CERCI

Escalada militar en torno a Ucrania

Solamente el proletariado organizado y en lucha puede responder con su propio programa y política a los peligros de la guerra

Declaración CERCI

Rusia no pretende invadir y ocupar la ex-República Soviética de Ucrania. Su esperanza es la de obtener un acuerdo que establezca un límite a la expansión de la OTAN y al armamento de las ex-Repúblicas Populares del Este Europeo y ex-Repúblicas Soviéticas, que vienen sirviendo de vasallas del imperialismo. Los cien mil soldados puestos en la frontera con Ucrania fue la única forma que el gobierno de Putin tuvo para abrir camino a las negociaciones. Si no fuese así, los Estados Unidos de América (EEUU) y aliados europeos, por medio de la OTAN, apretarían todavía más el cerco, incluyendo a Ucrania y a Georgia en el sistema de vasallaje.

Desde la desintegración de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los EEUU impulsan un movimiento de aislamiento gradual de Rusia, toda vez que el imperialismo no puede convivir con una potencia regional, que como tal está obligada a conservar su poder económico y militar sobre las innumerables nacionalidades, que estuvieron bajo el dominio del viejo imperio ruso, y que se emanciparon con la revolución proletaria de Octubre, constituyéndose como Repúblicas Socialistas Soviéticas y miembros federativos de la URSS.

Rusia dejó de ser una potencia imperial, sujeta a los avances del capitalismo en la época imperialista, en 1917, con la victoria de la revolución, para tornarse una ciudadela de la lucha del proletariado mundial contra el capitalismo y la dominación imperialista. Se levantó en medio de la Primera Guerra Mundial y la guerra civil, e, inmediatamente, garantizó el derecho a la autodeterminación de los pueblos oprimidos y permitió que se tornasen repúblicas independientes, libres del yugo imperial de la Gran Rusia y libres para asociarse en una federación socialista.

El imperialismo europeo, encabezado por Inglaterra y Francia, no consiguió matar la revolución en su nacimiento e impedir que emergiesen naciones libres, volcadas a desarrollar el socialismo y a resistir el combate mundial del imperialismo contra su estabilización y desenvolvimiento. El proletariado y las masas campesinas dieron millones de vidas para derrotar a Alemania e impedir que la alianza imperialista vencedora (Entente) arrastre a la región sovietizada al reparto del mundo impuesto por los vencedores.

La revolución proletaria no solo liberó a las nacionalidades oprimidas, sino que impidió que cayesen en los brazos de las potencias saqueadoras. La revolución proletaria en Rusia rompió un eslabón de la cadena del capitalismo, y el nacimiento de la URSS estableció una poderosa trinchera para el desarrollo de las bases del nuevo régimen socialista y de la revolución mundial. La destrucción de la URSS se tornó el objetivo central del imperialismo. Su derrocamiento tendría como resultado la interrupción de la transición del capitalismo al socialismo, y, por lo tanto, el derrumbe general del movimiento revolucionario mundial.

La derrota aplastante de Alemania, en la Primera Guerra, frente a la cual la Rusia revolucionaria tuvo un papel de primera magnitud, y la derrota de las fuerzas imperialistas, volcadas a aplastar la revolución, establecieron la base inicial de la fortaleza que se levantaba con enormes sacrificios de la clase obrera y de los campesinos pobres, enfrentando la ruina de la economía, la generalización del hambre y la proliferación de las epidemias.

Ucrania, en particular, fue fundamental en el enfrentamiento a la contrarrevolución. Alemania, ya derrotada, mantenía su ocupación en octubre de 1918. Los vencedores, Inglaterra, Francia y Estados Unidos, instaban a los alemanes a que se mantuvieran en Ucrania, hasta que pudiesen sustituirlos. En julio de 1919, el Ejército Rojo combatía la contrarrevolución directamente alimentada por la Entente, con armas y hombres. El desarrollo de la lucha revolucionaria y su victoria en la guerra civil, en Ucrania, fueron decisivos para afirmar el curso de construcción de la URSS. En el presente, un siglo después, volvió a ser una región de guerra civil y de intervencionismo imperialista.

El derrocamiento del gobierno pro-Ruso en Ucrania, en 2014, fue uno de los síntomas de la restauración capitalista, desintegración de la URSS, debilitamiento de Rusia y subordinación de las ex-repúblicas populares del Este y parte de las ex-repúblicas soviéticas. El proceso de restauración, que despuntó ya en 1923-1924, con el ascenso de Stalin al poder, ganó nuevas formas en la Segunda Guerra Mundial, con la participación de la URSS en los acuerdos de un nuevo reparto del mundo. La disolución de la III Internacional, en 1943, formó parte de ese movimiento retrógrado, que reflejaba innumerables derrotas del proletariado en este período. Es importante no desconocer y no perder de vista las raíces del choque de Rusia con el imperialismo estadounidense, que pasó a tener una nueva dimensión con el desmoronamiento de la URSS.

El intento de realizar la restauración capitalista por medios pacíficos, acordados y administrados, se mostró inviable. Internamente, el fin de la URSS se dio en las condiciones de descomposición del Partido Comunista, de división en la oligarquía gobernante y del golpe de Estado, dando lugar a aplastamientos de revueltas y eclosión de guerras civiles. Externamente, los Estados Unidos pasaron a montar el cerco a Rusia, por medio de la OTAN. Los Estados vasallos que pasaron a formar parte de ese brazo armado de las potencias sirven de cobertura a la intervención del imperialismo estadounidense, como por ejemplo Polonia.

Entre 2001 y 2002, el presidente George W. Bush hizo una ofensiva para realizar la incorporación, a la OTAN, en cadena, de los países que se desprendieron de la URSS y del Pacto de Varsovia. Para Putin quedó en evidencia que la expansión era irreversible. E incitó a las ex-repúblicas a ayudar militarmente a la Alianza Atlántica, en el sentido de entregar sus territorios a la instalación de bases militares. Ahora, con la afrenta de Putin, pesados armamentos fueron transferidos desde los países bálticos (Lituania, Estonia y Letonia) para Ucrania. Esa respuesta estadounidense refuerza la constatación de que, objetivamente, el cerco militar que se cierra en torno a Rusia es una amenaza a su seguridad.

Los EEUU solamente no fueron más ofensivos debido a los desacuerdos entre los aliados europeos. Si dependiese de Inglaterra, la OTAN ya habría dado pasos más ofensivos. Pero las reticencias de Francia y la resistencia de Alemania no han permitido, por el momento, establecer una unidad volcada a la confrontación abierta con Rusia. Una conflagración en territorio ucraniano, que cuente con la intervención de las fuerzas imperialistas de Occidente, ciertamente, provocará un estrago económico en toda Europa. Basta el hecho de que Rusia abastece con 30% de petróleo y 40% de gas natural a los países europeos, y, en especial, a Alemania, para comprender el cuidado con que están tratando la escalada militar. Biden amenaza con sanciones económicas a Rusia; Putin cuenta con los intereses de Alemania, Francia, Italia, Hungría, etc.

La reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, convocado por los EEUU, contra el voto de Rusia y de China, no pasó de un teatro de acusaciones conocidas, pero reflejó la presión del imperialismo estadounidense, junto a los miembros de la OTAN, en favor de la escalada militar. Permanecen secretas la Carta de los EEUU y la respuesta de Rusia, emitidas después del fracaso de las negociaciones en enero. Por el contenido de continuidad del choque, se sabe que los EEUU mandaron las exigencias de Putin al tacho de basura.

La disputa territorial de Rusia con Ucrania se hizo por medio de la anexión de Crimea, en 2014, luego después de la victoria del referendo en favor de Rusia, se sabe que fue una acción forzada, aunque haya parecido democrática y pacífica. En las regiones de Donetsk y Lugansk, continúan las secuelas de la guerra civil. Rusia exige que sean reconocidas las respectivas repúblicas. El fortalecimiento militar de Ucrania representaría para Rusia la continuidad de la disputa territorial. El imperialismo no aceptó la pérdida de Crimea, punto estratégico para el cerco a Rusia.

En toda esa escalada militar, se sabe poco sobre la actitud de la clase obrera, de los campesinos y de la clase media. Todo indica que la población, poco informada y envuelta en los acontecimientos, espera una solución diplomática, sin darse cuenta de que está planteada la posibilidad de una guerra, que comenzaría en suelo de Ucrania, y que, una vez iniciada, podría tornarse epicentro de una gran convulsión en Europa. Las tendencias ciegas de la desintegración del capitalismo, de agravamiento de las disputas comerciales y de la potenciación del militarismo se hacen presentes en la confrontación de Rusia con los Estados Unidos, teniendo a Ucrania como campo de batalla.

Hay que considerar el agravamiento de la guerra comercial entre los EEUU y China, principalmente con las medidas unilaterales tomadas por el gobierno Trump, y seguidas por su sucesor Biden. El gobierno chino se vio obligado a alinearse con Rusia, ya que necesitará de esa alianza, en la medida en que el conflicto en torno a Taiwan va tomando la dimensión que alcanzó en Ucrania.

El orden mundial, que se edificó en el final de la Segunda Guerra, viene siendo paulatinamente desintegrado. La victoria del imperialismo contra las conquistas revolucionarias del proletariado mundial, que culminó con el desmoronamiento de la URSS, resultó no en la preservación de los equilibrios de fuerzas de posguerra, sino en un nuevo período de desequilibrios, que expresan la caracterización del marxismo-leninismo-trotskismo de que el imperialismo es la etapa última del capitalismo, y, por lo tanto, de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones.

Las fuerzas productivas altamente desarrolladas no caben más en el reparto del mundo, que resultó de las dos grandes guerras. La URSS y sus satélites en el Este Europeo no podrían sobrevivir encerrados en sus fronteras, sin que la revolución proletaria avanzara en el continente europeo y demás latitudes. La hegemonía estadounidense se impuso como una fuerza contrarrevolucionaria poderosa. La revolución en China podría haber sido un factor decisivo en la balanza del proceso de transición del capitalismo al socialismo, pero padeció del mismo mal del nacionalismo, del burocratismo y del apartamiento de los explotados en la conducción y decisiones del Estado.

La República Soviética de Rusia comenzó a sufrir la degeneración luego de que la clase obrera perdió el control de los órganos de poder soviéticos creados por la revolución. La burocracia estatal, que se formó encima de las masas obreras y campesinas, acabaría por sucumbir a las presiones capitalistas y de la ofensiva de las potencias contra el comunismo.

Rusia, después de tantas concesiones a los EEUU, se vio obligada a reaccionar contra el cerco de la OTAN, pero no con los métodos del proletariado, completamente erradicados en el proceso de restauración. Sí con el mismo método ejercido por el imperialismo para imponerse a las naciones oprimidas. Las poblaciones de las ex-repúblicas soviéticas perdieron la confianza en los propósitos de la burocracia dictatorial, que pasó a ejercer la opresión nacional todavía en el marco de la URSS. Donde se manifiesta opresión nacional, no hay socialismo, hay capitalismo. En el caso de la ex-URSS, la restauración del capitalismo.

Es con esta comprensión histórica -que expresa el programa de la revolución y del internacionalismo proletarios- que la vanguardia con consciencia de clase tendrá que responder a la amenaza de guerra, y a la guerra si se impone.

En la declaración del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional, del 18 de enero, se define la siguiente posición: “La política del proletariado mundial se vuelca contra el dominio imperialista y contra la burocracia restauracionista. Su programa es el de la revolución mundial, aplicado en las condiciones particulares de la lucha de clases, en cada país y región. La respuesta a la crisis europea se sintetiza en la lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa. La vanguardia ucraniana con consciencia socialista debe luchar contra las fuerzas que la arrastran a la guerra, con la bandera ‘Por una Ucrania Soviética Independiente’. En Rusia, levantar la bandera de la reconstrucción de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, sobre la base del programa de la revolución de Octubre de 1917. En los EEUU y en la Europa imperialista, cabe a los explotados volcarse contra la militarización, la expansión de la OTAN y la preparación de la guerra, luchando bajo la bandera de la revolución y del internacionalismo proletario. ¡No a la guerra de dominio imperialista! ¡Sí a la guerra de clase contra la burguesía, por el derrocamiento del capitalismo y retomar la transición del capitalismo al socialismo! Esa lucha proletaria depende de que la vanguardia con consciencia de clase reconstruya el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional”.

Frente a la escala militar de los EEUU y de la OTAN, levantamos la bandera del fin de la OTAN y el retiro inmediato de sus bases militares en las ex-repúblicas populares del Este Europeo y en las ex-repúblicas soviéticas. En Rusia y en Ucrania, combatir bajo la bandera de la autodeterminación de las naciones oprimidas por derribar la burocracia gubernamental y la oligarquía burguesa, bajo el programa de recuperación de las conquistas de la revolución proletaria y de la reconstrucción de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ese es el programa y la lucha que unifica al proletariado y los demás explotados para marchar bajo la bandera de fin de las guerras imperialistas y por los Estados Unidos Socialistas de Europa.  

1 de febrero de 2022

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