular. Las ilusiones en la democracia burguesa se reconstituyeron en la transición post-Pinochet, desembocando en la bastarda Asamblea Constituyente. Pero los jóvenes explotados y oprimidos se han enfrentado a los gobiernos mediante la acción directa. Este es el camino que permitirá a la vanguardia con conciencia de clase luchar por la independencia política del proletariado.
(POR Brasil – Masas nº 653)